¿Se ha visto a algún apóstol haciendo huelga? ¿A una segunda madre sujeta a conciliación obligatoria? Jugando con la figura de los apóstoles o las de segundas mamás muchas veces se ha ignorado nuestra práctica como trabajadores. La huelga en la escuela revela esta faceta , a veces invisible de l@s maestr@s.
Aporte desde Rosario
¿Se ha visto a algún apóstol haciendo huelga? ¿A una segunda madre sujeta a conciliación obligatoria? Jugando con la figura de los apóstoles o las de segundas mamás muchas veces se ha ignorado nuestra práctica como trabajadores. La huelga en la escuela revela esta faceta , a veces invisible de l@s maestr@s.
Ocurre que un maestro trabaja de modo que nadie se da cuenta de ello hasta que deja de hacerlo. Cuando falta porque la lucha lo convoca, se nota su tarea silenciosa. Su ausencia conmueve a todos. A los gobiernos de turno que con la huelga ven perjudicada su imagen de buenos funcionarios preocupados por la cultura, y a los padres que ven alterada su rutina y piensan en los aprendizajes que los chicos no harán.
Un docente es un trabajador singular cuyas herramientas son pocas pero valiosas: su conocimiento, su cuerpo y su experiencia. Emplea como herramientas la mirada sensible y la voz que llega al fondo de un salón donde el último chico se duerme porque a la noche fue a cartonear con su papá.
Un maestro también emplea como herramienta la ternura. Saca ternura de donde ya no le queda, y busca encender la curiosidad cuando todo parece dicho. En breves frases convierte el salón en la batalla de San Lorenzo con héroes que reviven procesos colectivos, trayendo el pasado al presente y actualizando mundos lejanos en el breve espacio de un aula. Lucha contra gigantes, como el hambre o la tristeza, y los enfrenta sólo teniendo en sus manos lápices chiquitos y tizas con las que libra la batalla de las palabras. A veces pierde, otras empata. Sólo algunas veces logra percibir que algo suyo está allí en ese otro que, ya mayor, viene a saludarlo, o le escribe una cartita o lo reconoce por la calle.
Un maestro es muy importante en su salón, aunque al volver a casa lo esperen los platos del mediodía, los sueños que no concretó para él, y los hijos que necesitan de su afecto cuando ya está cansado de dar y dar.
Porque ser maestro o profesor es siempre dar y para dar hay que tener. Ganas, sueños, libros en casa, maravillas, palabras. ¿Podemos explicarle al gobierno y a los padres esto? ¿Que sin libros no tenemos para dar, que sin salario algunos sueños quedan grandes?
Un docente trabaja de hacedor de otros hacedores, porque es un trabajador que forma futuros trabajadores (o futuros desocupados, dirán ustedes amargamente).
Un maestro pueblo pasa cultura entre caminos zigzagueantes de letras y penas, bellezas y lugares establecidos. Intenta mezclar, como barajas nuevas, los papeles que la sociedad asigna a los chicos, rompiendo las fronteras que predicen el camino de cada uno y buscando, en una escenografía que no lo acompaña, (la del aula y la de la calle) aquello que no existe aún pero que un día deberá venir.
(Por error este artículo fue atribuido a otro compañero en los envíos de mail. Pedimos disculpas a su autora.)