Relevos, mezquindades y las complicidades de siempre
CON RELACIÓN AL ASESINATO DE MAXIMILIANO RODRÍGUEZ
Como es de público conocimiento, durante la tarde de ayer asesinaron a Maximiliano Rodríguez, mayormente conocido como “el hijo del Quemado”, procesado éste último por la autoría material del cobarde fusilamiento de nuestros compañeros Jere, Mono y Patón durante la madrugada del 1 de enero de 2012 en Villa Moreno.
Sorpresivo para pocos, escandaloso para muchos, el asesinato de Maximiliano Rodríguez se perpetró nada menos que en plena geografía del macrocentro rosarino y en el marco de una jornada que contabilizó tres asesinatos. Hechos que tuvieron lugar veinticuatro horas después de la remoción de una cúpula policial cuestionada hasta lo indecible por sus ya inocultables vínculos de complicidad con el narcotráfico.
Como lamentablemente suele suceder, son cada vez menos los que reparan en el trasfondo de este tipo de sucesos, aun contando con datos de lo más figurativos y aleccionadores. Maximiliano fue el protagonista del primer episodio de violencia que desencadenó el Triple Crimen de Villa Moreno: la balacera perpetrada contra el joven Facundo Osuna el 29 de diciembre de 2011. El dato incontrastable, tristemente incontestable, es que al día de hoy ambos están muertos, ambos fueron asesinados. Veintiún y veintiséis años.
La suspicacia de estos asesinatos inmediatamente posteriores al relevo de Cristian Sola y José Luís Romitti al frente de la Jefatura de Policía de la Provincia de Santa Fe se mixturan con el escenario donde fue ultimado Maximiliano Rodríguez. Esta vez, la esquina de Corrientes y Pellegrini fue testigo de los despuntes de violencia que el poder político, su entramado de complicidades y buena parte de la opinión pública reservan a nuestras barriadas populares; suerte de “submundos” donde se asienta el malandraje para escudriñar y ejecutar sus turbios negociados.
Muy lejos de ese interesado prejuicio, seguiremos insistiendo hasta el cansancio en que no se puede combatir contra lo que no se quiere ver. Y es que independientemente de la versión a la cual uno se acoja (si asistimos a “un vuelto” de la corporación policial en virtud de los recientes desplazamientos o, en cambio, si el asesinato de Maximiliano Rodríguez está ligado a una represalia de los varones del narcotráfico por su pretensión de instalarse sin su amparo y contra ellos), lo que desnuda este episodio es la desidia del elenco ejecutivo provincial y su nula voluntad de encarar transformaciones estructurales para revertir una situación ya exageradamente insoportable.
La esquina de Corrientes y Pellegrini se traduce hoy en los elevados costos que acarrea una parálisis cuyo corolario es la profundización ostensiblemente desbocada del autogobierno policial, una demora imperdonable a la hora de encarar iniciativas de gestión que parecieran ser más la respuesta a una mezquina batalla de posiciones con el Frente para la Victoria que verdadera vocación de introducir transformaciones en la agenda de la Seguridad Pública santafesina. Y, sobre todo, esa esquina es hoy “el tiro por la culata” de la gestión provincial, que incansablemente apostó a estigmatizar nuestros barrios, mientras sabe cabalmente que al narcotráfico no se lo combate con estúpidas topadoras ajusticiando a perejiles inimputables, sino encarando una íntegra depuración de la corporación policial, auspiciando investigaciones sobre la ruta del dinero fresco del narcotráfico, esa enorme economía informal que en algún lugar se “blanquea” (¿desarrollos inmobiliarios, concesionarias de automotores?). Es decir: desmontando la falaz idiosincrasia que territorializa el narcotráfico en el entorno de los barrios periféricos, cuando lo que en verdad campea por esos suelos no es más (ni mucho menos) que el residuo del negocio narco, las migajas que deja caer esa monstruosa estructura de complicidades, que tristemente es la sangre y la vida de nuestros pibes.
En este contexto, los días venideros seguramente se sucedan embebidos de más de lo mismo: unos denunciarán la “indignación” que les invade al advertir la “sucia campaña de estigmatización” fogoneada por el Gobierno Nacional, otros intentarán mezquinamente rapiñar la coyuntura aún haciendo uso de comunicados de prensa “escurridizos”, la Justicia Provincial y Federal proseguirán sus estériles y fragmentarias “investigaciones” frente a una problemática estructural y, lo más triste de todo, los barrios seguiremos poniendo la sangre joven y enterrando a nuestros pibes.
Porque sabemos que muchos continúan interesados en estigmatizar a nuestros barrios, a nuestros pibes, seguiremos desarrollando nuestra militancia en el preciso lugar de donde esos muchos decidieron retirarse (a sabiendas de quiénes y cómo lo ocupan). Porque ya es insoportablemente claro que su política apesta a muerte joven, nosotros desplegaremos la nuestra que reside precisamente en hacer de esos barrios un grito de dignidad frente a tanta hipocresía. Porque la sangre de nuestros compañeros desencadenó una larga lucha que hizo posible visibilizar este espanto y no pretendemos quedar a mitad de camino. Por eso, luchamos y lucharemos…