¡Contra el imperialismo francés! ¡Por la autodeterminación canaca!

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Los disturbios que estallaron en Nueva Caledonia a mediados de mayo sumieron al territorio en una situación insurreccional. En respuesta, el gobierno de Macron desató una brutal represión.

Este levantamiento plantea la cuestión del papel que debe desempeñar el movimiento obrero en la lucha contra la opresión perpetuada por el imperialismo francés en sus posesiones de ultramar.

Una colonia francesa

Las islas que hoy forman Nueva Caledonia -o Kanaky, como la conocen los independentistas- están habitadas por el pueblo canaco desde hace más de 3.000 años. En 1853, Francia proclamó su soberanía sobre el archipiélago, que se convirtió en colonia de asentamiento y base de la marina francesa en el Pacífico. Las tierras canacas fueron confiscadas y distribuidas a colonos europeos. Sometidos al statut de l’Indigénat (estatuto indígena), los canacos fueron privados de todos sus derechos, sometidos a fuertes impuestos y a trabajos forzados. Estallaron varias revueltas que fueron aplastadas por los colonialistas franceses, que masacraron o deportaron a miles de personas. Mientras que en la época de los primeros contactos con los europeos había al menos 40.000 canacos, en 1921 sólo quedaban 27.000.

Tras la abolición del estatuto indígena en 1944, los canacos sobrevivientes siguieron siendo marginados. Incluso se convirtieron en minoría numérica durante el boom del níquel de los años sesenta. El níquel, que se encuentra en grandes cantidades en el subsuelo de Nueva Caledonia, es uno de los principales motores del desarrollo económico del archipiélago. Su explotación enriqueció a algunos colonos europeos y propició la afluencia de trabajadores extranjeros, pero no benefició a la población canaca.

En la década de 1970 surgió un movimiento independentista canaco que fue violentamente reprimido. En 1981 fueron asesinados los independentistas Pierre Declercq y Emile Kutu. Siguieron otras muertes. Se formaron milicias de colonos con el apoyo de las autoridades coloniales, y estas tendieron emboscadas a las manifestaciones independentistas con resultados mortales. En 1984, varios partidos independentistas unieron sus fuerzas para formar el Front de Libération National Kanak et Socialiste [Frente de Liberación Nacional Canaco y Socialista] (FLNKS), cuyo objetivo era obtener la independencia de Kanaky.

Esta oleada de luchas culminó en el incidente de la toma de rehenes de Ouvéa en 1988, cuando varios gendarmes fueron capturados por militantes del FLNKS. Este episodio terminó el 5 de mayo de 1988 con una masacre: las fuerzas especiales francesas liberaron a los gendarmes, pero asesinaron a 19 canacos. Incluso Michel Rocard, nombrado Primer Ministro dos días después, admitió que los militares franceses habían torturado y ejecutado a los independentistas capturados.

Poco después comenzaron las negociaciones entre el gobierno francés y el FLNKS. Éstas desembocaron en los “Acuerdos de Matignon” en 1988 y los “Acuerdos de Numea” en 1998. Estos acuerdos prevén una mayor autonomía para el archipiélago, la “congelación” del electorado en Nueva Caledonia (para evitar que los canacos se conviertan en una minoría aún mayor) y en un plazo de 20 años, llevar a cabo una serie de referendos sobre la independencia de Nueva Caledonia.

Las provocaciones de Macron

Dos décadas después de la firma de los acuerdos, se han celebrado los referendos sobre la independencia que preveían. En 2018, los contrarios a la independencia obtuvieron el 56,7% de los votos; en 2020, sólo el 53,3%. Hay que decir que la situación económica se ha deteriorado desde la crisis de 2008, que sentenció la muerte de las inversiones estatales y de las grandes obras públicas, al tiempo que caían los precios del níquel. Esta crisis ha pesado de manera desproporcionada sobre el pueblo canaco. En 2019, más del 32% de ellos vivirán por debajo del umbral de la pobreza, frente al 9% del resto de la población del archipiélago.

El aumento del número de votos independentistas entre 2018 y 2020 ha abierto la posibilidad de una victoria del “Sí” en el tercer referéndum previsto en los acuerdos. A pesar de las promesas de que el referéndum no se celebraría hasta después de las elecciones presidenciales de abril de 2022, Macron fijó finalmente la fecha para diciembre de 2021, en particular para acortar al máximo el periodo de campaña para los partidarios de la independencia. Los dirigentes independentistas pidieron el aplazamiento de la consulta, argumentando en particular que las comunidades canacas debían observar un periodo de luto consuetudinario tras la pandemia de Covid. Ante la intransigencia de París, acabaron pidiendo el boicot del referéndum. El escrutinio de diciembre de 2021 dio una victoria aplastante a los contrarios a la independencia (96,5%), pero con una participación del 43,9%, casi la mitad que en anteriores votaciones. Nada de esto importó a Macron que declaró la victoria.

Según los dirigentes del FLNKS y los reformistas franceses, la situación actual se debe únicamente a las provocaciones de Macron, que ha dado la espalda al espíritu de los Acuerdos de Numea. En un discurso ante la Asamblea Nacional el 13 de mayo, el diputado de LFI Bastien Lachaud llegó a afirmar que el objetivo de los acuerdos era la “descolonización” y la “emancipación de Nueva Caledonia”, a través de un proceso de debate mediado por un Estado francés que debía permanecer “imparcial”.

En realidad, los acuerdos firmados en 1988 y 1998 marcaron sobre todo un cambio de estrategia por parte del imperialismo francés, tras el fracaso de una década de represión violenta del movimiento independentista. Incapaces de aplastar al FLNKS, los gobiernos de Michel Rocard (1988-1991) y Lionel Jospin (1997-2002) optaron por asociar a sus dirigentes con el poder en el archipiélago, con el fin de corromperlos y ganar tiempo.

En cuanto a la “imparcialidad” de los poderes públicos, no es más que una ilusión reformista. Como cualquier Estado, el Estado burgués francés defiende los intereses de su clase dominante. Nueva Caledonia es una colonia crucial para el imperialismo francés, no sólo por sus riquezas minerales (el archipiélago contiene entre el 20 y el 30% de las reservas mundiales de níquel), sino también por su posición estratégica cerca de las principales rutas comerciales marítimas del Pacífico Sur. Mientras varias potencias imperialistas rivales -como China, Estados Unidos y Australia- codician el archipiélago, la clase dominante francesa quiere mantener su control. Esto explica las provocaciones de Macron contra los canacos que reflejan los intereses de la clase dominante francesa, al igual que lo hizo en su día el “espíritu” de los Acuerdos de Numea, negociados por los dirigentes reformistas Rocard y Jospin.

Tras el referéndum de 2021, los dirigentes del FLNKS, ignorados por París, buscaron nuevos puntos de apoyo. En 2023, se unieron al “Grupo de Iniciativa de Bakú”, creado por Azerbaiyán para reunir a los movimientos independentistas de los territorios franceses de ultramar de Martinica, Guayana Francesa, Nueva Caledonia y Polinesia. Aunque esta iniciativa del gobierno azerí pueda parecer sorprendente, es coherente con los enfrentamientos imperialistas en el Cáucaso y África: París presta un importante apoyo diplomático a Armenia, enemiga de Azerbaiyán en el conflicto de Karabaj. Turquía, aliada de Bakú, es también rival de Francia en el norte de África y el Sahel.

Por supuesto, a los dirigentes azeríes y turcos les importa un bledo el derecho de los pueblos a la autodeterminación. El trato que dan a los kurdos y a los armenios de Karabaj es una prueba elocuente de ello. Su “apoyo” a Kanaky no es más que un intento de debilitar la posición del imperialismo francés en beneficio propio. Abandonarán a su suerte al pueblo canaco en cuanto dejen de tener interés en apoyarlo.

Una situación insurreccional

La situación, ya tensa, estalló finalmente a mediados de mayo, después de que el gobierno impulsara en la Asamblea Nacional la descongelación del cuerpo electoral de Nueva Caledonia y abriera el derecho de voto en el archipiélago a todos los que residieran allí desde hacía al menos 10 años. Tras sus argumentos pseudo democráticos, esta reforma confirma ante todo la marginación electoral del pueblo canaco. Reprimidas por la policía, las manifestaciones de protesta organizadas por el movimiento independentista se convirtieron en disturbios y luego en insurrección.

Para completar la represión policial y militar, las milicias de colonos “lealistas” dispararon contra los manifestantes en el acto, con la aprobación tácita del Alto Comisario francés. Mientras que el ministro del Interior Gérald Darmanin llamaba “mafiosos” a los dirigentes independentistas, los activistas independentistas eran puestos bajo arresto domiciliario o detenidos. El gobierno está cortando el acceso a la red social Tik-Tok y enviando cientos de policías y gendarmes como refuerzo.

Esta situación es una clara manifestación de la opresión imperialista y colonial. La burguesía francesa utiliza la fuerza para aplastar el levantamiento de un pueblo al que oprime. Por lo tanto, el movimiento obrero francés tiene el deber de hacer todo lo que esté en su mano para apoyar la lucha del pueblo canaco. Desgraciadamente, aunque muchos partidos de izquierda y sindicatos han dado su apoyo al movimiento canaco de liberación nacional, se han limitado a declaraciones en la Asamblea Nacional, comunicados de prensa y discretos llamamientos a unirse a las pequeñas concentraciones organizadas por las organizaciones canacas. La misma moderación se observa en los eslóganes que proponen, que se limitan a pedir la vuelta a los acuerdos de Numea.

Si las movilizaciones continúan en Nueva Caledonia, es posible que la burguesía francesa se vea obligada a abandonar el deshielo del electorado, aunque sólo sea temporalmente, y a llegar a un compromiso con los dirigentes independentistas, como hizo en 1988. Varios políticos burgueses, como el presidente del Senado Gérard Larcher y la presidenta de la Asamblea Nacional Yaël Braun-Pivet, ya se han pronunciado en este sentido. Para la burguesía francesa, se trataría de ganar tiempo para recuperar el control de la situación y, en última instancia, consolidar su dominio sobre Nueva Caledonia.

Al momento de escribir estas líneas, el movimiento parece estar en retroceso por falta de perspectivas. Sin embargo, la situación sigue siendo explosiva. Ninguno de los problemas políticos y sociales que surgieron en Nueva Caledonia se ha resuelto. La emancipación de los trabajadores y los explotados de Kanaky sigue en el orden del día. No habrá autodeterminación real para el pueblo canaco mediante negociaciones con el imperialismo francés, ni mediante maniobras entre potencias imperialistas rivales. La única manera de liberar al pueblo canaco de la opresión y la miseria imperialistas es mediante la movilización de masas, dirigida contra el capitalismo y el imperialismo francés, y llevada a cabo mano a mano con los demás pueblos oprimidos de la región, así como con la clase obrera de la Francia metropolitana.

Desde este punto de vista, el movimiento obrero francés tiene una responsabilidad abrumadora. Ya no debe contentarse con un tímido apoyo verbal; debe movilizar todas las fuerzas disponibles para denunciar los crímenes del imperialismo francés y frenar su maquinaria de represión. El enemigo de los canacos es nuestro enemigo: es la clase dominante francesa, la misma que ataca a los parados, a los jóvenes y a los pobres en la Francia continental. Cada victoria de los canacos contra el imperialismo francés será una victoria de los trabajadores de la Francia continental. Su lucha debe convertirse en nuestra lucha.