Mientras la producción de alimentos, los latifundios y toda la cadena agroindustrial anexa esté en manos de los terratenientes y monopolios, no será posible organizar una planificación armónica de la producción agropecuaria con un fin social que revierta la sojización, garantice una renta digna al pequeño productor, y suministre alimentos baratos y de calidad a los trabajadores.
Contra los terratenientes, los monopolios, la derecha y la política del gobierno
En el momento de redactar este artículo no estaba clara la continuidad del paro patronal agropecuario convocado por la Sociedad Rural, Confederación Rural Argentina (CRA), Coninagro y Federación Agraria, tras fracasar la primera reunión negociadora con el gobierno. Por tanto, el contenido de este artículo tiene un carácter condicional y queda sujeto al desarrollo de los acontecimientos de los próximos días y semanas.
¿Quién impulsó el paro?
La protesta del campo adquirió una gran masividad y envergadura, debido al enorme malestar de los pequeños propietarios, que fueron quienes pusieron el cuerpo en los cortes de rutas.
Toda nuestra simpatía está del lado de los pequeños productores y de los obreros rurales, los grandes olvidados de este conflicto que son quienes, más que nadie, soportan la producción agropecuaria, con los salarios más bajos del país y la mayoría trabajando “en negro”.
Pero combatimos incondicionalmente a los grandes terratenientes y medianos propietarios acomodados, agrupados en la Sociedad Rural y CRA, que se subieron al caballo del malestar del pequeño productor para arrimar el ascua a su sardina.
La protesta fue desatada por la instauración de un sistema móvil de retenciones para la soja y el girasol, que incrementa el impuesto cuando sus precios de exportación suben más allá de cierto nivel.
Esto supone una cierta merma en los ingresos del pequeño propietario sojero, pero su malestar ya estaba presente por la elevación de costos de su actividad: créditos bancarios, alquileres de las tierras, insumos y semillas, el precio relativamente menor que le pagan los “pools” sojeros, etc. Es decir, sus “socios” del campo (terratenientes, banqueros y monopolios) son tan responsables como el gobierno, o más, en el saqueo de su renta.
Son esos mismos terratenientes y monopolios quienes, con la sojización del campo, fueron corriendo a los pequeños productores (¡y muchas veces a tiro limpio!), quienes desmontan millones de hectáreas de selva, reducen la actividad ganadera y lechera, y la diversidad de verduras y granos.
El gobierno tiene una gran responsabilidad en el conflicto al no discriminar, a favor de los pequeños productores, el sistema de retenciones móviles instaurado. Al aplicar a todos el mismo porcentaje de retención por las exportaciones, son los más débiles quienes salen perjudicados y no los grandes terratenientes y monopolios.
El gobierno dice que esta medida desalentará el cultivo de soja, al decrecer su rentabilidad, y que estimulará el cultivo de otros cereales (trigo, maíz, girasol) y la producción ganadera. Pero las retenciones a las exportaciones agropecuarias, con precios internacionales más bajos que los actuales, no impidieron el aumento del 36% en los precios de los alimentos en el último año, mientras que los salarios de los obreros crecieron por debajo del 20%.
El fracaso en el control de los precios de los alimentos, manipulando los números inflacionarios, y la creciente debilidad para frenar las pretensiones patronales, son producto de esta política de quedarse siempre “a medio camino” (ni se ataca a fondo a los sectores capitalistas más parásitos, ni se satisfacen las necesidades populares), y desemboca en peores condiciones para los trabajadores y subsidios millonarios al empresariado.
El gobierno también justifica las retenciones agropecuarias para atender el gasto de “todos” los argentinos. Pero el superávit fiscal está diseñado fundamentalmente para pagar la deuda externa que se lleva, en neto, más de $30.000 millones al año, 10.000 millones de dólares. El superávit fiscal debe volcarse a los trabajadores, al gasto social, a la salud, la educación y al desarrollo de infraestructuras que beneficien al pueblo trabajador.
Un bloque reaccionario
La falta de alternativas del gobierno, al intentar mantener el status quo, empujó al pequeño productor a agrupar sus fuerzas con la oligarquía terrateniente y los monopolios internacionales. Pero esto fue así por la actitud vergonzosa de la dirigencia de la Federación Agraria que impulsó la formación de este bloque reaccionario.
Hay que decir la verdad. El paro fue manipulado por la gran burguesía y la derecha para defender exclusivamente sus ganancias y sus intereses políticos. El interés del pequeño propietario les importaba un comino.
Un paro agrario tan prolongado provoca el desabastecimiento de millones de familias trabajadoras, mientras campo adentro los pulpos exportadores siguen haciendo trabajar a sus peones, para cosechar la siembra que será exportada. Los trabajadores en las ciudades ven subir los precios y el desabastecimiento. Esto aísla al pequeño productor de sus aliados naturales, los trabajadores de las ciudades. Por eso el lockout agropecuario no encontró un eco importante en la clase trabajadora, más allá de la simpatía natural de muchos trabajadores hacia el pequeño productor. Las concentraciones “espontáneas” en las ciudades no fueron masivas y tenían una composición mayoritariamente pequeñoburguesa. En Capital, estas concentraciones tuvieron un carácter claramente reaccionario y de derecha.
Los pequeños campesinos deberían haber delimitado, no sólo con el gobierno, sino también con la Sociedad Rural, denunciando a los terratenientes y monopolios que los exprimen. Debieron haber tomado medidas de fuerza independientemente de ellos, apelando a los trabajadores y al pueblo pobre para que los apoyaran. Pero quedaron enredados en una maniobra cuyo resultado no resolverá los problemas de fondo del pequeño productor. Por todo esto la Corriente Socialista El Militante no apoyó el paro.
La responsabilidad de CGT y CTA
Pero en esto también tiene una responsabilidad las organizaciones sindicales, CGT y CTA, que jugaron un papel seguidista hacia el gobierno. Sus dirigentes deberían haber ofrecido un frente común a los pequeños productores del campo para avanzar sobre los privilegios de los monopolios agroindustriales y los terratenientes, exigiendo condiciones laborales dignas para los peones rurales; y denunciando la política económica del gobierno.
Fue particularmente vergonzoso el comportamiento de la burocracia sindical de UATRE (peones rurales) que medió en el conflicto sin levantar un solo reclamo a favor de los obreros rurales.
El papel de muchas organizaciones de izquierda dejó mucho que desear, apoyando, crítica o acríticamente, este paro patronal agropecuario. Para algunos grupos de izquierda, en su oportunismo de “todo vale contra Kirchner”, la reflexión sobre los intereses de clase en juego parece estar de más.
Tarde o temprano, el gobierno y las patronales agrarias alcanzarán un acuerdo. Pero sea cual sea su contenido, no terminará con los problemas del trabajador rural ni del pequeño productor, ni reducirá los precios de los alimentos. Pero sí estamos seguros de que garantizará superganancias al gran capital agropecuario.
Una política socialista
Mientras la producción de alimentos, los latifundios y toda la cadena agroindustrial anexa (semillas, fitosanitarios, comercio exterior) se mantenga en manos de los grandes terratenientes y monopolios, nunca habrá posibilidad de articular una planificación armónica que organice una producción agropecuaria con un fin social que garantice una renta digna al pequeño productor y alimentos baratos y de calidad para los trabajadores.
Sólo una política socialista para el campo y la ciudad puede ofrecer una salida. Esta política pasa, entre otras medidas, por:
-Blanqueo de todos los trabajadores rurales con sueldos igual a la canasta familiar;
-Control de precios sobre todos los productos de la canasta familiar;
-Fin de los subsidios estatales a las grandes empresas;
-Monopolio del comercio exterior por el Estado.
-Reforma agraria integral que reordene toda la producción agropecuaria del país con la participación de los trabajadores rurales, los pequeños productores, las organizaciones obreras y de pequeños productores. Debe pasar por:
-Nacionalización de los latifundios, los monopolios agroindustriales, y las grandes redes de comercialización, sin indemnización y bajo el control de los trabajadores.
-Nacionalización de la banca, bajo control obrero y sin indemnización. Esto permitiría otorgar créditos baratos a los pequeños campesinos y demás sectores populares.
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