Lecciones de Grecia
El problema de Tsipras, como el de muchos dirigentes de la izquierda española y europea, es que tienen una concepción “reformista”, y no revolucionaria, de la lucha por la transformación de la sociedad; es decir, buscan dentro de un capitalismo en profunda crisis soluciones imposibles a los problemas y necesidades de las familias trabajadoras y demás sectores populares.
La concepción “reformista” de la lucha contra la austeridad
Por supuesto, los marxistas estamos a favor de cualquier reforma que mejore las condiciones de vida y de trabajo de las familias trabajadoras. Pero bajo el capitalismo esta política tiene límites muy definidos. Esa concepción podía funcionar de manera temporal y limitada en el período pasado, en el contexto de un auge económico vigoroso, y siempre como un subproducto de la lucha de clases; pero en el período actual ya no puede sostenerse.
Hemos entrado en un período de declive prolongado del capitalismo. La crisis es tan profunda porque las contradicciones de la economía capitalista han sido llevadas a sus límites. Tenemos, por un lado, una crisis de sobreproducción global que condena a la inactividad forzosa a una gran parte de las fuerzas productivas creadas, sobre todo con la formidable irrupción de China en la economía mundial. Y, por otro, tenemos una crisis de la deuda pública y privada que equivale en estos momentos a cerca del 400% del PIB mundial. Por lo tanto, ahora no hay necesidad de hacer inversiones productivas significativas porque ya hay un exceso de producción y de capacidad para los estrechos márgenes del mercado capitalista; y, por otro lado, el pago de las gigantescas deudas públicas y privadas succiona la mayor parte de la escasa riqueza creada. De ahí el estancamiento económico prolongado que vivimos desde 2008, que los economistas burgueses más serios estiman que durará varias décadas, y que obligan a las políticas de ajuste y austeridad. Por eso, los grandes banqueros, monopolios y terratenientes se oponen ferozmente a cualquier reforma que suponga perder un céntimo de sus beneficios con aumentos significativos de salarios, aumento de impuestos, etc.
Lejos de avanzar, la clase obrera ha retrocedido a todos los niveles. Además de la desaparición o reducción de los beneficios sociales, vemos una degradación generalizada de los niveles de vida, peores empleos, peores salarios, más dificultades para adquirir una vivienda, para estudiar, para acceder a guarderías, para recibir una pensión digna, o para viajar. La crisis es demasiado profunda como para que la burguesía pueda permitirse el mantenimiento de las viejas conquistas, sin perspectiva de un auge económico global a la vista. A corto plazo, es más probable incluso, que nos encaminemos a una nueva recesión económica mundial.
Por lo tanto, lo que está en crisis es la concepción “reformista” de la lucha contra la austeridad. Una política reformista sin reformas sólo puede llevar a hacer “contrarreformas”. Eso fue lo que hizo Zapatero en su última parte de gobierno, y es exactamente a donde ha desembocado la “vía Syriza” contra la austeridad.
La “correlación de fuerzas” y la “gente”
Uno de los problemas de la concepción reformista de la lucha de clases en la izquierda es que considera a la “gente” meros receptores pasivos de sus propuestas. Tratan a “la gente” como un tendero trata a sus clientes, o como un maestro a sus alumnos. Para los dirigentes reformistas, la política debe correr a cargo de especialistas: dirigentes, diputados, concejales, activistas del partido; mientras que “la gente” debe circunscribir su actividad política a mirar la TV, asistir a un mitin, participar en manifestaciones y votarles. Los dirigentes reformistas carecen de la concepción marxista y revolucionaria de que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, de que la sociedad por la que luchamos debe ser una sociedad dirigida, gestionada y organizada por la población trabajadora, por la “gente”, a través de organismos de poder obrero y popular. Por eso, la “gente”, en nuestra concepción, debe jugar un papel principal en la lucha por la transformación de la sociedad. La desconfianza orgánica en la capacidad de la clase trabajadora para jugar un papel principal en la lucha por el socialismo y en la propia construcción del socialismo es una característica de los dirigentes reformistas; y es la fuente de todas las derrotas a las que suelen conducir a la clase trabajadora.
Por eso, Tsipras, Iglesias y Garzón, cuando enfocan el problema de Grecia, sólo ven a la Troika y a su poderoso músculo económico en Alemania y en otros países. Sólo ven gobiernos, parlamentos y medios de comunicación hostiles. Esa es la “correlación de fuerzas” que entra en sus cálculos políticos. Invariablemente, esa “correlación de fuerzas” siempre será desfavorable.
Lo curioso, es que a estos compañeros no se les ocurre mirar abajo, a los millones de trabajadores, jóvenes, desempleados, amas de casa, jubilados, profesionales e intelectuales progresistas, ¡las únicas fuerzas vitales de la sociedad! Son esos millones quienes votaron a Syriza y conformaron el 62% del NO en el referéndum del 5 de julio, los que llenaron las calles y las plazas, y lo que hacen que el país funcione cada día ¿Es que esta “gente” no está acaso dispuesta a jugar un papel protagonista en su futuro si se cuenta con ella? ¿No ha demostrado innumerables veces esta “gente” que está dispuesta a ir hasta el final para defender su futuro, el de sus hijos y el de su país? ¿Esta “gente” no cuenta en la ecuación de la “correlación de fuerzas”? ¿Acaso esta “gente” organizada y movilizada activamente en sus centros de trabajo, en sus barrios, y en la calle, no es una fuerza formidable a tener en cuenta? Más aún, ¿es que acaso no había decenas de millones en toda Europa –incluso más allá- mirando con esperanza, devoción y entusiasmo hacia Grecia y su pueblo? ¿No había decenas de millones de trabajadores, desempleados, jóvenes, amas de casa, jubilados, profesionales e intelectuales progresistas en toda Europa, y más allá, dispuestos a movilizarse en sus ciudades y países para mostrar su apoyo y su aliento al pueblo griego si se les hubiera pedido? ¿No son esas decenas de millones de “gentes” una fuerza formidable, si estuviera bien organizada, para presionar a los gobiernos de sus países y por lo tanto a ser considerada una parte integrante fundamental de la “correlación de fuerzas” presente en Europa?
Lo que debería haber hecho Tsipras
Entonces, siendo concretos, ¿qué debería haber hecho Tsipras después de su contundente victoria en el referéndum del 5 de julio?
Tras conseguir el apoyo aplastante en el referéndum, Tsipras debía haber ido a la televisión, a decirle al pueblo, más o menos lo siguiente: nos elegisteis en enero, y lo habéis ratificado en este referéndum, para representar y defender vuestros intereses, y es justamente eso lo que tenemos intención de hacer. Renunciamos a las políticas de ajuste criminales y a seguir bajo el mandato de la Troika ¡No vamos a pagarles un solo euro a los ladrones que arruinaron al país! Vamos a cancelar y revertir inmediatamente todos los recortes, privatizaciones, despidos y otras contrarreformas que les han sido infligidos a los trabajadores, jóvenes y pensionistas de nuestro país. Con el fin de tomar el control de nuestra propia economía, vamos a expropiar los latifundios, los bancos y las grandes empresas sin ningún tipo de compensación, salvo a los pequeños accionistas y ahorradores. Vamos a introducir un plan de producción que movilice a los desempleados para construir casas, escuelas y hospitales, que la gente necesita. Vamos a introducir el monopolio estatal del comercio exterior y prohibir la exportación de capital, para que así toda la riqueza producida esté bajo el control del pueblo e impedir la evasión de capitales y mercancías que necesitamos para levantar el país.
Seguidamente debería haber planteado a los sindicatos y trabajadores a que ocuparan las grandes fábricas, bancos y empresas, para defender la propiedad de las mismas y evitar el robo de producción, maquinaria, documentación y dinero por parte de los antiguos patrones y gerentes. Se debían convocar asambleas masivas de trabajadores en todas estas grandes empresas para elegir comités, revocables en cualquier momento, que tendrían funciones de control y fiscalización de la producción y de las cuentas. Estos comités obreros, junto con los sindicatos y representantes del gobierno establecerían comités de planificación, que tendrían la tarea de organizar y planificar la producción de las fábricas y empresas, conectada a un plan general de producción en todo el país.
En cada barrio y pueblo se deberían convocar asambleas populares y vecinales para formar comités barriales, revocables en cualquier momento, a fin de evaluar exactamente las necesidades populares en materia de vivienda, infraestructura, transporte, ocio, etc. y gestionarlos. Esta sería una forma de dar cauce a la participación popular en el control y la gestión de sus asuntos. Estos comités vecinales trabajarían de manera estrecha con los ayuntamientos.
¿Quién se hubiera opuesto a esto? Por supuesto, se opondrían las decenas de familias de oligarcas privilegiados que dominan la economía del país, unos pocos miles de individuos de clase media alta que comen de las migajas que caen de los más ricos, los altos jefes militares y policiales, y la casta judicial y religiosa. Pero ¿qué fuerza representan todos ellos frente a millones de hombres y mujeres que sostienen la sociedad día a día con su trabajo y esfuerzo? Millones que han manifestado su voluntad de luchar incansablemente por su futuro y el de sus familias. No hay fuerza más poderosa en la sociedad que la clase trabajadora y la juventud, una vez movilizada y puesta en pie para defender una política que atienda los intereses de la inmensa mayoría.
Las condiciones para llevar a cabo esta transformación de la sociedad de manera pacífica eran inmejorables. El aparato represivo hubiera sido impotente para reprimir a millones. Habría terminado dividido y escindido, expresando los diferentes intereses de clase en pugna. La casta de oficiales habría apoyado a la burguesía y a los ricos, pero en los soldados de tropa, e incluso en la base de la Policía, habría una mayoría de miembros procedentes de familias obreras y campesinas sensibles a las reivindicaciones de sus padres y hermanos.
Lo que se necesitaba, por tanto, era una acción de gobierno enérgica, complementada con la movilización activa de la clase obrera y de la juventud en las empresas y en las calles, para desbaratar cualquier maniobra de la reacción.
¿Y si nos echan del euro?
Sin duda, los dirigentes de la derecha y de la socialdemocracia habrían tratado de asustar diciendo que si un gobierno de la izquierda en Grecia aplicara esa política, sería expulsado del euro y de la Unión Europea. Es una posibilidad, de la misma manera que el conjunto de la burguesía europea trataría de estrangular la economía griega para que no cundiera el ejemplo en el resto del continente.
En cualquier caso, la expulsión del euro es sólo una cuestión de tiempo en la situación actual cuando Grecia, inevitablemente, entre en cesación de pagos. Lo cierto es que una economía donde el Estado controle la banca, la gran industria, el negocio naviero, las redes de trasporte y comercialización, bajo el control democrático de los trabajadores, estaría en condiciones de resistir mucho mejor un período de acoso y aislamiento, que un gobierno burgués encerrado en los estrechos márgenes de una economía controlada por una oligarquía parásita y ladrona en bancarrota.
Pero esta reacción previsible de los gobiernos burgueses de Europa contra una Grecia socialista sería solamente una de las caras de la moneda. Una Grecia socialista despertaría inmediatamente la solidaridad de los trabajadores y la juventud del resto de Europa con movilizaciones multitudinarias. Estas movilizaciones no sólo apuntarían contra los intentos de aislarla sino también contra la clase dominante de sus países para exigir las mismas medidas socialistas que se aplicarían en Grecia.
Una política internacionalista
Esta tendencia a la solidaridad de la clase obrera europea se habría reforzado con un llamamiento enérgico del gobierno de Tsipras a los trabajadores europeos para que apoyaran las medidas tomadas en Grecia y para animarlos a que hicieran lo mismo en sus países. Tsipras y Syriza podrían haber convocado una gran conferencia internacional de solidaridad con el pueblo griego en Grecia, invitando a todas las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda y de la clase trabajadora, junto a cientos de movimientos sociales y organizaciones populares de todo el continente europeo, y de más allá. Habría encontrado una respuesta entusiasta. En dicha conferencia se habría podido organizar un vasto plan de intervención y de solidaridad en cada país, con la creación de cientos de comités de apoyo al pueblo griego, sumados a los que ya existían. Un Manifiesto de solidaridad activa con el pueblo griego redactado por Tsipras y Syriza se podría haber traducido en 24 hs a todas las lenguas europeas para darle la máxima publicidad a través de las redes sociales, organizando proyecciones en las plazas públicas de las grandes ciudades de toda Europa, con vídeos que explicaran en detalle las medidas socialistas tomadas en Grecia.
Un gobierno auténticamente revolucionario e internacionalista habría enviado a ministros, diputados, dirigentes sindicales y juveniles a todos los países europeos, y más allá, para hablar en mítines masivos en plazas, cines, teatros, facultades, locales sindicales, para explicar la experiencia griega hacia el socialismo, lo que habría encontrado una audiencia enorme.
Toda esta actividad habría dado un impulso formidable a las tendencias de izquierda más consecuentes contra las políticas de austeridad en cada país. Se hubiera generado un movimiento político poderosísimo en todo el continente contra todo intento de aislar a Grecia, expulsarla del euro, o someterla por hambre y sed. Habría acelerado el proceso general de toma de conciencia. Esto hubiera llevado a crisis políticas en la mayoría de los países europeos, conforme se desarrollaban a toda velocidad movimientos anti-austeridad poderosos, provocando crisis y divisiones en la socialdemocracia, incorporando a la lucha política a cientos de miles, como vemos en Gran Bretaña con el “fenómeno Corbyn”, y antes en el Estado español con PODEMOS.
Esta hubiera sido la mejor forma de propiciar el surgimiento y desarrollo de nuevos PODEMOS y SYRIZAS en condiciones de llegar en un tiempo relativamente breve a tomar el poder y acceder a los gobiernos, para cambiar esa desfavorable correlación de fuerzas que señalan los compañeros Pablo Iglesias y Alberto Garzón.
Socialismo internacional
¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto? Que no será a la manera reformista, y por lo tanto derrotista impotente, como se logrará cambiar la correlación de fuerzas en Europa; sino a la manera socialista revolucionaria como podríamos hacerlo, y así llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad, no en un país pobre y aislado, como Grecia, sino en el conjunto de Europa, comenzando por la Europa del Sur.
De manera que una Grecia socialista no estaría aislada. Con el grueso de la economía nacionalizada y planificada, y la población movilizada podría resistir un tiempo. Los trabajadores de España, Portugal e Italia responderían de inmediato, y pronto serían seguidos por los trabajadores de Irlanda, Francia, Gran Bretaña; y sí, de Alemania también. El impacto sería aún mayor que el de la Revolución Rusa de 1917. Se crearían las bases para el derrocamiento del capitalismo y el establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Esto es importante señalarlo. Nuestra alternativa no es una vuelta a la moneda nacional en cada país, lo cual sería abogar por una estrecha concepción nacionalista. Sí, aspiramos a una Europa unida con una moneda común, pero nuestra alternativa es la Europa de los Pueblos, bajo la forma de una Europa Unida Socialista, que combinaría sus ingentes recursos industriales, minerales y agrícolas, y los planificaría en interés de todos, lo que permitiría solucionar en poco tiempo los problemas fundamentales de la mayoría de la población.
La combinación y planificación en común de los enormes recursos industriales, agrícolas, culturales e intelectuales de una Europa socialista unida permitiría reducir la jornada laboral a 5 o 6 horas, dar trabajo a todo el mundo, garantizar viviendas a cada familia a precios asequibles, limpiar el medio ambiente de industrias contaminantes, dar pleno cauce a la investigación, a la educación y a la cultura. Una Europa socialista sería un imán poderosísimo que tumbaría un régimen capitalista y reaccionario tras otro. Comenzando por Rusia, y siguiendo por el Norte de África y Medio Oriente, millones de trabajadores, campesinos, jóvenes, etc. se levantarían espontáneamente en cada país para sumarse a una federación socialista de los pueblos. Esta revolución atravesaría los mares y océanos, golpearía las puertas de América Latina y Asia. Sería una simple cuestión de tiempo que la ciudadela del capitalismo, los EEUU, viviera su propio proceso revolucionario. La emergencia del movimiento alrededor de Bernie Sanders es sólo un anticipo de las tormentosas luchas de clases que están por venir en los EEUU.
Construir la corriente marxista
Atravesamos una coyuntura de gran envergadura histórica. Transitamos una época que puede propiciar cambios de envergadura universal como los producidos por acontecimientos gigantescos tales como la Revolución Francesa a fines del siglo XVIII, o la Revolución Rusa en 1917. En aquellos momentos, como en el nuestro, la vieja sociedad agonizaba y las condiciones objetivas estaban maduras para derribar el régimen decrépito y dar a luz una sociedad nueva, más adecuada a las condiciones sociales, económicas y culturales existentes. Hoy, quienes piensan que “ya pasará la tormenta” y que volveremos al proceso anterior de rutina, tranquilidad y estabilidad económica y social, se equivocan completamente. O la vieja sociedad capitalista, que ha convertido en un infierno la vida de cientos de millones de seres humanos, es derribada para dar paso a un sistema social superior, más humano y avanzado; o precipitará al conjunto de la humanidad a la barbarie, y al planeta a su completa devastación.
No olvidemos que el fracaso de los procesos revolucionarios en los años 20 y 30 condujo al fascismo en Europa y a una guerra mundial devastadora que estuvo a punto de terminar con la civilización humana. Igualmente, el fracaso de los procesos revolucionarios en los años 70 condujo a dictaduras sangrientas en América Latina y Asia, y dio inicio al largo período de retrocesos y pérdida de conquistas sociales, privatizaciones, y precariedad laboral que ha caracterizado a los países capitalistas desarrollados en los últimos 35 años.
La paradoja de la situación que vivimos es que el capitalismo es un sistema decrépito y condenado esperando a que alguien le dé sepultura, mientras que la nueva sociedad en gestación –el socialismo– carece de una matrona que la ayude a salir a la luz. Todo cambio de envergadura histórica necesariamente comienza por un país, y sólo a través de ese ejemplo y guía puede extenderse al resto de países y regiones de su entorno, y más allá. En nuestra época y en los países de nuestro entorno, como los jacobinos franceses o los bolcheviques rusos, ¡alguien tiene que atreverse!
Todo lo expuesto anteriormente, nos lleva a la conclusión fundamental: la necesidad de organizar y fortalecer una poderosa corriente marxista en cada país e internacionalmente, basada en las ideas del socialismo revolucionario, que sea capaz de oponer una alternativa, cuando la situación lo requiera, a las direcciones reformistas que ostentan la dirección del movimiento obrero, de la izquierda y de las masas populares.
Es fundamental apoyar y desarrollar una corriente marxista entre los trabajadores y la juventud, y en las organizaciones obreras y de izquierda, que haya sacado todas las lecciones correctas de la experiencia griega y, en general, de las experiencias revolucionarias de la clase trabajadora a nivel mundial.
La Corriente Marxista Internacional, de la que forman parte la corriente Lucha de Clasesen el Estado español, la Tendencia Comunista en Grecia, la corriente Socialist Appeal en Gran Bretaña o la Liga Obrera Internacional en EEUU –por citar algunas de las decenas de corrientes y grupos marxistas revolucionarios que aglutina la CMI– representa esta alternativa ¡Únete a nosotros para luchar por el socialismo y la revolución! ¡Únete a la CMI, únete a Lucha de Clases!