Ayer, 3 de mayo, Alberto Carrasquilla, quien fuera el impulsor de la Reforma Tributaria, salió por la puerta de atrás, renunciando junto con el viceministro general de esta cartera, Juan Alberto Londoño, y el viceministro Técnico de Hacienda, Juan Pablo Zárate. La presión del Paro Nacional, que hoy cumple 6 días, y la bancarrota total del gobierno de Duque- Uribe han puesto a prueba a estos funcionarios de papel, que al subestimar la fuerza del levantamiento popular fueron calcinados por el mismo.
La salida de este delfín de la élite colombiana no es menor, representando un duro golpe para la burguesía y sus aspiraciones económicas con referencia a la región, ya que desde el pasado 6 de abril había sido postulado para presidir la banca multilateral CAF- Banco de Desarrollo de América Latina- misma que se complica al ya no ser ministro en ejercicio. Es probable que le toque, como se dice coloquialmente “bajarse de su pedestal” e internacionalmente se le cobre su torpe manejo de los acontecimientos actuales.
Un movimiento de masas
Dos victorias seguidas en menos de 24 horas, demuestran la indudable fuerza de las mayorías unidas. El poder del movimiento se ha ido fortaleciendo con la suma de más personas a las marchas, expandiéndose a ciudades y pueblos pequeños, con la adición del gremio de transportistas, taxistas y organizaciones con tradición de lucha como el CRIC (Consejo Regional indígena del Cauca) y con la aprobación masiva de sus consignas que crece y crece.
Sin embargo, si para las derrotas nadie quiere asumir nada, en la victoria todos son padres de ella. Así, la burocracia de las Centrales Obreras, el Comité del Paro y oportunistas de centro e izquierda han aparecido, celebrando como propio el triunfo y tratando de retomar el liderazgo de las marchas. Esto no se corresponde con la realidad, pues lo cierto es que fueron las masas desde las calles las que han ganado su propia dirección y sacado sus propias conclusiones al enfrentar cara a cara la crudeza del régimen, dándose aprendizajes como el de la capacidad de resistencia , consciencia de su poder, y el aumento de las demandas.
Esto último se observa en las exigencias que van desde la derogación del proyecto de ley de reforma 010 de la Salud, el encarcelamiento de Carrasquilla, la desaparición del ESMAD, una reforma policia, y las renuncias de Carlos Camargo, defensor del Pueblo (de paseo mientras las fuerzas represivas abusaban de los marchantes), el Ministro de Defensa Diego Molano y el Presidente de la República.
Todo esto contrasta con lo propuesto por el Comité Nacional de Paro que cambió su descabellada idea de retomar movilizaciones hasta el 19 de este mes, y ahora impulsa como nueva fecha el día 5 bajo las demandas de desmilitarización de las ciudades, la retirada de la Reforma de la Salud y una renta básica, entre otras peticiones. Todas necesarias, pero ya alejadas de lo que en las calles se clama desde hace días, que en muchos casos es una afrenta al status quo(desde cuestionar el modelo económico hasta exigir la renuncia del presidente). Decir que van a la zaga del movimiento es poco.
La exigencia de renuncia de Duque cobra sentido pues el Gobierno camina en una cuerda floja, y no parecen ser los mejores escogiendo su manera de andar. Decisión tras decisión han fallado en su intento de frenar el avance del Paro, logrando justamente lo contrario. Al descubierto ha quedado que la única herramienta con la que cuenta nuestra elite es la de la represión y la ha usado hasta el cansancio. Las amenazas de detener la vacunación, de baja inversión extranjera o de hambre y brutalidad, se revelan vacías pues son parte del día a día del colombiano promedio.
Esta torpeza de la clase dominante se ha traducido en una verdadera masacre, consecuencia de una represión despiadada e inmisericorde. Por ejemplo el 2 de mayo, cuando las mayorías decidieron continuar con el Paro, recibieron como respuesta una noche de terror. Ciudades como Palmira, Ibagué, Cali, Popayán, Facatativá, Bogotá y Medellín fueron víctimas, nuevamente, del abuso del ESMAD que desapareció, golpeó, se metió a casas, amenazó a funcionarios de DDHH, violó y asesinó a sangre fría.
Según Temblores ONG al cierre de este día hubo 5 personas muertas que se suman a las 26 confirmadas de jornadas anteriores. La misma ONG registra que desde el 28 de abril van 1181 casos de violencia policial, 142 victimas de violencia física y 9 víctimas de violencia sexual. El horror es muy grande y difícil de olvidar. Lo peor es que no parece tener fin, están aumentando el pie de fuerza y en los lugares más beligerantes evitan que la gente se abastezca o movilice. En Cali el General Enrique Zapateiro tomó el mando por encima del alcalde y ha desatado una verdadera masacre contra civiles.
Sin embargo, como decíamos más arriba esta es la única herramienta con la que cuentan y es un recurso agotable y poco fiable. Los seis días empiezan a hacer mella en la fuerza pública que día tras día pierde miembros por pequeñas lesiones. El recurrir al Ejército, de hecho, fue una necesidad para suplir la falta de pie de fuerza, pero, los soldados son volubles por su origen humilde y falta de profesionalización de muchos de ellos, propensos, así, a cambiar de bando fácilmente. De hecho ya ha habido pronunciamiento de los militares en retiro, y algunos miembros de las reservas activas pidiendo a los soldados que se pongan del lado de la protesta. Aun así es importante recalcar que la institución militar es el brazo represivo del Estado y sirve a sus amos con especial sumisión.
¡A organizarnos!
La clase trabajadora ha comenzado a confiar en su propia fuerza y ha hecho uso de ella para enfrentar los peores horrores. Sin duda este es el camino correcto, las consignas se deben seguir repitiendo hasta que se cumplan. La conclusión natural debiera ser la caída de Duque, y del Gobierno, habida cuenta de su ineptitud, cinismo e ineficiencia.
Toda ley que amenace a la clase trabajadora, en el presente o en el futuro, debe ser una causa de rebelión y movilización del movimiento también. No obstante, en caso de alcanzar esas victorias y simplemente diluirse se corre el riesgo de perder lo ganado. Por eso es necesario una organización revolucionaria que recoja los intereses de la mayoría y los traduzca en un programa político capaz de responder, por ejemplo, a un posible vacío de gobierno. Dicho programa, además, debe estar fundamentado sobre las ideas del marxismo para que nos lleve a un proceso socialista.
Si algo ha quedado claro de estos días es que la democracia burguesa, con sus elementos de Estado, está al servicio de la clase dominante, así que de poco valen los cambios en las leyes si se vuelven a someter al mismo sistema. Mientras las palancas económicas sean de las élites capitalistas las regulaciones estarán sujetas a sus intereses, pues sólo se puede regular lo que se posee.
Frente a nosotros tenemos un reto de grandes proporciones, pero es uno que se ha generado a partir de nuestro propio movimiento y experiencia adquirida con la lucha. Es innegable que se han logrado avances y se podrán alcanzar más, pero si no existe una discusión organizada alrededor de las ideas del movimiento y su objetivo, la consecuencia es que este puede ir perdiendo su energía y fuerza, dados los límites materiales de las movilizaciones. Esto representaría una gran derrota y seguramente se redoblaría la represión.
El despertar de un pueblo es extraordinario y en una semana logra avances que no se habían logrado en años. La energía revolucionaria es igual de magnífica pero se puede agotar pronto, más si adolece de un orden estratégico y es golpeada constantemente. Desde nuestra organización aplaudimos la rebeldía de la clase trabajadora y su determinación, pero insistimos en la necesidad de conformar comités barriales de lucha que discutan la manera de defenderse de los abusos policiales y discutan sobre los problemas del barrio, la ciudad y el país para proponerlos a consejos territoriales con el mismo fundamento. Igualmente desde este tipo de organizaciones se podrían discutir soluciones rápidas ante posibles ausencias de poder o determinar un programa político que, sustentado en el socialismo, brinde un propósito más grande que la defensa del movimiento: el propósito de desafiar a la élite colombiana por el poder.
El camino hacia el cambio se ha comenzado a construir y sus hacedores jóvenes, campesinos y clase obrera, se han decidido a comenzar. No obstante es un trabajo complicado que va exigir de muchos sacrificios y errores. Pero toda tarea histórica requiere un primer paso. Este paso es el más difícil. No obstante, cuando se ha tomado, los eventos tienen su propia lógica. La tarea de los Marxistas en este periodo es poner nuestro estudio de la historia y la sociedad al servicio de este movimiento de la clase obrera para derrumbar a este gobierno y la clase que representa. Lo bueno es que hemos comenzado.
Por último presentamos nuestra propuesta de programa que sometemos a crítica. por eso les invitamos a discutirlo con vecinos y amigos.
¡El Paro No Para!
¡Fuera Duque y la clase que representa!
¡Por un partido obrero, unidos!