Chile: Victoria ejemplar de los trabajadores del sector público

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Esta lucha victoriosa es sólo el comienzo de un Chile que despierta y se niega a pagar los despilfarros del gobierno y a seguir siendo víctima de los continuos abusos del sistema capitalista. Es un gran avance para la clase obrera chilena. Estos acontecimientos de la lucha de clases están teniendo el efecto de resquebrajar la moribunda Concertación, provocando un giro a la izquierda en la base socialista que exige la ruptura con la burguesa Democracia Cristiana y la confluencia con el Partido Comunista y otros grupos de izquierda.

La semana del 10 de noviembre de 2008, Chile se levanta ante un gobierno que de socialista tiene muy poco. Cerca de 400.000 trabajadores del sector público agrupados en quince gremios inician una huelga, convocada por la Asociación Nacional de Empleados Públicos (ANEF) en demanda de un aumento salarial de un 14,5%. Un trabajador hoy en día gana menos de 160.000 pesos chilenos mensuales (238 dólares), con lo que ninguna familia puede vivir. Los alimentos de primera necesidad son un verdadero lujo, y el nivel de explotación al que estamos sometidos es vergonzoso. Debemos ver a nuestros padres trabajar horas extras (pagadas a 1,20 dólares), mientras el gobierno se jacta de los grandes progresos de Chile.

La ANEF acepta sentarse a la mesa para discutir con el poder ejecutivo y sus ministros, quienes ofrecen una suba salarial del 6,5%. Pero los trabajadores no la aceptan y ante esta negativa, el gobierno expresa no estar dispuesto a volver a conversar: "el tema de las remuneraciones ha sido nuestra oferta final y ya fue entregada". 

Pero la clase obrera entiende que sólo con organización y apoyo logrará doblarle la mano al gobierno y a un sistema capitalista que los quiere engañar. Es por eso que el viernes 14 de noviembre Chile se paraliza con la adhesión del 100% de los trabajadores públicos; es decir, los consultorios, los hospitales, el registro civil, los ministerios, la aduana, las municipalidades, entre otros servicios públicos.

Pero, además, se unen a la lucha  los estudiantes secundarios, los jardines infantiles y las universidades tradicionales. Todo esto se transforma en la mayor huelga de los últimos cuarenta años.

Las movilizaciones se mantuvieron durante días. Miles de personas salieron a las calles a manifestarse de forma pacífica, pero el temor se apoderó de las esferas del poder y la intendencia, ante una clase obrera que lucha y se organiza. Dicho temor se vio representado por las fuerzas policiales del Estado que en las principales ciudades del país reprimieron brutalmente a cerca de cuatro mil personas que participaban en las manifestaciones. Las supuestas herramientas de diálogo empleadas por el gobierno con su propio pueblo son carros lanza gases, agua con agentes químicos irritantes dirigidos a los rostros de los manifestantes, golpes a pie de porra contra todo el que intentara hacer valer su derecho a expresarse. Los resultados fueron algunos heridos por intoxicación de gases y otros con trauma acústico por el agua recibida de golpe. Pese a toda prohibición los trabajadores logran congregarse y llegar a su destino.

Chile abre sus ojos y se da cuenta de que estamos ante un gobierno que muestra de manera descarada a quiénes protege y para quiénes trabaja de verdad.

Finalmente, a fines de noviembre, tras una huelga histórica, los trabajadores logran una fuerte subida salarial (10%) más un bono de término de conflicto y mejoras en las condiciones laborales. Los trabajadores chilenos vencieron el miedo, y luchan no sólo por el 14,5%, sino por el derecho que se le ha negado durante tantos años.

Esta lucha victoriosa es sólo el comienzo de un Chile que despierta y se niega a pagar los despilfarros del gobierno y a seguir siendo víctima de los continuos abusos del sistema capitalista. Es un gran avance para la clase obrera chilena.

Esta lucha sigue a la extraordinaria pelea que durante cerca de dos años protagonizó el proletariado minero de las empresas subcontratistas por encuadrarse dentro de la estatal Codelco, y a las innumerables luchas que protagonizaron en los últimos años la juventud y los estudiantes secundarios.

Estos acontecimientos de la lucha de clases están teniendo el efecto de resquebrajar la moribunda Concertación, provocando un giro a la izquierda en la base socialista que exige la ruptura con la burguesa Democracia Cristiana y la confluencia con el Partido Comunista y otros grupos de izquierda.