Cataluña y el derecho a decidir

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Diada-2013-masiva-manifestación-por-la-independencia-catalana

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La crisis del capitalismo español ha exacerbado los viejos demonios irresueltos en siglos, como la “cuestión nacional”; es decir, el problema de los derechos democráticos pendientes de las llamadas “nacionalidades históricas” (Cataluña, País Vasco y Galicia), incluido el derecho a la autodeterminación.

Esto último significa reconocer a los pueblos catalán, vasco y gallego su derecho a decidir en un referéndum democrático si desea  permanecer dentro del Estado español o declararse naciones independientes, y respetar su voluntad.

Los marxistas de Lucha de Clases defendemos el derecho de autodeterminación de estas nacionalidades, pero consideramos la independencia una vía falsa para resolver sus problemas económicos, sociales y políticos. En su lugar, proponemos la unión voluntaria de los pueblos ibéricos en una Federación Socialista, como una primera etapa hacia una Federación Socialista europea, hasta culminar en una Federación Socialista Mundial. 

La responsabilidad de la burguesía española

La burguesía española, debido al atraso histórico del capitalismo español, fue incapaz de integrar armónicamente territorios y poblaciones diversas, de ahí la pervivencia de la “cuestión nacional” en el Estado español. A esto se sumó la represión feroz de los derechos democráticos de estas nacionalidades, de su lengua y su cultura, particularmente durante el franquismo que estableció una dictadura brutal y un horrible Estado centralista que hizo aborrecible la palabra España en el conjunto de la sociedad.

Durante la mal llamada transición democrática, tras el final de la dictadura franquista, los dirigentes del PSOE y del PCE aceptaron una democracia burguesa limitada, incluyendo la continuidad de la monarquía franquista, y abandonaron la defensa del derecho de autodeterminación.

Ahora, la política reaccionaria del PP – heredero del franquismo y de la ideología nacionalista española más reaccionaria – ha agravado el problema.

En lo que respecta a Cataluña en los últimos años, a todo lo anterior se suman los ataques contra aspectos elementales del sentimiento nacional catalán (la declaración de inconstitucionalidad de algunas partes del Estatuto de autonomía, como la que reivindicaba a Cataluña como una nación; la pérdida de derechos de la lengua catalana en las escuelas con la nueva ley educativa, etc.), lo que ha agudizado el resentimiento social contra “España”.

En este contexto, la idea de la independencia está teniendo un apoyo creciente en la sociedad catalana, fundamentalmente en las capas medias y en sectores de la mediana burguesía, aunque cuenta con la oposición de la gran burguesía catalana, que tiene vínculos muy fuertes con el capitalismo español. La novedad de la situación es el apoyo importante que la idea de la independencia está encontrando en la juventud y en algunos sectores de la clase obrera, lo que expresa de manera distorsionada su protesta contra la crisis y el odio al gobierno del PP, aunque bajo la dirección del nacionalismo burgués y pequeñoburgués ante la ausencia de una alternativa de clase que marque una salida a los graves problemas sociales.

El carácter reaccionario de CiU y de la burguesía catalana

Desde luego, no depositamos ninguna confianza en la burguesía nacionalista catalana, que juega el mismo papel reaccionario que la burguesía española. Aunque sectores de la misma juegan ahora con esa idea, aquélla nunca fue independentista. La burguesía catalana siempre utilizó demagógicamente el sano sentimiento nacional de los trabajadores y de la pequeña burguesía para conseguir de Madrid condiciones más favorables para la explotación de “sus” obreros y compartir lo menos posible con sus compinches españoles los beneficios de esta explotación. Su sentimiento nacional, como el de la burguesía española, tiene un carácter capitalista, rapaz y egoísta.

A la hora de la verdad, cuando se ha visto ante la disyuntiva de elegir entre sus intereses de clase y la defensa de las libertades nacionales catalanas, siempre ha elegido sus intereses de clase. El mejor ejemplo de ello fue cuando Francesc Cambó, máximo dirigente de la Lliga Regionalista, apoyó y financió a Franco durante la guerra civil.

Históricamente, ambas burguesías siempre exacerbaron las diferencias nacionales para desviar la atención de las masas trabajadoras de sus problemas y culpar de los mismos, respectivamente, a españoles y catalanes. De ahí que la actual situación de enfrentamiento a través de los gobiernos de Convergència i Unió (CiU) y del PP, en medio de la aguda crisis económica que padecemos, les viene bien para conseguir ese objetivo.

La realidad es que las burguesías española y catalana actuaron conjuntamente contra sus propios pueblos desde la restauración democrática, apoyando las políticas antiobreras y antisociales que se han sucedido durante años.

CiU apoyó al gobierno de Aznar de 1996-2000 cuando éste se encontraba en minoría parlamentaria, y votó sus leyes reaccionarias. En el Parlament de Catalunya, CIU pactó con el PP los presupuestos del 2011 y del 2012, con brutales recortes sociales, los mismos que ahora siguen vigentes (prorrogados por CIU y Esquerra Republicana de Catalunya, ERC). Con Rajoy, CiU apoyó la reforma laboral del PP, e introdujo una enmienda en la misma que reducía a un año el plazo máximo de vigencia automática de los convenios colectivos si no se firmaba uno nuevo (poniendo fin a la continuidad automática indefinida del convenio anterior hasta la firma de uno nuevo, la llamada ultra actividad), cuando el proyecto original del PP establecía un plazo de hasta dos años de negociación. CiU también colaboró con enmiendas en la recién aprobada Ley de Costas que habilita a una nueva depredación inmobiliaria de nuestros espacios naturales. La ley educativa catalana inspiró varios de los aspectos más reaccionarios de la Ley Wert de educación, como el nombramiento de los directores por la administración y la evaluación de los institutos, con premios y castigos, según sus resultados académicos y financieros.

Si alguien ha expoliado al pueblo catalán, ése ha sido el entorno de CiU. En ninguna parte del Estado español como en Cataluña hay tantas fundaciones y corporaciones, privadas y semiprivadas pagadas con dinero público, sin apenas control. La sanidad está prácticamente en manos de estas fundaciones. A comienzos de los años 80 la extinta Banca Catalana, controlado por el honorable Pujol, fue a la quiebra con una deuda de cientos de miles de millones de pesetas, que fue sufragada por el gobierno central de Felipe González. La corrupción del PP sólo es comparable a la de CiU. Ahí están los casos de Félix Millet que saqueó el Palau de la Música de Barcelona con donativos millonarios a CiU y a partidos independistas (como el Partit per la Independència, de Angel Colom, escindido de ERC), el caso Pallerols, o los donativos de la constructora Ferrovial a CiU (5,1 millones de euros) para garantizarse contratos lucrativos.

El gobierno de CiU fue uno de los más diligentes en aplicar las políticas de ataques al gasto público y a los derechos sociales, y ha reprimido con dureza la protesta social (desalojo de la Plaza de Cataluña en septiembre de 2011, huelga general del 14-N donde una manifestante perdió un ojo, etc.). Fue su creciente desprestigio social lo que lo llevó a subirse al carro soberanista para desviar la atención de la población y ampliar su apoyo popular. Trató de utilizar las movilizaciones multitudinarias del 11 de septiembre de 2012, como trata de hacer también este año, para aparecer como víctima y culpar de todos los problemas al “expolio español”.

En realidad, la mayoría de quienes participan en esas movilizaciones no sólo reclaman el derecho a decidir, sino oponerse a los efectos de la crisis capitalista y golpear a quien considera su principal enemigo, el gobierno de la derecha del PP.

Así, por ejemplo, es significativo que en el último Barómetro de Opinión Política del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat (realizado entre mayo y junio de este año), la aplastante mayoría de los catalanes consultados consideraban que los problemas más importantes que tiene Cataluña son de carácter económico o social (paro, precariedad laboral y crisis económica suman un 61.1% de las respuestas). La insatisfacción con la política representa otro 12,4%, mientras que los que consideran que el problema más importante de Cataluña sea las relaciones con España o el sistema de financiamiento sólo suman un 15%. Cuando se les pregunta qué partido creen que puede dar mejor respuesta al problema que consideran más importante, el 43,9% responde que ninguno, y otro 14,2% que no sabe. Sólo un 12,4% creen que es ERC, el primer partido en la lista.

Cuando la misma encuesta pregunta por la intención de voto en un referéndum por la independencia, el 51,6% dice que votaría a favor (con un 23,4 en contra y un 15,3 de abstenciones). Pero cuando inmediatamente se pregunta por el impacto que creen que una Cataluña independiente tendría sobre su nivel de vida, el 51,2% dicen que éste mejoraría (con un 21,9 que cree que sería peor y un 17,9 que cree que sería igual).

De estas cifras solo se puede sacar una conclusión: lo que prima en la opinión pública catalana no es la defensa de la independencia, sino la búsqueda de una salida a la crisis económica. El hecho de que este sentimiento haya sido capitalizado por los partidos nacionalistas burgueses y pequeño burgueses, con la idea de que la salida a la crisis es un Estado propio, es en gran medida el resultado de que los dirigentes de los partidos de izquierda no han sabido ofrecer ninguna alternativa y no se han desmarcado claramente del nacionalismo de CIU-ERC.

A CiU le salió mal la jugada de las elecciones anticipadas de octubre de 2012, cuando perdió apoyo electoral a favor de ERC, que aparecía como la defensora más consecuente del soberanismo catalán. Actualmente, ERC supera a CiU en intención de voto, por lo que CiU tiene difícil recular y se ve obligada a huir hacia adelante en su reclamo de un Estado propio para Cataluña.

Pero la deriva proindependentista de la dirección de CiU está creando graves problemas internos y la amenaza de escisión. CiU está formada por dos partidos, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), de Artur Mas, que explota de manera más demagógica el sentimiento nacional de la pequeña y mediana burguesía catalana; y Unió Democràtica de Catalunya, de Duran Lleida, portavoz de CiU en el Congreso, que expresa los intereses de un sector del gran capital catalán que mantiene vínculos próximos con la derecha y la burguesía españolas, y es abiertamente anti independentista. Si bien, CDC es la parte mayoritaria de CiU y es la que está imponiendo la línea política de la coalición.

¿Una Cataluña independiente próspera y avanzada?

CiU y ERC están lanzando planes fantasiosos sobre las ventajas de una Cataluña independiente. Hablan del “expolio español” por las transferencias netas de Cataluña al resto de España que, según dicen, equivalen al 8% del PIB catalán, 16.000 millones de euros; aunque estudios más serios lo rebajan a 11.000 millones. Pero la Comunidad de Madrid transfiere al Estado un porcentaje similar de su PIB, el 7,23% ¿Es que España también le roba a Madrid? Es ridículo hacerse esta pregunta.

La realidad es que la riqueza no la crea abstractamente un territorio, Cataluña o España. El 80% de la riqueza la crean los trabajadores asalariados, a través de la explotación capitalista. Ellos son su verdadero dueño.

Y la generación de esa riqueza depende en gran parte del mercado español, donde el gran capital catalán necesita colocar sus mercancías, surtirse de materias primas, crédito, y mano de obra. En realidad, las regiones “ricas” necesitaron de las regiones “pobres” para desarrollarse, como los países ricos necesitan a los países pobres y sus recursos. Sin la aportación masiva de mano de obra inmigrante durante décadas, Cataluña, Madrid o el País Vasco nunca habrían alcanzado su desarrollo actual, lo que deben agradecer en gran parte a la pobreza relativa de otras regiones del Estado (Andalucía, Extremadura, Galicia, Castilla, León, Murcia).

Es falso decir que los catalanes serían dueños de una Cataluña independiente, como tampoco lo son los españoles de España. Los verdaderos dueños de una Cataluña “independiente” serían el gran capital multinacional, el gran capital español (que aún seguiría controlando partes importantes de la economía catalana, como sucede actualmente) y el gran capital catalán. Pero la única soberanía que nos interesa a los trabajadores es la que ponga las fábricas, los bancos, la tierra y los servicios públicos en manos del pueblo. Eso implica una salida anticapitalista, la expropiación de la gran burguesía bajo el control democrático de los trabajadores, nada más lejos de las intenciones de los nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses de CiU y ERC. Ambos partidos fueron y son profundamente antiobreros. ERC jugó un papel pernicioso en reprimir y socavar la revolución social que llevaron a gran escala los obreros catalanes en 1936-37.

Quienes imaginan una Cataluña independiente democrática, próspera y avanzada se llevarán una amarga sorpresa. Cataluña no quedaría inmune a los efectos de la actual crisis capitalista, la mayor en 80 años, y que está lejos de terminarse. A lo que deben añadirse los efectos del desorden económico que le provocaría su amputación del resto del Estado español con el que tiene establecidos lazos económicos complejos desde hace siglos. Además, tendría que hacerse cargo de su parte de la deuda pública estatal, y rescatar sus propios bancos y empresas amenazados de quiebra. Necesitada de capital e inversiones extranjeras, Cataluña sería tomada por inversiones multinacionales que la relegarían a ser una colonia de varias potencias imperialistas (Alemania, China, Francia).

Bajo la hegemonía nacionalista burguesa, muchas conquistas sociales serían sacrificadas, con el argumento de que hay que arrimar el hombro para sacar el país adelante, y se cercenarían los derechos democráticos para reprimir las consecuentes protestas sociales. La izquierda y el movimiento obrero clasistas serían demonizados, acusados de “españolistas” y de promover el “enfrentamiento entre catalanes”.

De igual manera, todo lo que oliera a catalán o vasco en el resto del Estado español sería satanizado, atizando aún más los odios nacionales. El golpe económico y moral sufrido por el capitalismo español con la secesión de Cataluña sería utilizado contra los obreros españoles. Al día siguiente, para desviar los efectos de una aguda crisis social y económica, no estaría descartado que los reaccionarios generales españoles idearan un ataque militar contra Cataluña, desatándose un infierno en ambas zonas. En paralelo, una situación similar podría declararse en el País Vasco.

No se puede jugar con la “cuestión nacional”. El ejemplo de la desmembración de la exYugoslavia a fines de los años 90, con su secuela de guerras civiles, limpieza étnica y destrucción de lo que era un Estado relativamente avanzado, debe ser un recordatorio permanente para la clase obrera y la juventud revolucionaria de Cataluña y del Estado español.

La alternativa no es la lucha para establecer pequeños Estados independientes, separados e inviables, sino la lucha unida de toda la clase obrera del Estado español contra la burguesía española y las burguesías nacionalistas, para establecer una federación Socialista de nacionalidades ibéricas. Los trabajadores de la SEAT, de la NISSAN, los jóvenes de los barrios obreros del cinturón industrial de Barcelona, tienen más en común con los mineros de Asturias, los jornaleros andaluces, los jóvenes de los barrios obreros de Madrid, o Bilbao, que con los burgueses catalanes de Pedralbes y Sant Gervasi. Los Isidre Fainé, Millet, Carulla, Godó, Piqué son los hermanos de clase y tienen los mismos intereses que los Botín, Koplowitz, Villar Mir, Amancio Ortega, Juan Roig y demás. Y no es por casualidad que Joan Rosell, presidente de la patronal española CEOE, hubiera sido antes presidente de la patronal catalana, Foment del Treball. Tampoco lo es que uno de sus antecesores en la CEOE, Carles Ferrer i Salat, hubiera sido presidente del poderoso grupo de presión empresarial catalán Cercle d’Economia.

No existe una salida bajo el capitalismo

En realidad, no hay salida para los trabajadores españoles o catalanes en una España o una Cataluña capitalistas.

El origen de la crisis no está en Cataluña, España o Europa, sino en la propiedad privada de los medios de producción, en supeditar la economía a la consecución de beneficios para una minoría de grandes capitalistas y banqueros que se pelean y disputan los mercados y beneficios, atizando odios nacionales y étnicos, como perros disputándose un hueso.

Hoy día, todos los países y continentes están atados a un único mercado mundial del que nadie puede escapar, ni siquiera los países más fuertes y poderosos. El desarrollo de las fuerzas productivas hace tiempo que rebasó el estrecho marco de las fronteras nacionales y reclama la necesidad de planificar los recursos productivos del planeta en interés del conjunto de la humanidad, barriendo las fronteras nacionales, como hizo el capitalismo en el pasado barriendo las viejas fronteras interiores del particularismo feudal (reinos, condados, marquesados, principados, etc.) para formar mercados nacionales unificados en cada país.

Los obreros de todos los países tienen más en común entre ellos mismos que con los grandes capitalistas de sus países, que se coaligan entre ellos para atacar a los trabajadores y los procesos revolucionarios que éstos impulsan, para desatar guerras imperialistas, y para hundir el planeta en un caos y barbarie cada vez mayores. La divisa del movimiento obrero mundial siempre fue, es y será: ¡Proletarios de todos los países, uníos!

De hecho, la crisis capitalista está exponiendo la podredumbre de este sistema, creando condiciones muy favorables para el desarrollo de la conciencia de la clase obrera hacia una salida socialista de conjunto para el Estado español, que tendría un impacto inmediato en Europa y más allá. Por eso, todos los intentos de las burguesías española y catalana de edificar un muro de separación entre los obreros de Cataluña y del resto del Estado, de propiciar recelos mutuos, y de fomentar el chovinismo y la arrogancia nacional de unos contra otros, son completamente reaccionarios y deben ser combatidos por la izquierda española y catalana de manera resuelta.

La responsabilidad de la izquierda

Dicho esto, una gran responsabilidad en el auge del nacionalismo catalán y español que vemos desarrollarse descansa en las direcciones de los partidos de izquierda estatales y de los sindicatos.

Los partidos obreros tradicionales (PSOE-PSC, PCE-PSUC), que eran mayoritarios en Cataluña al comienzo de la Transición, abandonaron la defensa del derecho de autodeterminación y la lucha por el socialismo, permitiendo al nacionalismo levantar en solitario la bandera de los derechos democrático nacionales que enarbolan en épocas de crisis para desviar las luchas y aspiraciones de los trabajadores. Para peor, sectores del PSC y de Iniciativa per Catalunya (vinculada a nivel estatal con IU) han decidido ir tras el carro del nacionalismo, yendo a rastras de las maniobras de CiU-ERC.

Esto se ve agravado por la desmovilización de los sindicatos de clase, UGT y CCOO, en Cataluña y a nivel estatal, dejando sin perspectivas de un cambio real en la situación a las masas trabajadoras, lo que abona en Cataluña la demagogia nacionalista de una salida independentista como una falsa vía de escape para solucionar los problemas sociales.

La estrategia de CiU y ERC

Pese a todas las expectativas creadas, es inevitable que en determinado momento CiU y ERC traicionen estas ilusiones. Y esto ya está empezando a suceder. En realidad, tanto CiU como ERC están embarcados en un juego cínico del que no tienen ni idea cómo terminará.

Después de insistir durante meses que en 2014 se convocaría el referéndum de autodeterminación para Cataluña, lo reconociera o no el Parlamento y el gobierno español, ahora el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha declarado que si las instituciones españolas se niegan a validar la consulta, la retrasaría dos años, hasta el 2016, para hacerla coincidir con las elecciones autonómicas catalanas de ese año. ERC, por su parte, insiste en que el referéndum se celebrará y que Cataluña será independiente en 2014, sí o sí. Pero si ya era difícil y problemático proclamar unilateralmente la independencia de Cataluña sin un acuerdo con el Estado español y la Unión Europea (que no la aceptarían en ningún caso), por no hablar de las dificultades operativas para llevarla a cabo, mucho más lo será una vez que el bloque proindependentista mayoritario, CiU y la Generalitat, ha decidido que “pospondrá” dos años la consulta. Una consulta que, en rigor, podría aplazarse indefinidamente hasta quedar sepultada en el olvido.

Lamentablemente, los nacionalistas pequeñoburgueses de ERC se han creído sus propias promesas y discursos. Han quedado enredados en la perfidia de CiU, en la que es tan experta, y ahora tendrán muchas dificultades para explicar a sus bases cómo desandar el camino iniciado, luego de fomentar tantas expectativas.

Lo que más preocupa a las burguesías española y catalana es la puesta en marcha de un movimiento de masas que pueda, en determinado momento, escaparse de control. Y está claro que detrás del anuncio de Mas de posponer la consulta independentista están las presiones del sector decisivo de la burguesía catalana, que piensa que este juego ha llegado demasiado lejos y hay que ponerle fin. Sobre todo, la burguesía catalana teme el efecto sobre sus negocios de la inestabilidad política que pueda generar la deriva independentista de CiU y ERC. Esto es lo mismo que dice el diario El País, vocero del sector más inteligente de la burguesía española, en su Editorial del 6 de septiembre: “Que las cúpulas empresarial y financiera estaban muy preocupadas por la deriva del Gobierno catalán era un secreto a voces. Por ello, las palabras de Mas deberían tranquilizar a un importante sector de la sociedad catalana.” (No en 2014. Artur Mas echa el freno a la disparatada agenda del independentismo catalán. Viernes, 6 de septiembre 2013).

A fin de cuentas, el interés de la burguesía catalana en toda esta situación era arrancar a la burguesía española mejores condiciones de financiación, rebaja de impuestos, etc. para su exclusivo interés, y de paso moderar la arrogancia españolista del PP para no desairar innecesariamente a la población catalana. Que de la negociación resulte una profundización del ajuste y del empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora de Cataluña y del resto del Estado es algo que no preocupa a ambas burguesías, y además lo llevan aplicando hace mucho tiempo. Como dice El País en el mismo artículo Editorial con un cinismo inigualable: “Está claro que entre la independencia y el statu quo actual hay una variada gama cromática que la política y la negociación deben encargarse de mostrar con toda su riqueza de posibilidades y matices” (Íbidem).

Esta nueva situación podría conducir a una ruptura de los acuerdos parlamentarios CiU-ERC, y CiU tendría que gobernar en minoría apoyándose en el PSC y el PP para completar su legislatura a cambio de aparcar su agenda soberanista y de firmar un nuevo acuerdo fiscal con el Estado español para Cataluña más ventajoso del que tiene actualmente, como acabamos de mencionar.

No obstante, durante un tiempo, CiU (con o sin ERC) tratará de prolongar esta situación de tensión, por meros fines electorales y para preservar sus bases sociales de apoyo, a fin de desentenderse de su responsabilidad por los ajustes del gobierno catalán y de culpar de los mismos al gobierno central.

¿Una Cataluña independiente socialista?

Como decíamos antes, la composición social y política del movimiento nacionalista catalán no es homogénea. Aparte de las capas burguesas y pequeñoburguesas representadas por CiU y ERC, existe un fuerte componente de la juventud, de capas medias progresistas y de algunos sectores obreros avanzados que ven en el independentismo una vía para cambiar la realidad. Por ejemplo, los compañeros de las Candidaturas de Unidad Popular (CUP), aparte de su ideología nacionalista, se reivindican como anticapitalistas y tienen fuertes críticas a CiU y ERC y a la burguesía catalana. La plataforma llamada Proceso Constituyente propuso ante la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), organizadora de la cadena humana en la Diada de este año, rodear con cadenas humanas sedes de bancos y grandes empresas, algo que fue rechazado por los dirigentes de la ANC, próximos a CiU y a ERC. En protesta, Proceso Constituyente ha decidido hacer su propio acto en la Diada rodeando la sede La Caixa con la consigna “por el derecho a decidir del 99%”, en referencia al 99% de la población que sufre la política del 1% más rico de la sociedad.

Estos sectores de izquierda y anticapitalistas del nacionalismo catalán tienen muchos puntos de contacto con sus hermanos de clase del resto del Estado y deberíamos estar luchando juntos por los mismos objetivos de terminar con la dictadura de los grandes bancos y empresas, tanto en Cataluña como en el resto del Estado.

En este sentido, estos sectores y sus capas dirigentes se encuentran inmersos en una contradicción. Por ejemplo, los compañeros de las CUP deberían explicarnos cómo harán avanzar sus ideas anticapitalistas dentro del movimiento nacionalista catalán mientras vayan de la mano de los nacionalistas burgueses de CiU y ERC, los mismos que están aplicando duras medidas de ajuste contra los trabajadores y jóvenes catalanes. Ha habido declaraciones de dirigentes de las CUP afirmando estar dispuestos a entrar en un gobierno con CiU. También están participando con CiU en los preparativos del 11 de Septiembre de este año, en lugar de denunciar la hipocresía y cinismo del nacionalismo burgués catalán, que no solo defiende los intereses de los empresarios y banqueros contra los que las CUP dicen luchar, sino que ahora se prepara para traicionar las expectativas generadas en el movimiento independentista.

Por otro lado, los objetivos políticos de las CUP y de otros sectores del nacionalismo de izquierda catalán también alimentan expectativas equivocadas. La teoría del “socialismo en un solo país” ya fue puesta en práctica históricamente. Y fracasó miserablemente, como demuestra el ejemplo de la ex Unión Soviética que, al permanecer aislada, terminó colapsando al ser incapaz de escapar al dominio del mercado mundial y degeneró en un monstruoso estado burocrático totalitario. Y eso, pese a que la URSS tenía un tamaño colosal, era de hecho un subcontinente, y contaba con una cantidad extraordinaria de recursos. Mucho menos viable sería, entonces, una Cataluña “socialista” aislada. El socialismo, o es internacional o no es nada.

También es importante señalar que el triunfo de la revolución socialista en Rusia en 1917 pudo lograrse bajo la condición de la lucha unida de los obreros y campesinos de todas las nacionalidades que componían Rusia contra la autocracia zarista y contra las burguesías nacionales aliadas a ella y a las potencias imperialistas. Cuando los bolcheviques tomaron el poder, concedieron el derecho de autodeterminación a todas estas nacionalidades, y la abrumadora mayoría eligió mantenerse dentro de la recién constituida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

De cualquier modo, ya explicamos antes cómo las condiciones objetivas inmediatamente después de una hipotética Cataluña capitalista independiente no serían las más favorables para luchar por el socialismo en Cataluña, sino peores para cualquier reclamo de transformación social.

Las tareas de la izquierda

En este contexto, la militancia de izquierda, e Izquierda Unida en particular, tenemos que jugar un papel decidido para combatir las ideas nacionalistas y forjar lazos de unidad de la clase trabajadora de todo el Estado por encima de las diferencias nacionales. De hecho, IU ha declarado recientemente su apoyo al derecho de autodeterminación para Cataluña. Esto representa un gran paso adelante, e IU debería actuar en consecuencia.

Los activistas en los sindicatos deben poner en primer plano la necesidad de responder a cada ataque de los gobiernos de Madrid y Barcelona contra los derechos sociales y laborales, y vincularlo a la necesidad de transformar los sindicatos. Afortunadamente, la burguesía nacionalista no ha podido romper la unidad sindical que vincula a la clase obrera catalana (a través de UGT, CCOO y CGT, principalmente) con la del resto del Estado. De hecho, la clase obrera catalana ha estado en el primer puesto de combate en cada huelga general convocada en los dos últimos años. La lucha contra los efectos de la crisis capitalista debe quedar asegurada en las manos de los trabajadores contra sus enemigos en Madrid y Barcelona

En lo que respecta a la lucha política, nuestra labor debe ser doble. En Cataluña, debemos insistir en la necesidad de mantener la unidad de la clase obrera en todo el Estado para luchar por la transformación socialista de la sociedad, combatiendo las ilusiones independentistas; y en el resto del Estado debemos combatir el nacionalismo español reaccionario y defender el derecho del pueblo catalán a su autodeterminación. Sólo así podremos ganarnos la confianza de la población trabajadora catalana que recela de la arrogancia del nacionalismo españolista.

La nacionalización de los monopolios, bancos y latifundios en todo el Estado y la planificación democrática de la producción, junto a la más amplia autonomía para cada nacionalidad y región para la implantación del plan y la supervisión de todos los proyectos socioeconómicos y culturales, pondrían las bases para solucionar todos los problemas sociales generados por el capitalismo mediante la convivencia fraternal de todos los pueblos y regiones que integran el Estado español, en pie de igualdad.

Las verdaderas tradiciones de los trabajadores catalanes, como en el País Vasco y en Galicia, no son nacionalistas, sino socialistas y comunistas. La agitación audaz de una alternativa socialista clara, hará revivir esas tradiciones y pondrá a la orden del día la lucha por el socialismo en el Estado español en los años venideros.