Desde hace décadas, la sociedad y principalmente los jóvenes vienen padeciendo uno de los flagelos más dolorosos: la problemática de la adicción y particularmente de la drogodependencia. Nunca ha habido tantas drogas en las calles. Las drogas ilegales, se han convertido en un pilar del capitalismo, tanto por ser un negocio altamente rentable que financia a las mafias y cárteles, corrompe aún más al Estado, sino, principalmente, por su función social al atacar a la clase obrera.
Es en este sentido, que desde estos apuntes intentamos dar un aporte a uno de los problemas más agudos que atraviesa a la sociedad.
Introducción
No existe, ni existió una sociedad sin drogas, siempre hubo un producto que funcionó de una manera distinta del resto y que se caracteriza por ir más allá del registro de las necesidades básicas.
A lo largo de la historia, las drogas fueron ocupando distintos lugares en el imaginario social y en la vida de cada sujeto, así fueron sustancias curativas, fenómenos de liberación cultural y social, fenómenos de inclusión, etc.
Con la Revolución Industrial, cambia la relación entre las drogas y los sujetos; estos cambios sociales se evidencian, por primera vez, en la clase proletaria del siglo XIX, que era obligada a sufrir condiciones de vida y de trabajo extenuantes. Ya no se trata, como antes, del consumo de sustancias naturales sino que junto al rápido desarrollo de la medicina y la farmacéutica, en los países capitalistas, se crean grandes laboratorios que se dedican a la fabricación de drogas sintéticas. Fundamentalmente, es el deslizamiento del valor de uso a mercancía. Del opio surge la morfina y luego la heroína; de la hoja de coca, un alcaloide: el clorhidrato de cocaína. Ya no se mastican productos naturales, ni se fuman hierbas apenas elaboradas: la aguja hipodérmica se difunde a mediados del siglo XIX, consiguiendo que los tóxicos se introduzcan directamente en la sangre.
Junto a la industria farmacéutica, los médicos desempeñan una labor fundamental en la difusión de las drogas sustituyendo a los viejos remedios caseros por la “nueva ciencia”. La morfina combate el dolor y el sufrimiento; la cocaína estimula y remedia la fatiga y el cansancio. Naturalmente ninguna droga cura ni sana ninguna enfermedad, sólo alivian el dolor momentáneamente, de modo que el “enfermo” aparezca como “sano”.
Nike es la cultura[1]
El capitalismo que asfixia la existencia
Hoy, estamos frente a una realidad sin precedentes que ha ido adquiriendo variantes que la complejizan no sólo por las nuevas drogas existentes y sus modos de consumirla sino también por la posición del Sujeto en esta etapa de decadencia capitalista.
La tecnología expresa con vehemencia las relaciones sociales de un sistema que debería haber sido superado hace ya mucho tiempo. La vivencia del tiempo y del espacio se ven profundamente alteradas: todos podemos estar conectados ya y sin el otro presente, con una rapidez e instantaneidad que no se lo puede comparar con otro fenómeno humano. La hiperconexión genera la paradoja que estemos absolutamente desconectados, la velocidad con la que la tecnología se renueva nos obliga a un ritmo insostenible de reorganización permanente de nuestras costumbres mentales.
“La opinión está demasiado fragmentada a causa del aislamiento humano; es demasiado estúpida, demasiado depravada, porque cada uno es extraño para sí mismo, y todos son extraños entre sí”. (Karl Marx, Peuchet: sobre el suicidio, p.89)
Simultaneidad, falta de jerarquización, el todo parece ser posible a cualquier precio, la satisfacción tiene que ser ya, estamos atestados de objetos que sin duda producen un aplastamiento subjetivo.
Esta época trae aparejada consigo una lógica del consumo, en donde la angustia pasa a ser inadvertida para tenerlo todo, rápido. Aparece el objeto droga embestido por una cantidad de propiedades inagotables: es mágico, certero, contundente.
La multiplicidad de sustancias, característica de nuestra época (que va de la mano de la multiplicidad de objetos de consumo que ofrece el mercado) favorece la diversidad de prácticas que cada sujeto realiza con dicha sustancia. La combinación de drogas entre sí, de drogas con alcohol, de los anteriores con psicofármacos, etc.
No todas estas adicciones tienen la misma relación con el objeto. No es lo mismo el efecto que produce la ingesta continua de sustancias tóxicas que la consumida, por ejemplo, en las salidas de los fines de semana. Entonces, ¿es la adicción al objeto/droga en las adicciones o a un modo de satisfacción?
No necesariamente todo aquel que consume drogas o alcohol no puede, luego, dejar de consumir. Si el objeto en cuestión no vale por su propiedad “adictiva” queda claro que absolutamente no es la causa de la adicción. Tendríamos que pensar, entonces, también que la función que cumple el objeto/droga es lo que lo hace adictivo y, así, se le confiere de un poder mágico superior al sujeto que lo consume. Es esta inversión de la relación sujeto – objeto la que, también, allana el camino del consumismo adictivo.
Un soporte para la explotación del capital
La oferta excesiva de bienes de consumo
Cultura contradictoria: mientras sostiene las diferencias, ofrece objetos homogéneos de consumo masivo. Sostiene lazos efímeros, mientras propone la droga como objeto incondicional. Droga como comodín ante el vacío, la angustia, la falta de deseo o el aburrimiento.
La persona aparece como irrelevante y reemplazable dentro del sistema productivo y social: el trabajador es el único recambio que no cuesta dinero, la única pieza gratuita en el engranaje de la producción capitalista. El capitalismo promociona la ética del trabajo, el esfuerzo laboral, la competencia, la productividad, la lucha de todos contra todos, a cambio de un riguroso empobrecimiento afectivo, un defectuoso desarrollo de la vida emocional, una opacidad creciente de los sentimientos y un endurecimiento del carácter.
La aceleración brutal del ritmo de producción y de vida expende el sentimiento de frustración, la angustia y el desamparo, por el imperio de un sistema de producción y consumo donde nadie tiene lo que necesita porque nadie necesita realmente lo que tiene. El trabajador se convierte en ser dependiente: dependiente del capital y dependiente de su propio trabajo. Ya nada es posible fuera del mercado: todo debe comprarse y venderse; nada es gratuito, nada es posible sin dinero.
Así, las drogas permiten la evasión, multiplican la alienación de la sociedad capitalista. El adicto no hace más que trasladar al campo de su vida individual el tipo de relaciones alienadas que imperan en la sociedad donde vive; es la versión fiel, literal del mundo en que vive, la exposición sin disimulos y sin conciencia de las contradicciones de la ideología dominante. Los estimulantes (cocaína, anfetaminas) multiplican las energías laborales; los sedantes (heroína, morfina) adormecen, fomentan la evasión en los momentos de ocio.
Dice Carlos Marx en su obra clásica “Formaciones económicas Pre capitalistas”:
“Uno de los requisitos previos al trabajo asalariado y una de las condiciones históricas del capital es el trabajo libre y el cambio de trabajo libre por dinero, a fin de reproducir dinero y convertirlo en valores que puedan ser consumidos por dinero, no como valor de uso para aprovechamiento, sino como valor de uso para dinero. Otro requisito previo es la separación del trabajo libre respecto de las condiciones objetivas de su realización; de los medios y el material de trabajo”.
Esto significa que el trabajador, al ser separado de los medios de producción (en primer lugar, de la tierra, de la naturaleza, de sus herramientas), al tener sólo su fuerza de trabajo para vender en el mercado se enajena:
“[…] La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.
Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.
[…] Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto, es evidente que cuánto más se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto más pobres son él mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de sí mismo es. Lo mismo sucede en la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, tanto menos guarda en sí mismo. El trabajador pone su vida en el objeto pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto. Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador. Lo que es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto, tanto más insignificante es el trabajador. La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a él; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil”. (Karl Marx, Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844 – Primer Manuscrito: El Trabajo Enajenado)
Si el trabajo es la condición para la transformación del mono en hombre, el trabajo enajenado es la condición inherente al capitalismo para deshumanizar al hombre, hacerlo esclavo de la mercancía, hacerlo esclavo de la droga, el alcohol o la religión. En fin, hacerlo esclavo de la sociedad burguesa. La humanidad debe re-apropiarse de su trabajo, para eso la clase obrera debe expropiar a la burguesía.
Como queda explicado más arriba, el concepto marxista de trabajo enajenado es una categoría histórica, propia del capitalismo como sistema. Es, pues, consecuencia de la propiedad privada de la burguesía sobre los medios de producción. Desde luego, el trabajo enajenado y la propiedad privada establecen una relación dialéctica de mutuo condicionamiento. Pero la precisión es vital, porque ayuda a definir la tarea: solo la colectivización de los medios de producción (el Socialismo), emergente de una revolución que expropie la propiedad privada burguesa sentará las bases para superar la enajenación.
El negocio del narcotráfico contado por sus propios dueños
El mercado es para vender mercancías, y éstas para transformarse en dinero, y este a su vez, para materializarse en acumulación de capital. También el mercado de la droga.
El informe de la CICAD – OEA del 2013[2], señala en cuanto al tamaño total de los mercados de las drogas ilícitas, las últimas estimaciones de la ONU indican que las ventas minoristas pueden llegar a unos $320.000 millones, o 0,9% del PIB. En los países de las Américas, los ingresos anuales provenientes de las drogas ascienden a alrededor de $150.000 millones.
Tradicionalmente, el dinero en efectivo primero era contrabandeado de los Estados Unidos a México y luego una porción era enviada a Colombia a través de diversos métodos, incluido la transferencia de efectivo en grandes cantidades. Recientemente, los recursos financieros por lo general son transferidos directamente de Estados Unidos a los países fuente.
Al imponer muchos países mayores controles en sus sistemas financieros para vigilar las transacciones en efectivo, el contrabando de dinero se ha convertido en uno de los mecanismos más importantes para la distribución de los ingresos a lo largo de la cadena de producción de drogas.
Se estima que las ganancias relacionadas con las drogas disponibles para el lavado de activos a través del sistema financiero ascienden del 0,4 al 0,6% del PIB mundial. Cerca de la mitad de estas ganancias son blanqueadas dentro de la jurisdicción donde se han generado, ingresando al sector bancario o de bienes inmuebles o a través de otros tipos de inversiones.
La industria de la minería es actualmente una de las principales fuentes del crecimiento económico en la región andina y una fuente importante de lavado de dinero. En algunos casos, las organizaciones criminales convierten el oro en joyería, la cual puede ser transportada con mayor facilidad que el dinero en efectivo.
Las organizaciones delictivas internacionales necesitan convertir el dinero en efectivo a moneda nacional para facilitar su introducción al sistema financiero y luego tomar las medidas correspondientes para el blanqueo de ese dinero. En los países en los cuales se utiliza el dólar estadounidense esta medida no es necesaria. Otros países que son atractivos para la conversión del efectivo son aquellos que tienen mercados cambiarios paralelos (como Argentina y Venezuela) en los que es alta la demanda por dólares en efectivo, lo cual resulta conveniente y rentable para la conversión.
La influencia negativa de estos mercaderes en las economías emergentes, queda a la vista. La corrida cambiaria y la consecuente devaluación de la moneda argentina en diciembre ‘13, pudieron haber sido también ayudada por los nuevos “productores”.
Bastaría aplicar, como medida de transición, la apertura de los libros (abolición del secreto comercial y bancario), a los principales bancos e industrias del mundo, investigando el origen de los fondos de las cuentas, para poner al descubierto el olor a droga de todo color y pelaje que emanaría de las mismas. Es inconcebible combatir el narcotráfico sin combatir el capital que producto de él se acumula. Es imposible hacer esto sin atacar el capitalismo en su conjunto, ya que en él se disuelven los dineros de todas las monedas y de todos los orígenes.
La ineficiencia de un sistema
Los mismos moralistas que se escandalizan por el aumento del tráfico de drogas, reconocen que en 2011[3], el número de muertes relacionadas con las drogas se estimó en 211.000. “La mayoría de esas muertes se produjo entre la población más joven de consumidores y, en gran medida, podía haberse prevenido” (sic).
La CICAD informa que el cannabis sigue siendo la droga más consumida a escala mundial. Se cultiva en casi todos los países del mundo y se calcula que entre 130 y 190 millones de personas la fuman al menos una vez al año, si bien estos parámetros no son muy ilustrativos desde el punto de vista de la adicción. Mientras que el mercado de los opiáceos y de la cocaína sigue disminuyendo, el consumo de drogas sintéticas está en aumento. Se estima que el número total de personas que consumen estimulantes de tipo anfetamínico – aproximadamente entre 30 y 40 millones – superará pronto al número de consumidores de opiáceos y cocaína juntos.
Es interesante, rescatar del informe que “en la escena de las drogas han aparecido sustancias perjudiciales con una regularidad constante, el sistema de fiscalización internacional de drogas está fallando por primera vez ante la rapidez y creatividad del fenómeno de las nuevas sustancias psicoactivas (NSP)” (sic).
El número de NSP notificadas por los Estados Miembros a la UNODC aumentó de 166 a finales de 2009 a 251 a mediados de 2012, lo que supone un incremento de más del 50%. También hay que sumar la “expresión brutal del mercado negro, que ha generado nuevos consumidores pobres con los sobrantes de la cocaína exportable” -cocaínas fumables que en la Argentina se conocen como Paco. Nada se desperdicia en el capitalismo, todo absolutamente todo se convierte en ganancia.
Es interesante ver, entonces, como para cualquier mercancía, el capitalismo permanentemente produce modificaciones y optimizaciones en la producción para abaratar sus costos y acrecentar sus ganancias, lo mismo sucede con las drogas. La producción en serie, a un ritmo inimaginable de una pastilla que hasta estandariza el tipo de consumo. En la forma de ingerirlo, en la equiparación a un “medicamento”, a algo “curativo”.
No sólo están “desbordados” por la cantidad de “nuevas” drogas sintéticas, las cuales ni siquiera pueden terminar de enumerar. También son incompetentes en lo que ellos denominan la “guerra contra las drogas” vigente en el mundo desde 1961, que se basaba en el supuesto de que una reducción de la oferta elevaría los precios en el mercado y desalentaría la demanda.
“Esos objetivos, obviamente no se han cumplido y el número de usuarios no cesó de crecer, pese a la legislación punitiva impuesta por intereses ajenos a los nacionales, que ha llenado las cárceles de pequeños expendedores y consumidores, extendido una inmensa red de corrupción que afecta la funcionalidad de los Estados, desnaturalizado los sistemas judiciales y el rol de la policía y desequilibrado la proporcionalidad de las penas”[4].
A confesión de parte, relevo de pruebas.
La cultura de la decadencia capitalista
La “cultura narco”
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”. (Karl Marx – Federico Engels; La Ideología Alemana)
Habría que preguntarse si realmente existe una “cultura narco” o si más bien, no es la expresión de la descomposición de la cultura burguesa. La expresión sin mediación de lo que la burguesía a diario construye con un discurso hipócrita. No es acaso la barbarie de las decapitaciones en México o de los asesinatos mafiosos en Argentina, lo mismo que en nombre de la “democracia” hace el capitalismo de EEUU o de Europa en África o en Medio Oriente.
¿Es acaso muy diferente la estructura y la defensa de los intereses de los cárteles y el de las multinacionales? ¿Son distintos, los soldaditos que custodian los bunkers de drogas en Rosario (Argentina) que los paramilitares que defienden las tierras de los oligarcas en Brasil? ¿Son diferentes, acaso los sicarios que intentan desbancar un gobierno democrático como el de Venezuela?
¿Cuántas diferencias reales hay entre los narcos y la burguesía que se ha estado enriqueciendo siendo parte de este gran negocio?
Se estima que el 90% del tráfico de drogas a nivel mundial, escapa a las acciones de la policía, y no escapa casualmente, sino con la participación activa del Estado burgués. Porque la adicción significa tanto la destrucción física como moral de millones de trabajadores jóvenes, convirtiéndose en un verdadero genocidio.
Es prácticamente imposible mover en el mundo una cantidad de bienes sin la ayuda de los órganos de control, la policía, el Estado financiero y la burguesía. Las pequeñas incautaciones son sólo para mostrar la caricatura de un Estado que combate la delincuencia organizada.
Pero, por otro lado, el Estado capitalista con su hipocresía reprime a trabajadores y jóvenes en las periferias urbanas donde dicen combatir el tráfico de drogas. Utilizan esta excusa para reprimir y prevenir cualquier forma de organización de los trabajadores en los barrios más humildes.
La distribución masiva de drogas por parte del capitalismo en su fase imperialista, cumple la función de la realización del comercio capitalista y el papel social de control y destrucción del movimiento obrero, en particular la juventud trabajadora. Es utilizado por el capitalismo para desmantelar las organizaciones de trabajadores y destruir la conciencia de clase y cualquier intento de luchar que se pueda desarrollar entre los jóvenes.
Basta con mirar el papel desempeñado, por el Departamento de Estado de EEUU entre los Panteras Negras, que combinó la represión de es este movimiento con la introducción de crack en los años ‘80, provocando el abandono de la lucha de miles de jóvenes trabajadores de la comunidad negra y su posterior derrota. Con otros artífices, tras la rebelión popular en el 2001 en Argentina, se inunda las calles de los barrios más pobres con “paco” (una droga de bajo costo similar al crack elaborada con residuos de cocaína) que pretendía barrer con la organización popular que resistía las políticas neoliberales.
La lucha contra las drogodependencia, es parte de la lucha de la clase trabajadora contra su propia destrucción. No es una cuestión moral, sino que es parte de la lucha contra un instrumento de dominación de la burguesía.
Mi amor, la libertad es fanática;
ha visto tanto hermano muerto,
tanto amigo enloquecido,
que ya no puede soportar
la pendejada de que todo es igual,
siempre igual, todo igual, todo lo mismo…
(Blues de la libertad, Patricio Rey y los Redonditos de Ricota)
Para los marxistas la cuestión de las adicciones no se puede abordar desde un punto de vista moral. Nuestra lucha contra las drogodependencia no es por la ética y la defensa de la ley. La lucha de los revolucionarios, es el resultado del análisis de su papel social.
Tanto los partidarios de la prohibición como de la legalización no tienen ninguna alternativa ética y política creíble para proponer a los jóvenes. Sólo la del consumo, incluso la del autoconsumo: nada trascendente actúa de contrapeso. Los dos ángulos caen en la impotencia, porque emergen de la clase social productora de la explotación, de la enajenación, de la drogadicción.
Tampoco, la visión de la pequeña burguesía de autoabastecerse a partir de plantar cannabis para uso personal, ofrece una salida de conjunto al flagelo de la utilización de la droga como forma de control social hacia los jóvenes por parte de la burguesía.
Bajo la bandera de la libertad de consumo fundamentada en la supuesta garantía de las libertades individuales del Estado burgués, que abrevan del “libre albedrío”, se quiere argumentar que consumir cualquier tipo de droga es una decisión individual y privada. Pero, el significado de la libertad no se limita a la ausencia de coerción sino que llega a ser una fuerza positiva mediante la cual el ser humano puede confirmar su individualidad positiva. Marx describió esta noción positiva de la libertad como la realización de todas las posibilidades y la satisfacción de las necesidades, la total cooperación con sus semejantes en un ambiente de reciprocidad, con el fin de incorporar la libre actividad de la naturaleza en la actividad humana. Por consecuencia, la libertad personal sólo puede existir dentro de una comunidad, dentro de un conjunto integrado y diverso de relaciones entre los seres humanos en un acto de libre creación, en un cambio radical de su relación con la naturaleza y en el logro de una autonomía mediante una mayor conciencia de las necesidades naturales.
“Para Hegel la libertad consiste en comprender la necesidad. “La necesidad es ciega mientras no es comprendida”. La libertad no consiste en el ensueño de una acción independiente de las leyes de la naturaleza, sino en el conocimiento de dichas leyes, que permiten hacerlas actuar sistemáticamente en vista de ciertos fines determinados. Y tan cierto es esto de las leyes del mundo exterior como de las que rigen la existencia física y psíquica del hombre: dos órdenes de leyes que a lo sumo pueden separarse en el pensamiento, pero que son inseparables en la realidad. La libertad de la voluntad no es, pues, otra cosa que la capacidad de decidirse con conocimiento de causa. De donde resulta que, cuanto más libre sea el juicio de un hombre con relación a una cuestión determinada, mayor es la necesidad que determina el contenido, la materia de ese juicio; mientras que la incertidumbre proviene de la ignorancia, la inseguridad que parece producir una elección arbitraria entre un gran número de decisiones posibles, diversas y contradictorias, prueba por sí misma que no es libre y está dominada por el objeto mismo que debería dominar. La libertad consiste, por tanto, en esa soberanía sobre nosotros mismos y sobre el mundo exterior, fundada en el conocimiento de las leyes necesarias de la naturaleza; la libertad es, pues, necesariamente un producto de la evolución histórica”. (Federico Engels, Primera Parte: La moral y el derecho – Libertad y Necesidad. Anti Dühring).
En este punto, es fundamental que la clase obrera levante un programa partiendo de las necesidades elementales de las masas. Por ello, entendemos que la despenalización del consumo, es un primer paso.
Debemos destacar, por un lado, la más absoluta falta de derecho del Estado burgués y sus instituciones para perseguir y condenar a nadie. Y en segundo lugar, que los únicos ilegales para ese Estado, los únicos reprimidos, son los consumidores y los pobres. Los grandes jefes del narcotráfico ya están legalizados con el financiamiento de los dineros de los bancos, con la complicidad de jueces, políticos, funcionarios, jefes sindicales y la connivencia de las fuerzas de “seguridad”.
Por ello, la consigna de despenalización limita el avance del Estado en la represión de los consumidores y la judicialización de la adicción. Entendemos que esta demanda, debe estar garantizada por los más amplios derechos democráticos, ya que es el mismo Estado, a través de su brazo armado y de la Justicia quien “inventa” causas a pesar de contar con esta garantía, como en Brasil. Derechos democráticos que necesariamente deberán ser garantizados por la organización de bases en las fábricas, barrios, escuelas, universidades, etc.
Conjuntamente se hace imprescindible, la creación de comunidades terapéuticas, para las personas con dependencia sistemática de drogas y/o alcohol, bajo control de los trabajadores y jóvenes; al mismo tiempo, que el Estado les garantiza educación y trabajo estable.
Es necesario, también la creación de una red sanitaria para atender a los consumidores, eficaz, gratuita y a cargo del Estado.
Como mencionamos más arriba, la expropiación bajo control obrero de todos los bienes y fortunas de los narcotraficantes –incluido los provenientes de “lavado de activos”- para ponerlos a disposición de las comunidades terapéuticas bajo control bajo control de organizaciones sindicales, de vecinos y de familiares afectados.
Ante la connivencia de las fuerzas de seguridad, el Estado y la Justicia burguesa, es imprescindible una política de autodefensa y de una policía comunitaria bajo control de los trabajadores que limite la violencia de los narcotraficantes.
Cuando la noche es más oscura
se viene el día en tu corazón
El tesoro que no ves
La inocencia que no ves
Los milagros que van a estar de tu lado
Cuando comiences a leer de los labios
Y a ignorar los embustes y gustar
Con tu lengua de las aguas que son dulces
Aunque te sientas mal
Si no hay amor que no haya nada entonces, alma mía
No vas a regatear!
Un hermoso día el de hoy!
Ay! Qué bello día es hoy!
Está para desatar nuestra tormenta
Que va a tronar por el dolor
(El Tesoro de los Inocentes, Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado)
“…La historia nada hace, “no posee una inmensa riqueza”, “no lucha ninguna lucha”! Es, por el contrario, el hombre, el hombre vivo, real, el que hace todo eso, el que todo lo posee y libra de todas las luchas; no es la “historia”, por ventura, la que usa al hombre en cuanto medio para alcanzar laboriosamente sus objetivos, los de ella – como si fuera una persona aparte–, sino que ella no es ninguna otra cosa que no sea la actividad del hombre que persigue sus propios objetivos.” (Karl Marx, La Sagrada Familia, pág. 105)
“Toda teoría es gris, querido amigo, y verde es el dorado árbol de la vida”, dijo el genial Goethe. Podemos describir y comprender cómo el capitalismo deshumaniza al hombre, pero al mismo tiempo, no podemos soslayar que siempre la vida pugna por resurgir. La dialéctica nos enseña que tarde o temprano todo se vuelve en su contrario. Esta ley dialéctica ha sido sorprendentemente reivindicada por los acontecimientos de los últimos años.
El nuevo período que se inició con la crisis abierta en el 2008, tiene su reflejo en una intensificación de la lucha de clases, el mundo ha entrado en un nuevo período de inestabilidad económica, social y política. El sistema capitalista crea y destruye históricamente su equilibrio interno. En un intento de restaurar el equilibrio económico, la burguesía ha destruido el equilibrio. Revolución y contrarrevolución están a la orden del día.
Las inagotables luchas de los jóvenes y trabajadores por mejores condiciones de trabajo y de vida, el cuestionamiento al sistema capitalista como fuente de la miseria humana, los miles de intentos por superar este estado de cosas, la autoorganización de milicias populares en México, la incorporación a la política de miles de jóvenes en América Latina, la radicalización de los estudiantes en Gran Bretaña, Grecia, España, EEUU, Chile, etc.
Las huelgas generales en Grecia, España, Portugal, Turquía, Brasil, el proceso revolucionario abierto en Egipto, las manifestaciones en EEUU, el proceso revolucionario en Venezuela, y el giro hacia gobiernos más progresistas en América Latina, el liderazgo del Congreso Nacional Africano (ANC) en el extremo sur de África, las huelgas generales en India e Indonesia, son todos indicios claros de que la revolución ha comenzado.
Dondequiera que miremos, vemos signos de inestabilidad y crisis. El sistema capitalista está sufriendo su agonía. Tensiones insoportables se están acumulando en todos los niveles. La fuente del malestar general en la sociedad no sólo son los factores económicos, sino también el desencanto con todas las instituciones existentes de la sociedad capitalista. Obviamente, las condiciones no son las mismas en todas partes. Pero, en todas partes, hay un descontento, la sensación de que la sociedad va muy mal, que esto es intolerable y que los partidos y los dirigentes actuales no nos representan.
Las condiciones objetivas para la revolución están maduras; o están madurando rápidamente. Pero el factor subjetivo aún falta. Como sostuvo Trotsky en El Programa de Transición: “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de dirección del proletariado”.
Es necesario, entonces, enfrentarse a la tarea de construir las fuerzas del marxismo con un sentido de urgencia entendiendo que el camino hacia las grandes victorias del futuro se preparan con una serie de pequeños éxitos en el presente.
Sumate a la construcción de la Corriente Marxista Internacional.
Avancemos hacia la Revolución Socialista Mundial.
[1] La desmesura caracteriza la consumición moderna, transformándola así en adicción, es decir en esclavitud. Esclavitud hasta en el gusto y en su imposición ideológica, ya sea estética o de estatus social.
[2] El problema de las drogas en las Américas: estudio. “La economía del narcotráfico, Organización de los Estados Americanos – CICAD 2013, ISBN 978-0-8270-6003-6
[3] RESUMEN EJECUTIVO, INFORME MUNDIAL SOBRE LAS DROGAS 2013 – UNODOC Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
[4] Este desolador balance fue presentado por el director del Consejo Ecuatoriano de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, Rodrigo Vélez, en la Sesión de Alto Nivel de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas, que se reunió en marzo de 2014 en Viena, con asistencia de 120 naciones.
Algunos de los muchos textos consultados para escribir este artículo:
Jóvenes y prácticas de consumo de pasta base en sectores populares – Lic. Daiana Bruzzone Drogas y relativismo cognitivo “progre” – Rolando Astarita Una perspectiva cultural de la adicción Inmaculada – Jáuregui Balenciaga A droga do imperialismo a camps – Andreu Camps El problema de las drogas en las Américas: estudio Capítulo 4: La economía del narcotráfico – Organización de los Estados Americanos – CICAD 2013 INFORME MUNDIAL SOBRE LAS DROGAS 2013 Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito ‘DROGAS’ Instrumento de destruição da juventude e pilar de sustentação do capitalismo – Fábio Ramirez