Bolivia: Victoria de Rodrigo Paz ¿Ahora qué?

Bolivia oficialmente tiene a su próximo presidente: Rodrigo Paz, candidato de la centro-derecha. En una segunda vuelta donde la izquierda estaba completamente ausente, uno tal vez podría alegrarse de que al menos no ganara el archireaccionario prostituto del imperialismo Jorge «Tuto» Quiroga. Sin embargo, algunos de los primeros actos del presidente-electo incluían ponerse en contacto con el gobierno de EEUU para coordinar un rescate a la crisis de los combustibles, además de una llamada con la mosca María Corina Machado y otra con el canciller de Israel. Todo esto en las primeras 24 horas después de su victoria. Malos augurios.

Como era de esperarse, un sector considerable de aquellos que en la primera vuelta votaron nulo o blanco, en esta segunda vuelta se alinearon detrás de Paz, para evitar la victoria de Tuto, considerado por muchos como el mal mayor. Pero no fue solamente eso: la figura de Edmand Lara ha resultado central para el atractivo del PDC con sectores más oprimidos. «Viene de abajo, es uno de nosotros. Paz no conoce la pobreza, no sabe cómo vivimos» fueron las palabras de una votante por el PDC en La Paz. Adicionalmente, su historia como activista anticorrupción le ha ganado puntos con mucha gente. Todo boliviano ha tenido que lidiar con la corrupción de policías, funcionarios y burócratas, es un fenómeno omnipresente. Sin embargo, tenemos que advertir a los que tienen ilusiones en el capitán: la corrupción es un resultado natural e inevitable del capitalismo: incluso los Estados de los países capitalistas avanzados son nidos de corrupción, solo son mejores en ocultarlo. Si Lara se vuelve demasiado molesto, no cabe duda de que será echado a un lado. Sin embargo, más probable es que se vea obligado a «comportarse».

¿Qué le depara el futuro a este nuevo gobierno? No podemos olvidar que EEUU ejercerá -probablemente ya está ejerciendo- una presión gigantesca para reconquistar a Bolivia a su esfera de influencia, tomando en cuenta que su histórico «patio trasero» se ha convertido en uno de los principales escenarios de la contienda inter-imperialista entre China y EEUU. Habiendo China ganado amplio terreno en los últimos 20 años, ahora el imperialismo estadounidense quiere asegurar su control sobre esta región estratégica. Bolivia en particular se orientó fuertemente hacia China durante los gobiernos del MAS. Estados Unidos en definitiva tiene intereses en el país, considerando la riqueza mineral que existe bajo nuestros pies. Las reservas de litio bajo el salar de Uyuni nuevamente se están convirtiendo en un tópico ampliamente discutido: inversores internacionales que antes se veían espantados por la insistencia del MAS de que exista control estatal del litio ahora nuevamente tienen un interés mayor en participar del saqueo.

Parte de esta reorientación hacia EEUU es la promesa de Paz de someter a escrutinio los contratos firmados anteriormente con empresas rusas y chinas para «fortalecer la transparencia». Sin embargo, aquí se empieza a ver las contradicciones de la situación en la que está entrando el nuevo gobierno. Un inversor estadounidense comentó que le alegraba el giro pro-EEUU, pero que si se anulaban los contratos con China y Rusia, no invertiría en el país (porque qué garantiza que no los anulen a ellos). La burguesía boliviana está económicamente mucho más atada a China que a Estados Unidos, incluso los agrocapitalistas ultra-reaccionarios exportan la mayoría de su producto hacia China. Sin embargo, políticamente su orientación es hacia EEUU. Esta no es una situación que pueda durar en el contexto de conflicto interimperialista de hoy en día: hay que elegir un bando, y podemos estar seguros de que la presión de ambos lados será inmensa, solo hace falta ver lo que está sucediendo con Colombia, Venezuela y Brasil. El conflicto también se expresa en la cuestión de hacia qué organismos internacionales debería dirigirse el país para conseguir un préstamo que solucione la crisis. Aquí igual, la tendencia parece inclinarse hacia el FMI: a pesar de que durante la campaña Paz había rechazado esa posibilidad, ya se ha reunido con oficiales de dicha institución. Sin embargo, todavía no ha sentido la presión desde abajo: el FMI es ampliamente odiado en el país, y algo similar ocurre con regalar los recursos naturales al imperialismo, sea cual sea su bandera. Las tradiciones de las guerras del agua y del gas se mantienen en las mentes de los trabajadores y pobres de Bolivia.

Aun así, por ahora la población está a la espera: tienen muchas expectativas del gobierno entrante; solución a la crisis, trabajo, seguridad, un futuro para sus hijos. Podemos decir ya ahora que todas estas expectativas se verán defraudadas. Todos los economistas burgueses están de acuerdo que lo que le toca a Bolivia ahora es el ajuste: «años difíciles». Se vienen ataques a toda una serie de conquistas obtenidas en el pasado. Los únicos que se seguirán beneficiando serán los capitalistas, que ahora dominan de manera aplastante el Estado. Después de casi 20 años de alianza tambaleante con el MAS, por fin tienen en el gobierno gente de confianza.

Seamos claros: el resultado de estas elecciones no es la victoria del «mal menor,» es la derrota de los pobres y trabajadores del país. Y la culpa de este resultado la tiene la izquierda reformista. Totalmente incapaz de ofrecer una salida a la crisis que se había vuelto omnipresente en los últimos años. En su lugar, se dedicaron a pelearse internamente y maniobrar en busca del poder político. Veinte años de gobierno casi hegemónico hizo al MAS completamente dependiente de la teta del Estado, y la desesperación por seguir mamando era la consideración central de todos. ¿Qué políticas ofrecían? En el mejor de los casos un retorno a un pasado que ya no era posible repetir, siempre basado en el mito de la existencia eterna del capitalismo. Estos políticos han perdido toda fe en la posibilidad de crear un mundo radicalmente diferente, donde los seres humanos puedan desenvolver todo su potencial. En su lugar intentan desesperadamente salvar un sistema condenado. Si no se supera esta limitación (ver el poder estatal burgués como el objetivo final de toda lucha política) la izquierda terminará de colapsar. Es absolutamente esencial estudiar fría y críticamente los errores de los últimos 25 años, y desarrollar una propuesta política que vaya más allá de los límites de un sistema capitalista en total descomposición. Esta es la única alternativa real.

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