Artículo realizado el 20/09/2017
Desde el núcleo militante de la Corriente Marxista Internacional – Lucha de Clases de Bolivia queremos expresar nuestra solidaridad a los vecinos y compañeros aimaras de Achacachi víctimas de una intervención policial llena de excesos y actitudes humillantes. Al mismo tiempo queremos extraer las más importantes lecciones de su lucha.
1 Naturaleza del conflicto
Achacachi reivindica la renuncia de un alcalde y la liberación de los que fueron detenidos por denunciarlo. Es una lucha cívica contra la corrupción y la arbitrariedad de todas las instituciones del Estado, las que se eligen y las que no, que revela además la solidaridad de todo el aparato estatal a la hora de encubrir sus abusos.
Fiscales, Defensor del Pueblo, dirigentes del MAS, jueces y hasta el Vicepresidente: todos tienen una chicana institucional en defensa de las garantías constitucionales de un alcalde oficialista acusado de corrupción, mientras la ley cae con todo el peso de su perversidad sobre los que han revelado las malversaciones de la gestión municipal.
La imagen nítida que restituye esta lucha, que no es única en su género, es la de un Estado cuya inequidad es reforzada con la fuerza del MAS. Es este grado de cohesión del MAS con el despotismo estatal el indicio más claro de su degeneración. Se confirma nuevamente la ley que ha condenado más de una experiencia reformista en la historia: cuando la izquierda llega al poder sin transformar al Estado burgués, este transforma a la izquierda.
2 Matices indígenas de la lucha cívica
Se trata, repetimos, de una lucha cívica, es decir donde prevalece el sentido de participación ciudadana a la vida pública. Sin embargo Achacachi es sinónimo de lucha nacional indígena. En este sentido el esfuerzo que se hace desde el MAS para escindir la componente indígena de la lucha es tan inútil como el de los que quieren ver en la misma el divorcio de los aimaras con el gobierno autoproclamado indígena.
Todos de este conflicto (lea a propósito los Antecedentes del conflicto de Achacachi) se filtra inevitablemente en las facetas de la cuestión indígena entendida como: retraso y marginalización material; emancipación nacional de corregidores impuestos desde el poder central, como el alcalde Edgar Ramos; autoreconocimiento indígena en el poder estadual. Pero aquí como en otras circunstancias la represión a los indígenas se hace desde ellos, en su nombre y “por su bien”, lo cual hace más tortuosa la elaboración de una reacción política.
Cuando intervino en el TIPNIS, los Yungas o Takovo Mora el gobierno utilizó la presencia de ONGes para desvalorizar cualquier alternativa a su modelo desarrollista apoyado en un bloque social reaccionario de multinacionales y hacendados. En Achacachi se escuda detrás de Tuto y Doria Medina para ocultar la influencia de formaciones políticas como el Movimiento Por la Soberanía y el Movimiento Tercer Sistema, las dos de matriz indianista y hace un tiempo coyunturalmente internas al MAS.
La intervención de estas fuerzas contribuye a dar matices indianistas a la lucha cívica de Achacachi. La derecha podrá capitalizar la lucha de Achacachi solo y cuando el gobierno le haga el trabajo sucio de desplazar a estas formaciones políticas de su camino.
3 Achacachi indígena
Achacachi tiene un saludable debate político transversal entre cantones rurales y área urbana, centrado en diferentes opciones de lucha por la emancipación nacional indígena. Su levantamiento no significa divorcio entre la base indígena y el MAS porque nunca hubo este matrimonio, más bien el actual alcalde Edgar Ramos fue elegido a falta de alternativas pero en un contexto de rechazo generalizado, incluso en el propio núcleo militante del MAS.
La tesis de García Linera de la “rencilla clasista” entre campo y ciudad, que coloca la consciencia indígena del lado del alcalde Edgar Ramos edificando un museo antropológico de estatuas de cera donde el indígena-comerciante perdió su pureza étnica y potencialidad revolucionaria, sirve solo a tranquilizar al funcionario público medio, descolonizado con desfiles de ponchos rojos, k’oas, doble vías y partidos de la selección. Pero no aporta nada a la verdad, falsifica la sucesión de los hechos y oculta información importante, como que Edgar Ramos es un ex policía amotinado, cooptado al MAS con la plata de Achacachi según la teoría del vice que el último invitado es más importante que cualquier militante del partido.
En primera instancia el conflicto ha enfrentado entre sí a condiciones indígenas: de un lado la que, desde su aislamiento y dependencia, se negocia como masa de maniobra; del otro la que impugna al Estado desde una visión ideológica y una muy relativa autonomía material. García nos da un ejemplo de su falsa consciencia transformando el gobierno indígena en Pacto Militar Campesino cuando cita la participación de los ponchos rojos al desfile de las FFAA para demostrar la unidad entre la Achacachi indígena y su gobierno. Sin embargo la revelación nos da pautas para, a través de la analogía histórica, entender el desarrollo de la lucha indígena.
Pese a la apariencia negociada y participativa inscrita en su nombre, el Pacto Militar Campesino se fundaba en el paternalismo de un líder natural, expresión del aislamiento, la dispersión y la lejanía del poder real del movimiento indígena. El quiebre de este reclutamiento indígena al Estado burgués y colonial se reflejó en un más profundo debate sobre los caminos de la lucha por la emancipación nacional: por un lado favoreciendo la introducción del elemento clasista (el “somos clase explotada y nación oprimida”), por el otro radicalizando el nacionalismo indianista.
Hoy emanciparse del tutelaje del gobierno indígena significa: para algunos renunciar a la identificación étnica, como visto en el último censo, a favor de identidades más directamente políticas y de clase; para otros radicalizar la lucha nacional apoyando fuerzas políticas en ascenso entre los aimaras paceños como el MPS que replantea electoralmente la estrategia guerrillera desde campo a la ciudad o el MTS que negocia con blanco-mestizos desde una perspectiva étnica y comunitaria.
4 Fuerza y debilidad de la lucha: Achacachi y el MAS
La lucha en Achacachi nace de organizaciones vecinales, que por su misma naturaleza y características, son capaces de extender su convocatoria a combatir la corrupción a sectores amplios de electorado evista y masista de este municipio, los cuales encuentran en ellas la manera de expresar su voluntad de redimir el proceso y recuperar a una democracia no solo formal el instrumento político que lo conduce.
Cuando, por efecto de las detenciones y de los enfrentamientos, necesita de una dirección política, Achacachi, que vota por Evo en masa, no tiene inconveniente alguno en marchar detrás del Mallku y demás cuadros políticos de organizaciones preexistentes como el MPS y el MTS en las cuales pueda reconocer una cierta coherencia con las razones y la perspectiva indígena de su lucha. No los encuentra en el MAS no porque este sea el partido del alcalde, sino porque por su naturaleza plebiscitaria, su estructura vertical acorde a su esencia de maquinaria electoral y su integración en el aparato estatal burgués, el MAS no puede canalizar en su interior ni este ni otros conflictos similares.
Sin embargo los métodos sectarios y rurales del Mallku han debilitado la lucha. Si bien en un principio su presencia ha logrado ganar el apoyo de otras comunidades próximas a Achacachi, una vez agotada estas posibilidades ha faltado una vinculación, por ejemplo, con la lucha obrera a pesar del paro convocado por la COB que demandaba la solución del conflicto de Achacachi entre sus reivindicaciones. A pesar de tener la oportunidad, no se hizo ningún llamado a la base del MAS de la región para que se sume a la lucha y la utilice como plataforma para la regeneración del partido. El aislamiento que ha propiciado la violenta intervención policiaca del domingo 17 se ha generado de estas premisas.
5 Achacachi para los marxistas
Independientemente de cómo concluya este conflicto, Achacachi está marcando una pauta. Es solo por esto que los marxistas, que estamos interesados al desarrollo de las contradicciones que justifican la necesidad de la transformación social y no a los divorcios que preocupan al gobierno, consideramos necesario detenernos en el análisis de esta lucha.
Desde el punto de vista programático Achacachi demuestra el nuevo fracaso de todas las hipótesis de solución constitucional de la cuestión indígena y del Estado. Los derechos que debían armar a la ciudadanía se revelan puras formalidades inalcanzables a la iniciativa ciudadana, como el revocatorio rechazado por Achacachi. El alcalde no podría ganar un revocatorio ni confirmando los votos con los cuales fue electo, pero los efectos de este referéndum se verían en un año o más, es decir casi a conclusión de su mandato.
Solo con un gobierno obrero y campesino basado en la planificación de las palancas fundamentales de la economía ejercida a través de Asambleas Populares instaladas en cada lugar de trabajo, barrio, cantón y sindicato agrario con la facultad de elegir y revocar en cualquier momento y con efecto inmediato a sus delegados a las instancias superiores, se podrá acabar con la explotación laboral, la opresión nacional y la arbitrariedad del Estado. Es decir solo demoliendo al Estado burgués.
En las peculiares condiciones bolivianas, la lucha por la emancipación nacional se ha dado históricamente o como destrucción de Bolivia o como indianización de Bolivia. Por esto planteamientos como la “autodeterminación” indígena carecen aquí de significado. De las dos opciones la primera es inviable y la segunda solo es posible si la lucha nacional es conquistada por el programa de la revolución social. En Achacachi se muestra nuevamente el papel de vanguardia hacia el mundo indígena de profesores, tales como todos los dirigentes cívicos achacacheños arrestados, que son el primer terminal de las inquietudes de las comunidades y el enlace natural entre estas y el movimiento obrero organizado.