Bangladesh: La tragedia de Savar muestra el verdadero rostro del crecimiento bajo el capitalismo

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savar building collapseMientras que un gran número de trabajadores siguen desaparecidos y se teme que hayan muerto, sus familiares han salido a la calle para protestar contra la brutalidad del sistema económico capitalista que causó esta tragedia. Este último incidente tuvo lugar apenas cinco meses después del incendio en las fábricas Tazreen Fashions, en la localidad de Ashulia, cercana a Dacca, en la que murieron calcinados más de 110 trabajadores. Nadie ha sido declarado responsable todavía, y mucho menos se ha aplicado justicia por ese incidente.

 

Nadie sabe cuántas personas estaban trabajando en el edificio de seis plantas conocido como Rana Plaza, que albergaba cinco fábricas textiles, proveedoras de mercancías para marcas internacionales. Según algunas estimaciones, 3.122 trabajadores, en su mayoría mujeres, estaban dentro del edificio en el momento del colapso pero, en realidad, las cifras podrían ser mucho más altas. Debido a la falta de regulación y al incumplimiento de las leyes laborales, los trabajadores ni siquiera están registrados como empleados de los talleres. Tienen un estatuto jurídico equivalente a las herramientas de la fábrica, destinados exclusivamente a la explotación por parte de los empresarios. Tales condiciones son posibles porque, según algunos informes, sólo 18 inspectores supervisan las condiciones de seguridad de las más de 100.000 fábricas de ropa en los alrededores de Dacca.

 

La ausencia de los sindicatos, el rotundo fracaso en la aplicación de las leyes laborales y la negligencia absoluta en lo que respecta a la salud y la seguridad de los trabajadores son los rasgos que caracterizan a la industria textil en Bangladesh y en la mayoría de los países de Asia meridional, productores de mercancías baratas para los mercados europeos y norteamericanos. Las fábricas del edificio de Rana Plaza producían para marcas europeas como Benetton, Mango, Loblaw (Joe Fresh) y Primark.

 

En Bangladesh, la difícil situación de los trabajadores no es mejor que la de los esclavos en el Imperio romano o la de aquellos que construían pirámides bajo el imperio de los faraones egipcios. Esto se hace cada vez más evidente a medida que se tienen más detalles de la tragedia en Savar.

 

El 23 de abril de 2013, los trabajadores notaron grietas en el edificio e informaron a sus responsables sobre la posibilidad de un derrumbe. Tanto los dueños de las fábricas de ropa como Sohel Rana, propietario del complejo, restaron importancia a tales preocupaciones. Al día siguiente, los empleados se vieron obligados a acudir a sus puestos de trabajo a pesar de sus temores y después de que les dijeran que ingenieros expertos habían examinado y declarado el edificio seguro. Algunos trabajadores insistieron en que el edificio no era seguro, pero sus jefes los amenazaron con la pérdida de tres días de salario si se negaban a trabajar ese día. La amenaza se producía en un día de finales de mes, cuando estos trabajadores ya habían gastado lo poco del salario que perciben, por lo que se vieron obligados a trabajar ante el temor de un recorte salarial. Por escandaloso que sea, es una situación que se da regularmente, muchos edificios se han derrumbado desde 2005 y han matado a cientos de trabajadores, y nunca se encuentran responsables.

 

Los esfuerzos de rescate han sido escasos y, desgraciadamente, lentos, muchos cuerpos aún están sepultados bajo los escombros, y el hedor atroz hace aún más difícil aumentar las labores de rescate.

 

La reacción de los trabajadores en todo el país fue de rabia y dolor. Cientos llegaron al lugar del derrumbe para ofrecerse como voluntarios en las operaciones de rescate. Muchos intentaban remover los escombros con las manos. Numerosos trabajadores se ofrecieron para donar sangre, así como medicamentos y otros servicios para las personas rescatadas del edificio. Se trata de una gran muestra de solidaridad entre la clase obrera y una prueba de la humanidad de estos trabajadores en agudo contraste con la crueldad de los representantes del capital, magnates de los negocios, que no dudaron en exprimir la última gota de sangre de los trabajadores en su búsqueda de beneficios.

 

Tras este incidente hubo una explosión de actividad entre los trabajadores y sus organizaciones, anunciaron huelgas y manifestaciones, y demandan que el dueño del complejo y los otros responsables del desastre sean arrestados inmediatamente y condenados a muerte. Miles de trabajadores llevaron a cabo protestas en Gazipur, Narayan Ganj y otras áreas.

 

Según el Financial Express de Bangladesh:

 

“Abdul Latif, agente de policía de Pallabi, dijo que los manifestantes salieron a las calles por la mañana, destrozando vehículos y tiendas de ropa, y bloqueando las carreteras. Y, agregó, que “la mayoría de las fábricas de ropa ubicadas en Kazipara, Shewrapara, Mirpur y Pallabi permanecieron cerradas tras las protestas. La policía ha recibido instrucciones de mantenerse alerta para evitar más problemas”.

 

También se produjeron fuertes protestas entre los trabajadores textiles de las zonas industriales de Shyamoli, Kolyanpur, Technical Crossing, Gulshan, Mohakhali, Tejgaon, Malibagh y Karwan Bazar. Hubo protestas frente al edificio de la BGMEA (Asociación de exportadores y fabricantes de prendas de vestir de Bangladesh) y en diferentes áreas de Gazipur, los trabajadores atacaron las fábricas una por una. El mismo escenario se vivió en la zona textil de Narayanga Daccanj.

 

El Director General de la policía industrial, Abdus Salam, dijo que se había reforzado la seguridad en todas las áreas textiles del país para evitar más incidentes. “La cólera de los trabajadores era demasiada para tener un enfrentamiento”, dijo Joydevpur, policía de Kamruzzaman. “Se paralizó el tráfico en las carreteras de Tangail-Dacca y Dacca-Mymensingh durante las protestas”.

 

“Después, las ocho organizaciones de trabajadores del sector textil convocaron huelgas para el domingo en todas las fábricas de ropa de todo el país. Instamos a los dueños de las fábricas a dar el día libre a los trabajadores ese día de modo que la huelga se desarrolle pacíficamente”, dijo Mushrefa Mishu, presidenta del Foro de Trabajadores del Textil Sramik Oikya. Dijo que la tragedia de Savar es un ejemplo del maltrato que sufren los trabajadores en la industria de la confección.

 

Las otras siete organizaciones implicadas en la convocatoria de la huelga fueron el sindicato textil Sramik Kendra, Sramik Sangram Parishad, integrada por la Federación de Trabajadores Textiles de Bangladesh, Sramik Sanghati, Federación Jago Sramik de Bangladesh, Federación Samannita Sramik, Bangladesh Sramik Mukti Andolon y Biplabi Sramik Sanghati.

 

Otras demandas de estas organizaciones incluyen: preparación de una lista de los muertos y de los trabajadores heridos, compensación justa para las personas afectadas, tratamiento justo para los heridos, aumento del subsidio de un 50%, fijar el salario mínimo en 8.000 Tk y garantizar el derecho sindical en el sector.

 

El Presidente de Sramik Sanghati, Taslima Lima, dijo que la tragedia de Rana Plaza no habría ocurrido si el gobierno hubiera castigado al propietario de Tazreen Fashions por el mortal incendio que mató a 112 trabajadores hace cinco meses. “Esto no puede continuar así. Exigimos rotundamente condiciones de higiene y medidas de seguridad en todas las fábricas”, dijo.

 

El Primero de Mayo se celebraron manifestaciones aún mayores de los trabajadores del sector textil, condenando las brutalidades de los capitalistas y los fracasos del Estado. Exigían, igualmente, mejores condiciones de trabajo.

 

Los opositores de derecha también anunciaron una huelga el 2 de mayo para derramar lágrimas de cocodrilo por las víctimas, con el fin de ganarle puntos políticos a la Liga Awami, actualmente en el gobierno.

 

De hecho, las políticas económicas de dichos partidos políticos son las mismas: seguir las doctrinas de liberalización y desregulación, como marca el FMI. Bangladesh nacionalizó su industria textil tras independizarse de Pakistán, en 1971. Esto fue precedido de un gran movimiento revolucionario en 1968-69 en el que los trabajadores exigían políticas socialistas. El movimiento, junto con el de Pakistán Occidental (actual Pakistán), logró derrocar al régimen militar del dictador Ayub Khan, pero no desembocó en una transformación socialista del país. Después de la independencia se realizaron grandes reformas, pero el sistema capitalista, junto con toda su brutalidad, permaneció intacto. A medida que el movimiento decaía la élite gobernante logró reafirmarse y aplastar al movimiento, masacrando a sus capas principales. Brutales dictaduras militares siguieron al asesinato del jeque Mujib, bajo cuyos mandatos se llevó a cabo el plan de privatizaciones conforme a los dictados del FMI y del Banco Mundial.

 

En los últimos años, Bangladesh ha alcanzado una tasa de crecimiento del PIB del 6-7% y es una economía en crecimiento a escala mundial. Según Goldman Sachs, está entre los próximos once países después de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China Y Sudáfrica). Este crecimiento se debe a la industria textil, con exportaciones de alrededor de $19.000 millones al año, lo que supone el 80% de los ingresos del país.

 

Alrededor de 3,6 millones de personas trabajan en este sector en Bangladesh, lo que coloca al país como segundo exportador mundial de ropa, después de China. El 90% de los trabajadores son mujeres, algunas de las cuales tan sólo ganan unos $38 al mes.

 

La ausencia de impuestos como los que se pagan en los países occidentales, junto con los bajos salarios, han ayudado a que las exportaciones textiles de Bangladesh alcancen los $19.000 millones anuales, el 60% de la ropa va a parar a Europa. Según el Ministerio de comercio de Bangladesh, de junio de 2011 a junio de 2012, el valor de las exportaciones textiles a la UE aumentó hasta los $11.370 millones ($10.520 millones el año anterior). Alemania es el principal mercado de la UE ($3.400 millones), seguido por el Reino Unido ($2.130 millones), España ($1.710 millones) y Francia ($1.270 millones).

 

Estos aumentos en los ingresos y en la tasa de crecimiento del PIB no se reflejan en las condiciones de vida de los trabajadores, que se hacen cada día más insoportables. Mientras tanto, los dueños de estas industrias y multinacionales extraen enormes beneficios, lo que demuestra la absoluta quiebra de las medidas exitosas en que se basan las tasas de crecimiento en una economía capitalista. Dicho crecimiento se logra a través de la terrible explotación de los trabajadores, que trabajan hasta la muerte, para obtener el máximo beneficio. Según un informe, los trabajadores tienen que coser un par de pantalones (para la marca Wal-Mart) cada seis minutos, a veces trabajando hasta 12 horas al día. Estos pantalones vaqueros se venden por unos $8 en los países occidentales, mientras que el trabajador obtiene menos de 2 centavos por ellos. Las duras condiciones de trabajo, que incluyen puertas cerradas en habitaciones húmedas y sofocantes junto con ventanas fijas con barras de hierro para evitar el robo, minan de por sí la vida de un trabajador promedio. Trabajan durante más de 12 horas seguidas en la misma rutina, a veces esto puede paralizar las extremidades de los trabajadores, que no disponen de ninguna cobertura médica ni seguro.

 

En Bangladesh, incluso la prostitución se considera mejor profesión que trabajar en una fábrica de ropa. Son las mujeres que no pueden encontrar trabajo en cualquier otro lugar pero deben sobrevivir y alimentar a sus hijos las que se ven obligadas a trabajar en estas condiciones horribles. Este tipo de explotación ha sido siempre parte integrante del sistema capitalista, basado en fines de lucro, un hecho que fue señalado por Karl Marx hace mucho tiempo.

 

“En su ciega pasión inevitable, en su sed de mano de obra excedente, el capital sobrepasa no sólo la moral, sino incluso los límites máximos meramente físicos de la jornada. Usurpa el tiempo de crecimiento, desarrollo y mantenimiento saludable del cuerpo. Le roba el tiempo necesario para el consumo de aire fresco y luz del sol… Su única preocupación es simple y únicamente el máximo de trabajo que puede rendirse con fluidez en una jornada laboral. Logra este fin acortando la media de la vida del trabajador, como un agricultor codicioso arrebata el aumento de la producción al suelo mediante la reducción de su fertilidad” (El Capital, capítulo 10).

 

La situación actual de los trabajadores en Bangladesh no difiere de los que vivían en el siglo XIX en Gran Bretaña –descrita con acierto por Charles Dickens en su novela, Tiempos difíciles:

 

Mucho se está hablando en los medios de comunicación nacionales e internacionales sobre la necesidad de una legislación estricta y regulaciones firmes para evitar futuros desastres. Además, el gobierno incluso ha logrado arrestar a los culpables y ha comenzado el juicio. Pero, al final, todo esto no conducirá a nada. Este sistema capitalista existe para proteger los intereses de la clase dominante y, de esta manera, condena a aquellos que viven en la pobreza y en la miseria a una vida de sufrimiento.

 

Sin embargo, la conciencia de la clase obrera en Bangladesh ha alcanzado un nuevo nivel después de un desastre como el ocurrido, y es un gran paso adelante para los trabajadores. Una serie de terribles acontecimientos ha sacudido la conciencia de los pueblos y, cada vez más, buscan liberarse de esta esclavitud salarial. Sólo el derrocamiento definitivo del capitalismo puede acabar con las condiciones de vida miserables. El capitalismo es horror sin fin, dentro de los límites de este sistema y de sus Estados nacionales, los dirigentes políticos y sindicalistas no pueden ofrecer genuinas reformas. Todos ellos hablan de gusto y derraman lágrimas de cocodrilo ante la muerte de los trabajadores y esto no puede traer un cambio real.

 

Apoyamos las demandas de los trabajadores del textil y apoyamos la realización de un juicio rápido a los culpables de esta tragedia, junto con la compensación a los trabajadores heridos y a familiares de los fallecidos. Pero también señalamos que toda esta brutalidad nunca podrá terminar a menos que el capitalismo sea derrocado.

 

Los ejemplos maravillosos de lucha de los trabajadores de Bangladesh han demostrado que tienen la voluntad, el coraje y la determinación para llevar a cabo esta tarea histórica. La necesidad de construir un partido revolucionario, similar al Partido Bolchevique en Rusia, se hace cada vez más importante en las presentes condiciones. Necesitamos un partido que pueda llevar a estos movimientos de la clase obrera hacia una victoria socialista final contra el capitalismo y el Estado burgués y, así, acabar con la miseria, hambre, pobreza y enfermedades para siempre.

 

[Nota del editor: este artículo se publicó el viernes 3 de mayo, el autor daba la cifra de más de 500 muertos en el desastre del edificio Rana Plaza, a las afueras de Dacca, capital de Bangladesh; las cifras ya superan los 800 trabajadores fallecidos y, como el propio autor del artículo expresaba entonces, muchos temen que el número de víctimas se eleve por encima de los 1000].