Austria entra en una nueva normalidad

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    Alexander van der Bellen“Una señal roja-blanca-roja de esperanza y cambio positivo; Una señal roja-blanca-roja [en referencia a la bandera nacional] va hoy desde Austria a todas las capitales de la Unión Europea”. Así lo dijo el auto-satisfecho liberal Van der Bellen en su discurso de victoria después de ganar las elecciones para el ceremonial cargo de presidente de la República austriaca.

Este circo electoral finalmente tuvo cuatro rondas antes de que un ganador pudiera finalmente ser nombrado. La primera elección, con seis candidatos, terminó en un desastre para los candidatos de los dos partidos gobernantes -los socialdemócratas y los demócratas cristianos- que recibieron conjuntamente menos del 23 por ciento de los votos. Tres outsiders -el candidato de la oposición derechista Hofer y los liberales independientes Van der Bellen e Irmgrad Griess- llegaron primero, segundo y tercera, respectivamente. Esto condujo a la caída del primer ministro socialdemócrata Faymann.

La segunda ronda de esta primera elección, sin embargo, fue cancelada por los tribunales en mayo debido a irregularidades en el proceso electoral. El resultado de éstas fue muy estrecho, con el liberal Van der Bellen recibiendo sólo 31.000 votos más que el candidato de extrema derecha Norbert Hofer.

Las elecciones en su segunda vuelta estaban programadas para octubre. Pero en una situación ridícula (causada por problemas técnicos por pegamento defectuoso de los sobres de votación) tuvo que ser pospuesta una vez más.

Las elecciones se celebraron finalmente el 4 de diciembre, y en nombre de la “estabilidad” los resultados fueron inmediatamente aceptados por todas las partes. Van der Bellen ganó con un margen de 350.000 votos (53,8%), con una participación relativamente alta del 74%, en una victoria inesperadamente clara.

Los medios internacionales hicieron hincapié en el resultado austriaco como un signo de esperanza después de los sobresaltos del Brexit y la victoria presidencial de Trump, y también después de las victorias de los candidatos pro-rusos en las presidenciales de Moldavia y Bulgaria.

Un reciente comentario en The Guardian refleja este alivio. Después de escribir con desdén sobre la “clase obrera blanca cabreada” (es interesante cómo para esta gente la clase obrera sólo existe cuando tienen que subrayar su propia supuesta superioridad cultural), el autor tiene un mensaje positivo para el establishment:

“En lugar de ver a Clinton y a Van der Bellen como anomalías, destellos en medio de una  tendencia inevitable hacia la dominación de la derecha radical populista, los partidos democráticos liberales y los políticos de todas las tendencias deben aprender lecciones de sus éxitos. (…) Copiar mensajes populistas puede funcionar para una o dos elecciones, si acaso, pero infligirá un daño duradero a la democracia liberal a largo plazo. La gran mayoría de la gente está buscando políticas convincentes y consistentes que aborden las realidades de los desafíos de hoy de una manera inclusiva y positiva”.

Hablemos de estas “realidades”.

Coalición de intereses

La campaña de Van der Bellen fue la campaña política más heterogénea que se haya visto nunca en un país capitalista desarrollado. Fue orquestada y financiada por el principal banco del país, el Raiffeisenbank, un gigante financiero que domina no sólo vastas franjas de la economía, sino que está estrechamente asociado con el partido conservador, que domina la vida política y cultural en la mayoría de los 2.000 pueblos y aldeas del país. También controla un grupo de medios corporativos de diarios líderes y revistas de noticias.

Al mismo tiempo, los jefes de los principales partidos –los socialdemócratas y los conservadores– pidieron apoyo a Van der Bellen. Del mismo modo que los líderes de los principales sindicatos y los jefes de la iglesia católica y evangélica. Todos los intelectuales salieron apoyando la campaña de Van der Bellen, incluyendo estrellas del pop. Incluso el partido de oposición liberal, NEOS, una escisión del conservador ÖVP, pidió el voto para Van der Bellen. Los Verdes, el partido que nominó a Van der Bellen, puso todo su peso detrás de la campaña.

Por primera vez se produjo el fenómeno de una campaña sucia financiada por un industrial liberal, que advirtió sobre los despidos masivos y quiebras en el caso de una victoria de Hofer, describiéndolo como el comienzo del “Öxit”, el Brexit austríaco.

Por encima de todo, hubo cientos de iniciativas de individuos, sindicalistas, estudiantes de escuelas, etc. que hicieron campaña por Van der Bellen; o más bien, que querían hacer algo para impedir que la extrema derecha asumiera el cargo en el Hofburg, la oficina del Presidente Federal.

Así que podemos ver que detrás de esta supuesta victoria brillante del candidato del establishment hay toda una serie de intereses e ideas en conflicto, y ningún programa político coherente en absoluto.

Las encuestas a pie de urna dieron una clara indicación de esto. El 42 por ciento de los votantes del presidente electo lo hizo por una sola razón: para impedir que el derechista  asumiera el cargo. Esto también se refleja en el aumento de la participación. En mayo, Van der Bellen consiguió 200.000 votos de los que se abstuvieron en la primera vuelta de las elecciones. Ahora, en diciembre, su campaña convenció a otros 170.000 que antes se habían abstenido. La única motivación para estas personas era bloquear a la extrema derecha.

Después de la votación del 4 de diciembre, esta alianza única ha perdido su sentido y ahora ya es historia antigua.

Hofer gana a los cabreados

norber hofer franz johann morgenbesser                  Norber HoferEn el otro lado estaba Norbert Hofer, el candidato del derechista FPÖ. Sus votantes quieren romper con el sistema político de la Segunda República. Pero también, en este caso, por diferentes razones.

Su candidatura en realidad también era una coalición de fuerzas contradictorias, pero en este caso todas vinculadas a un único partido, el derechista FPÖ, que ha liderado todas las encuestas desde hace dos años.

Vemos que cuanto menor sea el ingreso promedio de la zona, mayor será el porcentaje de votos para Hofer. El 85% de los obreros manufactureros votaron por él. Las principales razones que dieron sus votantes para apoyarlo es que querían un “cambio en la política” (62%) y “protestar contra las políticas gubernamentales” (34%). Por el contrario, sólo el 8% de los votantes de Van der Bellen nombró estos dos motivos.

Está claro que el FPÖ ha galvanizado este voto protesta –que es fuerte entre la clase obrera, pero también entre capas de la pequeña burguesía– que utiliza como palanca para llevar a cabo políticas anti-obreras. El aparato del partido quiere estar de nuevo en el gobierno, donde ya participó entre 2000-2007. Ese gobierno se caracterizó por duros ataques contra el nivel de vida de las masas. Esto condujo a una escisión del partido y a una caída en su apoyo popular, que a mediados de los años 2000 llegó a menos del 10% . En ese momento el partido se redujo básicamente a sus principales partidarios del llamado “tercer campo”, el campo burgués liberal nacional. En el 2007, en base a una gran coalición renovada, el partido fue relanzado, y el FPÖ ha podido acumular durante diez años, elección tras elección, todo el descontento de la sociedad.

Romper las políticas de unidad nacional

La gran coalición gobernante es de facto un gobierno de unidad nacional que gestiona un país que está atrapado en una crisis permanente. Durante cinco años ininterrumpidos, el desempleo ha ido en aumento, con 450.000 desempleados, la tasa más alta desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los ingresos de la clase trabajadora se han estancado durante dos décadas. El empleo precario y los precios de las viviendas han aumentado abruptamente. Los nuevos contratos laborales introducidos desde la crisis de 2008-09 ofrecen un promedio de ingresos del 30% menos que los anteriores a la crisis.

El rescate de los bancos fue la principal prioridad del gobierno en los últimos años, con un proyecto de ley de casi 20 mil millones de euros hasta ahora. Las investigaciones parlamentarias sobre la corrupción y la mala gestión no arrojaron ninguna conclusión. Al final del día, los diferentes sectores del establishment se miran unos a otros.

Los dirigentes sindicales están plenamente integrados en este sistema de unidad nacional. No llevaron a cabo ninguna protesta social durante muchos años, y actuaron como un verdugo ante los ataques a los niveles de vida. Esto ha llevado a una impotencia creciente en los centros de trabajo y las fábricas para con estas organizaciones nominalmente poderosas.

A pesar de todos los esfuerzos para mantener la situación política y proporcionar “estabilidad”, las contradicciones acumuladas en la sociedad están tratando de encontrar una expresión. Y por el momento lo hacen reforzando al FPÖ – por la pura y simple razón de que todas las otras vías están bloqueadas.

La estrategia del FPÖ consiste en esperar hasta que el sistema de colaboración de clases institucionalizado caiga por su propio peso. Es evidente que en los últimos meses el liderazgo del FPÖ recibió una indicación de los principales sectores de la burguesía de que debían “prepararse para asumir la responsabilidad del gobierno”. Sus líderes han adoptado desde entonces un lenguaje más responsable y también han cambiado algunas promesas políticas importantes. Por ejemplo, incluso han abrazado las políticas pro-UE, incluyendo detalles como el llamamiento para un mercado laboral abierto.

Partidos tradicionales en crisis

Mientras tanto, la socialdemocracia y el partido conservador se encuentran en un estado de crisis abierta. Está claro que el aplazamiento repetido de la elección presidencial actuó como freno al proceso de fragmentación del gobierno. En nombre de la estabilidad institucional, las elecciones se pospusieron tres veces. Ahora que se ha superado este obstáculo, veremos cómo se desarrolla la crisis del gobierno después de sus vacaciones de Navidad. El resultado más probable es que se celebren nuevas elecciones anticipadas el año próximo.

Esta perspectiva se basa en el hecho de que los grandes partidos populares pierden apoyo constantemente. Los conservadores tienen un apoyo en las encuestas de menos del 20 por ciento; Los socialdemócratas podrían estabilizarse con el nuevo primer ministro en torno al 25-27 por ciento. Pero el FPÖ está constantemente por encima del 30%. Así que esperar hasta 2018 sólo llevaría a un mayor deterioro de la situación.

Los grandes industriales se ponen nerviosos, ya que todos los indicadores económicos del país son peores  que los de su principal mercado de exportación, Alemania. Mientras tanto, en el este de Europa, el imperialismo austríaco está teniendo cada vez mayores problemas como resultado de los “riesgos políticos”, con la “nueva realidad” de los gobiernos nacionalistas en una serie de países que se atreven a conducir políticas que toman en cuenta los intereses de su propia burguesía corrupta, en lugar de aceptar que el capital extranjero mande, como había ocurrido hasta ahora.

Todo está preparado para un realineamiento político a través de elecciones anticipadas. La mayoría de los capitalistas están presionando claramente por un gobierno de bloque burgués entre el FPÖ y el conservador ÖVP. Quieren mejorar la posición del capitalismo austriaco, ya que todos sus deteriorados indicadores de competitividad en términos de las principales industrias exportadoras necesitan un cambio.

Esta perspectiva conduce a una lucha abierta tanto en el seno de la socialdemocracia como de los conservadores. En el partido conservador, el líder del partido es profundamente impopular. Varias facciones quisieran desafiar su liderazgo. Estas facciones tienen el apoyo de la mayoría del partido, y también de los principales capitalistas como Raiffeisenbank. Así, mientras que este banco estaba totalmente detrás de la elección de Van der Bellen para la presidencia, han apadrinado constantemente al joven ministro de Relaciones Exteriores Sebastian Kurz como el nuevo líder del partido al mismo tiempo.

Sobrevivir a través de la demagogia racista

Kurz ha sido ministro durante años, pero ha manejado cuidadosamente el no implicarse en el sucio negocio diario de la política. Comenzó como un liberal, intentando sin éxito realinear políticamente al partido conservador con el provenir de las juventudes del partido. Más tarde, Kurz y otros ministros conservadores utilizaron demagógicamente la crisis de los refugiados para promover una política de recortes y ataques a los derechos democráticos, justificados con una agenda abiertamente racista, en lo que significó un giro copernicano a sus “principios”. En ausencia de ataques terroristas, se ha propugnado un estado de emergencia con argumentos técnicos como que “niveles de refugiados por encima de 37.500 por año provocarían el colapso del sistema de salud”. Si este argumento fuera cierto, entonces una simple epidemia del virus de la gripe podría enviar al país a un estado de bancarrota, caos y anarquía.

Estos ministros conservadores están tratando de conectar con el estado de ánimo de las capas más atrasadas de la sociedad, promueven nuevas leyes e iniciativas que están todas vinculadas a argumentos racistas. HC Strache, líder del FPÖ, a quien los capitalistas le dijeron que demostrara su responsabilidad representando los intereses comunes de la burguesía, incluso lamentó abiertamente cómo es él el verdadero racista, y no esos demagogos dentro de los conservadores que sólo hacen de racistas para ganar votos.

Por otro lado, el SPÖ y los aparatos sindicales se orientan cada vez más hacia la formación de una coalición con el propio FPÖ. Esto significa romper con el status quo de los últimos 30 años en los que el FPÖ de extrema derecha ha sido excluido del juego político. En Viena, este conflicto sobre la orientación táctica del partido está llevando a una guerra civil en el seno del partido, que ha dominado la ciudad durante un siglo, sólo interrumpido por el período del fascismo.

Todavía no está claro si estas reorientaciones políticas dentro de las antiguas formaciones políticas, desencadenadas por el próximo final de la estrategia de “unidad nacional”, estabilizarán temporalmente al gobierno o acelerarán el proceso de conflictos abiertos. En ausencia de un alza en la economía, totalmente excluido, es evidente que el programa de unidad nacional ha terminado. Ahora sólo es cuestión de esperar el certificado oficial de defunción.

No hay una expresión de la clase trabajadora

Después de otra década de colaboración de clases en el gobierno y en las fábricas, las organizaciones de la clase trabajadora están desiertas. Carecen incluso del contenido más básico y se niegan a hablar de acciones  políticas o de clase independientes. Como resultado, a los aparatos burocráticos se les permite perseguir reorientaciones tácticas a fin de aferrarse al poder.

Es obvio que la izquierda política está completamente destrozada por los procesos que tienen lugar. La campaña electoral de Van der Bellen aceleró el aislamiento y la impotencia de la izquierda, con todos los individuos y organizaciones retirándose una vez más de la escena para dar un apoyo político abierto a este liberal, como el “mal menor”. Van der Bellen utilizó el espacio que le fue concedido para presentar gestos y políticas de derechas. Se apoyó en las llamadas “tradiciones” rurales de Austria, abrazó abiertamente el régimen letal de la Agencia Europea de Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), abogó por recortes en el gasto público y específicamente pidió la “unidad”, poniendo incluso su peso contra aquellos que querían luchar contra Hofer con una campaña ofensiva con manifestaciones. Sólo después de la elección indicó claramente que su victoria era una victoria para la estabilidad del sistema, para la austeridad y para las instituciones europeas. Así que el año 2016 marca también la capitulación de la izquierda al liberalismo.

Pero la verdadera noticia es la siguiente: la victoria de Van der Bellen indica que la clase dominante ha elegido lo que considera un candidato confiable y probado para dirigir a Austria durante el colapso de las premisas políticas de la Segunda República -la de la colaboración pacífica de clases. Esta fue la idea principal de los partidarios de Van der Bellen en la burguesía y la burocracia del movimiento obrero. Mientras que el Raiffeisenbank desempeñó un papel importante en su campaña, por otra parte está preparando el gobierno del bloque burgués. Al mismo tiempo, muchos líderes sindicalistas respaldaron abiertamente a Van der Bellen, al mismo tiempo que luchaban por una reorientación del partido socialdemócrata para formar una coalición con el derechista FPÖ.

Así que 2016 marca también el año en que las precarias estructuras que han logrado controlar el estallido social desde la crisis capitalista de 2008, finalmente se derrumbaron. Nosotros, como marxistas, entendemos que ésta es una condición previa para que la clase obrera logre una expresión política independiente. Sólo de esta manera se puede superar el malestar de la sociedad: por una victoriosa guerra de clases contra el capitalismo.