Este artículo intenta generar un debate, impulsar un análisis y profundizar las nociones no acabadas del proyecto humanista que encabeza Juan Grabois y su grupo Argentina Humana. Muchos compañeros de base sin lugar a dudas sienten que pelean para mejorar la vida de la clase obrera, y los sectores populares. Son honestos luchadores de las barriadas populares que, en definitiva, reflejan el carácter contradictorio e inacabado de un proyecto que no trasciende los márgenes estrictos del capitalismo. En la actual crisis capitalista mundial, que muestra todos los síntomas de un sistema socioeconómico en declive terminal, cualquier programa político que intente mejorar las condiciones de vida de los de abajo dentro de los límites impuestos por las relaciones sociales de producción implica, en la práctica, más allá de las intenciones, que el abismo que separa a ricos y pobres —y que mantiene en la indigencia y la desesperación a la gran mayoría de la humanidad— se siga sosteniendo.
Los comunistas luchamos por cualquier reforma, incluso la más pequeña, si representa una mejora en las condiciones de vida de los explotados. Pero, explicamos que la lucha por mejoras significativas sólo puede ser alcanzada en la medida en que el movimiento adquiera un alcance más amplio y revolucionario, que ponga en cuestión la dominación de los capitalistas.
El último libro de Juan Grabois, titulado Argentina Humana – Teoría y práctica para la justicia social en el siglo XXI, nos puede servir para clarificar ideas. Es un excelente disparador, ya que rebosa claridad en los planteos de este grupo.
¿La Constitución Nacional Argentina es capitalista o no?
Estos compañeros tienen sus ideas y conceptos, que derivan en un programa político, el cual plasmaron en este libro. Pasemos a leer este extracto, que deja muy claras sus ideas.
“No estamos proponiendo una revolución, ni siquiera una reforma. Nuestra revolución es que se cumpla la Constitución. El problema de nuestro país y muchas otras naciones de la tierra no es la necesidad de nuevas bases, sino el incumplimiento crónico de las ya sentadas” (pág. 17). Y sigue: “Nuestra Constitución no es capitalista. El capitalismo es una lógica inmoral que solo sigue una ley: la maximización de la ganancia. La Constitución traza el límite a esta lógica otorgando a los derechos sociales el mismo rango legal que a los derechos de propiedad. Que unos se cumplan y otros no es resultado de la facticidad, no del derecho” (pág. 21, negritas nuestras).
Decir que la constitución de la nación Argentina no es capitalista es un error. La clase dominante siempre intenta encubrir su verdadera intención, se oculta detrás de una máscara perfectamente diseñada, cientos de profesionales a su servicio, juristas de los más caros, políticos profesionales, abogados de los más estudiados, los plumíferos al servicio de la burguesía nacional y extranjera, todos ellos y otros más tapan los rastros de su explotación y opresión contra la clase obrera y el pueblo de a pie .
Imagínese si la constitución nacional estaría escrita sin rodeos ¿Que diría?, nosotros la clase dominante argentina declara abiertamente y sobre todos los evangelios que ustedes pobres mortales deben inclinarse ante nuestro poder… Y así seguiría… si no se inclinan sufrirán las consecuencias.
Y para no quedar como un charlatán paso a detallarles los extractos más claros de la constitución nacional, donde es más clara la pluma de la clase dominante.
Art. 17.- La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el artículo 4º. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.
Art. 22.- El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición.
Estos dos artículos dejan perfectamente claro que la constitución nacional es absolutamente capitalista. Puede ser y es usada por gobiernos reaccionarios como un arma legal, para aplastar cualquier intento de cambiar y constituir un poder obrero. Deja al descubierto que la propiedad privada es sagrada, y también plantea que las mayorías obreras y populares solo deben emitir su voto, y dejar que las gobiernan los representantes, a través de las instituciones construidas por la clase burguesa.
Justamente el papel de la Constitución es defender los intereses, privilegios y ganancias de la clase dominante creando una legalidad que legitime la propiedad privada de los medios de producción y la explotación de la clase trabajadora, así el robo se hace legal y la desigualdad se perpetúa. Es precisamente la igualdad ficticia ante la ley lo que necesita el capitalismo, ya que convierte a todos en vendedores y compradores supuestamente iguales de mercancías. Mientras los trabajadores se ven obligados a vender permanentemente su fuerza de trabajo como mercancía para sobrevivir, los patrones explotan esta fuerza de trabajo y venden las mercancías producidas por una cantidad mayor que la pagada al trabajador en forma de salario, obteniendo enormes beneficios en el proceso.
Eso es lo que el Estado capitalista garantiza a través de la Constitución, mientras que el acceso a la vivienda, al trabajo, a la educación y a todos esos derechos que llenan páginas de tinta y discursos elocuentes terminan convirtiéndose en papel mojado. El “inclumplimiento cronico” no es una falla del sistema que puede ser corregida, no es simplemente una “distorsión” que depende de la “facticidad del Estado” como desarrolla el libro. El Estado y su Constitución son un instrumento de la clase poseedora para defender el status quo vigente. Esto es por qué la protección de las ganancias de los capitalistas siempre estará privilegiada por encima de los enunciados sociales que tiene la constitución.
Solo al eliminar la propiedad privada de los medios de producción, la sociedad podrá escapar a las leyes del capitalismo y desarrollarse de manera racional y planificada para alcanzar la satisfacción armoniosa de las necesidades de todos.
La clase trabajadora debe gobernar a través de la democracia obrera. La democracia obrera -en la práctica- significa el paso de la democracia formal -donde el pueblo no delibera ni gobierna- hacia una democracia real. Se trata de que la gente de a pie tenga el control de la economía y, por ende, de sus vidas, mediante un sistema democrático de gestión y control por parte de los trabajadores.
¿Cómo nos formamos?
“Los cursos de formación política propiamente dichos, los que se dictan en los partidos o centros de formación, no me gustan. Cuando me tocó dar una clase, percibí un sectarismo sin propósito o un pragmatismo sin sentido. Lo primero, en los espacios más ligados a la izquierda; lo segundo asociado a los partidos tradicionales.” (Pág.36, negritas nuestras).
Este extracto sería más interesante si especificara a qué cursos de formación asistió, dentro de la la izquierda, hay una gran pluralidad, lo que sobra es la diversidad, al igual que en el movimiento peronista donde se encuentra todo tipo de reformistas de distinto grado, inclusive algunos sectores de bases que entrarían dentro de la gama de los revolucionarios, pero que se encuentran encorsetados dentro de la teoría de conciliación de clases que anula el ímpetu revolucionario de cualquier iniciativa honesta.
La historia demostró en varias ocasiones que las reformas logradas en años de lucha callejera, con mucho esfuerzo de los abnegados militantes, sino terminan por cambiar toda la estructura de clase del estado y colocan a la clase obrera al frente del Estado, en última instancia allanan el camino para que venga un gobierno reaccionario y destruya todas las conquistas obtenidas.
Volviendo a la formación política, creo que de los cursos de los partidos mayoritarios no se puede aprender mucho. Tal vez algún tecnicismo, pero en general, se trata de puro pragmatismo. Los partidos mayoritarios reflejan los intereses de las clases poseedoras, que han ostentado el poder la mayor parte del tiempo en Argentina. En realidad, reproducen la lógica de la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, una lógica que proviene de las usinas de la clase burguesa.
La mejor formación proviene de socializar la lectura en grupo con militantes, la lectura de los clásicos del marxismo son una fuente inagotable de riqueza cultural, los escritos de Marx, plantean con total nitidez, la actualidad más que cuando fueron escritos. Describen mejor el mundo de hoy que el mundo de hace 200 años. La lucha de clases tan actual, la construcción de la primera internacional, las clases sociales en pugna, la salida revolucionaria, la construcción de una sociedad donde no haya ni explotados ni explotadores ni opresores ni oprimidos. En nuestra opinión la mejor formación viene de beber en las fuentes de los clásicos del marxismo, Engels, Lenin y el gran revolucionario ruso león Trotsky. Son una guía para la acción para todos los jóvenes y trabajadores que quieren transformar el mundo. No hay revolución sin teoría revolucionaria.
No nos referimos al estalinismo, esa distorsión burocrática, autoritaria y antidemocrática del marxismo, ni a un “marxismo” académico rígido, mecánico y sin vida. Hablamos del verdadero marxismo: la herramienta más avanzada, dinámica y profunda que la humanidad ha desarrollado, no sólo para comprender la realidad, sino también encontrar una solución realista a la crisis que enfrenta la clase trabajadora. Todo movimiento político necesita una base teórica que le permita comprender la realidad, extraer enseñanzas de la experiencia histórica para diseñar estrategias y programas con una dirección definida. Una teoría, que se basa en conciliar las clases sociales en pugna como se plantea en el libro, funciona como una brújula rota que desorienta y perjudica a aquellos compañeros y compañeras que militan por construir una sociedad mejor, desarmandolos políticamente cuando se trata de librar una dura batalla contra las fuerzas conservadoras y reaccionarias.
Liberación o dependencia
Seguimos leyendo en la pág. 58 “La fórmula “liberación o dependencia” sigue vigente en tanto la cuestión nacional no se resuelva. La independencia económica es una tarea “nacional” en tanto requiere la colaboración de todas las clases sociales y los sectores económicos cuyo desarrollo está obstruido por las múltiples cadenas de la dependencia propias de una economía primarizada que funciona apenas como un engranaje del proceso de acumulación global. Este vector “nacional“ de los procesos políticos de todos los países dependientes, particularmente del llamado sur global, impide una aplicación lineal de las nociones eurocéntricas de izquierda y derecha, liberalismo, progresismo, conservadurismo, etc.”
Es en este artículo perdido en el libro donde encontramos la verdadera naturaleza de la ideología de la conciliación de clases. Esta ideología fue la que llevó al Mileismo al poder. Durante 16 años se aplicó la política de intentar conciliar o colaborar entre todos los sectores económicos los intereses de dos clases completamente opuestas: la clase obrera y la clase burguesa. Mientras las condiciones de la economía exterior fueron positivas para Argentina, se pudo lograr moderar los aspectos más depredadores de la burguesía. Pero cuando terminó el período de precios altos de los commodities, todo el andamiaje comenzó a desmoronarse. En un principio se apeló a la impresión de billetes o expansión cuantitativa, en términos más actuales, que fueron generando una alta inflación y después a la deuda externa e interna y de esta manera jugando con esas dos herramientas se logró llegar arañando a las elecciones del 2023. Toda esta política terminó por allanar el camino primero de Macri y por último el camino al Mileismo. Este último supo conectar con sectores de masas que sentían los límites concretos del proyecto Kirchnerista y el hartazgo con el Macrismo, de esta manera se terminó erigiendo como primer mandatario. Utilizó de forma demagógica las debilidades y los límites de un proyecto que ya estaba agotado por la crisis internacional del capitalismo y su reflejo crudo en estás latitudes.
La independencia económica nunca se puede lograr desde una visión netamente nacional. El mercado mundial es un todo, Argentina no es una isla, sino que está inmersa dentro del mercado mundial. Nuestro rol como nación dentro del mercado mundial es el de exportador de materias primas, y esa es la pura verdad.
No es posible encontrar un sector progresista de la burguesía mediana en al época del imperialismo con quien aliarse para liberarse de la opresión imperialista, la historia ha demostrado con creces que ese sector no existe. Esta búsqueda fallida explica la necesidad constante de estos dirigentes de buscar pactos y alianzas con partidos burgueses supuestamente progresistas.
La verdadera solución no se encuentra dentro de los márgenes estrechos del Estado-nación y la propiedad privada de los medios de producción. La solución real surge de la revolución social, como primer paso para construir una Federación Latinoamericana de países comunistas. Solo así es posible el desarrollo de las fuerzas productivas que permita resolver las postraciones históricas que asfixian a la sociedad e impiden materializar la idea de la “Patria Grande”.
En la pág. 68 leemos: “La tensión entre lógicas permitió en determinados momentos y condiciones de desarrollo de sociedades mixtas relativamente prósperas, pacíficas e igualitarias. Del mismo modo que el absolutismo de una lógica colectivista derivó en la colectivización deshumanizada; el absolutismo de lógica capitalista derivó en un régimen oligárquico de descarte. El equilibrio de ambas lógicas constituye el estado social de derecho. Hay quienes piensan que , frente a la ausencia de una segunda posición, está tercera posición ya no es posible. Nosotros todavía creemos que sí .”
Nosotros creemos que no se puede controlar aquello que no se posee. Los intentos de combinar dos economías que se excluyen mutuamente nunca han dado buenos resultados. La economía de mercado tiene su propia lógica, al igual que la economía planificada. y mezclar estás economías nos llevaría al peor de los mundos. Los capitalistas de mil maneras terminan burlando las regulaciones, ellos no pueden ser engañados, por eso detentan el poder, por eso la única salida es una lucha frontal y sin titubeos contra ellos. La clase obrera debe tener claridad absoluta de nuestro proyecto, pues es ella misma la que debe dirigir el proceso revolucionario. Ella es la clase rectora de todo el pueblo pobre, no por una cuestión arbitraria ni mucho menos, es por el rol que juega dentro de la sociedad, en sus manos tiene el poder de parar las palancas fundamentales de la economía, la potencialidad de poner en jaque a la minoría parásita, que no tiene más que ofrecer que devastación y crisis. En palabras de Lenin “ el capitalismo es horror sin fin”.
Lo que se plantea sobre el absolutismo colectivista hace referencia al estalinismo. Es evidente que los marxistas no tenemos relación alguna con ideas absolutistas. Para los comunistas el estalinismo y el marxismo son mutuamente excluyentes. Defendemos la democracia obrera como el mecanismo que debe decidir el rumbo de la revolución. Precisamente por eso buscamos una revolución: porque representa el acto más liberador para una sociedad, emancipador para la mayoría y opresivo solo para la minoría parasitaria que vive del esfuerzo y el trabajo de los demás.
Queremos una nueva estructura, una nueva legalidad, que sólo puede surgir de la organización de asambleas y comités desde las bases, desde las fábricas y las comunidades, con el control de todos los asuntos del país. Una estructura que, a través de delegados elegibles y revocables en cualquier momento por las bases, ejerza el control efectivo y el gobierno del país. Eso es la revolución.
La inseguridad como expresión de un sistema en crisis
Seguimos con la lectura en la pág. 102 “En relación con la seguridad física, la seguridad en sentido “estricto”, es decir, el problema de la criminalidad y la violencia urbana, aunque la argentina sigue presentado tasas de homicidios muy inferiores a la media latinoamericana, el avance de la macro estructura con sus tentáculos que succionan nuestra juventud jalonó a un tiempo el aumento de los robos y hurtos que a padecido una parte de la población. La seguridad debe abordarse sin ideologías, de la manera más científica posible, poniendo el eje en los resultados, sin explorar las pulsiones vengativas que tenemos personas (populismo penal) ni subestimar el sufrimiento de las víctimas.”
Ahora bien, el tema de la inseguridad y el delito no puede ser abordado por fuera de la ideología, eso sería un grave error, y es una concesión a nuestros enemigos de clase. Solamente se puede arrancar a la juventud de los tentáculos del narco y de los grupos delictivos terminando con las condiciones materiales que los generan, no es un problema que pueda ser “solucionado” justamente de arriba hacia abajo. Podemos darle una solución momentánea, parcial e ilusoria llenando de policías la calle, pero no vamos a encontrar una solución de raíz. Si queres ganar la simpatía de los sectores más atrasados de la clase obrera, podés mentir y decir verdades a medias, pero los marxistas tenemos la obligación de ser claros y no confundir. La división de la sociedad en clases sociales, que impone el capitalismo, donde unos tienen a costa de que otros no tengan, produce una situación de degradación que determina la inseguridad que padecemos los trabajadores y nuestras familias. Por esto, únicamente una revolución que cambie la estructura social puede dar solución verdadera a este flagelo.
Planificacion y gestion
Juan sigue escribiendo y yo leyendo. Pág. 144: “En contraste, la planificación se presenta como una respuesta necesaria y urgente para gobernar el futuro. No sé trata sólo de una técnica administrativa o de una herramienta de gestión, mucho menos de un mecanismo de gobernanza. Es una definición profundamente política y ética enraizada en la definición humanista de nuestra cosmovisión . Planificar implica percibir, deliberar, proyectar, coordinar y actuar colectivamente en función de un bien común que trascienda los intereses particulares de las elites. Y sigue a través de la planificación la sociedad puede recuperar la capacidad de influir en su desarrollo y gestionar los desafíos del futuro…”
Bueno, es importante rescatar la idea de la planificación, aunque encontramos una pequeña diferencia que cambia mucho las cosas, para los marxistas no se trata sólo de influir en el desarrollo, la planificación para nosotros se trata de el primer paso para que la clase obrera de conjunto planifique la economía nacional. Planificar significa luchar por un Estado Obrero que ponga las palancas fundamentales de la economía nacional al servicio de la clase obrera, para que ella disponga de su administración, control y dirección. Sería romper con la lógica de las empresas estatales manejadas con una lógica capitalista, y rompería con las burocracias, generando rotación y democracia obrera. La lucha por el control obrero y la administración obrera está indisolublemente ligada a la lucha por la expropiación del poder de la oligarquía. Solo así es posible organizar y planificar la producción de las fábricas y empresas, conectada a un plan general de producción en todo el país. Las leyes del capitalismo, un modelo de producción anárquico, y el sabotaje objetivo de la burguesía harían inviable cualquier posibilidad de planificación.
¿Lucha de clases o batalla cultural?
Por último, volvemos a referenciarnos en el interesante libro de Juan Grabois, y vamos a la página 206, para ser justos vamos a transcribir este párrafo. “En el plano de la batalla cultural, supone enfrentar al dogmatismo anarcocapitalista a partir de los pilares ideológicos de nuestro proyecto con todas las herramientas que la cultura nos pone a disposición…”
La tan mentada batalla cultural es una concepción inventada por la clase dominante al servicio de sus intereses, este concepto intenta ocultar la verdadera batalla que debemos dar: la lucha de clases. Intentar invertir los conceptos, para dar al enemigo de clase ventaja en el campo de batalla no me parece muy apropiado, y cimenta desde el principio una derrota. La lucha es material, concreta, no es simplemente una lucha de ideas, abstractas e inocuas, obviamente las ideas juegan un rol, pero juegan un rol subordinado a la lucha concreta. Ya que mientras exista el capitalismo, se librará una batalla ideológica contra la clase obrera, y esta lucha cultural que tiene el marxismo contra los valores reformistas, liberales o fascistas de la burguesía es parte de la lucha de clases y no puede desligarse una de otra. Sin lucha de clases no hay batalla cultural posible.
Mezclar ideas, como si fuera una ensalada ideológica, no puede llevar claridad a los ojos de los verdaderos protagonistas de esta lucha: la clase obrera y el pueblo llano. Tenemos que ser bien claros, no es un capricho ideológico, es una realidad objetiva, sólo la construcción de un partido que logré galvanizar a las masas, la vanguardia y la dirección con el programa del marxismo revolucionario, puede lograr una verdadera victoria: la victoria del comunismo, primero en el plano nacional, y acto seguido en el plano internacional.
¡La única solución es la revolución!