Un terremoto político sacude a Alemania al haber conseguido el partido de derechas racista AfD, (“Alternativa para Alemania”), resultados sorprendentes de dos dígitos en las recientes elecciones locales y en varios Estados (regiones).
El mensaje de las elecciones parlamentarias del 13 de marzo, en tres de los dieciséis Estados alemanes (Baden-Württemberg y Renania-Palatinado, en el suroeste; y Sajonia Anhalt, en el este), así como las elecciones municipales en el estado central de Hesse una semana antes, es claro.
En el contexto de un mayor número de votantes, la AfD fue la ganadora del día en ciudades, pueblos y aldeas. Fue sobre todo, un voto de desconfianza a las principales fuerzas políticas como parte de una expresión de inquietud y de enorme malestar social y político que se ha ido acumulando en los últimos años.
La primera onda de choque fue provocada el 6 de marzo por las elecciones municipales de Hesse –el Estado que incluye a las ciudades de Frankfurt, Wiesbaden y Kassel – cuando la AfD obtuvo un promedio del 11,9% de los votos emitidos.
En condiciones normales, las elecciones locales no encuentran un gran eco en la política nacional, pero esta vez fue diferente. El avance de la AfD, con sus candidatos en su mayoría desconocidos, fue de la mano con pérdidas para los principales actores políticos. Tanto la Democracia Cristiana de la Canciller Merkel (CDU) como los Socialdemócratas (SPD) perdieron votos. Las pérdidas para la CDU y el SPD sólo se vieron eclipsadas por la caída de votos de los Verdes que habían disfrutado de un exagerado triunfo electoral tras el desastre nuclear japonés de Fukushima hace cinco años. Hubo algunos avances en votos y escaños para el FDP liberal y Die Linke (Partido de Izquierda), pero esto se vio ensombrecida por el triunfo de la AfD.
El resultado más espectacular, sin embargo, fue anotado en el estado oriental de Sajonia Anhalt, donde la AfD emergió como el segundo partido más grande.
Este Estado – el hogar de las ciudades de Magdeburgo y Halle – se ha visto afectado por la pérdida de empleos, el alto desempleo, la precariedad del trabajo a gran escala y la emigración de los jóvenes hacia el Oeste. Die Linke, así como el SPD sufrieron pérdidas humillantes, y los Verdes tuvieron la suerte de conseguir un poco más del mágico 5%, el umbral necesario para entrar en el Parlamento del Estado.
Los líderes regionales de Die Linke tenían la esperanza de que practicando una política moderada podrían formar una coalición con el SPD y los Verdes después de la elección. Sin embargo, al final los tres partidos combinados obtuvieron menos de un tercio de los votos emitidos.
En Renania-Palatinado, la CDU tenía la esperanza de asumir el papel de liderazgo en el gobierno del Estado, después de un período de veinticinco años en la oposición. Al final, la CDU registró su peor resultado desde 1946.
Esta victoria relativa del SPD en este Estado no es un signo de gran apoyo al líder del partido nacional y vicecanciller, Sigmar Gabriel, sino más bien un voto defensivo de sectores de la clase obrera. En la campaña, el SPD se centró por completo en la personalidad de su primer ministro regional, Malu Dreyer, que fue presentada como una madre benevolente – similar a Merkel a nivel nacional. Gabriel fue, en gran parte, mantenido fuera de la campaña electoral con el fin de no hacer demasiado daño a las posibilidades del partido en la provincia.
La AfD obtuvo el 12,6% de los decisivos votos emitidos para las listas del partido y surgió como la tercer fuerza más grande en el parlamento del Estado de Renania-Palatinado, dejando al FDP y a los Verdes, atrás. Die Linke no se benefició significativamente del obvio voto de protesta, mientras que la AfD tuvo resultados espectaculares en ciudades industriales como Ludwigshafen (19,9%), Germersheim (18,1%), Pirmasens (16,2%) y Kaiserslautern (14,8%).
Durante décadas, el Estado sureño de Baden Württemberg, base de operaciones del Ministro de Finanzas de Merkel, Wolfgang Schäuble, tenía la reputación de ser un eterno bastión de la CDU. El Estado incluye ciudades como Stuttgart, Mannheim, Heidelberg y Karlsruhe y es la sede de las fábricas de automóviles y camiones Daimler y Audi. El desempleo sigue siendo relativamente bajo. Después de una serie de escándalos y protestas, la CDU perdió el poder por primera vez en la historia en 2011, y tuvo que ceder el gabinete a una coalición de los Verdes y el SPD. Esta vez, el partido de Merkel y Schäuble tuvo más pérdidas y recibió el record histórico de menor número de votos de todos los tiempos en este Estado, un 27%.
La aplastante victoria de los Verdes en Baden Württemberg es debido en gran parte a su líder y primer ministro del Estado, Winfried Kretschmann – un ex maoísta de la década de 1970 – cada vez más visto por los sectores decisivos de la burguesía como el mejor hombre para el trabajo. Hay que considerar que el aspirante de la CDU resultó ser extremadamente torpe y carente de carisma. Con solamente el 12,7% de los votos emitidos, el SPD sufrió una derrota devastadora. Die Linke (2,9 %) se mantuvo estancado y superó el 5% sólo en ciudades como Stuttgart, Friburgo, Tubinga y Heidelberg. La AfD obtuvo más del 15%, eclipsando al SPD, y será el tercer partido más grande en el parlamento del Estado, en Stuttgart.
La reactivación del liberal FDP, que perdió todos sus escaños en las elecciones nacionales en el Parlamento Federal (Bundestag) en 2013, indica que la clase dominante no está dispuesta a renunciar a una de sus herramientas políticas tradicionales. Sectores importantes de las grandes empresas no congenian con la AfD, que se dividió el verano pasado y se está moviendo más hacia la derecha. El partido se creó en 2013 por disidentes derechistas de la CDU de derecha, profesores neoliberales como Bernd Lucke, y el ex jefe de la patronal BDI, la Federación de Industriales Alemanes, Hans Olaf Henkel.
Henkel y Lucke fundaron un nuevo partido neoliberal extremista, ALFA, y ahora desprecian al partido AfD y a su actual dirección a la que consideran aventurera y lumpen. Los han comparado con el tipo de elementos que crearon el movimiento fascista de Hitler en Munich, en la década de 1920.
Hay elementos fascistas dentro del AfD, incluyendo la dirección, especialmente en el Este donde están mirando hacia los elementos neofascistas del movimiento -extra parlamentario- Pegida (Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente) como sus aliados y tropas de asalto.
Los líderes más astutos de la AFD, evidentemente, tienen la esperanza de que por haber emergido como una nueva fuerza creciente en el país puedan finalmente ganar la confianza de la clase dominante. La AfD ha conseguido buenos resultados en las recientes elecciones, principalmente con propaganda racista y contra los refugiados. Su programa es extremadamente antiobrero y reaccionario.
La AfD se ha reforzado por el hecho de que los líderes políticos de prácticamente todos los principales partidos han tratado de repetir algunas de sus consignas racistas. Sin embargo, por el momento, importantes sectores de las grandes empresas siguen considerando a los refugiados como una fuente de mano de obra barata y no apoyan a la AfD en esta fase.
Los resultados de las elecciones demuestran que la impresión superficial de que Alemania es un país próspero, con una saneada industria basada en la exportación y bajo desempleo, es engañosa. No hay una “sensación de bienestar”, sino una profunda crisis social y política.
En condiciones “normales”, la llegada de más de un millón de refugiados, en realidad, no debería presentar un importante problema financiero o logístico para una nación rica que comprende 82 millones de habitantes y 2 millones de casas vacías. Sin embargo, existe un gran malestar social y el miedo al futuro no sólo entre el creciente ejército de pobres, sino también entre los trabajadores cualificados y las clases medias.
La gente sabe y siente que la desigualdad social está aumentando rápidamente y, obviamente, no tiene ninguna fe en que Die Linke o los sindicatos, y mucho menos el SPD, sean capaces de hacer algo al respecto. Hay una crisis en todos los ámbitos de la vida personal y cotidiana, incluida la infraestructura, la sanidad, el fútbol, la iglesia católica, y en las principales compañías como Deutsche Bank y Volkswagen.
Las tradicionales lealtades, y los cimientos políticos y la estabilidad hacia los principales partidos, están siendo destrozados. Dejando a un lado las peculiaridades regionales, estas elecciones representan un golpe a la clase política. Por supuesto, siempre improvisarán algunas nuevas coaliciones y alianzas en estos Estados y ayuntamientos, pero la confianza a largo plazo en los políticos gobernantes, industriales y banqueros, se ha ido.
Veteranos políticos recuerdan las elecciones locales de 1993 en Hesse y otras elecciones estatales en la década de 1990, cuando el entonces pujante partido de derecha “Republikaner” y otras formaciones de derecha obtuvieron resultados similares a los de AfD, hoy. Ahora, como entonces, la llegada de un número creciente de refugiados ha servido como un terreno fértil para la propaganda racista. Los demagogos de derecha culpan a los refugiados e inmigrantes de los males del capitalismo; de la falta de empleo digno y de vivienda asequible; de amenazar a la seguridad social y la asistencia sanitaria.
Pero la crisis es mucho más profunda ahora. Alemania no puede escapar de la crisis capitalista mundial. Lo que vemos ahora son sólo los primeros síntomas de la turbulencia más extrema y terremotos que están por venir. La estabilidad es una cosa del pasado. Hay que prepararse para un período tormentoso y el aumento de la polarización, desarrollando una fuerte alternativa marxista en Alemania.