Sobre el «acuerdo de paz», usted sabe que nunca hubo tal; Montesinos engañó a Guzmán como a un bebé de pecho. Éste se vendió a la dictadura a cambio de que le permitieran vivir con su mujer en la cárcel. […] La dictadura nunca quiso dialogar con quienes seguían en armas porque les convenía tener un pretexto para seguir saqueando las arcas del Estado y mantener la legislación antiterrorista para reprimir al pueblo
El pasado 11 de septiembre murió Abimael Guzmán, la figura pública más conocida del Partido Comunista del Perú cuyo brazo armado era llamado Sendero Luminoso (PCP-SL).
En el fondo Guzmán era una mezcla de todo lo peor del estalinismo y su variable maoísta. Extremadamente dogmático, buscó fundar una organización centrada única y exclusivamente hacia su persona. El hecho de que su organización haya cobrado gran importancia no se debe sino a las condiciones de opresión de las masas campesinas e indígenas peruanos, que buscaban una forma de expresarse, combinada con el trabajo serio y abnegado de los militantes que acompañaron a Guzmán en ese camino al abismo, hasta que él mismo los abandonó a su suerte.
Se habla de un conflicto que duró trece años, lo que significó la muerte de más de 70 mil personas, la mayoría de ellos civiles, a manos de las fuerzas represivas del Estado. Tal vez una tercera parte de ellos sean responsabilidad directa de la guerrilla[2], una cifra importante que sin duda es opacada frente a casos como la guerra contra las drogas en México, que desde 2006 a la fecha ha significado más de 200 mil muertos y 90 mil desaparecidos[3][4] o el conflicto armado en Colombia con más de 270 mil muertes, así como millones de desplazados[5]. De cualquier modo, todos estos fenómenos no se pueden explicar fuera del marco de un capitalismo dependiente, depredador y genocida en sí mismo.
Con todo lo anterior, Sendero Luminoso se ha convertido en un fantasma al cual las clases pudientes peruanas evocan cada vez que aparece un personaje incómodo de izquierda, por tanto, es importante efectuar una breve semblanza de Abimael Guzmán y de Sendero Luminoso para extraer las lecciones correspondientes.
La etapa preparatoria
Durante principios de la década de los sesenta en todos los partidos comunistas latinoamericanos se formaron alas pro-chinas. En el caso del Perú, Augusta Latorre, mejor conocida como Norah, y Abimael Guzmán, conocido como Gonzalo, encabezaron la fracción maoísta (Bandera Roja) que al final se impuso a las demás y a finales de los sesentas se constituyó como Partido Comunista del Perú.
En un inició, en el marco del debate fraccional, Norah y Gonzalo tomaban como referencia a Mariátegui, sin embargo, una vez que se constituyeron en una organización separada, fueron abandonando toda referencia del marxista peruano, sumiéndose más y más en una interpretación maoísta de la lucha de clases en el Perú.
Para Norah y Gonzalo, Perú era una formación social semifeudal con una burguesía incapaz de avanzar a la revolución por sus fuertes vínculos con los señores feudales del campo y el imperialismo, una burguesía compradora parásita. Por lo tanto, la tarea fundamental de la revolución era la destrucción del régimen semifeudal, así como la adopción de una democracia de nuevo tipo bajo la dirección del partido comunista. Una concepción muy ambigua, pero que no implica en sí mismo socialismo. Es en el fondo una repetición de la estrategia de revolución por etapas, típica de los mencheviques y que después adoptó el estalinismo.
La revolución tenía que avanzar del campo a la ciudad y, obviamente, su fuerza principal sería el campesinado oprimido, especialmente el indígena. La forma de la revolución tendría que ser la guerra popular prolongada que se oponían a la guerrilla foquista, a la cual consideraban intelectual y pequeñoburguesa.
La fase de 1970 a 1980 se consideró como preparatoria. En aquellos tiempos, Sendero era una de muchas organizaciones de activistas antidictadura. Su énfasis en el trabajo entre las mujeres y los sectores oprimidos del campo le permitieron un rápido desarrollo, extendiéndose desde sus posiciones originales en las universidades a extensas zonas del campo, especialmente en Ayacucho.
La “guerra popular”
El gobierno militar —desgastado por las luchas obreras, entre ellas la poderosa huelga general del 19 de julio de 1977—, se ve obligado a ceder el control de la situación a los partidos civiles, es decir, los deja convocar una constituyente y a elecciones. En ese contexto Sendero ve la oportunidad de deslindarse de la opción electoral y decretar el inicio de la guerra popular prolongada, efectuando distintas acciones de boicot armado.
Durante los primeros años de los ochentas, la influencia de Sendero avanzó en extensas regiones de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. La ejecución de distintos caciques locales era vista con simpatía por parte de muchos campesinos. En ese contexto se da el ataque a una prisión de Ayacucho y la salvaje reacción de la policía que, ante la humillación, ejecutó a los senderistas heridos en un hospital.
Ese es el punto de partida de una escalada de violencia en la cual las masas van siendo acorraladas en un callejón aparentemente sin salida. Paulatinamente, el Ejército va asumiendo el control de las acciones de contrainsurgencia. Una de las acciones más comprometedoras fue obligar a las comunidades campesinas a armarse para combatir a Sendero, sino lo hacían eran clasificadas como simpatizantes del terrorismo, si lo hacían se convertían en objetivos militares de la guerrilla. La consecuencia de esta táctica fue el enfrentar a las llamadas rondas campesinas con el grupo armado, provocando infinidad de atrocidades.
En este punto cabe aclarar que el Perú ya era una sociedad fundamentalmente urbana, pese a tener un gran porcentaje de población campesina e indígena.Desde 1972 sólo el 40 % estaba empleada en el campo, este porcentaje fue disminuyendo.Para 1976 sólo el 12.5% del PIB se producía en el campo. Para 1981 Lima ya contaba, según el censo de ese año, con 4 millones ochocientos mil personas, el 27% de la población del Perú, uno de los niveles de concentración poblacional más altos de América latina.[6]
Ya en esos tiempos una estrategia basada en la hegemonía del campo sobre la ciudad estaba indiscutiblemente fuera de contexto. Un firme trabajo en el movimiento obrero y juvenil —luego de la combatividad de la clase obrera peruana durante los gobiernos militares—, era totalmente factible, no obstante, a la larga el ambiente represivo que se fue imponiendo durante los distintos gobiernos que combatieron al PCP-SL. Esto menguó seriamente las posibilidades de un movimiento independiente e importante. Todo esto se dio en el contexto de una crisis económica expresada en cifras de inflación galopante, que también jugó su papel para reducir las luchas a un terreno económico francamente defensivo.
Sin duda, la presencia de Sendero le disputaba al Estado el control de múltiples regiones del campo, especialmente el andino. Ahí la guerra fue adquiriendo características más y más atroces de revancha de uno y otro bando, lo que a la larga fue limitando la influencia del movimiento armado ante las amplias masas populares. Mientras esto sucedía en el campo, en las ciudades las acciones de Sendero adquirían más bien el carácter de terrorismo individual, cuya principal expresión era el paro armado. Por ejemplo, en elecciones, el PCP-SL convocaba a paro, los negocios no podían abrir, la gente no podía ir a trabajar mientras durara el paro a riesgo de convertirse en un objetivo militar de Sendero. Dicha acción también suponía una calamidad para la población trabajadora ya que podían sufrir algún atentado en algún medio de transporte o bien caer en alguna redada de la policía y el Ejército en la búsqueda de presuntos senderistas.
El diario español El País reseña un informe sobre un paro armado durante 1989, en el que las fuerzas policiacas detienen a unas 8500 personas, cuando la presencia del movimiento armado en Lima no pasaba de cientos de personas en distintos comandos.[7]
En suma, el paro armado era una carta abierta para que el Ejército reprimiera y no dudó en aprovechar cualquier pretexto de supuestos actos subversivos para efectuar masacres atroces, como la que ocurrió en 1986 en el motín de presos senderistas, especialmente en el penal de Frontón, en donde en total fueron asesinadas unas 300 personas cuando ya se habían rendido[8].
El “equilibro estratégico” y la crisis de la organización
A finales de los años ochenta, estaba claro que el régimen peruano estaba decidido a exterminar a Sendero. Al mismo tiempo, dentro de la cúpula del movimiento armado, había una falsa sensación de superioridad, era verdad que la extensión de sus actividades era ya importante, se hablaba de que el 10 % de las localidades campesinas estaban bajo influencia insurgente.
“En mayo de 1992, cerca del 42.5% del territorio nacional, en el que habitaba el 56% de la población, se encontraba bajo estado de emergencia, era el radio de acción de Sendero.”[9]
Por otro lado, el número de acciones de diversa índole, a finales de los ochenta, llegó a superar las 2000. Esto era verdad, pero también era cierto que en esos mismos años la cantidad de militantes armados de Sendero no pasaban de 5000, de los cuales sólo 1000 tenían armas de cierta calidad, y no tenían en algún modo la capacidad militar para enfrentarse directamente al ejército peruano. El desgaste era ya notorio en diversas regiones en donde la batalla no era para expandir posiciones sino para sostenerlas. Y si bien la presencia de Sendero era extensa, en la absoluta mayoría de los casos no significaba ni control de territorio, ni equilibrio militar con las fuerzas armadas del gobierno.
Por ejemplo, en un informe al Comité Central de la región de Ayacucho se señalaba que de los 1500 combatientes de la zona más influyente de Sendero sólo 48 (fuerza principal) poseerían armamento comparable al de un soldado del ejército. [10]
La contradicción entre el discurso triunfalista de Gonzalo y los llamados al reajuste de diversos elementos de la dirección se hicieron presentes después de la masacre de Frontón, no obstante, la respuesta de Gonzalo fue la de incrementar las medidas de intimidación contra elementos dentro del movimiento social que se mostraran como un obstáculo en la hegemonía regional o sectorial de la organización.
En este contexto se desarrolla el primer Congreso de la organización en 1988, donde la crisis se resuelve con “un salto hacia adelante”. Se proclama el inicio de la fase del equilibro estratégico y se establece el “pensamiento Gonzalo” como un nuevo nivel en el desarrollo del marxismoleninismo maoísmo.
El nivel de contradicciones en el seno de la dirección se resuelve con el sometimiento forzado de los elementos críticos y llegan a su punto álgido con la muerte de la número 2 de la organización, Norah, que en el terreno intelectual había construido la imagen de Gonzalo como una versión peruana de Mao y en términos operativos había sido más importante que el propio Gonzalo.
La derrota
A partir de la proclamación del equilibro estratégico se comenten más y más acciones de carácter terrorista, poniendo mayor énfasis en Lima (“pasar el centro de operaciones del campo a la ciudad”). Ya no había obstáculos para que se adoptara una línea militarista, gracias a la cual la labor de las fuerzas armadas, tanto de represión selectiva como de infiltración, se facilitó en extremo.
La concepción maoísta de la guerra popular tiene tres fases: la defensiva estratégica que se expresa en guerra de movimientos con grupos guerrilleros; el equilibro estratégico que se basa en guerra de posiciones con grupos armados superiores a los guerrilleros y, finalmente, la ofensiva estratégica en donde el ejército popular tiene ya una franca ventaja.
En realidad, sólo en la mente de Gonzalo había condiciones para un enfrentamiento de tú a tú con el Estado. De este modo, la criminal política de equilibrio estratégico entregó a sus mejores hombres a las fuerzas armadas. Según cifras del propio partido, en 1990, a nivel nacional, no había más de 1000 militantes armados de la fuerza principal, más unos treinta mil integrantes de distintas bases de apoyo desarmados, a no ser que palos o cuchillos se pudieran considerar como armas de guerra[11]. Aun así, Gonzalo los mandó a incrementar las acciones con todas las consecuencias dramáticas que tuvo, tanto para la población civil como para la propia militancia, y al mismo tiempo para beneplácito de las fuerzas armadas y los organismos de inteligencia, ya para esos momentos en manos del mafioso Vladimiro Montesinos.
De manera paralela a estos acontecimientos llegó al gobierno Alberto Fujimori el cual, en acuerdo con Montesinos, llevó a la militarización del país a otro nivel, preparando las condiciones para aplicar él mismo un golpe de estado el 5 de abril de 1992.Para esos momentos la situación de la dirección de Sendero estaba ya en circunstancias de tal exposición que hacían su detención inminente, al grado de que se rumoraba que sólo se retrasó para esperar las condiciones más convenientes a la preparación del golpe de estado.
Efectivamente, entre 1990 y 1992, en distintos operativos, casi todos en Lima, se desarticularon las principales estructuras directivas del PCP-SL. Decenas de dirigentes cayeron, incluyendo los archivos, fondos, direcciones, etc. El 12 se septiembre de 1992, unos meses después del golpe, Gonzalo es detenido en un barrio residencial de Lima, a su lado estaba la cúpula directiva de Sendero. Para ese momento la columna vertebral de la organización ya estaba quebrada.
La combatividad en la cárcel duró poco.Al mes de la detención, el propio Abimael Guzmán propone un acuerdo de paz que en esas circunstancias sólo puede interpretarse como un acto de rendición, lo que provocó que la mayoría de la militancia se desmovilizará. Sucesivamente la organización se desmoronó. Tan sólo se pudo sostener una facción dirigida por Feliciano, un dirigente muy crítico de Guzmán, no obstante, con su detención en 1999, Sendero Luminoso prácticamente quedó disuelto, si bien aún subsisten pequeños y dispersos grupos que lo revindican, éstos no tienen un peso significativo.
En términos prácticos la detención de Guzmán puso en evidencia el callejón sin salida en el que había caído la organización y, obviamente, la bancarrota a la que los llevó la política del sectarismo extremo.
Las consecuencias
La táctica que aplicó la dirección senderista demostró ser absolutamente inadecuada desde todos los puntos de vista, en primer lugar, por pretender impulsar como motor principal de la revolución una guerra campesina en un país ya fundamentalmente urbano y con una clase obrera industrial con un desarrollo importante, en cuanto al tamaño como a nivel de organización, como para tomarla como referencia en lugar del campesinado.
En el Perú siempre ha habido una tradición de izquierda socialista importante, en gran medida gracias a José Carlos Mariátegui, el pensador marxista más importante de principios del siglo XX en América Latina. Asimismo, el país tampoco ha sido ajeno a luchas sindicales y campesinas, que en su momento han puesto en jaque al régimen el cual, como en todos los casos de América del Sur, tiene una esencia eminentemente oligárquica. Paradójicamente, el relativo éxito de Sendero Luminoso en la década de los ochenta permitió instrumentalizar una ofensiva estatal contra todo movimiento de izquierda con el pretexto de combatir el terrorismo: “terruco” era y es un apodo despectivo en contra de organizaciones o grupos incomodos al régimen.
Al margen de algún caso muy puntual, las ejecuciones extrajudiciales; en suma, matanzas perpetradas por la policía, Ejército y rondas campesinas, no aparecen como crímenes y sus autores gozan de plena impunidad, aun cuando sus actos sean semejantes en fondo y forma a los perpetrados en otros países de América Latina, apenas una década antes. En ese sentido, la derrota de Sendero implicó que se le adjudicara la culpa en su conjunto de la violencia política. Por supuesto, la consecuencia en el movimiento social, obrero, campesino y juvenil, fue una suerte de estado de absoluta vulnerabilidad, dada la impunidad de la mayoría de los verdugos, especialmente durante la llamada dictadura fujimorista que se extendió hasta el año 2000.
Los marxistas no negamos la necesidad de la violencia revolucionaria en el contexto de un proceso de lucha de clases determinado, no obstante, la estrategia correcta es alimentar un movimiento de masas basado en los trabajadores, impulsando un programa revolucionario socialista y, en ese contexto, ir avanzando en la construcción de un partido que las represente. Una política correcta en ese sentido es la que estimula la combatividad y organización de los trabajadores, una táctica incorrecta no lo hace.
La muerte de Gonzalo se da en el marco de un nuevo proceso de la lucha de clases en el Perú, donde el recuerdo sangriento del terrorismo individual de Sendero Luminoso sigue siendo utilizado por la derecha para hacer una contra campaña hacia la presidencia de Pedro Castillo y su gabinete. A pesar de esto, el triunfo de Perú Libre, también nos muestra la búsqueda de la clase obrera y los oprimidos de una alternativa revolucionaria, que no se encontró en el ultraizquierdismo y sectarismo de la doctrina del “pensamiento Gonzalo” y que no se encontrará bajo las límites del reformismo Para encontrar esta alternativa, es necesario superar los estigmas y prejuicios hacia el verdadero marxismo, para construir de la mano con nuestra clase, el partido que encamine la lucha de los oprimidos hacia la revolución socialista.
La recuperación del movimiento de masas se ha sostenido a lo largo de los años, los horizontes de una lucha revolucionaria se van abriendo paulatinamente y por supuesto las nuevas generaciones de jóvenes, trabajadores, campesinos y mujeres encontrará los caminos para la aniquilación del capitalismo cuya podredumbre genera escenarios de auténtica barbarie.
[1] Entrevista exclusiva con “Feliciano”’. “’Guzmán es un sicópata”». Caretas, Lima, 10 de abril de 2003.
[2] Revisado vía electrónica: chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/viewer.html?pdfurl=http%3A%2F%2Fwww.derechos.org%2Fnizkor%2Fperu%2Flibros%2Fcv%2Fix%2FA2.pdf&clen=1113891&chunk=true
[3] Revisado vía electrónica: https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2021/06/14/mexico-guerra-narcotrafico-calderon-homicidios-desaparecidos/
[4] Revisado vía electrónica: https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2021/06/14/mexico-guerra-narcotrafico-calderon-homicidios-desaparecidos/