Los historiadores burgueses han presentado a esta revolución como una tentativa de la sociedad húngara de conducir al país hacia una economía de mercado. La burocracia estalinista mostró al levantamiento como fascista, minoritario y reaccionario. Pero para los marxistas estas dos interpretaciones no son más que una distorsión y una falsedad de lo que realmente ocurrió: la revolución húngara fue un intento independiente de la clase obrera por convertir a Hungría en un Estado obrero sano que pusiera fira fin al régimen burocrático estalinista, algo que asustaba a los capitalistas, y también a la burocracia soviética, que temía su influencia sobre los trabajadores de la URSS. Los historiadores burgueses han presentado a esta revolución como una tentativa de la sociedad húngara de conducir al país hacia una economía de mercado. La burocracia estalinista mostró al levantamiento como fascista, minoritario y reaccionario. Pero para los marxistas estas dos interpretaciones no son más que una distorsión y una falsedad de lo que realmente ocurrió: la revolución húngara fue un intento independiente de la clase obrera por convertir a Hungría en un Estado obrero sano que pusiera fin al régimen burocrático estalinista, algo que asustaba a los capitalistas, y también a la burocracia soviética, que temía su influencia sobre los trabajadores de la URSS.
Atraso y revolución desde arriba
En el siglo XX los países de Europa oriental habían entrado en un proceso de desarrollo capitalista, aunque conservaban fuertes características semifeudales. La industria moderna florecía gracias a la inversión del capital extranjero. Las burguesías locales, con su debilidad, eran incapaces de cumplir con ninguna tarea revolucionaria que enfrentara los problemas sociales básicos: privilegios aristocráticos, reparto de la tierra, separación de la Iglesia del estado, problema de las nacionalidades oprimidas, atraso de grandes sectores de la economía, etc. La clase obrera era la única que podía cumplir con estas tareas históricas, como lo había demostrado en el intento revolucionario húngaro de 1919.
Muchos países del este europeo fueron sometidos en la década del ´30 a dictaduras militares que colaboraron con el nazismo. Con la derrota alemana en la Segunda guerra mundial y el comienzo de la ¨guerra fría¨, a la burocracia soviética se le hizo necesario extender la revolución a esta región, pero lo hizo con métodos bonapartistas. Lo que significó el establecimiento de Estados obreros monstruosamente deformados a imagen y semejanza de la Rusia estalinista y frenando cualquier movimiento independiente de los obreros que amenazara los privilegios de la casta burocrática. Este fue el caso de Hungría.
Allí se realizó una reforma agraria, se nacionalizaron las minas de carbón, varias industrias, los sectores energéticos y los mayores bancos del país consiguiendo un gran crecimiento industrial. Pero el régimen de Matyas Rakosi se subordinó a Moscú y reprodujo su vicios: grandes beneficios para la casta privilegiada y persecución para los opositores.
En febrero de 1956 el nuevo líder de la burocracia soviética, Nikita Kruschev, pronunció su famoso discurso sobre la desestalinizacion: en el cual, a la vez que reconocía los horribles crímenes contra la clase obrera y las nacionalidades, buscaba culpar de todo al fallecido tirano Stalin y asegurar la continuidad de los privilegios de la casta burocrática en el poder. Era un intento de reforma por arriba para evitar una revolución desde abajo. Pero, en realidad, el discurso de 1956 lejos de resolver las contradicciones de los regímenes burocráticos contribuyó a agudizarlas: en pocas semanas tuvieron lugar revueltas obreras en Polonia y una revolución en Hungría.
1956
El pesado aparato estatal de un millón de personas (sobre un total de nueve millones de habitantes, de los cuales trabajaban unos tres y medio que sostenían toda la economía nacional) hacía retroceder las conquistas de la economía centralizada. La odiada policía secreta AVO reprimía sangrientamente cualquier intento de divergencia. A esto se sumaban la pesada carga de la exigencia de indemnizaciones de guerra por parte de la URSS al pueblo húngaro y la rusificación cultural, con la obligación de aprender el idioma ruso, por ejemplo. El creciente descontento fue generando crecientes protestas. Hubo huelgas por salarios y manifestaciones campesinas, también los estudiantes e intelectuales se movilizaron por democracia y libertades y contra la injerencia rusa en la vida nacional.
El régimen estalinista cambió de cara frente a las crecientes movilizaciones. En julio asumió Erno Gero junto a otros dirigentes no tan identificados con el estalinismo. Se rehabilitaron algunas figuras disidentes y se permitieron manifestaciones que se convirtieron en masivas en octubre. Las hubo en reclamo del derecho de huelga, por libertades, derechos políticos, en solidaridad con el levantamiento polaco, por la rehabilitación de figuras populares, la expulsión de los estalinistas del gobierno, etc.
El régimen apeló a la represión de las manifestaciones pero las fuerzas policiales fueron derrotadas por las masas que entraron en huelga general. También las tropas rusas enviadas a reprimir se negaron a hacerlo en solidaridad con el pueblo húngaro. Este primer triunfo popular consiguió algunos logros parciales: asume un gobierno, la Nueva Vía, liderado por Imre Nagy, más permeable a las presiones desde abajo, y se otorgan aumentos salariales.
Esas conquistas y la derrota de las fuerzas represivas impulsan aun más al movimiento : se ocupan las fábricas, se las pone bajo control obrero y se crean comités y consejos revolucionarios, que tienen el poder de hecho aunque no formal.
El 31 de octubre de 1956 se reunió en Budapest un Parlamento de los Consejos Obreros, en el que estuvieron presentes delegados de las fábricas más importantes. Los obreros aprobaron que la "fabrica pertenece a los trabajadores, y que su control está en manos de un Consejo Obrero elegido democráticamente". Las reivindicaciones del Consejo de Budapest eran claras: "Retiro de las tropas soviéticas, elecciones mediante escrutinio secreto en base al sistema multipartidario, formación de un gobierno democrático, propiedad realmente socialista de las fábricas y de ninguna manera capitalista, mantenimiento de los consejos obreros, restablecimiento de sindicatos independientes (…) respeto al derecho de huelga, libertad de prensa, de reunión, de religión…"
Esta primavera revolucionaria obrera y popular llevó a la práctica los cuatro puntos de Lenin de la democracia obrera: elección y revocación de los representantes, salarios máximos iguales a los de obreros calificados, desarme de las fuerzas represivas y reemplazo por el armamento de obreros, campesinos y estudiantes, rotación de la tareas administrativas. Y le agregó el derecho a formar partidos políticos, siempre que defendiesen la economía planificada y el socialismo. El partido Comunista húngaro se divide y solo el apoyo de Moscú sostiene a la burocracia.
Las burocracias húngara y rusa desesperadas apelan a una brutal represión con 5 mil tanques rusos para aplastar la revolución. Para eso se les mintió a las tropas enviadas (75 mil soldados) desde Asia Central donde no conocían ni el idioma ni la situación de Hungría. Le hicieron creer que era un alzamiento fascista en Alemania y se les impedía bajarse de los tanques para que no confraternizasen con la población local.
Pero se encuentran con una heroica resistencia armada durante una semana 4 al 11 de noviembre, fundamentalmente en los barrios obreros, como el de la fábrica Czepel, y extiende la huelga general. La resistencia armada fue derrotada pero las huelgas continuaron consiguiendo importantes concesiones, aunque la burocracia logró conservar el poder desplazando a Nagy y reemplazándolo por Janos Kadar. Y cuando pudo contraatacó. Durante meses fue disolviendo los comités revolucionarios y apagando los focos de resistencia obrera, dejando un saldo de 3 mil muertos y 13 mil heridos, cientos de detenidos y 200 mil emigrados. Y durante años persiguió a lo mejor de a clase obrera y la juventud húngara, con decenas de miles en campos de concentración.
Democracia Obrera, el legado de la revolución de 1956
Los obreros húngaros defendieron de manera instintiva reivindicaciones que Trotsky planteó en la URSS en los años 30 e intentaron una revolución política necesaria en un estado obrero deformado como el húngaro. Consistía en transformar el sistema político y el estado sin cuestionar las bases económicas del sistema.
La revolución húngara de 1956 fue una lucha muy parecida a la Comuna de Paris, existía la participación inmediata del pueblo y el protagonismo de la clase obrera como la fuerza dominante en la revolución, organizando inmediatamente sus órganos de expresión, de democracia y control. Y si no triunfó fue debido a la ausencia de lo que los marxistas denominamos el factor subjetivo: un partido y dirección marxista y revolucionaria . Estudiando y analizando los errores del pasado podremos prepararnos mejor para el futuro, sacando las conclusiones necesarias de revoluciones como las de Hungría de 1956, en la cual se pudo haber cambiado el curso de la historia. En esta tarea trabajamos los revolucionarios de la corriente marxista agrupada en torno al periódico obrero El Militante.