La sumisión de Kirchner a la política exterior imperialista

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El gobierno de Kirchner se jacta de representar lo “nacional y popular” en casa y en la arena mundial dice defender la “soberanía nacional”. Veamos. Si para muestra vale un botón ¿qué nos muestran demasiados botones?
El gobierno de Kirchner se jacta de representar lo "nacional y popular" en casa y en la arena mundial dice defender la "soberanía nacional". Veamos: Argentina envió tropas a Haití cuando las fuerzas militares EEUU estaban empantanadas en Irak y planea reforzarlas. El canciller Bielsa, después de negar el papel de bombero que está jugando el gobierno en defensa del interés del imperialismo, afirmó que si en ese país EEUU planea un protectorado, "tampoco pienso que seria oportuno desertar". En la crisis boliviana, Kirchner salió a resaltar la "profunda vocación democrática" del representante de la rosca petrolera, Mesa. El papel del gobierno de Kirchner en Bolivia estuvo destinado a asegurar la estabilidad de la propiedad de las petroleras y asegurarse el suministro del gas boliviano que permita generar el excedente necesario para cumplir los compromisos de exportación de gas adquiridos con la burguesía chilena por las petroleras Repsol y Petrobras.
Pero estos hechos empalidecen cuando consideramos la aprobación de las dos leyes antiterroristas impulsadas por Washington, convertidas en ley un día después del llamado de Bush a Kirchner y de la decisión de juez Griesa de Nueva York de desbloquear los 7 mil millones de dólares en bonos argentinos en default, ante el amparo de un fondo buitre. El llamado de Bush tuvo por objeto encomendarle a Kirchner la tarea de "moderar" a Chávez para que éste "modere" a las masas. Lo saludó por su papel en Haití y Bolivia. La visita del carnicero de Irak, Donald Rumsfeld, vino a acelerar la aprobación de las leyes.
Con la aprobación del Convenio Internacional para la Represión del Financiamiento del Terrorismo (ONU) y la Convención Interamericana contra el Terrorismo (OEA), la cantidad se transformo en calidad: se convirtieron en ley tratados internacionales que dicen luchar contra el "terrorismo" impulsados por el Estado terrorista por excelencia, Estados Unidos, entrando en contradicción con la legislación preexistente y los derechos democráticos del pueblo, en un país como el nuestro donde el "terrorismo", desde la dictadura hasta los atentados de la AMIA, estuvo en manos del Estado capitalista o en las mafias y servicios que anidan en sus estructuras.
Con estas leyes aprobadas bastaría ser "sospechoso" de terrorismo para pasar una temporada en la cárcel. La sospecha se convierte en certeza, en donde las históricas colectas que realiza la vanguardia obrera y de izquierda para apoyar la lucha de trabajadores de otro país, pueden considerarse financiamiento del "terrorismo". Prácticamente desaparecen las figuras del "derecho de asilo" y de "refugiado político" por la mera y arbritaria acusación de ser un terrorista. Pero si los analistas más serios de la clase dominante afirman que en estas leyes antiterroristas "no hay una definición exacta de lo que se entiende por terrorismo", esta ausencia no puede más que confirmar que estas disposiciones jurídicas tienen el objetivo de reprimir la lucha de clases, y eventualmente, instalar dictaduras cuando las masas trabajadoras aspiren a sacudirse el yugo de la explotación y miseria. Cuando el esclavo asalariado entre en acción será acusado de "terrorista".
Como si bastaran todavía más muestras de genuflexión, el gobierno apoya para presidente del Banco Mundial a Paúl Wolfowitz, candidato de Bush y subsecretario de defensa estadounidense, ferviente impulsor de la invasión a Irak. Mientras el FMI pide clemencia por los bonistas que no entraron al canje, ajuste fiscal, aumento tarifas y "respeto a la iniciativa privada".
La existencia de pugnas entre el gobierno de Kirchner y el imperialismo tienen un carácter parcial y acotado. La política externa es un reflejo de la política doméstica. Es que demasiados botones señalan que el gobierno "nacional y popular" no puede ni podrá sacarse el chaleco del imperialismo, y termina claudicando.