El mundo marcha de forma concreta y no hay nada sorprendente sobre el retraso en el proceso de la revolución. Los capitalistas construyeron poderosas defensas. Ganaron, para la protección del capital, a partidos políticos de izquierda y dirigentes sindicales “responsables”. Sin hablar de periodistas, profesores universitarios, abogados, economistas, obispos y otros. Y si todo esto falla, recurren a los palos, a los jueces y a la muerte. Sin embrago otra barrera poderosa es la conciencia humana que es profundamente conservadora. Esto refleja un instinto de autoconservación que se remonta a los días en que vivíamos en las cuevas y temíamos la oscuridad.
Los seres humanos sólo aceptan los cambios sobre la base de grandes acontecimientos que sacuden a la sociedad hasta los cimientos, transformando la conciencia y forzando a la gente a ver las cosas como realmente son. Esto no ocurre gradualmente, sino forma explosiva. Y es precisamente esto lo que estamos viendo por todas partes. La conciencia está empezando a ajustarse para la explosión.
Los líderes reformistas desempeñan un papel pernicioso, aferrándose al “libre mercado” incluso cuando todo está entrando en colapso a su alrededor.
Los líderes reformistas de derecha son completamente corruptos. Abandonaron toda pretensión de defender el socialismo hace décadas y se convirtieron en servidores fieles de los banqueros y capitalistas. Cortan el gasto social y atacan a los trabajadores para defender el capitalismo. Y, por eso, se desacreditan. Para las masas, el reformismo con reformas tiene sentido. Pero el reformismo con contrarreformas no tiene el menor sentido.
En el período del auge capitalista fue posible hacer concesiones a la clase obrera. Sin embargo, en una fase de crisis profunda, los burgueses ya no pueden permitir reformas. Exigen la liquidación de lo que fue conquistado. No quieren colaboración de clases, quieren obediencia de esclavos.
Una generación fue desmoralizada
La mayoría de los activistas de los partidos adaptados al capital, reformistas de derecha y de izquierda, socialdemocratas o ex estalinistas, y de los dirigentes sindicales, se desmoralizaron. Son profundamente escépticos y cínicos. Están completamente fuera de contacto con el estado de ánimo real y no reflejan la clase.
No representan el presente ni el futuro, son sólo un reflejo de la capitulación y de las derrotas del pasado. Ellos son el mayor obstáculo para los trabajadores y los jóvenes combativos que buscan el camino de la revolución socialista.
Es en ese terreno que proliferan las sectas ultraizquierdistas y pequeñas burguesas con sus programas centrados en minorías, identidades, transversalidades, racialismo, todo tipo de teorías posmodernas y antimarxistas, además de un electoralismo supuestamente revolucionario.
Este es un período de choques y cambios repentinos que afectan a todos los países sin excepción. Y para eso nos preparamos. El “centro político” está siendo derribado por todas partes porque hay una creciente polarización de clases. Donde antes había estabilidad política, hay una creciente inestabilidad. Las elecciones provocan un choque después del otro: oscilaciones bruscas a la derecha ya la izquierda. Cosas que se suponía que no iban a suceder, ahora están sucediendo.
Es necesario paciencia revolucionaria
Los acontecimientos van a seguir su propio curso con su propia velocidad. No hay lugar para la complacencia y la vacilación. Es necesario construir las fuerzas de la Izquierda Marxista (EM) y de la Corriente Marxista Internacional (CMI) con urgencia.
Estamos en el camino correcto. Es en la acción que debemos demostrar que somos los verdaderos y dignos herederos de las tradiciones de 1917, de Lenin, Trotsky y de la Revolución Bolchevique.
Nuestras tácticas se basan en la situación real: la crisis del capitalismo, que a su vez está produciendo una nueva generación de luchadores de clase, que será mucho más revolucionaria que la generación anterior. Necesitamos basarnos en los estudiantes, principalmente en los secundarios y en la juventud obrera, cruelmente explotada y abierta a las ideas revolucionarias.
Confianza absoluta en nuestra clase
La clase obrera es la única clase creativa, la clase que genera toda la riqueza de la sociedad, la única clase verdaderamente revolucionaria y que tiene en sus manos el destino de la humanidad. Confianza plena en las ideas del marxismo, en el bolchevismo. Y, por último, pero no menos importante, debemos confiar en nosotros mismos: confianza absoluta de que, armados con las ideas del marxismo, construiremos las fuerzas necesarias para dirigir la lucha para cambiar la sociedad, para dar un fin a este régimen de crueldad, injusticia, explotación y esclavitud y lograr la victoria del socialismo en todo el mundo.