A cada concepción razonada del mundo le corresponde una forma característica de resolver sus propios problemas. Así, una organización revolucionaria tendrá una manera particular de resolver sus asuntos, que no será la misma de una organización liberal o de una libertaria (aquí no referimos a la anarquista y no a la liberal-libertaria).
Aunque la realidad es más compleja que la representación simplificada de un modelo, estos nos servirán para identificar elementos de lo que no queremos y de lo que deseamos en nuestra propuesta de resolución de conflictos. Advertimos que, en la práctica, seguramente encontraremos elementos de modelos indeseados y esto ocurre porque al ser los actores personas o instituciones formadas por personas, lidiamos con un cúmulo de valores e ideas prefijadas que denominamos como sentido común.
La Plutocracia Liberal
Las formas de resolver los problemas políticos basados en la casta o la herencia típicos del feudalismo, dieron paso en la mayoría de los países al modelo liberal. Este modelo, presupone la igualdad política y la libertad económica. La primera, concibe a todos los ciudadanos libres e iguales para ejercer sus derechos políticos, sin embargo, en la práctica la libertad económica crea desigualdades, por lo que en palabras del Social-Liberal Duverguer, “el modelo democrático es en realidad un modelo Pluto-Democrático, dado que el poder reposa a la vez sobre el pueblo (demos) y sobre la riqueza (ploutos)”.
Estas desigualdades se van agravando en la medida en que se desarrolla la acumulación de capital, así, vemos que quienes ostentan grandes capitales (heredados en la mayoría de los casos), serán quienes tienen mayores posibilidades de ejercer derechos individuales clásicos a saber: la propiedad privada, el derecho de expresión y el de reunión, en detrimento de quienes sólo viven de vender su fuerza de trabajo y que, dependiendo del grado de explotación al que estén sometidos, tendrán más o menos tiempo libre para reunirse y pocas posibilidades de que sus ideas sean transmitidas.
Este modelo se refleja también en las organizaciones liberales, en estos partidos, en los cuales se agrupan “notables”, las decisiones se toman como si se tratase de una junta de accionistas y esto tiene que ver con la forma en la cual se financia y sostiene el partido, siendo poco probable que uno de sus miembros sin recursos, pueda sostener una posición de principios por mucho tiempo.
La Dictadura del Consenso
El polo opuesto de las formas liberales es la adoptada por las organizaciones anarquistas, éstos, al no consentir ningún poder ni autoridad por sobre cada individuo, promueven formas de solucionar los conflictos de la comunidad que se sostienen en el consentimiento mutuo de todos los asociados. En teoría, al no reconocerse ningún poder sobre los individuos, no hay nada que pueda obligarnos a asumir una decisión con la que no estemos de acuerdo, por lo que los demás, a falda de medios coercitivos, solo podrán recurrir al convencimiento lo que sería la superación de la democracia liberal. En la práctica, este modelo tiende a la dictadura de una sola persona con derecho a veto de las decisiones mayoritarias.
Este caso fue común durante las manifestaciones de los Occupy Wall Street, en las que las asambleas podían tardar días sin llegar a acuerdos sobre la táctica a adoptar, sin además lograr saldos orgánicos que fuesen instrumentos de sus justos reclamos. El asambleísmo extremo, en el cual hasta la decisión más banal como el menú del día se convierte en una traba, se entiende en grupos antisistema que desechan todo orden por considerarlo injusto. En los EE.UU, la propaganda anticomunista ha alejado del camino revolucionario a jóvenes que a falta de alternativas y descontentos con el sistema terminan en organizaciones de éste tipo.
El Centralismo Democrático
Una organización revolucionaria que pretende liberar al género humano de la explotación, por su propia esencia, no puede reconocer, al igual que los anarquistas, otro poder que no emane del consentimiento de sus partidarios, sin embargo, quienes deciden pertenecer a estas organizaciones adoptan el método democrático mayoritario y las decisiones, construidas desde la base son cumplidas de forma disciplinada.
El centralismo democrático, por lo tanto, supera la desigualdad plutocrática liberal y las trabas libertarias. Y esto debe ser así porque en la práctica, estas organizaciones deben funcionar con la disciplina de un ejército y con la democracia de una asamblea de trabajadores.
El centralismo democrático, para que sea tal, supone que cada miembro de la organización pertenece a un organismo de base y colabora con las tareas de la organización, entre las que están el financiamiento de la misma. Esta particularidad, impide que algún financista externo, como en el caso de los liberales, pueda imponer su interés privado.
Otro de los supuestos es que los órganos de dirección no son autónomos de las asambleas de base, sino que responden a las mismas a través de un congreso y que deben seguir las líneas programáticas planteadas en el mismo. Lo contrario acarrea la revocación del cargo individual en dicho organismo de dirección o su disolución si la falla es colectiva.
Por otro lado, la construcción colectiva de la línea política y la disciplina adoptada después de la toma de una decisión no suprime de ninguna manera el derecho a disentir. No se trata de una dictadura autoimpuesta, en caso de existir alguna diferencia, la fracción minoritaria tiene todo el derecho de tratar de convencer y de aspirar a ser mayoría, sin embargo, mientras no suceda esto, no podrán obstaculizar o sabotear las decisiones de la mayoría, debiendo trabajar en la consecución de los fines que se ha dado la organización.
Centralismo Burocrático
Hay casos, en los que una organización exige la disciplina de sus partidarios alegando el centralismo democrático sin cumplir con todos sus supuestos. Para entender esto, es necesario tener en cuenta que aún las organizaciones revolucionarias cuentan con estructuras burocráticas: secretarías, comisiones, responsables políticos de las asambleas locales, responsables de prensa, entre otros. Esta burocracia, en periodos de relativa calma o en ausencia de un debate democrático continuo, se van adaptando al trabajo cotidiano volviéndose conservadoras, por lo que en periodos de auge de la lucha, se muestran esclerotizadas e incapaces de virar la línea acostumbrada, lo que a veces choca con la base radicalizada que clama por un cambio de rumbo.
En otros casos, nos encontramos con que estas organizaciones cuentan con una dirigencia que escapa de todo control de las bases, sus estructuras de dirección, en vez de ser electas, son cooptadas, por lo que no responden a las asambleas de base sino a lealtades personales con los jefes. En este caso, es natural la exigencia de disciplina recurriendo a una falsificación del centralismo, a la falta de la autoridad que se conquista con el debate de sus puntos de vista se la conquista con imposiciones y sanciones administrativas.
Un Modelo Participativo y Protagónico
Es común ver entre los liberales una crítica al modelo democrático griego por considerar que la vida política actual, con sus complejidades, impide poner en práctica la democracia directa por medio de asambleas ciudadanas como entonces se hacía en el Ágora. Señalan, que modelos de este tipo sólo pueden practicarse en comunidades pequeñas, como es el caso de algunos cantones suizos.
La Comuna de París, y luego la Revolución Rusa con los soviets, demostraron que éstas formas de gobierno son válidas. En nuestro país, los consejos comunales y las comunas, inspiradas en estas experiencias, están llamadas a ser órganos de gobierno locales y asamblearios en la que la representación clásica sea superada por la partición protagónica de los miembros de la comunidad.
Esta concepción, rescata el significado de la política como forma de resolver los problemas de los comunes en condiciones de igualdad en las que la autoridad se conquista con el trabajo cotidiano. Supera entonces la desigualdad basada en el dinero, la dictadura del derecho a veto del consenso absoluto y, adoptando los principales rasgos del centralismo democrático, se muestra como modelo necesario para resolver los problemas de nuestras comunidades.