El aislacionista Trump ha cambiado radicalmente. En lugar de su promesa de no intervenir en Oriente Medio, a comienzos de abril utilizó la indignación causada por un supuesto ataque químico contra civiles en Jan ShayJún en Siria para lanzar 59 misiles de crucero contra una base aérea del gobierno sirio. La Casa Blanca se apresuró a anunciar que la acción enviaba una contundente señal no sólo a Assad sino al resto del mundo.
Gran Bretaña, Francia, Alemania y otros estados colaboracionistas aprobaron de inmediato el ataque “decisivo”, pero “proporcional” de Estados Unidos contra el régimen sirio por su uso cobarde de armas químicas. Sin embargo, sólo las agencias de seguridad de Estados Unidos afirman tener pruebas para demostrar que Assad fue responsable, las mismas agencias que juraron por todo lo más santo que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva.
En respuesta, los rusos reaccionaron con enojo ante el ataque de los misiles estadounidenses, aliándose con Irán, el otro principal aliado de Assad, para advertir contra nuevos ataques estadounidenses.
Mientras que Washington y otros gobiernos occidentales atribuyeron el ataque al gobierno sirio, Rusia insistió en que las muertes de civiles se debían a la fuga de gas nervioso de un almacén de armas químicas de la oposición que fue bombardeado en un ataque aéreo por las fuerzas sirias.
Para determinar la versión más probable, debemos hacer la pregunta: ¿quién se beneficiaba de este incidente?
Para empezar, la ciudad afectada no tenía ninguna importancia militar. Assad estaba ganando la guerra en Siria, así que ¿por qué debería usar deliberadamente armas químicas, lo que innecesariamente provocaría represalias por parte de Estados Unidos? Assad tendría todo que perder al hacerlo. Las fuerzas jihadistas de la oposición tienen acceso a armas químicas y las han utilizado. La oposición se manifestaba absolutamente jubilosa ante el bombardeo estadounidense de Assad. Un ex embajador británico en Siria advirtió que esto significará que se realizarán más ataques químicos por parte de la oposición, culpando a Assad, con el fin de arrastrar a los EE.UU. a atacar objetivos del gobierno.
A pesar de las afirmaciones de los Estados Unidos de que el bombardeo fue una acción “aislada”, el ataque militar ha provocado una conmoción mundial. Tanto Vladimir Putin como el presidente iraní, Hassan Rouhani, emitieron una declaración conjunta: “Las acciones agresivas de Estados Unidos contra un Estado soberano, que violan el derecho internacional, son inaceptables”. El régimen norcoreano de Pyongyang, que provocó a Washington con una prueba de misiles este mes, también condenó el ataque. Kim Jong Un, el líder norcoreano, describió el ataque estadounidense como un “acto de agresión imperdonable” que justificaba su necesidad de desarrollar su arsenal nuclear. Este acto fortalecerá simplemente al régimen de Pyongyang y su resolución de desarrollar su capacidad nuclear. Vieron lo que le sucedió a Saddam y el cambio de régimen en Irak y sacaron la conclusión que necesitaban armarse y defenderse con sus propias armas de destrucción masiva.
Al aumentar la presión, el Pentágono decidió desplegar un grupo de portaaviones cerca de la península coreana, descrito por un oficial militar estadounidense como una “muestra de fuerza”. Esto era parte de lo que Rex Tillerson, el secretario de Estado estadounidense, dijo sobre que la era de la “paciencia estratégica” norteamericana con Corea del Norte había terminado. Hizo hincapié en que Estados Unidos estaba considerando todas las opciones, incluidas las acciones militares.
Pero todo esto es sólo un farol. Corea del Norte es un estado estalinista muy inestable, gobernado por un dictador y armado con armas nucleares. A diferencia de Siria, Estados Unidos no puede usar misiles contra Corea del Norte por temor a represalias mortales. Si atacasen, Corea del Norte podría fácilmente enviar misiles con bombas nucleares a Tokio y Corea del Sur, destruyendo también las bases militares estadounidenses en la zona. Las instalaciones nucleares y de misiles de Corea del Norte están muy dispersas, incluidas las subterráneas y las submarinas. Sería extremadamente improbable que todas las instalaciones pudieran ser destruidas en una sola oleada de ataques, lo que inmediatamente elevaría la perspectiva de represalias nucleares por parte de Corea del Norte.
Los Estados Unidos tendrían que tener en cuenta esta realidad. Corea del Norte no es ciertamente comparable a Siria, que estaba más o menos indefensa ante la agresión estadounidense. Siria se ha desmoronado y no es capaz de responder. Corea del Norte es totalmente diferente. Incluso un supuesto ataque quirúrgico por parte de la administración estadounidense traería consigo consecuencias desastrosas, y no sólo a sus aliados.
NBC informó que una reciente revisión estadounidense de la política de Corea del Norte incluía opciones para ubicar armas nucleares en Corea del Sur y asesinar a Kim Jong Un, el líder norcoreano. Esto se asemeja a los intentos estadounidenses de desestabilizar Cuba y asesinar a Castro, que terminó en un fracaso total. Sería un curso muy peligroso, que ciertamente provocaría a Pyongyang.
La acción unilateral de Estados Unidos en Siria seguramente generará temores no menores en China, no sólo porque Donald Trump cenaba con Xi Jinping cuando las bombas caían, sino debido a la cada vez más dura posición sobre Corea del Norte que emana de la administración estadounidense. La amenaza -y eso es lo que es- de que Trump se las arreglará solo con Corea del Norte será tomada muy en serio por el gobierno chino. Dicho esto, China no tiene interés en cambiar su política y apoyo hacia Corea del Norte. Un colapso del régimen de Pyongyang, o la debacle de su economía, enviaría una marea de refugiados a China, con todos los trastornos que esto significaría. También podría abrir el camino a la eventual reunificación de Corea, lo que significará más tropas y bases estadounidenses en la propia frontera de China. Esto sería intolerable para el régimen chino. Es por eso que los chinos han decidido responder al farol de Trump, trasladando 150.000 tropas a la frontera con Corea del Norte.
Joe Detrani, ex funcionario de la CIA que ha tenido relaciones con funcionarios norcoreanos, dijo que Kim podría estar preocupado por su seguridad, pero no cambiará su política. “Su padre, Kim Jong Il, se escondió literalmente después de la primera guerra del Golfo, cuando Estados Unidos utilizó su poder aéreo abrumador para destruir al ejército iraquí”, dijo Detrani. “Kim Jong Un puede hacer lo mismo … Sin embargo, no lo disuadirá de mejorar sus programas nucleares y de misiles”.
Sin embargo, el gobierno chino ha advertido a Corea del Norte, a través del Global Times, un periódico chino del partido “comunista”, que comprenda la gravedad de la situación y evite otra provocación llevando a cabo su sexta prueba nuclear.
“Si Corea del Norte lleva a cabo la sexta prueba nuclear, la posibilidad de que se convierta en un factor decisivo para empujar a Washington a emprender una aventura militar no puede ser excluida”, declaró el diario en un editorial. “Es de vital importancia que Corea del Norte no juzgue mal la situación en el futuro. Las nuevas pruebas nucleares provocarían reacciones sin precedentes de la comunidad internacional, e incluso alcanzar un punto de inflexión”.
No sólo los chinos están inquietos, sino que aún más lo están los gobernantes de Seúl y Tokio. Trump se vio obligado a llamar tanto al primer ministro japonés Shinzo Abe como a Hwang Kyo-ahn, el actual presidente surcoreano, sobre el ataque a Siria y la situación en la península de Corea del Norte. Y no es de extrañar que estén nerviosos. Incluso si Estados Unidos fuese capaz de eliminar todo el programa nuclear de Corea del Norte de una sola vez, los norcoreanos todavía tienen una artillería convencional formidable. Ellos podrían lanzar un ataque devastador sobre Seúl, la capital surcoreana, una ciudad de 10 millones de habitantes que se encuentra a 35 millas de la frontera de Corea del Norte. Japón también sería vulnerable a los lanzamientos de misiles, al igual que las bases estadounidenses en la región.
Este aparente cambio en la política exterior de Trump ha creado ciertamente marejadas a nivel internacional. La antipatía inicial de Trump a la intervención en Oriente Medio, un punto clave en su campaña para convertirse en presidente, parece que ha sido dejada a un lado. Trump, tan inestable como siempre, parece haber cambiado de opinión. Entonces, ¿cuáles son las razones de este sorprendente cambio sobre Siria? El cambio, aunque sea temporal, es en su mayor parte un reflejo de los problemas a que se enfrenta Trump en el frente interno, ya que está sufriendo una creciente presión sobre las relaciones de allegados y funcionarios suyos con Moscú. Esto, a su vez, es un reflejo de la influencia del “Estado dentro del Estado” de Estados Unidos, ramas de los servicios secretos, que son inherentemente hostiles a Rusia. Al reafirmar el poder estadounidense en la escena mundial, Trump espera desviar la atención de sus opositores políticos, pero al precio de someterse a su agenda en política exterior. Esto también podría explicar el anuncio justo un par de días antes de los bombardeos en Siria, de que Steve Bannon, estratega jefe del presidente y el principal defensor en la Casa Blanca del nacionalismo de “Estados Unidos primero”, había perdido su puesto en el Consejo de Seguridad Nacional (CSN). El general Michael Flynn, quien compartió muchos de los instintos radicales del Sr. Bannon, también fue despedido como jefe del CSN en febrero.
Sin embargo, estas dimisiones ya han creado problemas en su base de apoyo, que son hostiles a más aventuras extranjeras. Sus partidarios están diciendo que debe rendir cuentas por los resultados de esta accion, para revertir esta aventura indeseable. Ann Coulter, autora de “In Trump We Trust”, tuiteó su consternación y preguntó: “¿Por qué involucrarse en otra catástrofe musulmana?” Esta podría ser la razón del último giro de Trump, aclarando que América “no iba a entrar en Siria”, lo que sólo aumentó aún más la confusión.
En realidad, todo lo que Washington habla de líneas rojas es humo en las condiciones actuales. El bombardeo de Siria ha empeorado la situación aumentando las tensiones en todas partes. A pesar de todo su lenguaje duro, Washington se verá obligado a convivir con las armas nucleares de Corea del Norte, como lo había hecho en el pasado con otros países. Al final, también tendrá que llegar a un acuerdo con Rusia en Oriente Medio. No tiene alternativa real. Rusia tiene todas las cartas en Siria, con influencia y presencia militar, algo que Estados Unidos no tiene.
A corto plazo, el intento de Washington de aumentar la presión sobre Rusia para que ponga fin a su apoyo al presidente sirio, Assad, será recibido con agua fría. La visita de Tillerson a Moscú no aclaró las cosas. Por el contrario, los Estados Unidos fueron despreciados fríamente. La acción unilateral de Estados Unidos en Siria ha enturbiado las relaciones con Rusia, un actor clave en Siria, e incluso las ha dañado seriamente. Sin Rusia, los estadounidenses no tienen influencia en la región. El planteamiento de los Estados Unidos de que el problema en Siria era el patrocinio por parte de Moscú de un “régimen asesino” simplemente añadirá más combustible al fuego. Tillerson no obtendrá ninguna simpatía por parte de los rusos con sus acusaciones de que Moscú no fue necesariamente cómplice en el ataque químico, sino “incompetente”. Por el momento, los rusos le han dado la espalda a los estadounidenses y han aumentado su apoyo a Assad.
En realidad, los estadounidenses se han dado un tiro en el pie. La situación también expone los límites del poder estadounidense. Son impotentes, igual que Occidente.
La reunión silenciada de las potencias del G7 reconoció su debilidad. Incluso Tillerson se vio obligado a moderar su lenguaje. Y el bufón Boris Johnson, el ministro de asuntos exteriores británico, recibió una bofetada por su llamamiento a más sanciones contra Rusia y Siria. “El tema no fue mencionado por nadie, excepto por Boris Johnson”, dijo el ministro de asuntos exteriores francés. De manera humillante, fue tratado como un colegial travieso, al que le obligaron a sentarse en un rincón en silencio. En un gesto impotente, Boris el “idiota”, canceló una visita planeada a Moscú, diciendo que dejaría a Tillerson que entregara un “mensaje claro y coordinado”. El boicot refleja nítidamente el poco peso que tiene Gran Bretaña en los asuntos internacionales. Johnson, que refleja la posición del Reino Unido, es simplemente un caniche de los EE.UU. , aterrorizado de poner un pie fuera de lugar por miedo a una patada del Tío Sam. Su aislamiento en el G7 muestra cuán fuera de lugar está Gran Bretaña en la diplomacia mundial.
El gobierno británico es como un perro ladrador, pero no mordedor. Incluso el secretario de Defensa de Gran Bretaña, Michael Fallon, intentó aumentar su autoestima acusando a Rusia de ser directamente cómplice del derramamiento de sangre en Siria. “Este último crimen de guerra ocurrió bajo su vigilancia”, tronó Fallon. “En los últimos años, han tenido la oportunidad de mover las palancas y detener la guerra civil. Por su influencia, Rusia es responsable de cada muerte civil la semana pasada”.
Pero este golpe de pecho es completamente hueco. Ellos pagarán el precio por esta confidencia.
Con el inconformista Trump en la Casa Blanca los giros en su política exterior son inevitables. Con su limitada capacidad en estrategia, es como un toro en una tienda de cerámica. Se ha enemistado con los europeos, amenazando con socavar la OTAN. Ha declarado “América Primero”, que amenaza con un nuevo período de proteccionismo. Se ha enfrentado abiertamente a la CIA y a los servicios de seguridad, un caso único en la historia de EEUU. Ha puesto al Partido Republicano boca abajo. En una situación ya muy inestable en las relaciones mundiales, está arrojando gasolina a las llamas.