Los resultados de las elecciones del 26 de junio han mostrado un panorama diferente al que anunciaban las encuestas de opinión, y al que esperaban los activistas de izquierdas, y los simpatizantes y votantes de Unidos Podemos (UP). El Partido Popular ha vuelto a ganar las elecciones con un incremento sustancial de votos, el PSOE se mantiene segundo con pérdidas menores a las esperadas, y UP permanece en tercera posición tras haber perdido un millón de electores ¿Qué significa esto? ¿Qué perspectivas se abren para un nuevo gobierno? ¿Qué lecciones deben sacar los dirigentes, militantes y votantes de UP de estos resultados?
Hay que decir que la misma clase dominante, a través de sus medios de comunicación y de los partidos de derechas, asó como los dirigentes del PSOE, dieron crédito hasta el mismo día de las elecciones a la posibilidad de que UP se situara como segunda fuerza política del país. Esta fue la razón de la campaña histérica de odio, acoso y mentiras escandalosas a que fue sometido UP durante toda la campaña electoral y en semanas previas.
Sin embargo, la situación está lejos de ser tranquilizadora para la clase dominante española y para el mismo PSOE. El “alivio” de haber quedado como segunda fuerza, es un regalo envenenado para éste, pues está condenado a ser el árbitro que conduzca a la formación del gobierno de la derecha, más inestable, débil e impopular que hayamos tenido.
Los resultados
Sin duda, un elemento destacado del 26J fue el aumento de la abstención, que pasó del 28,79% el 20D al 30,16%, 1,2 millones más de personas. Es el mayor nivel de abstención habido en unas elecciones generales desde 1977. Precisamente, estos 1,2 millones coinciden con los votos perdidos por UP (1,05 millones) y el PSOE (120.000). Este nivel de abstención fue mayor en las zonas obreras y de mayor implantación del voto de izquierdas. Así, en Catalunya, la abstención escaló hasta el 34,4%; en Andalucía al 31,8%, lo mismo que en Asturias. En los barrios obreros de Madrid y en el cinturón rojo de la comunidad de Madrid la abstención se incrementó 5 puntos.
El PP pasó del 28,71% al 33%, ganando cerca de 700.000 votos; el PSOE del 22% al 22,7%, perdiendo 120.000 votos; y UP del 24,4% de Podemos, IU y sus confluencias el 20D hasta el 21,1% el 26J, perdiendo más de un millón. Ciudadanos también perdió apoyo, del 13,94% al 13,05%, casi 400.000 votos menos.
El PP recuperó votos de Ciudadanos, 100.000 votos de UPyD y 200.000 que el 20D habían ido a la abstención.
El PSOE, aunque perdió apoyo en muchas regiones, incrementó sus votos en pequeñas cantidades en Madrid, País Valenciano, Aragón, Canarias, Euskadi, Baleares, Cantabria y Asturias.
UP perdió votos en todas las comunidades autónomas con respecto al voto conjunto de Podemos, IU y de sus confluencias en Catalunya, Galicia y País Valenciano el 20D. Las pérdidas más significativas fueron en Andalucía (222.000), Madrid (218.000), Catalunya (81.000), Castilla y León (73.000), Galicia (66.000) y Canarias (65.000).
En el Congreso, el PP pasó de 123 a 137 diputados, el PSOE bajó de 90 a 85, UP mantiene los 71 diputados conseguidos el 20D por Podemos, IU y sus confluencias; y Ciudadanos baja de 40 a 32 diputados.
Así, el PP sigue careciendo der una mayoría sólida. Ni siquiera sumando sus diputados a los de Ciudadanos y al único diputado de Coalición Canaria, alcanza la mayoría absoluta de 176, quedándose en 170. Descartado el apoyo de los independentistas catalanes, ERC y CDC (17 diputados), ni siquiera le valdría el apoyo de los nacionalistas vascos del PNV (5 diputados); además, sería improbable que el PNV se hiciera el haraquiri, apoyando a la derecha españolista, a falta de unos meses para las elecciones al Parlamento vasco. Si o si, un gobierno del PP depende necesariamente del apoyo del PSOE.
Los resultados de Unidos Podemos
Es comprensible y lógica la profunda decepción de los millones de votantes y activistas de UP. Todas las encuestas de opinión, incluso las de a pie de urna en la misma noche electoral, anunciaban el esperado “sorpasso” de UP al PSOE, que lo hubiera instalado como la principal fuerza de oposición en la política española. Desde nuestra corriente, Lucha de Clases, también fuimos partícipes de dichas expectativas. Pero los resultados han mostrado un panorama muy diferente y debemos esforzarnos por dar una explicación a lo sucedido.
Sin duda, UP mantiene un apoyo electoral sustancial del 21,1% y más de 5 millones de votos. Se mantiene como la fuerza política más votada en Catalunya y Euskadi, y la segunda en Madrid, País Valenciano, Navarra e Islas Baleares. En Galicia, quedó tercera a solo 1.000 votos del PSOE, y podría retomar la segunda posición alcanzada el 20D cuando se contabilice el voto del exterior. Esto no oculta el retroceso general habido, si comparamos los resultados del 26J con el voto conjunto de Podemos, IU y sus confluencias el 20D, y que se concreta también en la pérdida de la segunda posición a favor del PSOE en Asturias, Aragón, Canarias, además de Galicia.
En Catalunya, aunque En Comú Podem (ECP), la confluencia hermana de UP, ganó las elecciones, perdió votos y vio disminuida su distancia con el PSC. Aquí la campaña fue bastante pobre, a excepción del mitin inaugural de la campaña electoral que contó con la presencia de Iglesias y Garzón. Hay que reconocer que la referente principal, Ada Colau y su gobierno municipal en Barcelona, están en un momento político bajo, habiendo pactado con el PSC un gobierno de coalición que es visto con desconfianza por sus bases, y han gestionado muy mal las huelgas del transporte urbano, llegando a enfrentarse con los trabajadores. El electorado de las CUP que se movilizó el 20D por ECP ahora no lo hizo de la misma manera.
Ciertamente, hay factores objetivos inesperados cuya incidencia es difícil de evaluar, como el resultado del referéndum en Gran Bretaña tres días antes de las elecciones donde ganó la salida de la Unión Europea, el llamado Brexit. Tuvimos tres días consecutivos de una campaña de pánico en los medios alertando de los desastres económicos que en Europa y el Estado español podrían derivarse de esto. Eso potenció la desconfianza y las dudas de las capas más atrasadas y vacilantes de la clase trabajadora, y de los votantes que oscilaban entre PSOE y UP, por la campaña infame de miedo propagada por los medios ante la perspectiva de una victoria de UP y sus consecuencias en la economía y en los puestos de trabajo. El problema fue que este sentimiento de desconfianza hacia UP quedó reforzado por toda una serie de errores cometidos en la campaña electoral, e incluso antes.
La realidad es que alrededor del PP, de Ciudadanos y del PSOE se agrupó el voto del miedo y la incertidumbre, de las capas pasivas e inertes de la población, como los jubilados y amplios sectores de la clase media.
El voto de Podemos concentró las capas más activas, dinámicas y productivas de la sociedad en la clase trabajadora, la juventud, las mujeres e intelectuales progresistas. Pero este apoyo fue insuficiente para arrastrar a un sector significativo de las capas menos avanzadas de la clase trabajadora que, o bien volvieron a votar al PSOE o se abstuvieron.
A la luz de los resultados también se aprecian graves errores e insuficiencias políticas habidos durante la campaña electoral, y en los meses que siguieron al 20D.
Hay aspectos meramente organizativos, que tienen una gran importancia. Por ejemplo, casi todos los actos electorales centrales fueron convocados deficientemente. Normalmente, el lugar de celebración sólo era publicitado uno o dos días antes, sin dar tiempo a su difusión masiva. Se ha abandonado la práctica tradicional de pegar carteles por las calles informando de los mismos, confiando todo a las redes sociales, a donde no llegan capas amplísimas de la población. En pleno verano, con un calor sofocante, se han convocado actos al mediodía sin refugio para hacer frente al sol implacable, o en horas de la tarde con mucho sol y calor, en lugar de retrasarlo a horas más convenientes para garantizar la máxima presencia del público.
En los actos electorales, y en los debates televisivos, se dedicaba mucho tiempo a denunciar la política del PP, y poco tiempo a exponer las medidas concretas que UP proponía en su programa. Las frases vacías sobre la sonrisa, el amor y otras cualidades humanas elevadas son encomiables y necesarias, pero por sí mismas no daban respuesta a las necesidades materiales apremiantes de las familias trabajadoras.
La confluencia PODEMOS-IU
Ahora puede apreciarse la magnitud del error de no haber confluido en las pasadas elecciones del 20D, como demandaban amplios sectores de las bases de Podemos e IU. En aquel momento, tal confluencia sí habría garantizado el “sorpasso” al PSOE, y habría impedido a Pedro Sánchez armar el teatro que luego escenificó con Ciudadanos de formar un gobierno alternativo al PP, del que sacó algunos réditos políticos como también comentaremos.
El compañero Pablo Iglesias se excusa con que en aquel momento la situación interna de Podemos y de IU no estaba madura para dar ese paso, por las resistencias internas que había en las cúpulas de ambas organizaciones; particularmente fuertes en la dirección de Podemos, en el sector ideológica y organizativamente dominante entonces, encabezado por el compañero Íñigo Errejón.
Pero esa excusa no sirve de justificación. Los intereses de la clase obrera, de la juventud y de la gente que sufre deben estar por delante de los intereses, prejuicios, y celos de aparato. Fue un error y debe reconocerse honestamente. Alberto Garzón lo expresó claramente en los mítines electorales: si la confluencia fue posible en las elecciones del 26J no fue por la voluntad de los aparatos, sino por la exigencia de las bases desde abajo. Lamentablemente, antes del 20D no se escuchó a esas mismas bases.
Otro de los errores que señalamos en su momento fue la negativa de las direcciones de PODEMOS-IU de acompañar la propuesta de gobierno de coalición que le hicieron al PSOE en el mes de febrero con una campaña activa de actos y movilizaciones en las calles para generar un ambiente popular masivo a favor de dicha propuesta. Se limitaron a hacer declaraciones, debates en los medios y discursos parlamentarios, relegando a millones de votantes de la izquierda a ser meros espectadores pasivos de las propuestas de PODEMOS-IU y de las contrapropuestas de PSOE-Ciudadanos, quienes gozaban además de mayor cobertura en los medios y en el parlamento para hacer demagogia de su “pacto progresista”. La dirección socialista tuvo éxito en confundir y engañar a decenas de miles de votantes socialistas, muchos de los cuales votaron a Podemos y sus confluencias el 20D, para hacer recaer sobre estos últimos la responsabilidad por el fracaso de un gobierno progresista alternativo al PP.
Nosotros saludamos con entusiasmo, como millones de votantes y activistas obreros, sociales y de izquierdas, la confluencia anunciada a principios de mayo entre PODEMOS e IU en todo el Estado. Sin embargo, señalamos en ese momento que la condición para que tal confluencia electoral tuviera un impacto decisivo era diseñar una campaña masiva de actos de masas por todo el Estado con la presencia conjunta de Pablo Iglesias y Alberto Garzón, cuya autoridad va mucho más allá de la militancia de IU.
Sin embargo, se impuso una campaña vergonzante que trató de relegar a un papel secundario este pacto y la propia figura de Garzón, con actos electorales separados de Podemos y de IU. Fue desmoralizador para mucha gente ver solamente 4 actos públicos conjuntos de Iglesias y Garzón en toda la campaña (Barcelona, Alicante, Jerez y Madrid). Igualmente fue desmoralizador y un despilfarro de recursos y esfuerzos, ver actos separados de ambas organizaciones en ciudades y pueblos. Esto transmitió una sensación de acuerdo endeble y oportunista, lastrando la fuerza y la garra que se necesitaba para arrastrar al conjunto de los votantes de PODEMOS, IU y de muchos votantes del PSOE hacia el voto a UP. Esto se agravó con la actitud desconsiderada y humillante por parte de la dirección de Podemos de relegar la figura de Garzón a un quinto lugar en las listas de diputados por Madrid cuando la generalidad de los votantes de PODEMOS-IU hubiera deseado verlo ocupando, el segundo o tercer lugar.
Sin duda, esto molestó a miles de votantes de IU, y a muchos miles más de simpatizantes de UP, lo que pudo influir en la disposición del voto a UP de muchos de ellos, reforzando ante la opinión pública de que no estábamos ante un acuerdo político genuino de “unidad popular” sino ante un mero acuerdo oportunista de conveniencia electoral, como defendió insistentemente el sector de Íñigo Errejón durante la campaña electoral.
La moderación del discurso
Otro aspecto importante a resaltar fue la suavización del discurso Iglesias en la primera parte de la campaña electoral, y el programa electoral más moderado presentado por UP con respecto al programa de Podemos e IU del 20D.
Los dirigentes de UP cayeron en el error de moderar su discurso en la creencia equivocada de que eso les permitirá ganar el apoyo de la clase media y de sectores moderados de la sociedad. Ese error ha sido una constante en los dos años de existencia de Podemos y cada vez que se deslizó por esa vía comenzó a perder fuerza y a caer en las expectativas electorales.
Hablar, por ejemplo, de ser el partido “de la ley y el orden” fue un completo error. Tratar de rivalizar con la derecha en el empleo de su mismo lenguaje, sólo consigue empujar a esos sectores moderados a los que se pretende ganar a los brazos de quienes más consecuentemente defienden “la ley y el orden” vigente, la derecha y los partidos del régimen, lo que además genera repulsa y desconfianza en el votante tradicional de izquierdas que identifica “ley y orden” con el sistema y su represión cotidiana. Lo mismo puede decirse del uso abusivo del término “patria”, que recuerda el lenguaje tradicional de la derecha, e incluso del franquismo. No importa que los dirigentes de Podemos traten de darle un carácter diferente, identificando la “patria” con “la gente”, los “servicios públicos”, etc. Tiene connotaciones españolistas rancias, franquistas y represivas para cientos de miles de trabajadores y jóvenes de nuestro país.
Es cierto que en la última semana de la campaña, tanto Garzón como Iglesias radicalizaron sus discursos, con un claro contenido de clase y de izquierdas, que enfervorizaban a los asistentes. Pero el alcance de estos discursos no rebasó esos mismos mítines o sólo tuvieron alguna difusión en las redes sociales, sin llegar a las amplias masas de votantes.
Tampoco hubo ningún intento de vincular UP con las luchas del período anterior. En los vídeos lanzados durante la campaña electoral no se veían imágenes de las movilizaciones de las Mareas, del 15M, de las huelgas generales, del movimiento contra los desahucios, etc. Las últimas manifestaciones significativas que ha habido realmente fueron la organizada por Podemos de enero de 2015 y la movilización en Madrid contra la violencia machista el 7 de noviembre pasado, donde Podemos fue la referencia política destacada. De hecho, esta última movilización de decenas de miles marcó el inicio de la recuperación de Podemos tras el revés sufrido en las elecciones catalanas de septiembre pasado. Por tanto, la voz de orden en la nueva etapa debe ser: volver a las calles.
La actitud hacia el PSOE
Otro grave error fue reclamar para sí el término “socialdemócrata”, un término en descrédito identificado con la moderación y la conciliación de clases, y con las políticas procapitalistas de los partidos socialistas europeos, Los dirigentes del PSOE explotaron hábilmente este tema, acusando a Iglesias y a UP de oportunistas que ocultaban su verdadero perfil para ganar votos. Eso ayudó a la campaña demagógica y venenosa de los dirigentes del PSOE de sembrar dudas e incertidumbre sobre que UP no tenía un programa claro y definido para aplicar si ganaba las elecciones.
La cosa empeoró cuando Iglesias anunció en plena campaña electoral su admiración por Zapatero, un presidente que generó una enorme frustración popular cuando claudicó ante los banqueros y empresarios españoles y aplicó el primer plan de ajuste de la crisis, siendo despedido del gobierno con el desprecio y la indiferencia popular. Paradójicamente, esas declaraciones reforzaron las expectativas electorales del PSOE que reclamó para sí los elogios de Iglesias a Zapatero.
También se planteó mal la oferta de gobierno al PSOE. Formalmente, esta propuesta era correcta, y así la defendimos, para despejar cualquier duda de quién debe responsabilizarse por el fracaso de un “gobierno progresista”. Pero fue un completo error negarse a polemizar con los dirigentes socialistas en los debates televisivos, respondiendo a toda su crítica demagógica y venenosa, con la consabida respuesta “no vamos a polemizar con vosotros, nuestro enemigo es el PP”, o “somos aliados”, etc. De esta manera, las dudas que podrían haber sido introducidas en la cabeza de muchos votantes de izquierdas por los dirigentes socialistas en torno a UP, nunca eran respondidas ni aclaradas plenamente. La única manera de garantizar el “sorpasso” era, además de tender la mano al PSOE con la propuesta de gobierno de coalición, plantear una crítica implacable a su dirección, a sus vínculos con el establishment, resaltando la negativa del Comité Federal del PSOE a pactar con UP bajo ninguna circunstancia; en última instancia, exponer las contradicciones y los vínculos que atan a la dirección socialista con la clase dominante y sus intereses. Eso no se hizo.
Una expresión de esto fue el debate anodino entre los 4 candidatos a jefe de gobierno en Televisión Española. Iglesias tuvo un papel conciliador, salvo algunos momentos brillantes. Su minuto final, fue un fiasco; apenas se tomó 30 segundos para dirigirse al público sin la garra y la profundidad que sí tuvo en el debate televisivo principal del 20D.
En definitiva, todo este cúmulo de errores, hizo que paradójicamente se reforzar la autoridad de la dirección del PSOE ante sus votantes, no sirvió para ganar nuevos votantes socialistas a UP, como pretendía esta táctica “amistosa” hacia el PSOE, y provocó que miles de votantes socialistas que habían votado a Podemos en diciembre votaran a Sánchez esta vez. Además, esta actitud condescendiente con la dirección socialista repelió a miles de votantes de izquierdas, no sólo de IU, que se sintieron desorientados y frustrados, muchos de los cuales probablemente se abstuvieron el 26J.
Venezuela, Grecia y el programa
Otro error fue la mala defensa que hicieron los dirigentes de Podemos ante las polémicas permanentes introducidas por los medios burgueses y sus adversarios políticos sobre Venezuela y Grecia. En lugar de exponer contundentemente la hipocresía repugnante de quienes se escandalizan por Venezuela y callan las verdaderas violaciones de los derechos humanos en Arabia Saudí, Marruecos, Colombia o México, países amigos de las grandes empresas españolas, se limitaron a responder invariablemente: “muchos prefieren hablar de países que están a miles de kilómetros para no hablar de los problemas de España”. Cuando los dirigentes de la derecha y del PSOE decían que Syriza había recortado un 30% las pensiones y aplicaba duros ajustes, los dirigentes de Podemos no replicaban que ese programa era el que había impuesto a Grecia la Unión Europea y los demás gobiernos europeos, incluyendo el español, y el que habían defendido y aplicado estos años la derecha y los socialistas griegos. Se limitaban a repetir que esa crítica era una maniobra para no hablar de España. Consiguientemente, los dirigentes de Podemos, eran acusados de escurrir el bulto. Eso reforzaba las dudas de un sector vacilante de votantes que no sabía si votar a UP, aunque simpatizaran fuertemente con él.
En el fondo, la mayor debilidad de UP ha sido la explicación y propaganda de su programa. Por supuesto, apoyamos y creemos necesarias todas las medidas progresistas incluidas en su programa electoral. Pero ofrecían un flanco fácil de atacar ante el argumento demagógico de la derecha de que estas medidas espantarían las inversiones, que la Unión Europea no las aceptaría, que crearían más paro, etc. UP debería haber hablado claro, diciendo que los intereses del pueblo están primero que nada. Si esas empresas amenazan con irse, serían nacionalizadas bajo el control de los trabajadores que las hacen funcionar, que nacionalizaría los bancos sin compensación, salvo a pequeños accionistas, garantizando todos los depósitos de la gente común, para disponer de los recursos necesarios para impulsar un plan de producción que atendiera las necesidades sociales, que nacionalizaría las empresas de energía y demás servicios públicos esenciales (agua, telecomunicaciones, etc.) para ofrecer servicios de calidad a precio mínimo para todos, que reduciría la jornada laboral para repartir el trabajo y disminuir radicalmente el paro, que ese programa suscitaría el entusiasmo de todos los trabajadores y jóvenes europeos que también luchan contra la austeridad, como demuestran las luchas obreras recientes de Francia.
En la época actual, es imposible terminar con las injusticias, desigualdades y males que vemos por todas partes, si no le arrebatamos a la oligarquía parásita que domina nuestras vidas las palancas fundamentales de la economía, que son puestas a producir y funcionar por millones de trabajadores, y que ahora sólo son instrumentos de enriquecimiento para una minoría de explotadores y privilegiados.
Un ejemplo valiente en España aceleraría y estimularía el desarrollo de movimientos políticos similares en toda Europa que en poco tiempo también podrían llegar al poder.
Tal programa, claro, concreto y defendido sin ambages terminaría de un plumazo con toda la confusión e incertidumbre generada por la propaganda tóxica de nuestros enemigos, y encontraría una simpatía innegable cada vez mayor.
Por un debate amplio y democrático
Los resultados de UP ya han comenzado a tener implicaciones dentro de Podemos. El cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, ha publicado un artículo titulado: “A la primera no va la vencida”, en el que, muy correctamente, critica la campaña “desdentada” de UP por su excesivo tacticismo (oportunismo, diríamos nosotros), y el no haber querido confrontar fuertemente con el PSOE, como hemos analizado en nuestro artículo. Cierto es que quien ha dado la nota e impuesto este sesgo es la dirección de Podemos, y no la de IU. Monedero también reconoce que a Podemos “le falta calle”, impulsar la movilización popular y estar presente en los conflictos sociales. No obstante, consideramos equivocada su tesis, expuesta en este artículo, que rechaza por enésima vez el eje “izquierda-derecha”, lo que abona al giro a la moderación y oportunista impuesto en esta campaña por Podemos y que él critica en su artículo.
Por contra, el sector de Íñigo Errejón ha salido al contraataque a través de un mensaje en su cuenta de Telegram (“Patria, Pueblo, Podemos”). Este sector, que tiene un peso político importante en la dirección de Podemos, ha sido el que ha impuesto el diseño de campaña que hemos criticado y que se ha demostrado equivocado. Este sector, que impulsa una copia del “nacionalismo popular” latinoamericano en España, no oculta su hostilidad a la izquierda y al marxismo. En este mensaje, llaman a replantearse la confluencia con IU y reprochan a Pablo Iglesias que en su comparecencia en la noche electoral reafirmara la continuidad de la misma.
“La confluencia es el camino, o no. Anoche, tras un resultado desolador y comprobar que 5+1, no eran 6 sino que era 5 e incluso menos, Pablo Iglesias, de manera precipitada, nos dijo que el camino, ese camino que no ha permitido desbancar al Partido Popular, ni al PSOE, es el correcto”. Y continúan:
“Partiendo de esta realidad, la llamada confluencia con Izquierda Unida, que ya en su momento Sergio Pascual dijo que debía ser un matrimonio de conveniencia, resultó ser un lastre para nuestro partido. La identificación con el bloque de izquierdas tradicional, caduco, que no ilusiona; la mala convivencia en multitud de territorios, su egocentrismo por ver quién tiene la bandera más grande nos lleva a valorar si es lo deseado”.
Está claro que fueron los sectores más derechistas y políticamente moderados de Podemos e IU –animados por la prensa burguesa– los máximos oponentes a la confluencia Podemos-IU en el pasado reciente. Estos sectores son ahora poco relevantes en IU, tras perder el control de la organización en la Asamblea Federal de principios de junio, pero siguen fuertes dentro de Podemos. Hay que resistir todas las presiones de este sector dentro de Podemos. Una ruptura con IU, haría girar a Podemos a la derecha, provocaría una enorme desilusión popular, y podría conducir incluso a la escisión del partido. Este sector está completamente equivocado en su análisis. Es falso que UP retrocediera en sus expectativas porque apareciera demasiado “izquierdista”. La realidad fue que el diseño de campaña impuesto por este sector fracasó en asegurar el “sorpasso” al PSOE, como hemos expuesto en apartados anteriores.
Pablo Iglesias y su entorno deberían promover un debate interno democrático que culminara en otoño en una Asamblea Ciudadana que discutiera un nuevo modelo político y organizativo. Estamos seguros de que si él y su sector están por mantener y profundizar la confluencia con la izquierda, eso tendría un apoyo masivo en la base.
¿Qué hacer ahora?
La burguesía española, pese a respirar aliviada por haber mantenido al tándem PP-PSOE al frente, no está muy feliz con la situación. El PP carece de mayoría y de apoyos suficientes para investir un gobierno propio con los votos de Ciudadanos. Pero peor es la situación del PSOE, que no podrá evitar esta vez ser la alcahueta que facilite este gobierno del PP.
El PSOE no puede reeditar su maniobra de “gobierno de progreso” con Ciudadanos y recabarle su apoyo exterior a UP. La suma de diputados PSOE-Ciudadanos se ha reducido de 130 a 117. Este nuevo intento sería visto como una pantomima y es difícil creer que esta vez Ciudadanos se sumara a la misma. Es impensable que Rajoy dé un paso atrás para asegurar el apoyo de Ciudadanos y PSOE a un gobierno del PP, habida cuenta de que aquél está en una situación más fuerte que tras el 20D y sus dos adversarios más débiles.
Parece inevitable que tras un breve escarceo, Ciudadanos y PSOE se abstengan en la investidura y Rajoy forme gobierno. Aunque formalmente, el equipo de Pedro Sánchez ha declarado que no apoyará ni se abstendrá en la investidura de Rajoy, uno de los “barones” socialistas, el presidente de Extremadura Fernández Vara, ya ha emitido su opinión favorable a permitir un gobierno de Rajoy para asegurar un “gobierno para España”
¿Qué posición debería adoptar UP? Lo correcto sería volver a emplazar a la formación de un gobierno PSOE-UP, para dejar clara su disposición a agotar las vías para impedir un gobierno de la derecha, si bien eso requeriría el apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes. Previsiblemente, el PSOE rechazará esta oferta con la excusa de no querer el apoyo de “independentistas”.
La táctica correcta sería aparecer como el campeón en la denuncia de la derecha y oponer una crítica clara y contundente a la dirección del PSOE, sus vacilaciones y acuerdos con el PP, algo que brilló por su ausencia en la campaña electoral.
Con el reinicio del curso político en septiembre, UP debe volcarse a la lucha en la calle. Durante dos años, las masas trabajadoras y otros sectores populares han aparcado la movilización social en la confianza de cambiar las cosas a través de la acción política, particularmente con el voto. Una vez bloqueado este camino, es inevitable que, a partir de determinado momento, resurja la movilización social donde los activistas de UP están llamados a jugar un papel principal.
UP debe combinar la acción parlamentaria con la movilización social, algo que no se hizo insuficientemente en los seis meses precedentes; donde se abusó, como también señalamos en su momento, de la tribuna parlamentaria y de los flashes de las cámaras.
El nuevo gobierno del PP que se forme será más débil que en la etapa anterior, debiendo recurrir permanente a las muletas de Ciudadanos y PSOE para seguir adelante. El mantenimiento y profundización de las políticas de ajuste lo desgastarán rápidamente. Es improbable que dure los 4 años de legislatura. Una convocatoria anticipada de elecciones, si los dirigentes de UP sacan las conclusiones correctas, podría catapultarlos hasta un avance decisivo.
La cuestión catalana
Un aspecto a tener en cuenta es el previsible agravamiento de la cuestión nacional catalana. Las provocaciones de la derecha españolista continuarán y cerrarán cualquier vía de escape que permita un acuerdo o salida honrosa para el nacionalismo burgués catalán que representa CDC. La cobardía de la dirección del PSOE ayudará a la labor del PP y Ciudadanos. En estas circunstancias, un sector de la juventud catalana que puso sus esperanzas en que UP ofreciera una vía desde el Estado español para resolver la situación, con la convocatoria de un referéndum de autodeterminación, verá cerrarse el camino; por lo que es previsible que crezca nuevamente el apoyo al independentismo.
En ese momento, el bloque españolista demandará un “frente nacional” contra el separatismo. UP debe denunciar todo intento de criminalizar la justa aspiración del pueblo catalán a su derecho a la autodeterminación. No es casual que las únicas zonas del Estado donde UP y sus confluencias hayan ganado, fuera en las nacionalidades históricas de Catalunya y Euskadi, porque ha vinculado valientemente la propuesta de resolver los problemas sociales con la defensa de los derechos democrático-nacionales. El tema que se plantea, particularmente en Catalunya, es que el pueblo catalán no puede esperar hasta un futuro indeterminado en que UP gane las elecciones en el Estado y resuelva la situación. Si, llegado un momento, las instituciones catalanas, demandaran o impulsaran algún tipo de referéndum o consulta al respecto, UP debería apoyarla y comprometerse a respetar su resultado, y tomar la defensa de dichas instituciones en todas las zonas del Estado ante cualquier represión emprendida por el gobierno central y su aparato estatal.
La vida enseña
Pese a todo, el 21% acumulado por UP y sus más de 5 millones de votos, siguen siendo una fuerza formidable y una base poderosa para rearmar y reimpulsar el movimiento. El 26J sufrimos un revés, dadas las elevadas expectativas que habían sido creadas; pero en modo alguno fue una derrota, ni el inicio de un proceso de declive.
Por ahora se ha impuesto el miedo ante la incertidumbre que abriría la perspectiva de un gobierno de UP, entre un sector amplio de las masas trabajadoras y de la pequeña burguesía que necesitan de más experiencias y hechos antes de agotar sus ilusiones en los viejos partidos del régimen. Esto es lo que está detrás del apoyo al PP y al PSOE. El PP ha explotado exitosamente ante este sector la idea de que las cosas van mejor que antes, y que irán todavía mejor en los meses sucesivos. Pero sus planes chocarán con la realidad.
No hay ningún entusiasmo ni ninguna confianza ciega en estos partidos. Si dejamos a un lado los millones de jubilados y personas mayores, que no juegan un papel social productivo, y a la pequeña burguesía desorientada, miedosa y vacilante, sus bases sociales de apoyo son limitadas.
La vida enseñará. Si se sacan todas las lecciones de las experiencias de estos dos años intensos, UP puede emerger más pronto que tarde como el factor político determinante. UP debe liderar la movilización en la calle ante los nuevos ataques que se preparan y explicar pacientemente su alternativa. En nuestra opinión, sólo una alternativa socialista internacionalista puede dar satisfacción a las necesidades de la clase trabajadora y de la juventud. Por eso es fundamental desarrollar en el seno de UP una fuerte corriente marxista que oponga a las dudas, vacilaciones e inconsistencias de la dirección una alternativa socialista y revolucionaria coherente ¡Únete a nosotros para impulsar esta tarea!
26 de junio 2016