Para los marxistas las elecciones proporcionan una valiosa manera de determinar ciertas tendencias en la sociedad. Es cierto que no son la única manera de juzgar el estado de ánimo de las masas – ni siquiera el mejor barómetro del estado real de la lucha de clases. A lo sumo, son una instantánea de un cierto estado de ánimo en un momento dado. Pero después de haber realizado estas reservas y cualificaciones necesarias, uno tiene que tomar en serio estos indicadores, como lo hacían Marx y Lenin.
En los últimos días hemos sido testigos de al menos tres elecciones, todas los cuales dan testimonio de procesos muy importantes que ahora se están moviendo a gran velocidad. Estos procesos no se limitan a uno o dos países. Si ese fuera el caso, podrían ser descartados como meros accidentes, sucesos que no tienen un significado particular. Pero cuando los mismos procesos –o muy similares– se repiten en muchos países, ya no pueden ser descartados como accidentes. Son las manifestaciones de un mismo fenómeno.
Irán
Vamos a empezar con un examen superficial de los resultados de las elecciones en Irán. Publicaremos un análisis más detallado en otro lugar. Pero aquí podemos decir que algo fundamental está cambiando.
El último viernes [26 de febrero], millones de iraníes votaron para elegir los 290 escaños del parlamento, así como miembros de la Asamblea de Expertos, la asamblea de 88 miembros que designa al líder supremo de Irán. La participación fue de más del 60%. La votación se extendió, según los informes, tres veces el viernes debido a las multitudes que acudieron a los centros de votación. Esto en sí mismo era una señal de agitación política. Pero el resultado final fue poco menos que un terremoto.
Como de costumbre, el régimen intervino abiertamente en la selección de candidatos, eliminando sin piedad aquellos que son percibidos como demasiado liberales. De las 12.000 personas que se inscribieron como candidatos, sólo a la mitad se le permitió presentarse, incluyendo a 200 “moderados”. Sin embargo, a pesar de todas estas medidas, los aliados del presidente Hassan Rouhani han conseguido una victoria aplastante en Teherán.
La Lista de Esperanza pro-Rouhani ha ganado cada uno de los 30 escaños parlamentarios que le corresponden a la capital, Teherán. Gholamali Haddad-Adel, una figura líder de la facción más reaccionaria fue empujado al puesto 31. Esto representa, no una derrota, sino una derrota humillante para los conservadores. Lyse Doucet, corresponsal internacional de la BBC, se refirió a eso como “este impresionante resultado electoral”.
Tan puntual como un reloj, en todos los puntos de inflexión en la política iraní, la figura de Akbar Hashemi Rafsanjani reaparece para la intriga, equilibrándose entre las diferentes facciones con la destreza de un acróbata experimentado. Este oportunista astuto, ex presidente, actúa como una veleta política, que apunta en la dirección que sopla el viento. Sus acciones nos proporcionan una idea bastante exacta acerca de la dirección en que se está moviendo la política en Irán.
Hoy en día Rafsanjani se presenta a sí mismo bajo la apariencia de un “conservador moderado”. Con un pie en el régimen, tantea las cosas con el otro. La facción “moderada”, dirigida por él mismo y Rouhani entre otros, tiene ahora la mayoría de los votos para la Asamblea de Expertos, que se compone de clérigos en su mayoría mayores.
Lyse Doucet espera fervientemente que este resultado “va a tener un impacto en el compromiso de Irán con el resto del mundo”. Ella está expresando fielmente los deseos de los banqueros y capitalistas de los EE.UU. y Europa, a quienes se les hace la boca agua ante la perspectiva de contratos altamente rentables en comercio e inversión.
“El diálogo con Occidente” de Irán ya empezó con las negociaciones sobre el acuerdo nuclear. Obama estaba ansioso por asegurarse la ayuda de Irán en la guerra contra el ISIS en Siria, donde la combinación de tropas iraníes en el terreno y el poder aéreo de Rusia han cambiado radicalmente la relación de fuerzas.
Rouhani dijo el sábado: “La competencia ha terminado Es hora de abrir un nuevo capítulo en el desarrollo económico de Irán sobre la base de las capacidades nacionales y las oportunidades internacionales. El pueblo mostró su poder una vez más y dio más credibilidad y fuerza a su gobierno electo…”
Pero a pesar de su amplia victoria en la capital, las cosas no están aún tan claras. Los reformistas tuvieron resultados no tan buenos en distritos electorales fuera de Teherán y las zonas rurales más atrasadas, donde los mulás aún mantienen su influencia entre los campesinos más atrasados y conservadores. Y la Guardia Revolucionaria y su Líder Supremo, sigue ejerciendo un control sobre el Estado.
Hay límites en lo que los reformistas burgueses pueden lograr contra un régimen poderoso y arraigado. Rouhani en sí mismo tiene sus raíces en el mismo régimen y sólo se pondrá a prueba ahora. El cambio real en Irán sólo se producirá como resultado de un poderoso movimiento revolucionario desde abajo. Se están preparando las condiciones para ello.
El Líder Supremo Ayatolá Jamenei tiene 76 años y es sabido que tiene mal estado de salud. Su salida de escena será la señal para una feroz lucha por el poder, escisiones en el régimen y una crisis política aguda. Pero, en realidad, cualquier accidente puede provocar una nueva convulsión social. El ritmo lento de la reforma, se encontrará con la tenaz resistencia de los mulás a cada paso, tarde o temprano se fusionará con el descontento de las masas por el lento ritmo en la mejora del nivel de vida y del empleo.
Con las sanciones levantadas y los inversores occidentales que comienzan a regresar a Irán, las masas tienen la esperanza de una mejora en su vida cotidiana. Pero estas esperanzas serán mucho mayores que lo que la burguesía iraní podrá cumplir. Reformistas y “moderados” están haciendo promesas que no podrán cumplir. Dicen que una mayor inversión extranjera creará puestos de trabajo para los jóvenes. Pero cuando llegue el momento de que estos pagarés sean cobrados, quedarán en evidencia como fraudulentos.
Después de haber llegado a un acuerdo con Washington, el régimen ya no podrá culpar a las sanciones estadounidenses y extranjeras por todos los problemas del pueblo iraní. Después de un período inevitable de “esperar y ver”, se preparará el escenario para nuevas explosiones que van a transformar toda la región.
Irlanda
Las elecciones generales irlandesas fueron otro terremoto político. Se asemeja en muchos aspectos, al referéndum y las elecciones en Escocia y en las elecciones de diciembre en España. Los viejos partidos oficiales sufrieron una humillante derrota que ha transformado el panorama político de Irlanda, probablemente para siempre.
La insatisfacción pública con los políticos tradicionales encuentra su reflejo en el apoyo creciente a los candidatos anti-austeridad e independientes. El ardiente deseo de cambio ya se demostró en el referéndum sobre el matrimonio igualitario que fue un golpe demoledor a la dictadura de la Iglesia Católica Romana sobre la vida legal y espiritual de la nación irlandesa. Ese fue otro terremoto. Los temblores se están extendiendo rápidamente a la arena política y están sacudiendo a la clase política hasta sus cimientos.
El gobierno de coalición del Fine Gael y el Partido Laborista irlandés, encabezada por Enda Kenny, ha llevado a cabo un programa de recortes profundos, obedeciendo ciegamente los dictados de Bruselas y Berlín. Esto se supone que ha sido un gran éxito, y así fue –para los banqueros, los capitalistas y los burócratas de la UE que representan sus intereses. La República de Irlanda ha tenido la economía de más rápido crecimiento en la zona euro durante los últimos dos años. Sin embargo, para la gran mayoría de los trabajadores irlandeses, ha sido un desastre absoluto.
Los resultados de estas elecciones fueron un voto masivo de desconfianza hacia el gobierno y sus políticas de austeridad. El Fine Gael sufrió la derrota. Su segundo al mando, y ministro de niñez y juventud, James Reilly perdió su escaño en Dublín Fingal. El ex ministro de Justicia del partido, Alan Shatter, también perdió su escaño.
El otro partido burgués, Fianna Fáil, se recuperó parcialmente de la caída en las elecciones de 2011, cuando la gente lo culpó de la crisis económica de la República de Irlanda. Entonces, muchas personas miraron con esperanza al Laborismo como una alternativa. Pero estas esperanzas se desvanecieron cruelmente cuando los líderes obreros saltaron con prisas a la cama con el Fine Gael. Aún así, el resultado de Fianna Fáil es el segundo peor de todos.
La derrota más devastadora la sufrió el Partido Laborista irlandés, que sufrió una patada bien merecida en los dientes como resultado de su participación en el gobierno de coalición. Su voto colapso de casi el 20% al 6,6%.
El Fine Gael tenía la esperanza de continuar con la actual coalición, pero el voto del Partido Laborista se derrumbó. Alex White, ministro de comunicaciones del Partido Laborista perdió su escaño, mientras que Alan Kelly, el vicepresidente del Partido, sólo evito perderla por los pelos.
En un centro de recuento en Dublín, los activistas laboristas se veían en estado de shock. Pero fue una sorpresa. Los líderes laboristas han sido castigados por el pueblo por años de dolorosa austeridad. Al igual que en otros países, los líderes del ala derecha del Laborismo se han mostrado dispuestos a tomar sobre sí toda la responsabilidad de la gestión de la crisis del capitalismo. Ahora vemos las consecuencias de esto.
Los líderes del Fine Gael se encuentran ahora en una posición incómoda. El voto del partido ha colapsado (del 36% al 25%), sin embargo, sigue siendo el partido más grande. Eso deja a su líder, el Taoiseach (primer ministro irlandés) Enda Kenny, con la responsabilidad de tratar de formar gobierno pero sin el poder para hacerlo. Como resultado, la República de Irlanda no tiene ahora ningún gobierno. Esto sigue un patrón muy similar a lo que vimos en España después de las elecciones generales de diciembre.
La clase dominante de Irlanda requiere un gobierno estable con el fin de continuar con su política de recortes y austeridad. Desde su punto de vista, la mejor oportunidad para esto implicaría que Fianna Fáil y el Fine Gael trabajen juntos. El problema es que este escenario conduciría, en última instancia, a la ruptura de los dos partidos. Y puesto que la burguesía irlandesa siempre se ha basado en estos dos partidos, los cuales apoyan firmemente al capitalismo, el terreno se está preparado para un realineamiento radical de la política irlandesa.
Durante casi un siglo, desde el fin de la amarga guerra civil del país, dos partidos burgueses, Fine Gael y Fianna Fáil, han dominado la política irlandesa. En 1982 acapararon conjuntamente el 84% de los votos. Pero esa época está llegando a su fin. Los viejos partidos son vistos cada vez más como parte de la clase dirigente del país, mientras que el Laborismo ha caído en desgracia por la política de colaboración de clases de sus líderes. La gente no puede ver diferencia real entre los partidos existentes, y no se equivoca; salvo las rivalidades habituales de camarilla, no hay ninguna.
El Fianna Fáil recibió unos pocos votos menos que el Fine Gael. Pero sus líderes considerarían muy poco apetecible la idea de servir como un socio menor de ese partido, sobre todo después de lo que ocurrió con el Partido Laborista. Por otra parte, está el pequeño problema de quién toma tal o cuál ministerio (es decir, quien mete su hocico en las partes más jugosas del cerdo). Para cualquier negociación sobre una cuestión tan importante, quedar en segundo lugar es una grave desventaja.
Por otra parte, una alianza entre estos partidos haría del Sinn Féin el principal partido de la oposición. Esa es otra razón por la cual tanto el Fine Gael y Fianna Fáil se pensarían dos o tres veces la perspectiva de una llamada “gran coalición”. Los líderes de estos partidos, por tanto, no tendrán ninguna prisa para unirse a una coalición.
La completa bancarrota de los dirigentes laboristas irlandeses se demuestra por los comentarios del número dos del partido, Alan Kelly, que dijo que el Fianna Fáil y el Fine Gael deberían “coaligarse ahora” y formar gobierno: “Toda esta simulación de que hay demasiados problemas entre ellos son estupideces. Ellos tienen que unirse, trabajar juntos y conformar un gobierno por el bien de la gente”.
De qué manera dos partidos capitalistas pueden representar el “bien de la gente”, es un misterio cuya solución sólo puede ser conocida por el Sr. Kelly. Como resultado de la liquidación del Partido Laborista irlandés, es indudable el caso de que el Sinn Féin se ha labrado un papel para sí mismo a la izquierda de la política irlandesa. Le fue bien en estas elecciones, igual que a los partidos independientes y a los más pequeños a la izquierda.
El presidente de Sinn Fein, Gerry Adams, ha declarado que su partido “no apuntalará ni a un gobierno del Fine Gael ni a otro del Fianna Fáil”. En lugar de ello, insistió que “el Sinn Féin quiere dirigir el próximo gobierno”. Eso está por verse, pero está claro que el partido acaba de aumentar su caudal de votos en cuatro puntos porcentuales y volverá con un equipo más fortalecido al Dáil (Parlamento irlandés). En la oposición, su apoyo crecerá, sobre todo si el Fine Gael y el Fianna Fáil finalmente llegan a algún tipo de acuerdo.
A pesar de que una gran coalición no se puede descartar, el resultado más probable de la situación de Irlanda será un retorno a las urnas. Pero ¿qué podría resolver? La pregunta sigue siendo: ¿se puede formar una coalición? Más de dos meses después de las elecciones de diciembre en España, aún no se ha formado ningún gobierno. Si no se forma gobierno, tendrán que convocarse nuevas elecciones. Pero, sin duda, esto significará un crecimiento del voto para Podemos. Una cosa es segura: el próximo parlamento irlandés estará dividido, con una división clara entre izquierda y derecha. Este es un fiel reflejo de la creciente polarización entre las clases y de una mayor agitación social y política.
Súper Martes
En el otro lado del Atlántico también las cosas se están moviendo rápidamente en los EE.UU.. Hace sólo un año, casi nadie conocía el nombre de Bernie Sanders, mientras que no había nadie que no conociera a Hillary Clinton. Después de disfrutar de una ventaja de 52 puntos sobre Sanders, con un 55 por ciento de apoyo frente al 3 por ciento para este último. En la última encuesta de Fox News, realizado poco antes del caucus de Iowa, ella todavía se adelantaba por 12 puntos. Pero la brecha se estrechaba. Más tarde, Fox News anunciaba que Sanders sólo estaba a una distancia de 3 puntos.
El 18 de febrero el Washington Post escribió: “Esta encuesta es bastante notable, ya que cada segmento demográfico ha cambiado a favor de Sanders, aumentando el apoyo para él y Clinton perdiendo el suyo. En todos y cada uno de ellos. Clinton, donde solía llevar la delantera, ahora los dos están a menudo empatados. Donde estuvieron básicamente empatados, Sanders se ha disparado por delante”.
Posteriormente, Sanders sufrió un revés en Carolina del Sur. Eso era de esperar. Entonces, el 1 marzo (el Súper Martes) fue decidido el destino de aproximadamente 880 delegados demócratas, el número más grande a elegir en un solo día en todo el proceso de primarias. Al final, Clinton ganó en siete de los once estados que llevaron a cabo los caucus Democrátas. Sanders ganó en Oklahoma, Colorado, Minnesota, y en su estado natal Vermont; y perdió por un margen muy estrecho en Massachusetts.
Los medios de comunicación llegaron a la conclusión de inmediato de que la carrera por la nominación Demócrata estaba terminada. Pero esta es una deducción prematura. Bernie Sanders dijo que tiene la intención de luchar por la convención Demócrata en julio. Una serie de reveses en las primarias podría hacer casi imposible que Sanders ganara la nominación. Pero todavía no está eliminado por completo. Los Estados del sur, donde los Clinton estaban seguros de ganar, ya han votado. El resultado en otros estados grandes, incluyendo California y el estado de Nueva York, aún está lejos de ser claro.
Es cierto que Sanders se enfrenta a un obstáculo implacable en la maquinaría del Partido Demócrata. Sin embargo, muchas cosas pueden suceder antes de la convención Demócrata en julio. También es cierto que los medios de comunicación ejercen una gran influencia. Pero la campaña Sanders ha tocado una fibra que resonará entre muchas personas y que se transmite por Internet, y dispone de un ejército de voluntarios que ha recaudado enormes cantidades de dinero para asegurar que la campaña siga adelante.
Lo más importante de todo es el profundo deseo de cambio. Clinton representa el status quo, mientras que Sanders ofrece un cambio. Clinton es la criatura de Wall Street, mientras que Sanders ataca a Wall Street y a las grandes empresas. Cada vez que ataca a Wall Street y a las grandes empresas y pide un salario mínimo de 15 dólares, su apoyo crece. Esto ha sido observado por los representantes serios de la clase dominante. El Financial Times comenta: “sólo habla de los estudiantes que se tambalean bajo deudas impagables y de los padres tienen que trabajar en dos o tres empleos mal pagados para llegar a fin de mes”. Cuando Sanders habla de “revolución política” golpea una nota que resuena en todas partes, especialmente entre los jóvenes y en aquéllos con bajos salarios.
En la medida en que el mensaje de Sanders se haga más conocido, su apoyo crecerá, mientras que el de Hillary Clinton no puede darse por sentado. A pesar de que Carolina del Sur era un Estado difícil de ganar para Sanders, tocó la fibra sensible de las personas más jóvenes, entre ellos muchos jóvenes afroamericanos. Una vez más se dirigió a grandes concentraciones, despertando aplausos para sus políticas que suenan muy radicales. Mucha gente odia a Wall Street y concuerda con los ataques de Sanders contra la desigualdad.
Es por esto que sigue atrayendo grandes multitudes. En Texas, 10.000 personas se presentaron para oírlo en Austin, y otras 8.000 en Dallas. La gente no quiere el statu quo. En una forma distorsionada, reaccionaria, también se refleja en la persona de Trump. Eso explica la aparente paradoja de que muchos de los partidarios de Trump también están muy abiertos al mensaje de Sanders. En la celebración del mitin de Trump en Nueva Hampshire, mientras que hubo gritos de ira y silbidos cuando Clinton apareció en la pantalla gigante de televisión, en cambio hubo un silencio respetuoso cuando apareció Sanders.
Hay muchas maneras en las que puede bloquearlo el Establishment del Partido Demócrata. Pero el auténtico significado de este desafí no se puede expresar en la aritmética de los delegados. Es algo que va mucho más allá de la nominación presidencial. Sanders dice: “De lo que trata esta campaña – no es sólo elegir un presidente, sino de transformar, los Estados Unidos …”. Y cualquiera que sea el resultado final de esta contienda, la política en los EE.UU. nunca ya será igual.
Proceso Molecular
Fue Trotsky, el gran revolucionario dialéctico, quien acuñó la frase “el proceso molecular de la revolución socialista”. Mucho antes de que entre en erupción a la superficie como un fenómeno explosivo, la revolución madura lenta y silenciosamente debajo de la superficie. Es muy similar a los procesos que tienen lugar todo el tiempo en un mar de roca fundida debajo de la corteza terrestre. Temperaturas y presiones inimaginables se están acumulando y buscando una salida.
Estas fuerzas subterráneas pueden mantenerse a raya durante mucho tiempo por la capa de roca sólida que ha quedado de explosiones del pasado y que se han solidificado. Pero tarde o temprano esas fuerzas encontrarán un punto débil en la corteza, una línea de falla, y explotará en los cataclismos más violentos conocidos por la humanidad. En la sociedad este tipo de eventos son conocidos como revoluciones.
Sin embargo, de la misma manera que los hombres y las mujeres no pueden ver la acumulación de fuerzas explosivas debajo de sus pies, de la misma manera sólo tienen un conocimiento muy tenue de la lenta ira que se ha ido acumulando gradualmente en las entrañas de la sociedad. Los habitantes de Nápoles y de San Francisco realizan sus actividades cotidianas como siempre lo han hecho, sin preocuparse por los peligros de vivir al borde de la catástrofe que tantas veces se les ha anunciado, pero que parece ser una posibilidad muy remota.
Los paralelos internacionales son sorprendentemente obvios, como ha señalado el comentarista de izquierdas Paul Mason: “¿Qué significa esto?”, se pregunta. “En pocas palabras que el sentimiento radical progresista que barrió Grecia, España, Escocia y el movimiento laborista británico ha llegado ya a los Estados Unidos.” (El subrayado es mío)
Es cierto que estos procesos no tienen lugar en todas partes al mismo tiempo, con la misma velocidad o con la misma intensidad. Diferentes condiciones en diferentes países darán forma a la conciencia de las masas, que se manifiesta de diferentes maneras. Pero es la tarea de la ciencia eliminar todas las características secundarias accidentales y mirar más allá de las diferencias superficiales para dejar al descubierto las leyes generales que se encuentran debajo de la superficie.
En todas partes la gente está empezando a sacar las mismas conclusiones. De Teherán a Vermont, de Atenas a Madrid, de Dublín a Lisboa, desde Glasgow a Londres, la rabia acumulada de las masas está buscando una expresión política. Cómo, cuándo y dónde la encuentre, será diferente en cada caso. Pero una cosa es absolutamente cierta: en un momento dado encontrará su camino hacia la superficie y barrerá todo lo que se encuentre delante.
A pesar de las muchas diferencias, tenemos derecho a comparar estas tres elecciones, que se desarrollaron en tres continentes, para sacar la conclusión: las placas tectónicas se mueven, no sólo bajo la superficie de la tierra, sino en las profundidades de la sociedad. Tarde o temprano, le seguirán las explosiones.
Londres, 2 de marzo el año 2016