Los canadienses votaron el 28 de octubre a favor del cambio y rechazaron la austeridad de los conservadores de Stephen Harper. Tras una década en el gobierno y una larga campaña, se ha puesto fin a la era conservadora de recortes y divisiones. Sin embargo, el Partido Laborista de Canadá, el Nuevo Partido Democrático (NDP, por sus siglas en inglés) no supo aprovechar este estado de ánimo anti-austeridad.
Bajo la dirección del ex liberal, Tom Mulcair, el partido sufrió un giro a la derecha y adoptó un tono de extremada moderación. Esto provocó la desilusión de muchas personas que buscaban el cambio y permitió que los liberales de Justin Trudeau llenaran el vacío dejado por la izquierda. El Partido Liberal conectó con el estado de ánimo anti-conservador y anti austeridad, y saltó del tercer puesto para conseguir un gobierno de mayoría.
Resultados:
Partido | Escaños | % |
Partido Liberal | 184 (+150) | 39,5% (+20,6) |
Partido Conservador | 99 (-67) | 31,9% (-7,7) |
NDP | 44 (-59) | 19,7% (-10,9) |
Bloque Quebequés | 10 (+6) | 4,7% (-1,2) |
Verde | 1 (+0) | 3,4% (-0,5) |
Cuando se inició la campaña a principios de agosto, había verdadera esperanza de que el Nuevo Partido Democrático pudiera conseguir un avance histórico y ganar por primera vez unas elecciones federales. El NDP se encontraba primero en las intenciones de voto según las encuestas, en base a la oposición contra la antidemocrática ley “antiterrorista” (Bill C-51) de los Conservadores, la cual también fue apoyada por el partido de Trudeau. Se produjo un creciente sentimiento de indignación ante los escándalos de corrupción y los ataques del gobierno Harper. Desde la retirada de la entrega a domicilio del correo, a la serie de escándalos sobre fraude por parte de senadores del gobierno, la gente quería un cambio.
El Nuevo Partido Democrático obtuvo el segundo lugar en las elecciones federales de 2011, debido a la “ola naranja” en Quebec, provincia en la que obtuvo 59 escaños. Pero tras la muerte del dirigente del partido, Jack Layton, Tom Mulcair, ex miembro del Partido Liberal de Quebec, se puso a la cabeza del partido y éste sufrió un giro a la derecha. En 2013, el partido votó a favor de la eliminación del término socialismo de los estatutos del partido y, específicamente, el compromiso con la propiedad social. Esto dio lugar a una serie de derrotas en las elecciones provinciales y el retorno a los niveles tradicionales de apoyo del partido en las encuestas, en torno al 20%.
Sin embargo, en el otoño de 2014, los asesores del NDP decidieron dar un giro a la izquierda. Se propuso adoptar un salario mínimo de 15 dólares, un programa de guarderías con un costo máximo de 15 dólares al día, el aumento de los impuestos a las grandes empresas y la oposición a la propuesta del programa anti-ISIS en Siria y a la ya mencionada ley “antiterrorista” Bill C-51. Esto dio un impulso al partido, que llegó a ocupar el primer lugar en las encuestas. Cuando se inició la campaña electoral en agosto, Conservadores y Liberales se veían salpicados por los escándalos de corrupción del Senado. Algunas encuestas daban al NDP el 40% de los votos, un apoyo suficiente para conseguir un gobierno por mayoría.
Fue en este punto cuando, desde la cúpula del partido, se vuelve a la política de moderación. En lugar de dirigirse a la población, a los trabajadores, el discurso se orientó hacia Bay Street – sede de la Bolsa de Toronto y de los grandes bancos y oficinas corporativas de Canadá. Cuando Mulcair pronunció uno de sus viejos discursos, en el que elogió a Margaret Thatcher, los altos dirigentes del partido lo tomaron como prueba de la audacia fiscal de su dirigente. Le siguió el compromiso de llevar a cabo una serie de ajustes presupuestarios, en base a los presupuestos del gobierno de Stephen Harper. La gente comenzó a preguntarse si las reformas del NDP serían posibles en este limitado marco fiscal.
Para empeorar las cosas, la dirección del partido anunció la intención de invertir 250 mil millones de dólares para aumentar la plantilla de policías, una reducción fiscal del 2% a las pequeñas empresas, y procedieron a expulsar a los candidatos del NDP que se mostraban críticos con las acciones homicidas del Estado de Israel. La hipocresía se intensificó cuando se reveló más tarde que el candidato del NDP se manifestaba en contra del aborto y el matrimonio gay, pero podía mantener su candidatura, ya que “el candidato en cuestión expresaba creencias personales”.
Tras la celebración del Día Internacional de los Trabajadores, comenzó en serio la batalla electoral. Un partido proclamó “subir los impuestos para el 1% más rico y rebajarlos para la clase media”. Otro partido proclamó “líder con experiencia. Plan concreto.” ¿Que consigna adoptó el partido “socialista” fundado por los sindicatos? La segunda, por supuesto, insulsa y vacía de contenido.
El Partido Liberal, el llamado “partido natural del gobierno”, cometió un error estratégico al mostrar su verdadero carácter mediante el apoyo al proyecto de ley Bill C-51. Pero se les brindó una oportunidad de oro para presentarse con una campaña de izquierda antes de gobernar para los intereses de Bay Street. Trudeau se apropió incluso del prestigio del dirigente fundador del NDP, Tommy Douglas, impulsor del sistema de salud público universal y votado “el canadiense más grande”, al afirmar: “no se puede ser Tommy Douglas con unos presupuestos de Stephen Harper”.
Los Liberales adoptaron un discurso anti-austeridad y propusieron proyectos de estímulo del gasto y déficit presupuestarios. Pronunciaron discursos como éste: “La política de Stephen Harper basada en ofrecer beneficios a los ricos y recortes a todo el mundo, ha hecho que sea más difícil para la gente salir adelante. Mulcair promete más recortes. Ahora no es momento de recortes.” Mulcair se defendía de las críticas de Trudeau desde una posición de derecha tildando de imprudente sus propuestas de entrar en déficit. Andrew Thomson, ex ministro de finanzas de la provincia de Saskatchewan y candidato “estrella” del área de Toronto, fue mas lejos, incluso, al afirmar que algunos recortes eran “inevitables”.
Cuando los detalles de las reformas del NDP se hicieron públicos, se descubrió que, sobre la base del ajuste presupuestario de Harper, éstas no se llevarían a cabo durante un largo período de tiempo. Los Liberales tomaron ventaja alegando que “sus ideas económicas [las del NDP] se aplicarán dentro de 8, 10, o 20 años. Porque, al igual que Harper, quiere eliminar el déficit público de forma inmediata.” Esto tuvo consecuencias desastrosas en Quebec, donde los trabajadores y los jóvenes llevan luchando contra la austeridad desde hace tiempo y no quieren esperar tanto por el cambio. Desde mediados de septiembre, el NDP descendió en picado.
¿Tal vez los marxistas estemos siendo demasiado duros con la dirección del NDP y haciendo un análisis de carácter puramente egoísta? Pero, no estamos solos en este punto de vista, como se puede comprobar a través de los siguientes recortes de prensa:
“El giro desastroso y blandengue del NDP hacia el centro”:
“El mejor ejemplo de la intención de Mulcair de dar señales de cambio pero no necesariamente ofrecer un cambio es su cínica postura de ofrecer un ajuste presupuesto. Como hemos visto en los últimos años en la última década, los canadienses aceptarán incrementos del déficit si los políticos así lo defienden. Las promesas presupuestarias del NDP nos dicen que no hay mucho margen para cambiar el gasto público actual, o que el partido piensa que debe decir eso para ser tomado en serio.”
“Trudeau es probablemente el único dirigente que disputará la victoria en las próximas elecciones”:
“Lo que realmente ha afectado a la campaña de Mulcair ha sido un exceso de prudencia y el fracaso en presentar al partido como un agente de cambio atractivo y convincente. En este sentido, los Liberales no le arrebataron el puesto al NDP. Este último lo dejó vacante para que Trudeau lo ocupara”.
“Mulcair confunde al electorado, malgasta apoyo”:
“Por girar hacia el centro político con la esperanza de disipar las preocupaciones de los votantes sobre la capacidad del NDP de manejar las finanzas del país, el partido expuso su flanco izquierdo. Los Liberales pudieron explotar esa vía abierta.”
“Los planes fiscales de Thomas Mulcair en la ambigúedad”:
“Jim Flaherty podría haber firmado el programa fiscal que el NDP presentó el miércoles. Toma más prestado de los presupuestos del anterior ministro de hacienda que ofrece contenido original…
Es difícil obtener una idea clara de lo que sería un primer gobierno federal del NDP. Pero lo que se desprende tras una lectura entre líneas del programa fiscal que aplicaría dicho gobierno, no hace que merezca la pena los sesenta años de espera de la izquierda canadiense”.
Ante comentarios como el anterior, los ineptos del NDP responden que todo es una conspiración de los medios pro-Liberales. Pero incluso el periódico británcio, The Economist, afirmaba que “el factor decisivo en las elecciones fue un colapso del apoyo al Nuevo Partido Democrático, a la cabeza al inicio de la campaña electoral. La prudencia de la campaña del NDP condujo a los electores a buscar el cambio en el campo Liberal”.
Las encuestas confirmaron este pronóstico. Según los sondeos de Abacus del 29 de septiembre, el 76% del electorado quería un cambio, y “entre los electores que van a elegir sólo entre el NDP o los Liberales, el 57% desea un cambio drástico, en comparación con el 43% que quiere cambios moderados”.
“La mayoría (58%) estaba a favor de cambios de rápida repercusión, en lugar de cambios más graduales (42%). Este es el consenso en las tres provincias más grandes electoralmente. Entre los votantes indecisos entre el NDP-Partido Liberal, el 65% quiere un cambio más bien pronto que tarde.
Justin Trudeau es visto como el líder que representa un cambio drástico (63%) y el cambio que se hará sentir pronto (60%). A Thomas Mulcair se le identifica más con el cambio moderado (60%) que va a suceder de forma más gradual (59%). Esto coloca al líder del NDP en situación de desventaja frente el Sr. Trudeau entre los votantes indecisos Liberales-NDP”.
Y, sin embargo, después de un batacazo sin precedentes, perdiendo todos los escaños en las provincias marítimas, todos los escaños en Toronto, incluido el distrito de Toronto Danforth del legendario Jack Layton, más de dos tercios de los escaños en Québec, la camarilla derechista de la cúpula del partido se niega a reconocer la realidad. La mañana después de la derrota se decretó que ningún ex miembro del NDP compareciera ante los medios de comunicación. En cambio, en la ciudad de Toronto el candidato “pro-recortes,” Andrew Thomson, apareció en público para afirmar que no se había equivocado y que no había nada malo con la plataforma del partido. A pesar del hecho de que este candidato “estrella” del NDP sólo obtuvo el 6% de los votos. Mulcair se ha escondido y se niega a dimitir, como el ex dirigente liberal, Michael Ignatieff, tras perder las elecciones en 2011. Si perder un 60% de los escaños y un 40 % de los votos en las urnas no es una razón para dimitir, entonces ¿qué se necesita para ello? Incluso los Conservadores han mostrado un mayor grado de responsabilidad y autocrítica, con la renuncia de Harper y el llamamiento de Jason Kenny a la “responsabilidad colectiva” de la derrota electoral.
Volviendo a la campaña, al intuir la derrota, los Conservadores de Harper decidieron utilizar la islamofobia y el racismo para tratar de salvar su gobierno. Hablaron de las “tradiciones” canadienses y fustigaron histéricamente a las mujeres musulmanas que llevan el niqab, el velo islámico, durante las ceremonias de juramento de la ciudadanía. De forma vergonzosa, el Bloque Quebequés se unió a la afrenta de los Liberales, lo que condujo a abusos y agresiones contra las mujeres musulmanas. Correctamente, el NDP se opuso a esta distracción deliberada que sólo se refería a 2 mujeres. Algunos asesores del partido criticaron la falta de apoyo del NDP en esta postura, pero eso no explica el hecho de que los Liberales, que también se opusieron a la islamofobia, fueron capaces de ganar votos dentro y fuera de Quebec. En general, este juego de los Conservadores de dividir a la población fue visto como un intento desesperado y, finalmente, se volvió en su contra cuando Harper planteó la prohibición del velo a funcionarios públicos.
El cierre de las elecciones estuvo marcado por la firma del Acuerdo de Libre Comercio Trans-Pacífico (TPP) a pocas semanas de finalizar la campaña. En un acto final de salvación, el NDP se opuso a este acuerdo, por el cual las grandes empresa ganarán más poder contra los intereses de los trabajadores en Canadá y en toda la región. Hubo un ligero aumento del apoyo al NDP, que podría haber ayudado a salvar algunos escaños en el sur de Ontario, pero era demasiado débil y demasiado tarde. A pesar del apoyo tácito de los Liberales al TPP no hubo tiempo suficiente para explicar a los votantes qué implicaciones tiene dicho acuerdo. Cabe preguntarse si la dirección del partido se habría posicionado tan claramente de haberse firmado el TPP en agosto, cuando el NDP tranquilizaba a los inquilinos de Bay Street, en lugar de en octubre cuando intentaban por todos los medios ganar terreno a los liberales.
La última semana de la campaña electoral estuvo dominada por el eslogan “con cualquiera excepto los conservadores” y el voto útil. Los sondeos estiman que hasta un 30% de los electores siguió la estrategia del “voto útil” para derrotar a los Conservadores. Se vivió con gran entusiasmo la idea de echar a los conservadores, como refleja el aumento del 7% de la participación de votantes, alcanzando el 68%. Después del fracaso del NDP como propuesta de cambio, el voto se unificó en torno a Trudeau, e hizo retroceder al partido a sus niveles de apoyo anteriores a 2011 de menos del 20%.
Se ha perdido una oportunidad histórica. Los dirigentes del NDP se lamentan de la oposición de la prensa corporativa, o la falta de representación proporcional, pero estos no son elementos nuevos, son simplemente las actuales reglas del juego político. Es como quejarse de que perdiste al ajedrez porque no eran damas. Reconocen que el voto se unificó en torno a Trudeau, quien representaba el cambio, pero no comprenden que era perfectamente posible para el NDP adoptar políticas que capturaran ese estado de ánimo. Hubiera sido muy diferente si las propuestas de reforma del partido, como el programa de guarderías, farmacia, el salario mínimo, etc., se hubieran planteado para ser ejecutadas inmediatamente en lugar de en un futuro que nunca llega.
Mulcair está tratando de aferrarse a la dirección del NDP y no es difícil ver por qué. Tanto el ala derechista como el ala izquierda del movimiento han aprendido de la victoria sin precedentes del socialista Jeremy Corbyn en el Partido Laborista británico. Los Blairistas cometieron el error de permitir que Corbyn se presentara a las urnas y luego desataron fuerzas que no pudieron controlar. Los Blairistas canadienses prefieren aferrarse al partido y continuar con la estrategia fallida de la moderación, antes que permitir cualquier posibilidad de que una alternativa de izquierda se haga con la dirección. Si el NDP quiere salvarse, los dirigentes de izquierda como Niki Ashton y Jenny Kwan deben dar un paso adelante y exigir el turno para la izquierda y la renovación de sus dirigentes. Alexandre Boulerice también fue reelegido en Montreal y se le ha visto en ocasiones inclinarse hacia posturas de izquierda. Erin Weir en Saskatchewan también podría desempeñar un papel similar. La escritora de Izquierda, Naomi Klein, dijo lo siguiente en su cuenta de tweet: “Los Liberales giraron a la izquierda y subieron como la espuma. El NDP giró a la derecha y se estrelló. Ahora depende de la gente convertir la cínica estrategia en acción”. Si el NDP persiste en la senda actual de la moderación su irrelevancia y decadencia serán aún mayores. Sólo un giro a la izquierda puede salvar al partido en los próximos años de crisis capitalista y nueva austeridad liberal.
El discurso de Justin Trudeau tras su victoria fue tan repugnante como vacío. Los Liberales ganaron sobre la base de un voto anti- austeridad, pero no son un partido anti-austeridad. Seguirán la táctica de los Liberales de Ontario, que ganaron con una campaña de izquierda para socavar al NDP y ahora están aplicando la privatización y los recortes. El “estímulo” de Trudeau se basa en las concertaciones público-privadas y la privatización. Firmará el TPP, lo que socavará la fabricación canadiense, y el proyecto de ley Bill C-51, lo que socavará las libertades civiles. Tarde o temprano, esta realidad golpeará por sorpresa a quienes votaron a los Liberales.
Trudeau probablemente tendrá un período de luna de miel que puede durar un año o un poco más. La revocación de las medidas más indignantes del gobierno de Harper será muy popular, así como las nuevas caras tras una década de gobierno reaccionario conservador. Pero la realidad política y económica, tarde o temprano, predominarán. Hacia el final de la campaña se hizo evidente que el viejo Partido Liberal – el partido de los escándalos de sobornos y tráfico de influencias a las corporaciones – está todavía vivo y en forma. En los últimos días de campaña, el co-presidente de campaña de Trudeau, Dan Gagnier, tuvo que renunciar tras conocerse que había asesorado, utilizando información interna del partido, a la empresa de tuberías TransCanada durante la campaña.
Canadá todavía se tambalea entre la recesión y el estancamiento. Y la economía mundial se encuentra al borde de una nueva recesión liderada por China y Grecia. A pesar de todos los discursos de Trudeau contra los recortes, su plan es frenar el gasto drásticamente después de algunos años de estímulo parcial. En otras palabras, después de aumentar la deuda, la intención de los Liberales es hacer que los trabajadores paguen sus “inversiones”. Se preparan así importantes luchas de clases, ya que la población va a reaccionar con indignación al sentirse traicionada. “Esto no es lo que votamos”, se dirán. La tarea inmediata es la lucha para salvar a las organizaciones de los trabajadores, incluyendo el NDP, de las garras de los moderados que sólo han traído derrota. Mulcair debe dimitir y el movimiento debe adoptar políticas socialistas que realmente puedan oponerse a la austeridad. Cuando el brillo de la varita mágica de Trudeau desaparezca, la población se enfrentará con la dura realidad del régimen liberal. Cuando esto suceda, tiene que haber un movimiento dotado de ideas que representen una oposición real al gobierno de las grandes empresas. En Gran Bretaña, la victoria del movimiento Corbyn ha demostrado lo que es posible. Canadá no puede seguir exactamente la misma trayectoria en el corto plazo, pero sigue siendo la misma crisis. Hacemos un llamamiento a todos aquellos que buscan una alternativa socialista a la austeridad para que se unan con nosotros en la organización de las fuerzas para la lucha inevitable que se avecina en los próximos años.