A final el referendo por la reforma parcial de la Constitución no nos preguntará si Evo Morales y Álvaro García Linera pueden postularse de nuevo, como el MAS planteaba a un principio, sino si pueden ser reelectos. La diferencia entre las dos maneras de proponer la cuestión no es obviamente lexical sino política: no se trata de abrir a una posibilidad para 2020 sino de reforzar el actual mandato, objetivo que el gobierno quiere conseguir con claridad.
La situación actual guarda algunas similitudes y otras tantas diferencias con la del referéndum revocatorio de 2008, celebrado para dirimir una polarización política extrema que la derecha vio como un debilitamiento temprano del gobierno de Evo Morales. En cambio fuerte de un incremento notable en su apoyo electoral resultado del revocatorio, Evo pudo destrancar la Constituyente y Álvaro reformarla en la negociación en un parlamento sitiado. Lo que la oposición no había entendido entonces era la gran disponibilidad combativa de las masas expresada en la elección de Evo Morales. El referendo para su reelección dará indicaciones importantes para los marxistas sobre cómo y en que ha evolucionado esta disponibilidad.
La principal dificultad para el MAS será explicar la urgencia de esta reforma: decir que no hay otro como Evo, de hecho, no hace el 2020 más próximo ni aclara la premura. Para evitar que Evo corra solo contra esta pregunta, el MAS tratará de levantar el fetiche de la oposición, que por su parte mantendrá un perfil bajo, ocultándose tras las declaraciones de Carlos Mesa, COMCIPO y otras organizaciones que ya anunciaron su campaña por el No. Así que tendremos una campaña electoral de medias verdades por un lado y medias mentiras por el otro.
Electoralmente el gobierno y el MAS llegan al referendo después de un frenazo en las elecciones generales, el peor resultado desde 2005 en las subnacionales y un revés estratégico en los referendos autonómicos: potenciales derrotas pero sin ganadores claros. Su explicación se halla en la siempre mayor dificultad para el MAS y el gobierno de ganarse el apoyo de una juventud inmersa en una precariedad laboral extrema y de retener a su propia base popular (más inmediatamente afectada por la crisis), campesino-indígena y obrera.
Esto demuestra cuanto sea falsa la idea que se puedan acumular fuerzas, superar el capitalismo y su crisis estructural a través de una sucesión por etapas que desde el ministro Arce hasta los dirigentes de la COB hacen pasar por marxismo, sin que con el marxismo tenga absolutamente nada a que ver.
Combinando prudencia fiscal con un estricto apego a las teorías keynesianas (del economista Keynes) de inversión pública en los sectores sin una rentabilidad inmediata para los capitalistas privados y una intervención del Estado para “fijar el salario” de estos últimos, el gobierno ha demostrado que no es posible levantar a Bolivia sin una planificación centralizada. Pero ha quedado a medio camino y enfrenta ahora las consecuencias.
Nos aseguran que la caída superior a los 3.000 millones de dólares en los ingresos por hidrocarburos, sin contar la minería, no afectará ni los bonos ni las transferencias ordinarias a los gobiernos locales. Pero esto no es suficiente frente a la crisis. Son necesarias inversiones en los sectores productivos estratégicos y de los actores económicos para garantizar la continuidad del modelo. Las estadísticas al respecto no son alentadoras.
En lo que va de 2015 la importación de bienes de capital e insumos para la industria, la construcción y la agricultura se contrajo en promedio del 21%, señal que el ciclo ha alcanzado su límite. Sin embargo la importación de bienes de consumo se mantiene a un ritmo más alto. El déficit comercial acumulado en los primeros meses del año supera ya los 60 millones de dólares, situación que, de prolongarse, amenazaría la estabilidad cambiaria y consecuentemente de los bancos privados así como los lucros de las multinacionales.
Para garantizar inversiones públicas que le permitan sostener el crecimiento, el gobierno ha engrosado la deuda externa: 666 millones de dólares en el primer semestre de 2015 a lo que se suma el gigantesco crédito de 7000 millones de dólares concedido en estos días por China, que eleva la deuda externa total de Bolivia a un porcentaje muy próximo al 40% de su PIB. El gobierno defiende la sostenibilidad de esta deuda, sin embargo es evidente que la proporción de la misma sobre el PIB se hace peligrosamente alta si la economía no crece.
Para precaverse el gobierno ha puesto en marcha ajustes que van de los impuestos – ampliación de la base contribuyente al RC-IVA y al IVA – al cierre o redimensionamiento de empresas estatales, etc. Y sobre todo siempre más significativas concesiones tanto al empresariado nacional como a las multinacionales, particularmente de los hidrocarburos. Y todo lo que va en esta dirección, va en la dirección opuesta a lo que son las necesidades de la clase obrera y el movimiento popular, enfriando sus ánimos.
Puestos ahora a escoger ante la nada, las posibilidades de un retorno de una derecha impresentable y el dejar un resquicio abierto con este gobierno para que los defienda de la crisis, es muy probable que la mayoría de la clase obrera y el movimiento popular voten por el SI, revirtiendo las primeras encuestas que pronostican una derrota del MAS en el referendo. Sin embargo está claro que el resultado será muy disputado. Una votación inferior a la que eligió Evo hace un año sería un debilitamiento para el gobierno, ni hablar de una derrota que aceleraría la descomposición del MAS como maquinaria electoral.
Por todo esto la posición subordinada de la COB es criminal. El movimiento obrero organizado debía llenar de contenido de clase el referendo, planteando junto a la reelección por lo menos la abrogación de las normas constitucionales que hacen no retroactiva la reforma agraria, la abrogación de la precariedad y la defensa de cada fuente de empleo frente a la crisis, impidiendo por ley los despidos etc.
La renuncia a jugar este papel independiente es lo que pone la COB en las peores condiciones tanto para enfrentar los ajustes en caso de victoria del SI, como para combatir una recuperación de la derecha en caso gane el NO. Es por esto que consideramos más importante del propio referendo en esta previa de campaña electoral, reafirmar ante las vanguardias obreras, indígenas y juveniles el carácter prioritario de una lucha organizada por conquistar al movimiento obrero a un programa que exprese su real independencia de clase.