La actual crisis de los refugiados ha revelado algunos de los horrores de la sociedad capitalista, y el contraste entre la solidaridad humana básica de los trabajadores y el cálculo frío e insensible de los gobernantes capitalistas en Europa y otros lugares.
“La sociedad capitalista es y siempre ha sido horror sin fin”. (Lenin)
La actual crisis de los refugiados ha puesto sobre la mesa algunos de los horrores de la sociedad capitalista, así como el contraste entre la solidaridad humana básica de la gente de a pie y el cálculo frío e insensible de los gobernantes capitalistas en Europa y otros lugares.
Las imágenes de hombres, mujeres y niños huyendo de los horrores de la guerra civil, del hambre y la destrucción, sólo para encontrar la muerte en el mar o en la parte trasera de los camiones, enfrentarse a un alambre de púas, la policía antidisturbios, los campos de detención y deportación forzada, han conmocionado a millones de personas y obligado a pensar en las causas y soluciones a esta situación.
Ante todo, nos sentimos obligados a dar respuestas y entender cuáles son los orígenes de esta crisis. Los refugiados huyen de los países que han sido sumidos en la guerra civil. La mayoría de los que están llegando a Grecia y Hungría proceden de Siria, Afganistán y Kosovo. Las guerras e ingerencias imperialistas son las responsables directas de la situación en estos países.
La derrota del levantamiento popular en Siria y su transformación en insurgencia sectaria reaccionaria fue el resultado de la intervención de los Estados del Golfo y Arabia Saudita, así como las principales potencias imperialistas, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. El ascenso de ISIS es la consecuencia directa de la invasión imperialista en Irak. La actual guerra civil en Afganistán se debe a la guerra imperialista y, si remontamos aún más en el tiempo, al apoyo de Estados Unidos y Arabia Saudita y al financiamiento de los reaccionarios fundamentalistas islámicos (conocidos como muyahidines). La situación en Kosovo es la última serie de la reaccionaria desintegración de Yugoslavia, fomentada y alentada por la intromisión imperialista de Alemania hace más de 20 años.
El imperialismo es responsable de la situación que ha empujado a millones de personas a abandonar sus países, pero no está dispuesto a aceptar las consecuencias.
El bombardeo de Libia, realizado por supuestas razones “humanitarias”, ha llevado al país al colapso de sus estructuras estatales y gran parte del territorio está gobernado directamente por los fundamentalistas islámicos reaccionarios. El régimen de Gadafi fue brutal. Colaboró con las políticas de cierre de fronteras de la UE (a cambio de subvenciones) para mantener a los inmigrantes y refugiados africanos subsaharianos en campos de detención en condiciones terribles. Sin embargo, desde nuestra posición como marxistas, siempre hicimos hincapié en el hecho de que la tarea de derrocar a Gadafi le pertenecía a las masas libias. Los regímenes que han sido derrocados por la intervención imperialista, en lugar de alcanzar «los modernos regímenes democráticos», se han sumido en la barbarie. En esas condiciones, por lo tanto, la caída del régimen de Gadafi simplemente hizo emerger otras fuerzas reaccionarias, con la disolución de facto del país, abriendo una ruta a las cercanas islas italianas.
Desde nuestro punto de vista, no hay ninguna diferencia fundamental entre refugiados e inmigrantes. Ambos grupos están huyendo de los horrores impuestos por el capitalismo en sus países de origen. Algunos huyen principalmente por la guerra civil y las violaciones de los derechos humanos, otros huyen del hambre y las privaciones causadas por la explotación imperialista. En la mayoría de los casos es, en realidad, una combinación de ambos factores: privación y hambre provocadas por la guerra, violación de los derechos humanos fundamentales como el derecho a un techo bajo el que cobijarse y comida para alimentarse.
La respuesta de la Unión Europea, ahora y en el pasado, ha sido la de construir muros y sistemas cada vez más sofisticados para evitar la entrada de los hambrientos y temerosos. En 15 años, la UE ha invertido 1600 millones de euros en el desarrollo de barreras físicas y económicas para evitar la entrada de los inmigrantes. Hay cuatro grandes multinacionales que se han beneficiado de la mayoría de estos contratos lucrativos (Airbus, Thales, BAE y Finmeccanica). Todas ellas se encuentran, entre los diez fabricantes de armas más grandes del mundo. En el mismo período de tiempo, los países de la UE y del espacio de Schengen han gastado 11 mil millones de euros en la coordinación centralizada de deportaciones (que son sólo una pequeña proporción del total). Los capitalistas europeos se enorgullecen de la destrucción del muro de Berlín, mientras se dedican a construir muros en Ceuta y Melilla, Serbia, Bulgaria y, ahora, Hungría. Grandes cantidades de dinero se gastan también en la financiación de los campos de detención en países extracomunitarios.
Es esta Política Europea de Seguridad la que obliga a cientos de miles de inmigrantes y refugiados a caer en las manos de las mafias para intentar entrar en Europa por medio de las rutas ilegales. Es un negocio muy lucrativo. Según algunas estimaciones, los inmigrantes han pagado mil millones de euros al año durante los últimos 15 años para pagar su viaje a la UE. Han muerto más de 30.000. Más de 2.500 se han ahogado en el Mediterráneo en lo que va de año. Cuanto más refuerza Europa sus fronteras, más peligrosas se vuelven las rutas y las formas de entrar. Los medios de comunicación capitalistas optan por demonizar a las mafias, como si fueran la única causa del problema. Son, sin duda, bandas criminales y crueles, que no tienen respeto por la vida humana y sólo están interesadas en sacar beneficio. Sin embargo, esta descripción se adapta al negocio capitalista en general. Los traficantes de personas no crean a los refugiados ni empujan a los inmigrantes hacia países capitalistas más avanzados. Simplemente se benefician del movimiento migratorio existente y de los intentos de Europa para frenarlo construyendo muros cada vez más y más impenetrables.
La verdadera actitud de los políticos capitalistas quedó reflejada por los comentarios que hizo David Cameron a principios del año pasado cuando declaró que había que poner fin a las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo, por miedo a un “efecto llamada” que “incitaría a más inmigrantes a asumir el riesgo de cruzar el Mediterráneo”. Y al final lo hicieron. La anterior operación de búsqueda y rescate italiana (Mare Nostrum) fue substituida por la Operación “Tritón”, coordinada por la agencia para la seguridad y las fronteras externas Frontex, y cuya misión es simplemente de “guardacostas”.
Esto no quiere decir que los capitalistas están realmente contra la inmigración. Los trabajadores inmigrantes son muy útiles desde el punto de vista de las empresas capitalistas. Por un lado, son una fuente de trabajadores altamente cualificados que no ha acarreado costes de formación. Por otro lado, proporcionan mano de obra barata ilegal que un sector de la clase dominante puede explotar saltándose la ley y, generalmente, es utilizada para bajar los salarios del conjunto de los trabajadores. La clase dirigente también se sirve de los inmigrantes como chivo expiatorio, responsabilizándolos de los recortes en los servicios públicos, la escasez de vivienda, todo ello resultado de las políticas de la clase dominante y de la crisis capitalista, que se le hace pagar a los trabajadores. El movimiento obrero debe responder con una verdadera política de unidad de clase y lucha militante para conseguir mejores empleos y condiciones sociales para todos.
La actual crisis de refugiados no está relacionada con el número de solicitantes de asilo en la UE. Alemania es el país que ha recibido el mayor número de solicitudes de asilo y su número es menor que el de la década de 1990, en el momento de la desintegración de Yugoslavia. La crisis surgió debido a la vergonzosa pelea entre distintos “socios de la UE” por ver quién paga la factura, política y financieramente. Esto desvela, en realidad, otro episodio de la crisis de la UE.
Grecia e Italia son los primeros puntos de llegada para los inmigrantes y refugiados que intentan cruzar el Mediterráneo. A los demás países de la UE les conviene mantenerlo de esa manera. La última “crisis” fue provocada por los inmigrantes que intentaron organizarse y seguir su ruta a través de las fronteras de Macedonia, Serbia y Hungría, donde intentaron continuar su viaje hacia Alemania y Suecia, los dos países que reciben el mayor número de solicitudes de asilo (en números absolutos, en el caso de Alemania, y en relación con la población en el caso de Suecia).
Merkel, en Alemania, siente la presión política sobre el tema de la inmigración y está pidiendo a los demás países que “asuman su parte”. La respuesta del gobierno británico fue que estaban preparados “para recibir a cero, pero doblarían ese número si fuera necesario”. Los gobiernos de extrema derecha en toda Europa sufren la presión de las organizaciones derechistas y sus crudas declaraciones racistas, nacionalistas y anti-inmigrantes. En realidad, esas opiniones no reflejan las opiniones reales de la mayoría de la gente trabajadora y sólo pueden obtener un cierto grado de apoyo porque están fomentadas por la clase gobernante y los medios de comunicación capitalistas pero, sobre todo, porque no son rebatidas por los líderes de las organizaciones del movimiento obrero (partidos políticos y sindicatos).
Lo que hemos visto en los últimos días ha sido lo opuesto: un torrente de solidaridad y ayuda humanitaria a los refugiados. En Grecia, durante el verano, los turistas y habitantes de la isla se hicieron cargo de los refugiados que intentaban cruzar desde la Turquía cercana. En la antigua Yugoslavia, han salido personas, recordando su propia historia, para ayudar a los refugiados en Belgrado y otras ciudades. Incluso en Hungría, frecuentemente de espíritu reaccionario, decenas de voluntarios han ayudado a los refugiados en la principal estación de tren en Budapest y miles de personas se han manifestado contra las políticas reaccionarias de Orban. En los estadios de fútbol en distintas partes de Austria y Alemania, se podían leer pancartas en apoyo a los refugiados. El movimiento en Austria ha sido particularmente fuerte, donde se celebró una manifestación de 30.000 personas, en Viena, y se organizó ayuda humanitaria a los refugiados que llegaban en los trenes. Ante el bloqueo de trenes por parte de las autoridades húngaras, voluntarios austríacos han organizado una caravana de coches y autocares para ir y recibir a los refugiados.
En España, ante la inacción del gobierno reaccionario del PP, el Ayuntamiento de Barcelona, dirigido por una reciente candidatura electa de unidad popular, ha tomado la iniciativa de organizarse para recibir refugiados. El Ayuntamiento se ha visto abrumado por la respuesta popular al llamamiento, con cientos de voluntarios dispuestos a ayudar. Esto ha provocado la creación de una red de consejos locales de acogida de refugiados.
Por todas partes, se está convirtiendo en un asunto político de primer orden. Evidentemente, es una reacción directa a las imágenes publicadas en los medios de comunicación en los últimos días: los cadáveres de los niños aparecidos en las costas de Turquía y las 71 personas que murieron en la parte trasera de un camión en Austria.
También hay algo más. Este movimiento en desarrollo forma parte de un trasfondo más general y profundo de desconfianza y oposición hacia los políticos burgueses y el sistema capitalista en general que hemos visto en todo el mundo. Es parte de los mismos fenómenos como el ascenso de Podemos en España, el enorme impacto de la campaña de Cala Corbyn en Gran Bretaña y las enormes protestas anti-austeridad que hemos visto en los últimos tiempos.
El movimiento sobre la cuestión de la inmigración y los refugiados tiene el potencial de desafiar los cimientos del sistema capitalista. Para que pueda desarrollarse, sin embargo, son necesarias dos cosas.
La primera es trabajar para lograr una movilización general de la clase obrera y sus organizaciones. Los sindicatos cuentan con los afiliados y la logística para organizar la solidaridad humanitaria sobre una base seria. Los trabajadores son también los que conducen los trenes que ahora están siendo bloqueados y los que manejan los aviones que se utilizan en las deportaciones. Por supuesto, los organismos oficiales están extremadamente burocratizados y su falta de acción no debe utilizarse como excusa para la pasividad. El movimiento ya ha lanzado sus propias formas de organización y redes de coordinación. Sin embargo, un esfuerzo consciente para involucrar a la clase obrera organizada en todos los niveles es crucial para que el movimiento vaya más lejos.
En segundo lugar, las discusiones políticas deben pulirse y desarrollarse más. El instinto humano básico de solidaridad es un buen comienzo, pero también necesitamos ser capaces de responder hábilmente a la cuestión planteada por los medios de comunicación capitalista racista, que es la de, ¿quién paga? Tenemos que ser claros en esto. La clase dominante ha utilizado y, seguirá utilizando, el tema de la inmigración y los refugiados para dividir a los trabajadores, intentando culpar a los inmigrantes de los recortes de austeridad brutales que están imponiendo. Decimos que NO y le damos la bienvenida a los refugiados; son los capitalistas, los banqueros y los productores de armas los responsables. Si son capaces de encontrar billones de euros para rescatar a los bancos, ¿por qué no pueden encontrar millones para recibir a refugiados e inmigrantes?
¿De dónde se va a sacar el dinero para proporcionarles vivienda, escuelas, sanidad? Se podría empezar por imponer un impuesto sobre las ganancias de los fabricantes de armas que han hecho jugosos beneficios con las guerras en esos países (en la mayoría de los casos con contratos garantizados por sus gobiernos). Todas las viviendas que han quedado vacías por el colapso de la burbuja inmobiliaria deberían ser expropiadas sin indemnización para los refugiados y personas locales sin techo. Medidas de este tipo plantearían la cuestión abiertamente: son los capitalistas quienes tienen que pagar las consecuencias de sus políticas de explotación y guerras imperialistas.
La solidaridad espontánea de los ciudadanos de a pie hacia los refugiados de toda Europa es la respuesta a todos los cínicos y demagogos de derecha, que intentan retratar una imagen de los trabajadores como individuos egoístas y codiciosos. Los trabajadores no son estúpidos. Pueden ver cuál es la causa de esta crisis humanitaria. Saben quién es el responsable. Pueden ver la flagrante contradicción de un sistema que encuentra miles de millones necesarios para financiar las intervenciones militares como la guerra de Irak o el bombardeo de Libia, pero luego afirma que no puede permitirse el lujo de ayudar a los millones de personas que han sido desplazadas por esas mismas guerras.
El movimiento obrero y sus organizaciones deben proporcionar una respuesta a los crecientes niveles de pobreza en toda Europa, donde un sector importante de trabajadores y jóvenes han visto un dramático empeoramiento de sus condiciones de vida, creciente desempleo y recortes en los salarios reales y las pensiones. De no ser así, los sectores reaccionarios de derecha utilizarán esta situación para enfrentar a los pobres de Europa contra los inmigrantes y los refugiados. La clase gobernante lo utilizará para dividir a los trabajadores. No debemos permitir que hagan esto.
En última instancia, hay suficientes recursos en la sociedad para satisfacer las necesidades de las personas que huyen de la guerra, las privaciones, el hambre y la explotación. Las últimas cifras muestran que hay 11 millones de viviendas vacías en toda Europa. Éstas serían suficientes para proporcionar vivienda barata para todos, para los pobres y desamparados de Europa como para los inmigrantes. No es una cuestión de viviendas “para los habitantes nativos o los inmigrantes”.
La razón por la que decenas de millones de personas pasan hambre, cientos de miles mueren por enfermedades curables y cientos de millones no tienen acceso a servicios básicos, como salud y educación, no es por la afluencia de refugiados e inmigrantes. Es el sistema basado en el lucro privado. Hay recursos suficientes en el mundo para resolver todos estos problemas. La expropiación de los monopolios más grandes del mundo bajo el control democrático de los trabajadores los pondría al servicio de las necesidades de la mayoría, no para beneficio privado de unos pocos parásitos no elegidos.
La crisis del sistema capitalista a escala global explica las muchas guerras locales y guerras civiles que estamos viendo. La guerra es terriblemente rentable… para un puñado de capitalistas muy ricos. Para las masas trae terribles sufrimientos. Mientras el capitalismo siga en pie, no se pondrá fin a este sufrimiento. Defendamos la lucha internacional de los trabajadores de todos los países para derrocar el capitalismo a nivel mundial y por el socialismo mundial.