A pesar de todas las concesiones que la troika ha impuesto a Grecia, el acuerdo que se alcanzó el 20 de febrero con el Eurogrupo apenas difiere de los anteriores y ya se empieza a desvelar. La profunda crisis del capitalismo griego, combinado con la terquedad de la troika en humillar al gobierno griego, casi no deja espacio para la maniobra.
El acuerdo del 20 de febrero estipula que Grecia se compromete a aplicar una serie de “reformas” bajo la estricta supervisión de la troika (ahora conocida como “las instituciones”), a cambio se desembolsarían parte de los 7.200 millones de euros restantes del rescate anterior. Sin embargo, este dinero solamente se concederá una vez que las instituciones den el visto bueno a la lista concreta de “reformas” (léase contrarreformas) propuestas por el gobierno griego, y hasta que dichas medidas se pongan en práctica.
Como ya analizamos en su momento, el acuerdo simplemente reafirma las prerrogativas de la troika a las que Syriza, de forma correcta, se opuso previamente. Si alguien se hacía ilusiones de que tal acuerdo daría un respiro al nuevo gobierno, éstas se han disipado rápidamente.
La reunión del lunes del Eurogrupo lo dejó claro. “No hay dinero si no hay acuerdo ni aplicación de reformas”, dijo el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Evidentemente, a los ministros de finanzas europeos no les gustó el documento que envió el ministro de Finanzas griego, en el que se delineaban los detalles de cómo se aplicaría el acuerdo del 20 de febrero.
Los compromisos de Varoufakis de perseguir a los evasores fiscales ricos desaparecieron de este último documento y, en cambio, se centra en perseguir a los evasores del pago del IVA. El documento también detalló las medidas que tomaría el gobierno griego para resolver la crisis humanitaria, las cuales ya fueron aprobadas por el Parlamento griego el viernes, 6 de marzo. Esto incluye comida, alquiler y electricidad gratis para los hogares más pobres.
El documento terminaba proponiendo el inicio de negociaciones para un nuevo “contrato de recuperación y crecimiento de la economía griega”.
Esto es un retorno a la idea de que, de alguna manera, el gobierno griego puede convencer a sus “socios” para que les den un respiro y facilidades de pago de la deuda. El problema es que las negociaciones de las últimas semanas y el acuerdo impuesto a Grecia el 20 de febrero demuestran que esto no es posible. Lo que quiere el capitalismo europeo es claro: continuar los brutales recortes de austeridad para que los acreedores obtengan “su libra de carne” completa. Si el gobierno griego quiere implantar sus propias medidas (en este caso de ayuda humanitaria) éstas deben ser “fiscalmente neutrales”, es decir, para ponerlas en práctica tendrían que aplicar recortes presupuestarios en otras partidas. Éste es el corsé que la troika le impone a Grecia y que el gobierno griego estaría aceptando.
Como nota a destacar, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, en una intervención para la televisión alemana tras la reunión del Eurogrupo el lunes, seguía refiriéndose a las instituciones como “la troika”. Varoufakis intentó atenerse a sus declaraciones anteriores según las cuales se había puesto fin a la troika: “las visitas de la troika, compuestas por estos grupos de tecnócratas de las tres instituciones irrumpiendo en nuestros ministerios e imponiendo un programa que ha fracasado… es cosa del pasado”. Pero rápidamente fue rebatido por el ministro de Hacienda español, Luis de Guindos, quien dijo que eso eran cuestiones semánticas.
Dijsselbloem dejó claro que las conversaciones técnicas tendrían lugar en Bruselas y “en Atenas, la puesta en práctica”. Al margen de cómo se desee presentar, básicamente, esto significa que representantes de la troika irán a Grecia a supervisar los detalles de la aplicación de las reformas las cuales, en efecto, serán propuestas del gobierno griego, pero habrán tenido que ser revisadas y aprobadas por “las instituciones”. Nada sustancial ha cambiado, ni puede, mientras la troika controle el presupuesto.
El acuerdo del 20 de febrero ha generado una fuerte oposición dentro de la organización de Syriza. En la reunión del Comité Central del partido, más del 40% de sus miembros votaron una resolución en contra de los términos del acuerdo. Otros argumentaron que era incorrecto presentarlo como una victoria cuando claramente no lo era.
El gobierno griego tiene todavía un apoyo abrumador entre la población, particularmente cuando la gente lo compara con los gobiernos anteriores. Sin embargo, el apoyo que obtuvo por oponerse firmemente a la troika y a los brutales memorandos de austeridad de los anteriores rescates, se está erosionando lentamente. Así se reveló, claramente, en la última encuesta del instituto demoscópico Marc, llevada a cabo a principios de marzo. Según esta encuesta, el 64% de las personas todavía tiene una opinión positiva del gobierno, pero bajó del 83,6% a principios de febrero, antes del acuerdo.
La población todavía está dispuesta a dar al gobierno el beneficio de la duda, hasta un cierto punto. Quiere ver lo que hace el gobierno en la práctica con respecto a las privatizaciones, el salario mínimo, las pensiones, la reapertura de la televisión pública, la recontratación de los trabajadores del sector público, etc..
Los gobiernos anteriores fueron tan brutales en hacer pagar la crisis a los trabajadores que incluso un respiro temporal es bienvenido. Un enorme 54.4% cree que si Nueva Democracia hubiera ganado las elecciones de nuevo, todo sería peor. Aunque el 59,6%, en la misma encuesta, dijo que estaban satisfechos con las negociaciones con los “socios”, no se hacen ninguna ilusión con que el acuerdo significa una continuación del rescate y memorándum anteriores (una opinión compartida por el 75,4% de los encuestados).
Quizás lo más revelador de esta encuesta es que el 38,9% de los votantes de Syriza opina que las negociaciones deberían conducir a una “definitiva ruptura, incluso si eso significa un retorno al dracma”. Es cierto que la mayoría de los votantes de Syriza todavía prefieren un “honroso compromiso mutuamente beneficioso”, pero hay una creciente opinión que se decanta por la aceptación de la inevitabilidad de una ruptura completa con la troika y las consecuencias que esto acarree. Esto es importante, teniendo en cuenta que el líder de Syriza hasta ahora ha venido destacando, en repetidas ocasiones, su creencia de que dicho “compromiso honroso” es posible.
Ante esta situación, hubo una serie de declaraciones durante el fin de semana según las cuales, si finalmente no se llega a un acuerdo, el gobierno estaría dispuesto a convocar un referéndum. En una entrevista para el periódico italiano, Corriere della Sera, Varoufakis declaraba lo siguiente: “como ha dicho mi Primer Ministro, no estamos todavía pegados a la silla. Podemos realizar elecciones de nuevo, convocar un referéndum”.
Tsipras hizo declaraciones similares en una entrevista al periódico alemán, Der Spiegel: “Si tuviéramos que celebrar un referéndum mañana con la pregunta, ‘¿quieres tu dignidad o una continuación de esta indigna política?’, todos elegirían dignidad, independientemente de las dificultades que conllevaría esa decisión”.
Éste es en realidad el camino correcto. SYRIZA fue elegido sobre la base de un rechazo fundamental a las políticas de austeridad brutales impuestas a la clase obrera griega. Inmediatamente después de las elecciones, el apoyo al gobierno alcanzó sus cotas más altas (más del 80%) y el apoyo a Syriza subió del 36% al 45%, en base a la firme postura que adoptó respecto a la troika. Por primera vez, la gente veía un gobierno que parecía decidido a llevar a cabo su mandato democrático.
Una ruptura con la troika es inevitable a menos que el gobierno Syriza acepte la continuación de las anteriores políticas de austeridad. Incluso el inestable status quo actual no puede continuar por mucho tiempo. Desde el punto de vista de los capitalistas, la elección del gobierno Syriza se recibió como malas noticias. Se produjo una bajada de los ingresos fiscales y una aceleración de la fuga de capitales y retiro de depósitos de los bancos. Las insuficiencias de los ingresos del Estado en enero, incluso antes de la victoria de Syriza, fueron de mil millones de euros, dejando el superávit primario en 443 millones de euros, contra un objetivo de 1.300 millones. Muy pronto, el gobierno podría encontrarse sin dinero para pagar salarios, pensiones y sus costes de funcionamiento normales.
La única manera de prepararse para este escenario sería una campaña seria de agitación, explicando claramente la elección que se plantea: “la continuación de esta indigna política” (es decir las políticas de austeridad brutales que han sumido a Grecia en un agujero negro de desempleo masivo, destrucción de los niveles de vida y una crisis social y humanitaria) o «dignidad» (es decir, el repudio de los chantajes de los capitalistas europeos y una política que pone los intereses de pueblo trabajador griego por encima de los de los banqueros y capitalistas alemanes).
No hacerlo o retrasar una actuación decidida, no impediría el conflicto con los “socios” europeos de Grecia, sólo garantiza la erosión del apoyo que todavía tiene el gobierno, poniéndose, así, en una posición mucho peor cuando llegue el momento de la verdad.