El 25 de enero se celebran elecciones generales en Grecia. SYRIZA es el gran favorito para ganar estos comicios. Los capitalistas europeos se enfrentan a un dilema, ya que una parte de su maquinaria, la democracia burguesa, corre riesgos de chocar con otra, su programa de austeridad, que el pueblo griego ha sufrido durante los últimos cinco años. Esto es visto como una seria amenaza a los planes de los gobernantes europeos de resolver la crisis económica mediante la destrucción del nivel de vida de la clase obrera.
Un artículo del Financial Times (“Los votantes son el eslabón más débil de la eurozona”), principal portavoz de los estrategas del capitalismo británico, del pasado 29 de diciembre, expresaba muy claramente los temores de la burguesía:
“El eslabón más débil… [era] el riesgo de que los votantes se rebelaran contra la austeridad económica y votaran a los partidos “antisistema”, que rechazan el consenso europeo sobre cómo mantener unida la moneda única. Si ese consenso se quiebra, el delicado castillo de naipes de la deuda, los rescates y la austeridad comienza a tambalearse por completo. Y eso es lo que estamos viendo ahora en Grecia”.
El título de este artículo es significativo desde dos puntos de vista. En primer lugar, se hace eco de la conocida cita de Lenin de que el capitalismo se rompe por su eslabón más débil. En aquel momento, el eslabón débil del capitalismo europeo era la Rusia zarista. Hoy, sin duda, es Grecia. No es casualidad que hace cinco años la crisis del Euro comenzara en Grecia, y no es casualidad que, cinco años después, esta crisis haya resurgido en Grecia. Durante seis años, este país ha estado en el epicentro de una crisis económica que amenaza los cimientos de Europa y que tiene todo el potencial para traer nuevas olas de malestar económico a Estados Unidos y a la economía mundial en su conjunto. Por esta razón, todas las miradas están puestas ahora en Atenas con creciente preocupación.
El segundo elemento significativo del título del artículo es la idea implícita de que el mayor riesgo para la eurozona es que la gente vote para rechazar la austeridad. El supuesto implícito es que la democracia es responsable de las desgracias del Euro, que la población no puede tomar lo que se conocen como “decisiones económicas responsables” y que esto representa el verdadero eslabón débil de la situación.
Esta frase no intencionada del pensamiento real de los estrategas del capital se revela en toda su crudeza. La máscara sonriente de la democracia se cae, poniendo al descubierto la cara fea de la reacción que se esconde detrás.
Falso optimismo
A principios de 2014, se podía oír a los líderes europeos cacarear sobre la supuesta recuperación económica. Se publicaron optimistas informes acerca de una proyectada recuperación en la economía mundial y europea e, incluso, predijeron un retorno del crecimiento a los países del sur de Europa, incluida Grecia. En el ojo de una tormenta parece reinar la calma, pero es una ilusión óptica. Al final del año, todo este optimismo había desaparecido. Lejos de experimentar una recuperación económica, la crisis en Europa se ha extendido a Alemania, la antigua fuerza motriz de la economía europea.
Ahora los economistas y los bancos centrales están preocupados por los efectos de un colapso en los precios del petróleo. Estas preocupaciones han dado paso a una situación casi de pánico cuando se han visto afectados los mercados de valores; se registran grandes caídas en los precios de las acciones desde Londres hasta Tokio. Pero, ¿por qué una caída en los precios del petróleo debería provocar pánico? Lo más probable es que debería alentar la reactivación económica mediante la estimulación de la demanda y la inversión productiva.
En otras circunstancias éste podría ser el caso. Pero en el contexto de una economía mundial estancada, la caída del precio del petróleo y de otras materias primas es, precisamente, una expresión de la falta de demanda o, más correctamente, de sobreproducción crónica. Los capitalistas no ven razones para invertir en la actividad productiva cuando no hay demanda para las mercancías que producen. Los mercados bursátiles en pleno auge del último periodo fueron un reflejo, no de la inversión productiva, sino de una masiva orgía especulativa, que ahora ha alcanzado sus límites.
La caída del precio del petróleo y de otras materias primas no se ve como la base para la recuperación económica sino, por el contrario, como una espiral deflacionista que puede arrastrar a Europa a una nueva y aún más profunda recesión. Con la perspectiva de mayores caídas en los precios, los consumidores posponen el consumo, deprimiendo aún más la demanda.
Esto crea un clima de incertidumbre en el que resulta imposible para los capitalistas calcular la demanda, conduce a la postergación de los planes de nuevas inversiones y maquinaria. La causa se convierte en efecto y el efecto se convierte en causa. El resultado será más cierres de fábricas, más desempleo y una reducción adicional de la demanda en una espiral descendente.
La crisis se está agravando por factores políticos. En respuesta a las sanciones económicas impuestas por EE.UU. y algunos países europeos por la crisis de Ucrania, Rusia está imponiendo un embargo a las importaciones de alimentos de la UE, Estados Unidos y otros países occidentales, entre ellos Australia, Canadá y Noruega.
El cierre del mercado ruso (y una ralentización de la economía china) ha producido inmediatamente un desplome del precio de la leche, que ya ha llevado a gran número de agricultores europeos a la bancarrota. Por otro lado, la caída del rublo y la crisis económica en Rusia han afectado las exportaciones occidentales, profundizando aún más la crisis de la industria alemana.
El diario, The Economist, del 13 de diciembre, concluía: “… la amenaza a largo plazo que sufre la moneda única más bien ha aumentado. La eurozona parece estar atrapada en un ciclo de lento crecimiento, alto desempleo y, peligrosamente, baja inflación”.
Todo esto tira por tierra los planes de los líderes de la UE. Aspiraban a una tasa de inflación del 2% con la esperanza de que esto pudiera socavar la enorme deuda en los balances gubernamentales. El fantasma de la deflación hace mucho más difícil la capacidad de pago de la deuda de los gobiernos. Esto afecta a Grecia más que a cualquier otro país.
Austeridad salvaje
Durante los últimos seis años, el pueblo griego ha sufrido una dramática caída en su nivel de vida. Los líderes europeos le infligieron los castigos más duros por su presunto despilfarro. La Troika impuso una cruel política de recortes y austeridad, que se suponía sería una medicina amarga pero necesaria para curar la enorme montaña de deuda del país. Como resultado directo de esta política, Grecia ha sufrido una severa recesión económica, acompañada por el desempleo masivo y el colapso de la calidad de vida, a unos niveles nunca vistos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué ha ocurrido en este período? El desempleo se ha disparado a más del 26% (desde un nivel previo a la crisis de sólo el 7%). Pero la cifra oficial no revela la verdadera gravedad de la situación, especialmente entre los jóvenes, de los cuales, la mitad de los menores de 25 años están sin empleo. Además, muchos de los que están empleados formalmente no están recibiendo ningún salario, o lo reciben sólo después de largas demoras.
Las políticas de austeridad han destrozado la economía griega. Se ha reducido el gasto público y las pensiones han disminuido en un 25%. Grecia ha perdido una quinta parte de su producción económica. Según las estimaciones más positivas, el nivel de vida se redujo en un 25%, en comparación con los años anteriores a la crisis. El escenario más negativo (y más realista) es que el nivel de vida de los griegos ha caído en un 50%, en comparación con los años más favorables que experimentó el país desde que se unió a la eurozona.
Antes de la crisis, los niveles de vida en Atenas no eran muy diferentes a los de Londres. Ahora, hay escuelas sin libros, hospitales sin medicamentos, farmacias sin medicinas y personas, prósperas anteriormente, hurgando en los cubos de basura buscando sobras de comida. La pobreza ha aumentado de un 23% antes de la crisis a un 40,5%, actualmente, y los servicios básicos como la salud se han visto diezmados por los recortes, en un momento en que cada vez más gente los necesita. Un informe publicado en la prestigiosa revista médica, The Lancet, definía lo que estaba sucediendo en Grecia como una “tragedia de la salud pública”.
Años de recortes salvajes han provocado un daño irreparable a la estructura misma de la vida económica. Ha surgido una economía de trueque, ya que la gente intenta esquivar un sistema financiero en quiebra. Muchas personas han retirado todos sus ahorros de los bancos, en parte porque ya no confían en el sistema bancario, pero principalmente porque tienen que usar sus ahorros para poder vivir. Pero ¿qué sucederá cuando los ahorros se agoten?
Hay una sensación general de impotencia. Muchas personas han huido al campo en busca de subsistencia o han emigrado al extranjero, mientras que otros han descubierto una forma aún más trágica. La tasa de suicidios ha aumentado en tal grado que ya no son noticia de los periódicos, sino los casos más dramáticos.
Pero debajo de la superficie existe un sentimiento de rabia: hay indignación contra los ricos, contra los banqueros y capitalistas que no pagan impuestos pero exigen que todos los demás hagan sacrificios “para salvar a Grecia”, contra Bruselas y Berlín que juegan el papel de Drácula chupando la sangre del pueblo griego y contra los políticos que llevaron a Grecia hacia el abismo de la quiebra mientras se llenaron los bolsillos con millones de dinero público, que ahora se encuentra en cuentas bancarias secretas en Suiza y Londres.
¿Qué se ha resuelto?
¿Qué han resuelto todos estos sacrificios? En Grecia no se ha reducido la deuda del Estado, sino al contrario, se ha disparado. En 2010, la deuda representaba el 125 % del PIB. Hoy en día, asciende al 175%. Esto se debe en parte al pago de Grecia de las enormes sumas del pago de intereses. En parte se debe a que el PIB griego se ha desplomado en un 25% como resultado de la austeridad. Así que todo el dolor y el sufrimiento impuesto al pueblo griego durante los últimos seis años han sido en vano.
La llamada “recuperación” de 2014, que incluía que Grecia tuviera un superávit presupuestario primario (es decir, un excedente antes del pago de la deuda), es insignificante cuando se considera el colapso de las fuerzas productivas como resultado de la austeridad. El desempleo juvenil asciende a más del 60%. Menos de la mitad de la población en edad de trabajar tiene un empleo, según las cifras generales de empleo. Un lustro más tarde la situación para el capitalismo es mucho peor en Grecia y en Europa.
Del dinero total del llamado rescate griego (227 mil millones), el gobierno sólo destinó el 5% a sus presupuestos generales (pensiones, salarios, etc.), el grueso del dinero se utilizó para pagar a los acreedores, a los bancos griegos y extranjeros, y a las instituciones financieras internacionales. Cuatro años después de la intervención de la Troika, éstos son los únicos que han salido beneficiados.
Crisis del gobierno Samarás
En diciembre, el primer ministro griego, Andónis Samarás, líder del partido gobernante, Nueva Democracia, sorprendió al mundo al anunciar elecciones presidenciales. No tenía ninguna necesidad de hacerlo, ya que el anterior presidente todavía tenía dos meses de mandato. Además, fue una jugada arriesgada, ya que de no conseguir 180 de los 300 escaños exigidos por el Parlamento griego para que su candidato fuera electo, inmediatamente provocaría nuevas elecciones.
En circunstancias normales, la elección de un presidente griego (principalmente una figura ceremonial con pocos poderes) habría pasado casi inadvertida. Pero no eran circunstancias normales y el anuncio fue recibido con una especie de pánico. Se produjeron fuertes caídas en la Bolsa de Atenas, seguido por una caída en los precios de las acciones en otras Bolsas europeas.
Las razones que empujaron a Samarás a convocar estas elecciones son inciertas. ¿Pretendía ser una maniobra para galvanizar el apoyo a su candidato asustando a los diputados con la perspectiva de una elección en la que la mayoría de ellos perderían sus escaños? ¿O fue una manera de deshacerse de la patata caliente antes de que se viera obligado a realizar un paquete nuevo y más perverso de recortes?
Antes de esto, Samarás intentó convencer a la UE para que relajara la presión sobre Grecia y reanudara los préstamos en los mercados mundiales. Pero Bruselas se mantuvo obstinada: no sólo se rechazó la petición, sino que se le ordenó realizar más recortes, incluyendo recortes en las pensiones, condición para que Grecia pueda recibir la próxima entrega de dinero en efectivo de Bruselas.
Ciertamente, parece que Samarás trató de obtener la mayoría por una serie de sobornos y amenazas. Un diputado afirmó que se le habían ofrecido 3 millones de euros a cambio del voto. Siendo un hombre de principios, sin embargo, sólo se vendía a un precio muy alto y 3 millones no fue suficiente. Al final, Samarás no pudo obtener el número de votos y, por lo tanto, se anunciaron nuevas elecciones para el 25 de enero.
Esta noticia provocó inmediatamente un nuevo pánico en la Bolsa de Atenas, que en un día cayó un 5%. Los intereses sobre los bonos a 10 años subieron hasta un 9,5%, los más altos de 2014. Estas son las indicaciones del nerviosismo con que el capitalismo observa los acontecimientos en Grecia. Tiene poca fe en que el pueblo griego vote “correctamente”.
Los trabajadores se vuelven contra el Establishment
Desde 2008, sin excepción, los gobiernos de Europa han puesto en práctica regímenes de austeridad. Este ha sido el caso tanto de los partidos socialdemócratas como de los partidos abiertamente burgueses. Los socialdemócratas han seguido la lógica del reformismo, de remendar un sistema enfermo. Pero en condiciones de crisis profunda capitalista como actualmente, no hay cabida para el reformismo. La burguesía se opone implacablemente a las reformas que “no pueden permitirse”. De hecho, están empeñados en destruir las reformas que la clase obrera consiguió en el pasado.
En todas partes es la misma historia. Bajo la presión de los bancos y las grandes empresas, los reformistas se han arrodillado ante el mercado y acatado las órdenes de sus amos. Los dirigentes reformistas han claudicado en defensa del capitalismo. Como resultado, los partidos de izquierda que han aceptado la responsabilidad de llevar a cabo los recortes han sido castigados por el electorado. Hacen el trabajo sucio de la burguesía y, ésta, los descarta como trapos sucios después de haberlos utilizado y desacreditado. Ése es precisamente el papel de la socialdemocracia: desmoralizar a las masas y preparar el camino para un giro a la derecha. Lo hemos visto en España e Italia y, ahora, vemos lo mismo en Francia.
Es también el caso de los dirigentes sindicales, llamados a defender al sistema. En un grado u otro, los trabajadores en toda Europa han reaccionado con grandes demostraciones de fuerza en el período anterior, a través de manifestaciones, huelgas y huelgas generales. En períodos normales, tal magnitud de fuerza a menudo era suficiente para derrocar a un gobierno. Sin embargo, éste ya no es el caso.
Hoy, sin embargo, la situación es tan grave, que un día de huelgas generales y manifestaciones no puede lograr el resultado deseado. Los trabajadores griegos han llevado a cabo más de treinta huelgas generales en los últimos cinco años sin conseguir que el Gobierno abandone o, incluso, modifique su política de recortes. En la situación actual, la única consigna correcta sería la de una huelga general para derrocar al Gobierno. Pero esto plantearía directamente la cuestión del poder, y es una perspectiva que aterroriza a los dirigentes sindicales reformistas.
De no ser por la colaboración de los dirigentes sindicales, el capitalismo estaría acabado. En realidad, han estado utilizando la táctica de una interminable serie de huelgas y manifestaciones de un día como una válvula de seguridad, que permite a los trabajadores liberar presión y canalizar su indignación por caminos seguros. Las huelgas de un día no se convocan para preparar medidas más serias y, así, se transforman en rituales sin importancia que el Gobierno puede ignorar sin temor.
La ausencia de dirigentes dignos de este nombre ha creado un clima de escepticismo y cansancio entre los trabajadores. No ven la razón para sacrificar un día de salario en acciones que no conducen a ninguna parte. Esto es particularmente cierto entre los trabajadores del sector privado que se enfrentan a perder su empleo si hacen huelga. Como era de esperar, la participación ha caído ya que los trabajadores inevitablemente se desilusionan con tales acciones.
Frustrados en el frente sindical por sus dirigentes, ahora los trabajadores están buscando una salida en el frente político. Este proceso no es un fenómeno aislado, pero Grecia ha ido más lejos. En toda Europa, los partidos antisistema están emergiendo como una expresión de la repugnancia que sienten las masas por el papel desempeñado por los líderes de las organizaciones obreras tradicionales.
Partidos como SYRIZA o PODEMOS, en España; el Partido Nacionalista Escocés, en Escocia; el Movimiento 5 Estrellas, en Italia, son todos diferentes maneras del reflejo de la rabia y el descontento que existe en la sociedad. Son como la espuma en la cresta de una ola masiva de descontento popular.
SYRIZA
Todos los sondeos de opinión indican que SYRIZA, probablemente, surgirá como partido gobernante el 25 de enero. Esto es un dilema para la clase dirigente europea. En las elecciones sucesivas de abril y mayo de 2012, SYRIZA perdió por muy poco la oportunidad de llegar al poder con un programa de cancelación de la deuda griega. En aquel momento, todas las fuerzas de la vieja Europa conspiraron para impedir una victoria de SYRIZA, movilizaron todos los medios a su disposición para asustar a la población griega con la idea de que el repudio de la deuda significaría la salida del país de la UE, y propiciaría el caos.
El chantaje funcionó y salió elegido Samarás como correspondía. Pero las masas aprenden de la experiencia. Hoy, el pueblo griego ha pasado por tres años de la escuela de la Troika y de la austeridad impuesta por la UE, cuyas consecuencias ya hemos señalado. El cambio a favor de SYRIZA, por lo tanto, ha asumido proporciones aún mayores que antes. Esto, a pesar de la deriva hacia la derecha de sus dirigentes, que se han esforzado en demostrar a la burguesía que son personas moderadas y razonables. Desde 2012, la dirección de SYRIZA bajo Alexis Tsipras se ha alejado de la idea del repudio total de la deuda a favor de una “renegociación”.
Pero en Bruselas y Berlín las palabras no impresionan. La clase dirigente griega y europea está emitiendo una vez más las advertencias calamitosas del desastre que le espera al pueblo griego si vota a SYRIZA. El 15 de diciembre, el comisario de Asuntos Económicos de la UE, Pierre Moscovici, durante una visita a Atenas, advirtió: “contemplar la posibilidad de no pagar la deuda es, en mi opinión, suicida, sería la quiebra. No es contra SYRIZA. Es la realidad”. The Economist se unió al coro funesto de voces: “los inversores apuestan a que la gente en Italia, España y Francia se fijará en el caos de Atenas, con estupor — y apoyará las medidas de austeridad que Angela Merkel ha prescrito para ellos”. Etc., etc.
El Programa de SYRIZA incluye el fin de los recortes en los salarios y el gasto público, eliminar las ventas de activos y el repudio parcial de la deuda pública. Ha atacado a los oligarcas, a los diaplekomenoi ( “los enchufados”) o davatzides (“proxenetas”).
George Stathakis, ministro de desarrollo en la sombra de SYRIZA, dijo al Financial Times que SYRIZA pondría fin a la práctica de entregar licencias de televisión gratis a amigos políticos de los gobiernos. Un cable de la Embajada de Estados Unidos difundido por WikiLeaks admite: “los medios de comunicación privados en Grecia están en manos de un pequeño grupo de personas que han heredado o hecho fortuna… y que están relacionados por sangre, matrimonio o adulterio con políticos o funcionarios del gobierno y/u otros magnates de los medios de comunicación y de los negocios”.
SYRIZA habla de los mil millones de euros que podrían recaudarse con la “Lista Lagarde”, una relación de 2.000 presuntos evasores fiscales griegos con cuentas en bancos suizos, según la dirigente del FMI, pero de la que no se ha servido el gobierno griego para tomar medidas. Una lucha contra la corrupción y el nepotismo es sin duda necesaria. Pero no puede tener éxito si no se acompaña de la expropiación de los intereses de las grandes empresas, comenzando con los bancos.
Tsipras desea la permanencia de Grecia en la eurozona, pero al mismo tiempo, apuesta por el fin a los recortes en el gasto público, poner fin al aumento de los impuestos y reformas estructurales impuestas por la UE y el Fondo Monetario Internacional como condición para un segundo plan de rescate. Estos dos objetivos son incompatibles. Si Merkel no estuvo dispuesta a ayudar a Samarás, por qué debería ayudar a un gobierno de SYRIZA. Esta contradicción fundamental no es sostenible. Se acerca el momento de la verdad, en el que los líderes de SYRIZA tendrán que decidir.
¿Qué hará SYRIZA?
Alexis Tsipras, el líder de SYRIZA, prometió dar al traste con lo que ha descrito con razón como las bárbaras exigencias de la UE y del FMI. Eso es lo que lo ha hecho popular y seguramente va a garantizar la victoria de SYRIZA. Pero las promesas son como un cheque bancario: tarde o temprano tienen que ser convertidos en dinero contante y sonante. La clase obrera y el pueblo griego esperarán que esas promesas se lleven a cabo.
Pero la mecánica elemental nos dice que cada acción tiene una reacción igual y opuesta. El nuevo gobierno se enfrentará a la presión implacable de la Troika de no ceder a las demandas de las masas, sino a que continúe con el programa de recortes y austeridad. Puede que Tsipras tenga la esperanza de que los acreedores de Grecia estén fanfarroneando, y que digan lo que digan en público, al final ni la UE ni el FMI podrán permitirse una cesación de pagos incontrolada en Grecia.
Es cierto que un incumplimiento catastrófico, inevitablemente seguido por la salida de Grecia de la zona euro (y posiblemente también de la UE), supondría un peligro grave. La crisis podría extenderse rápidamente a la periferia de la eurozona. El futuro de la moneda única se pondría en peligro. ¿Asumiría Angela Merkel realmente el riesgo de una salida de Grecia que podría ser el inicio de una reacción en cadena que podría conducir a la desintegración de la zona euro?
Esta claramente no sería la opción preferida de Merkel. Pero la canciller alemana también debe tener en cuenta otros factores, tales como el crecimiento sentimiento anti-UE en Alemania y la creciente hostilidad allí hacia más rescates. Sería absurdo apostar que su actitud hacia un gobierno de SYRIZA sería más benéfica de lo que fue hacia Samaras. Lo más probable es que sea todo lo contrario.
Esto no significa necesariamente que una victoria de SYRIZA llevará a un choque inmediato con Bruselas y Berlín. Los estrategas del capital son gente astuta y han tenido una larga experiencia en la domesticación de gobiernos de izquierda indisciplinados. Por otra parte, algunos economistas ya están argumentando que Alemania ha estado exigiendo demasiado en muy poco tiempo a las economías periféricas más débiles de Europa. Por tanto puede haber un margen de maniobra – pero será estrictamente limitado.
A los dirigentes de SYRIZA no les gustaría nada mejor que llegar a un acuerdo con Merkel – si eso fuera humanamente posible. No en vano, Tsipras se ha estado esforzando por presentar una imagen más moderada y razonable. Durante un tiempo (es imposible decir cuánto) SYRIZA puede tener a las masas expectantes para extender la credibilidad del nuevo gobierno. Los líderes argumentarán que necesitan tiempo “para reparar el desorden que el gobierno anterior nos dejó”. Este argumento resonará en muchas personas que desean fervientemente confiar en el nuevo gobierno y estarán dispuestos a esperar – sólo un poco – para que sus esperanzas se vean cumplidas.
Supongamos que Merkel hace algunas concesiones. Estas serán sin duda de tipo secundario, principalmente con fines cosméticos para engañar a las masas. Pero al regresar a Atenas, Tsipras dirá: “Mira, hemos negociado con los alemanes y nos han dado esto y lo otro”. Mucha gente va a dar un suspiro de alivio porque la alternativa era demasiado aterradora de contemplar. Con esto, el gobierno podría ganar un poco de tiempo – pero ¿por cuánto tiempo?
Sería ingenuo en extremo imaginar que los líderes de la UE se permitirán dejar de lado sus compromisos de austeridad fiscal (es decir recortes) y “reforma” (es decir, contra-reforma). Hay indicios claros de que al resto de la UE se le ha acabado la paciencia con Grecia. Los acuerdos de la Troika con Atenas se caracterizan por una completa ausencia de confianza. La sensación es, por supuesto, mutua. Esto debe llevar tarde o temprano a un conflicto abierto. Es absurdo imaginar que esto se puede evitar con palabras suaves, sonrisas y maniobras diplomáticas.
Al final Merkel y compañía colocarán una pistola en la mesa de negociaciones y dirán: “¡Ahora tienes que elegir!” Si Tsipras no hace lo que se le dice, van a cortar la línea de vida de lo que aún queda de vivo en la economía griega y Grecia se encontrará fuera de la zona euro. Algunos economistas han argumentado que sería bueno para Grecia abandonar el euro. La devaluación que seguiría a un retorno al dracma restauraría la competitividad. Esa es también la posición de Lafazanis, en el ala izquierda de SYRIZA, y de otros sectores de la izquierda griega. Pero esta es una ilusión grave.
Un retorno al dracma sería seguido rápidamente por una fuerte caída del valor de una moneda que nadie querrá poseer. El colapso del dracma causaría un caos que traería un dolor inimaginable para el pueblo griego. Que se traduciría en una caída en el nivel de vida mucho más grave que lo que se ha experimentado antes. Lo que ellos llaman un “impago desordenado” terminaría en la implosión del sistema bancario del país, estrangulando su acceso al crédito internacional. Se parecería a la crisis que hundió la economía alemana en 1923.
Sobre bases capitalistas, todos los caminos conducen a la ruina. En cuanto a Grecia, no hay futuro dentro ni fuera del euro, a menos que se dé una ruptura total con el capitalismo. Salir del euro significaría la muerte en la horca, pero permanecer dentro de él significaría la muerte por la espada.
Crisis
Una SYRIZA que llegue al poder pero que retrocediera en sus promesas y no realizara cambios significativos en los pagos de la deuda griega sería lanzado a la crisis. Una SYRIZA que demande una seria reestructuración de la deuda se arriesga a ser rechazado de la zona euro, incumpliendo otras de las promesas de SYRIZA. Es esta contradicción la que expone el carácter utópico reformista del programa de SYRIZA.
“… incluso si SYRIZA toma el poder, es posible que el partido modere sus demandas una vez que vea el abismo del impago de la deuda. No hay nada como las arcas del Tesoro vacías para concentrar la mente.” (Financial Times, 30 de diciembre, “Los votantes son el eslabón más débil de la zona euro”).
Se ha informado en la revista Der Spiegel en Alemania que la canciller Merkel se está preparando para una salida griega del euro, si SYRIZA llega al poder y hace lo que ella considera que son “demandas inaceptables”:
“El Ministerio de Finanzas dijo que no hace comentarios sobre informes especulativos”. Se refirió a una declaración del Sr. Schäuble, publicada poco después de que se convocaran elecciones en Grecia, en la que dijo que no había alternativa a los esfuerzos griegos para reparar la economía, los cuales fueron ‘fructíferos’. ‘Si Grecia elige un camino diferente, será difícil’, añadió el Sr. Schäuble, diciendo que las elecciones no cambian el hecho de que Atenas tenía que estar preparada para sus acuerdos”. (Financial Times, 4 de enero)
Es cierto que un sector de la burguesía se ha dado cuenta de que la rigurosa medicina dictada por Berlín no ha funcionado y es contraproducente. Pero la mayoría de estos comentaristas son de países que no tienen que pagar las cuentas. Cuando Mario Draghi hizo la famosa promesa de que la UE utilizaría todos los medios a su alcance para defender el euro, era felizmente consciente de que con el fin de honrar esta promesa no tendría que poner la mano en su bolsillo. Como buen patriota italiano que era, por supuesto, estaba pensando en los alemanes. Pero estos últimos tienen sus propias ideas sobre la manera de defender el euro.
La burguesía alemana nunca ha sido excesivamente aficionada a dar dinero a los vecinos pobres. Con la economía alemana en crisis, su entusiasmo por las ideas de Draghi, nunca muy acogedor, se ha vuelto frío como la piedra. Las necesidades políticas y económicas se condicionan mutuamente. So pena de extinción política, Frau Merkel debe mostrarse fuerte hacia los griegos o de lo contrario seguirá perdiendo terreno frente al creciente partido anti-europeísta de derechas Alternativa para Alemania (AFD). Si tiene que optar entre ser reelegida o mantener a una Grecia liderada por SYRIZA dentro de la UE, su opción no es difícil de predecir.
Incluso si los términos de alivio de la deuda griega fueran aceptables para la Troika, no van a ser aceptables para el precedente que dejarán. Después de todo, Grecia sólo representa el 2% de la economía europea. Pero con la población de Italia, España y Portugal en situaciones similares, es un precedente que los jefes de la UE no pueden permitirse el lujo de dejar pasar.
“También hay razones externas para que Alemania se muestre muy cautelosa en cederle terreno a SYRIZA. Una condonación de la deuda de Grecia podría afrontrarse -pero abriría claramente la puerta a demandas similares de Italia, Portugal, Irlanda, España e incluso Francia. Es muy fácil ver cómo podría ocurrir un choque de trenes en la zona euro”. (Financial Times, 30 de diciembre)
¿Por qué los burgueses odian a Tsipras?
Los burgueses temen a Tsipras a quien llaman comunista y radical peligroso. Él trata en vano de convencerlos de que no es una cosa ni la otra. Lo que más temen son las fuerzas de clase que están detrás de Tsipras. El anuncio de una victoria de la izquierda, sin duda despertará sentimientos de esperanza en millones de personas y no sólo en Grecia. La perspectiva de una derrota de los defensores de la austeridad y de los recortes llena a los trabajadores en toda Europa con esperanza. Una victoria de SYRIZA podría tener un gran impacto en España, donde el auge de PODEMOS amenaza el gobierno cada vez más débil e impopular del presidente Rajoy. No es por casualidad que tanto Rajoy como el secretario general de PODEMOS, Pablo Iglesias, estén directamente involucrados en las elecciones griegas.
En la misma Grecia, la caída del odiado gobierno de Samaras tendrá un efecto similar a la caída de la monarquía en España en 1931, o la victoria del gobierno del Frente Popular español en 1936. Alentados por el éxito electoral, los trabajadores irán a la ofensiva. Lucharán para revertir los recortes y recuperar todo lo que han perdido en los años oscuros de la austeridad. Pondrán presión sobre el gobierno para que lleve a cabo su programa.
La elección que tendrá ante sí un gobierno liderado por SYRIZA será muy simple: ¿Serán los destinos del pueblo griego determinados por un puñado de burócratas y banqueros en Bruselas y un puñado de navieros y magnates griegos ricos que están aliados con ellos? ¿O actuará el gobierno con decisión para poner fin a la dictadura de los banqueros y los capitalistas, y luchará por los millones de personas que lo eligieron?
En los últimos años, a través de la dura experiencia, el pueblo de Grecia ha aprendido a ser escéptico hacia los políticos y sus promesas. Este escepticismo estaba bien fundado. Estará observando el nuevo gobierno con una mezcla de esperanza y ansiedad. ¿Hará SYRIZA lo que prometió? ¿O se comportará como el PASOK? Esa es la cuestión.
Muchos en las filas de SYRIZA se han enfurecido con razón con algunas de las nominaciones de candidatos a diputados por el partido, que incluyen a una serie de ex diputados del PASOK, e incluso uno procedente de los derechistas Griegos Independientes. Ellos ven esto como una prueba más del giro a la derecha de la dirección.
Trotsky escribió en una ocasión que bajo ciertas condiciones los dirigentes reformistas pueden ser empujados más allá de sus intenciones. Cualquier intento de sabotear al gobierno con una fuga de capitales (que ya ha comenzado) debe ser respondido con la expropiación. En la lucha contra el poder de los banqueros y capitalistas SYRIZA no puede confiar en los poderes formales del Parlamento, que se revelará como una sombra vacía, sino sólo en el poder de la clase obrera. Sobre esa base un verdadero ejemplo sería establecido para los trabajadores de Italia, España, Portugal y del resto de Europa, para poner fin a la pesadilla capitalista.
La única manera de revertir los recortes a los salarios y al gasto público, y de poner a trabajar a los desempleados, es hacerse con el verdadero poder económico. Eso empieza por enfrentarse con los davatzides, los oligarcas, no imponiéndoles impuestos o poniéndoles freno, sino expropiándolos, junto con los grandes monopolios y empresas de la economía griega. La única manera de resistir las presiones de la burguesía y de la Troika, y de frenar la salida de capitales, sería expropiar los bancos y las grandes empresas y ponerlas bajo el control y la gestión democrática de los trabajadores, apelando a los trabajadores a ocupar las fábricas y salir a las calles para apoyar al gobierno y desarmar a la reacción.
Esta medida audaz provocaría un apoyo masivo, no sólo en Grecia, sino en toda Europa. En todas partes las masas están asqueadas con sus gobernantes. Están buscando una dirección audaz que nunca llega. Un verdadero gobierno socialista en Grecia sería una fuente de inspiración para millones de personas que se desesperan con la situación actual. Tendría una resonancia mucho mayor que incluso la revolución rusa de 1917.
Pero, por supuesto, este no es el único escenario. Si un gobierno de SYRIZA se rinde ante la presión de los banqueros y los capitalistas y decepciona la gente, el estado de ánimo de la opinión pública puede oscilar igualmente fuertemente en la dirección opuesta. El gobierno se desplomaría a tierra entre dos piedras. En ese caso, no tardaría en entrar en crisis y comenzar a desintegrarse, de la misma manera que se desvanecería su base electoral. En estas condiciones habría una aguda polarización hacia la izquierda y la derecha, probablemente reflejada en un mayor apoyo para el KKE (Partido Comunista) en la izquierda y el crecimiento de la extrema derecha, incluyendo Amanecer Dorado (muy probablemente con un nuevo nombre).
“Los votantes son el eslabón más débil de la zona euro”
Una SYRIZA en el poder que no cumpla las esperanzas que la gente ha depositado en ella, no va a durar mucho tiempo. ¿Cuál sería entonces la perspectiva? Las siguientes elecciones podrían llevar al poder a un gobierno incluso más derechista, posiblemente con la participación de Amanecer Dorado. Pero eso también sería impotente para resolver los problemas del capitalismo griego. Se abriría un nuevo período de inestabilidad política y social con una mayor oleada de huelgas, huelgas generales e incluso insurrecciones.
La democracia parlamentaria es un lujo que sólo puede florecer cuando la burguesía tiene recursos suficientes para mantener a las masas bajo control por medio de concesiones y reformas. Pero la profunda crisis del sistema económico está socavando la base material de la democracia parlamentaria. Uno a uno, los partidos en la que se apoyó han sido destrozados: el PASOK ha colapsado y Nueva Democracia será el siguiente.
En “El Estado y la revolución”, Lenin escribió:
“En la sociedad capitalista, siempre que se desarrolla en las condiciones más favorables, tenemos una democracia más o menos completa en la república democrática. Pero esta democracia está siempre cercada por los estrechos límites establecidos por la explotación capitalista, y por lo tanto sigue siendo siempre, de hecho, una democracia para la minoría, sólo para las clases poseedoras, sólo para los ricos. La libertad en la sociedad capitalista siempre se mantiene casi igual que lo fue en las antiguas repúblicas griegas: la libertad para los esclavistas. Debido a las condiciones de explotación capitalista, los modernos esclavos asalariados están tan aplastados por la miseria y la pobreza que ‘no prestan atención a la democracia’, ‘no prestan atención a la política’; en el curso ordinario y pacífico de los acontecimientos, la mayoría de la población está excluida de la participación en la vida pública y en la política”.
Desde la Segunda Guerra Mundial, el largo período de auge capitalista acompañado por el desarrollo de la industria y de la clase obrera ha significado que la idea de la democracia se ha hundido tan profundamente en la conciencia de las masas como para adquirir el carácter de un prejuicio. Esto es particularmente cierto en Europa. Sin embargo, hoy en día ya no vivimos en lo que solía ser considerado, tiempos “ordinarios, pacíficos” y menos en Grecia.
El problema para la burguesía europea es que la correlación de fuerzas de clase no permite que se muevan de inmediato en dirección a la reacción como lo hizo antes de la Segunda Guerra Mundial, y como la burguesía griega hizo en 1967. El surgimiento de Amanecer Dorado fue sin duda una advertencia. Pero la burguesía se vio obligada a tomar medidas para frenar a los perros rabiosos por temor a que sus provocaciones violentas pudieran detonar una reacción igual y opuesta de la clase obrera griega, que no ha olvidado el dominio de la Junta.
La burguesía griega no puede eliminar la democracia sin lucha, que podría terminar en una guerra civil abierta. Ella no quiere ir por ese camino – no porque sea pacifista sentimental, sino porque no estaría segura de la victoria. Es por ello que se vio obligada a tomar algún tipo de acción contra Amanecer Dorado. En la actualidad, los principales dirigentes de Amanecer Dorado están siguiendo la campaña electoral desde la cárcel. Pero en el próximo período eso puede cambiar.
Recordemos que la democracia ya ha sido suspendida una vez en Grecia desde la crisis. Tras la dimisión del Primer Ministro Papandreou del PASOK en noviembre de 2011, la democracia parlamentaria fue suspendida de facto por seis meses. Un gobierno “tecnócrata”, una peculiar mezcla de gobierno de la UE-imperialista combinada con una forma leve de bonapartismo, fue instalada por la Troika, bajo la dirección de Papademos con el objetivo de imponer la austeridad exigida por el rescate a Grecia.
Sin embargo, no será posible para la clase dominante griega instalar un régimen abiertamente bonapartista o fascista en el corto o mediano plazo. Pero si la clase obrera no toma el poder, tarde o temprano la burguesía va a decir: “La situación es intolerable: demasiadas huelgas, demasiadas manifestaciones; demasiado caos. Necesitamos Orden. Exigimos Orden”.
En última instancia la elección que se presenta ante Grecia, como ante el conjunto de Europa y el mundo es: socialismo o barbarie. Es el momento de elegir.