PODEMOS se ha convertido en el punto focal de la política española. No hay partido del régimen que no disfrace su pánico aludiendo al peligro del “populismo”. Más significativo es que las últimas palabras del cacique mayor del reino, el finado Emilio Botín, comunicadas a un grupo selecto de periodistas días antes de morir, estuvieran dedicadas a mostrar su preocupación por la irrupción de PODEMOS.
Desde que PODEMOS comenzó a inscribir militantes a través de su página web, en julio, se han afiliado más de 200.000 personas. Habría que remontarse al año 1.977, recién caída la dictadura, para encontrar un fenómeno político similar de entusiasmo, ilusión, y organización masiva.
Así, la indignación contra este sistema de explotación, de abusos e injusticias sociales, está transformándose en militancia política, en lucha consciente por transformar esta sociedad. La movilización social incesante ha servido para resquebrajar la confianza de millones de personas en este régimen podrido, y templar su conciencia y determinación. Pero la lucha social por sí misma es insuficiente para cambiar el estado de cosas. La profunda crisis económica que azota al sistema capitalista deja muy escaso margen para detener los ataques o mantener las viejas conquistas. Por eso está abriéndose paso la idea de que necesitamos tomar el poder político y económico en nuestras manos.
Pánico en la clase dominante
Es inspirador sentir cómo el miedo de este lado se ha transformado en entusiasmo y desafío, y la arrogancia y desprecio del otro bando se han convertido en pánico y preocupación. Esto ya quedó expresado con la retirada de los reaccionarios proyectos de reformas de la ley del aborto y de elecciones locales, y la dimisión de Gallardón como ministro de justicia. Tampoco es ajena a esto la campaña lanzada contra la corrupción, con la detención repentina de multitud de políticos implicados en fraudes y delitos fiscales.
El diario El País ejemplificaba magníficamente el pánico de la clase dominante en una editorial reciente (“Amenaza al sistema” 28/10): “La corrupción exige el saneamiento urgente de las instituciones para evitar males mayores”. ¿A qué males mayores se refiere El País? ¿A la pobreza, el desempleo, los bajos salarios, los desahucios, la degradación de los servicios públicos? Nada de eso. He aquí su preocupación: “El carácter sistémico de la corrupción proporciona fácil y demagógica munición a quienes propugnan una ruptura, no con el sistema corrupto, sino con el constitucional, incluso para buscar soluciones de signo opuesto a la democracia”. La democracia que entiende El País es aquella donde el pueblo vota cada 4 años y son las grandes corporaciones y empresarios quienes deciden las políticas del gobierno. Justamente, contra esa “democracia” luchamos. El miedo de El País es al pueblo levantado y organizado para cambiar esta sociedad de arriba abajo.
Ahora, cuando empiezan a soplar las primeras brisas de la revolución, la burguesía española se encuentra desprovista de dirigentes obreros amancebados con una mínima autoridad para abortar las aspiraciones de millones por un cambio radical de sociedad.
Los dirigentes del PSOE, de UGT y de CCOO carecen de toda autoridad. Los escándalos de las tarjetas de Bankia, y otros, han revelado cómo las cúpulas políticas y sindicales, que anteayer se enseñoreaban en la izquierda y el movimiento obrero, han sido completamente integradas, corrompidas y fagocitadas por el sistema.
Por su parte, IU se enfrenta a un desafío histórico. Los elementos críticos, con Alberto Garzón a la cabeza, no pueden permanecer lamentándose todo el tiempo, sino que deben dar una batalla y exigir una asamblea extraordinaria para elegir una nueva dirección que rompa de una vez con toda atadura al Establishment. Eso galvanizaría a los militantes y simpatizantes que ahora miran a PODEMOS. No hacerlo, sólo profundizará el escepticismo hacia IU.
La Asamblea Ciudadana de PODEMOS
La realidad es que PODEMOS está concentrando las esperanzas de la mayoría de la clase trabajadora y demás sectores populares. Debemos reconocer el mérito que le corresponde en esto al compañero Pablo Iglesias y a la militancia del movimiento, que tienen una enorme responsabilidad ante sí.
Hace unas semanas, PODEMOS celebró su congreso constituyente, la Asamblea Ciudadana. Fue un evento extraordinario, con 8.000 personas entusiastas: jóvenes, veteranos luchadores de los 70, trabajadores, parados, amas de casa, jubilados. Se aprobaron resoluciones en favor de la sanidad y la educación públicas, contra los desahucios y la corrupción, y a favor de una quita sobre la deuda.
Hubo un debate vibrante, donde la mayoría de las intervenciones se posicionaron por la democracia más amplia en la sociedad y dentro de PODEMOS, contra los bancos y el capitalismo, a favor de la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía. Las referencias a la clase obrera provocaron encendidos aplausos que desmienten el carácter supuestamente desideologizado que algunos pretenden atribuir a la militancia de PODEMOS.
No obstante, PODEMOS sigue careciendo de un programa socialista, basado en la expropiación bajo control obrero del gran capital, única forma de llevar a la práctica las reformas planteadas en su programa. Y también debe dotarse de una estructura consistente que garantice el máximo control de la dirección por la base.
La manera es que se organizó el debate precongresual no parece el más adecuado, sin asambleas presenciales locales, provinciales y regionales por medio de delegados elegidos por la base. La militancia estaba obligada a leer y debatir en una circunscripción estatal única todos los documentos y enmiendas hasta del último de los círculos, a través de internet. Esto conduce a que sea una minoría de miembros con tiempo suficiente quienes realmente participen en los debates y decisiones de manera plena.
También causó gran controversia el sistema de votación de los documentos político, organizativo y ético, que obligaba a votar o descartar en bloque los documentos presentados por un mismo equipo, en lugar de permitir a cada militante votar individualmente cada documento de su preferencia. Esto favoreció al equipo dirigente de Pablo Iglesias, cuyos documentos fueron votados en bloque por la mayoría de la militancia; más aún cuando vinculó su permanencia en la dirección con la votación de sus documentos.
No obstante, el movimiento es joven, y hay que confiar en que la experiencia creará las condiciones para superar estas debilidades, tanto políticas como organizativas.
La lucha electoral y la movilización social
Uno de los resultados más positivos de la Asamblea Ciudadana fue promover la confluencia dentro de las candidaturas GANEMOS para las elecciones municipales, junto a movimientos sociales, organizaciones vecinales, IU, y otros.
Ahora, los esfuerzos de los dirigentes de PODEMOS deberían orientarse a promover y desarrollar la movilización social, el auténtico motor del cambio político producido en el país. Habría que implicar a la organización en todas las luchas sociales y movilizaciones en la calle, comenzando por las Plataformas de la Marcha de la Dignidad que a fines de noviembre han organizado una gran protesta social en las principales ciudades del país.
Esta gran movilización servirá para mantener alto el espíritu de la lucha popular, y debe ser utilizada como un gran altavoz para denunciar las injusticias sociales y hacer aparecer a la izquierda y el movimiento popular opuestos al régimen (plataformas GANEMOS, movimientos sociales, sindicatos, etc.) al frente del pueblo movilizado, y así ganar la calle para llegar al poder y echarlos a todos.