Si bien en el último tramo del 2004 logró, aunque precariamente, disimular su debilidad y tirar para adelante la crisis política, el presidente Mesa empezó el 2005 con Bolivia paralizada por la lucha de obreros y campesinos, a pesar de sus amenazas de renunciar si se producían incidentes y de su confianza en el apoyo de las clases medias.
La revolución obrera y campesina es la única alternativa
Si bien en el último tramo del 2004 logró, aunque precariamente, disimular su debilidad y tirar para adelante la crisis política, el presidente Mesa empezó el 2005 con Bolivia paralizada por la lucha de obreros y campesinos, a pesar de sus amenazas de renunciar si se producían incidentes y de su confianza en el apoyo de las clases medias.
El 30 de diciembre, un día antes de la fiesta de año nuevo, el gobierno dispuso un aumento en los combustibles, gasolina y diesel, en una escala que va desde el 10 al 23%. Al mismo tiempo, la patronal de Santa Cruz de la Sierra, la zona más rica del país con el 27% del PBI y el 52% de las exportaciones, con inmensos recursos de petróleo y gas, se subió al caballo de la lucha de las masas oponiéndose al alza en los combustibles y pidiendo la renuncia de Mesa, pero dirigiendo la lucha hacia su propio interés de clase: la autonomía de Santa Cruz.
Intenta así meter una cuña entre los trabajadores y campesinos bolivianos, dividirlos, y desviar los verdaderos objetivos que el proceso revolucionario está planteando urgentemente a la vanguardia obrera y campesina. Atomizando a la única fuerza social viva de Bolivia, la burguesía cruceña quiere llevar a cabo, no un reclamo histórico de las masas populares -imposible de solucionar bajo este sistema- sino la regeneración de su poder social, salvarse a sí misma como clase explotadora e instaurar la dictadura abierta de la oligarquía petrolera.
La lucha de masas marca el camino
El fin de las subvenciones y el aumento de precios de los carburantes habían sido exigidos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como requisitos para facilitar apoyo crediticio a las anémicas finanzas públicas. Anualmente, el Estado boliviano pagaba un subsidio a las petroleras extranjeras de alrededor de 80 millones de dólares, monto que ahora deberá ser abonado por los consumidores. (Econoticias, 6/1/05)
Inmediatamente, esta medida electrificó la bronca de la clase trabajadora y de las capas oprimidas bolivianas que se lanzaron a la calle con sus organizaciones, formando asambleas en las barriadas, principalmente en el Alto y Santa Cruz, la cuarta y la segunda ciudad en cantidad de pobladores del país. Haciéndose eco del resurgimiento de la bronca popular, las Fejuves, la COB y otras organizaciones gremiales e incluso patronales como en Santa Cruz, lanzaron una huelga general e indefinida a partir del lunes 10, que doblegó en la practica parte de los planes de Mesa y el imperialismo.
Mesa se permitió esta audacia, no sólo por la presión del imperialismo, sino también por una visión totalmente distorsionada de la correlación de clases actual. Pensó que el referendo sobre los hidrocarburos fue un triunfo rotundo y una mordaza a los pedidos de obreros y campesinos, que de la mano de las tramoyas legales era posible descarrillar los reclamos de las masas. Se ha equivocado: cada nueva coyuntura de la lucha de clases, planteará una y otra vez los objetivos que la revolución boliviana todavía no ha alcanzado.
Si con los resultados de las elecciones municipales en la mano, pensó en celebrar el supuesto desprestigio de las alternativas de izquierda, y con el avance de los independientes -en realidad, viejos políticos burgueses que no pueden utilizar sus partidos tradicionales por estar totalmente desacreditados-, se auguraba un 2005 en paz social, se ha equivocado: con una abstención de casi el 40%, lo que demostraron las elecciones es por un lado la división de la clase dominante y el descrédito de sus partidos tradicionales, y por otro, la falta de una herramienta política por parte de obreros y campesinos que los agrupe y cohesione para presentar batalla en todos los campos de lucha.
El impasse en la lucha de masas dio un giro copernicano con esta huelga, demostrando el equilibrio inestable de la política boliviana. Tan brusco el cambio, que Evo Morales, otrora aliado de Mesa, pidió que se recorte el mandato de Mesa y nuevas elecciones.
Al compás de la lucha contra el gasolinazo y su consecuencia lógica, el aumento en los precios de los productos básicos, las consignas por la nacionalización de los hidrocarburos y la renuncia de Mesa ganaron la calle.
En el Alto, la ciudad más pobre y combativa de Bolivia, las Fejuves y organizaciones gremiales y de campesinos entablaron una huelga indefinida a partir del lunes 12 contra del alza de los carburantes, por expulsión de Aguas del Illimani por haber prestado un deficiente servicio en El Alto, rechazo a la inmunidad de los súbditos estadounidenses, la instalación de gas a domicilio, encarcelamiento del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y sus colaboradores por genocidio. La Paz estuvo bloqueada y aislada por los cortes de ruta.
Bastaron solamente tres días de huelga general e indefinida, con bloqueos y cortes de ruta para que el gobierno de Mesa cediera, parcialmente, a las demandas populares. Una movilización de 50 mil obreros y campesinos alteños encabezada por la Fejuve y la Central Obrera Regional, marchó a La Paz festejando el resultado de la presión popular: al débil y ajetreado gobierno Mesa no lo quedó otra opción que reincidir el contrato de Aguas de Illimani, subsidiaria de la francesa Lyonnaise des Eaux. Como en 2000 en Cochabamba, cuando se expulsó a la trasnacional Bechtel-Aguas de Tunarí, solo es posible avanzar y presionar a los capitalistas luchando en las calles.
Sin embargo, lo que busca el gobierno con esta medida es intentar desinflar las luchas que lo tienen acorralado. La lucha de clases le impuso esta medida para nada congruente con los intereses que defiende el presidente Mesa. En este sentido, el levantamiento de las medidas de fuerza por parte de la Fejuve y la COR, repiten en pequeña escala los mismos errores que se vienen sucediendo desde la caída del Goñi, aunque la situación de obreros fabriles que no cobran si no trabajan y un alto porcentaje de los trabajadores cuentapropistas que tampoco pueden entrar en huelga, amaine el contenido político del levantamiento. Pero en el fondo es una cuestión de perspectivas, la pregunta es después de Mesa ¿Qué?
Según el dirigente de la Fejuve de El Alto, Abel Mamani, Con la expulsión de Aguas del Illimani hemos ganado una batalla, ahora nos toca formar una empresa del agua autogestionaria, horizontal y con participación de los ciudadanos para beneficiar a los sectores más empobrecidos; además debemos seguir luchando hasta derrotar a este sistema"
Por otra parte, la unidad en la lucha de los diferentes sectores obreros y populares aseguran la fuerza necesaria para imponerle al gobierno que la caída del contrato de la trasnacional se convierta en un paso directo hacia el control y gestión del servicio por parte de los trabajadores y usuarios, que en vez de lucrar a expensas de los explotados se ponga en practica un funcionamiento que se atenga a las necesidades populares. Las luchas obreras y campesinas que vienen sacudiendo a Bolivia demuestran precisamente que los trabajadores y campesinos pueden controlar su propio destino. Es el camino señalado por la insurrección de Octubre.
En el mejor de los casos, el levantamiento de las medidas de fuerza es un poco de oxigeno para un enfermo asfixiado por las contradicciones de la clase a la que sirve y por la enorme presión que esta imponiendo desde abajo la clase explotada, y por las presiones a las que está sometido tanto el gobierno de Mesa como las Fejuves y las organizaciones populares. No hay margen para asegurar una paz social duradera. La debilidad del gobierno de Mesa es palpable y se profundiza, pero hace falta una alternativa propia de los trabajadores y campesinos que termine con el régimen actual.
Las demandas pendientes de El Alto serán analizadas por comisiones que serán conformadas de inmediato por funcionarios de gobierno y dirigentes cívicos y laborales, según dijo Abel Mamani, presidente de la Fejuve, quien aseguró que el "cuarto intermedio" sólo era una pausa y que la huelga sería retomada si no eran atendidas las demandas de El Alto (Econoticias,14/1/05)
El aumento de los combustibles, que afecta directamente el ya vapuleado poder adquisitivo de las masas, todavía no está anulado y Mesa afirmó que es irreversible. Hay que imponerle la anulación por el camino de la huelga general y de la lucha. La solución apunta directamente a la nacionalización bajo control obrero y popular de los hidrocarburos.
El Alto y Santa Cruz: dos caras del mismo proceso
Mientras El Alto se ha convertido en la vanguardia de las luchas obreras y populares, en el epicentro de la revolución, Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más rica del país, donde también existieron huelgas y movilizaciones, muestra una dinámica política propia, cuya diferencia radica en el contenido político de clase del movimiento.
Un país destrozado por el saqueo imperialista, donde la cuestión nacional-indígena es imposible de resolver bajo el dominio del capital y se presenta como una herida abierta en la sociedad boliviana, inevitablemente desencadenará fuerzas centrífugas que amenazan con desmembrar el país gracias a la manipulación descarada por parte de la burguesía de la cuestión de las autonomías, cuya voz cantante de un tiempo a esta parte es la burguesía cruceña. En Tarija y en Santa Cruz se formaron comités cívicos que bregan por una Asamblea Constituyente o un referendo para permitir la autonomía de esos departamentos, los más ricos en petróleo y gas.
El Comité Pro Santa Cruz, compuesto de organizaciones patronales, gremiales y vecinales ahora se aboca a una huelga de hambre.
En Santa Cruz, el departamento más próspero y grande de Bolivia, se realizó la semana pasada un paro total de dos días en protesta por el alza de los combustibles, que se cree que va a afectar negativamente a la competitividad de la industria y la agricultura de la región. El ayuno también fue secundado por grupos de estudiantes universitarios y obreros de fábricas que apoyan las reivindicaciones planteadas por la organización cívica. Las medidas de presión cuentan con el apoyo de las patronales Cámara Agropecuaria del Oriente, Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo y la Asociación de Productores de Oleaginosas. Adicionalmente, el Comité Cívico informó de que han reunido 493.000 firmas para solicitar a la Corte Nacional Electoral la convocatoria de un referéndum sobre autonomías departamentales en abril próximo.(EFE, 17/1/05)
Según el líder del Comité Cívico, Rubén Costas su región reclamó, por medio de una paro general entre martes y miércoles, "contra el desgobierno, el caos y la anarquía impuestas desde los centros de privilegio", en alusión a los reclamos sociales en La Paz y El Alto oídos por Mesa. En medio de pedidos de autonomía regional, exigió soluciones a la crisis económica y que no se siga gobernando a espaldas del pueblo. (La semana digital, 15/1/05)
En boca de la burguesía y de los sectores explotadores, la autonomía esconde el frío y calculado interés de clase capitalista, diametralmente opuesto a lo que entienden históricamente las masas por autonomía, una mejora sensible tanto material como espiritual de los sectores oprimidos.
El gobierno de Mesa tiene serios inconvenientes para contener y encauzar a los trabajadores, que a pesar de no contar con una dirección consciente y revolucionaria, no cesan de luchar por transformar su situación de miseria a la que están confinados tanto obreros como campesinos. La división de la clase dominante torna imposible volver a la vieja y cómoda hegemonía sobre trabajadores y oprimidos. Un gobierno débil y raquítico obligado a ceder parcialmente a los reclamos populares, incentiva a la patronal cruceña a tomar una reclamo histórico que revela la opresión de los pueblos indígenas cultural y socialmente, para una vez en sus manos, esconder la opresión de clase, disfrazarla, y a la vez intentar recrearse una base social después del pavoroso Octubre.
El 21 de enero, en medio de una manifestación, el vocero de la patronal convocó para el próximo viernes a un cabildo abierto para formar el primer gobierno autónomo de Santa Cruz.
"La institucionalidad cruceña -dijo- ha decidido continuar con la determinación trascendental para nuestro futuro, de convocar al segundo cabildo de este siglo, a realizarse el próximo 28 de enero, para poner a consideración del pueblo cruceño la conformación del primer gobierno provisional autónomo del departamento".
Costa agregó que el gobierno que apruebe el cabildo, dentro de una semana, "entrará en funcionamiento en forma inmediata, dando así inicio a una nueva época en la historia de Santa Cruz y de la República" boliviana. (El Tribuno, 23/1/05)
No se puede caer en esta trampa. No se puede esconder que por más legitimo que se considere el reclamo de autonomía por parte de las comunidades indígenas secularmente oprimidas, en la situación actual de polarización social entre las clases, la patronal cruceña aprovecha esa consigna y la toma en su propio beneficio. Está haciendo todo lo posible para adormecer y dividir a los trabajadores, poniéndolos unos contra otros y embolsarse fabulosos beneficios, no permitiendo el reparto de las riquezas de esta privilegiada región (con grandes recursos forestales y agroindustriales además de los hidrocarburos).
La burguesía cruceña, y en menor medida la clase dominante en Tarija, hace rato que vienen insistiendo en la descentralización del Estado. Eso no puede significar más que la desmembración del país y la división de los trabajadores y campesinos pobres, y en su lugar no sobrevendría sobre la tierra la emancipación nacional de los pueblos originarios ni su autodeterminación, sino la sujeción de las masas a un aparato represivo autónomo que mantendría en la miseria ignominiosa a los trabajadores. Y por otro lado, la autonomía de Santa Cruz es su traspaso abierto a la orbita directa del imperialismo.
Nadie duda de la existencia de un sentimiento genuino en los trabajadores, campesinos y jóvenes, que honestamente identifican la autonomía con una mejora de sus condiciones materiales, para acabar con años de desprecio a su cultura y lengua. Pero este reclamo es progresivo en la medida que atente contra el principal enemigo, los capitalistas, y sirva para movilizar y unificar a las masas en su lucha por la emancipación social de los explotados.
El problema de la autonomía no radica en sí misma, sino en quien será la clase económica y socialmente dominante el día después, a dónde irán los frutos del trabajo social, quién se enriquece con la exportación del petróleo, quiénes tendrán la propiedad de la tierra.
El capitalismo en Bolivia está herido de muerte, y con él su instrumento de opresión, el Estado burgués. Pero no va a caer solo, y en su decadencia amenaza con multiplicarse en varios estados explotadores que continúen desangrando al proletariado. La única alternativa real para los pueblos originarios, para el desarrollo de su cultura y el respeto a sus derechos democráticos, pasa precisamente por la revolución socialista, por un gobierno obrero y campesino armado de un programa de transición al socialismo, un gobierno de la aplastante mayoría del país sin necesidad de oprimir y explotar, donde las palancas fundamentales de la economía estén al servicio de obreros y campesinos, y no para asegurar y reproducir la existencia de una clase social que sólo nos traerá explotación y hambre.
A los intentos de la burguesía cruceña en particular, y de la clase dominante en general, los trabajadores y campesinos pobres deben oponerle la unidad de clase en su lucha por transformar la sociedad.
Mesa se tambalea y amenaza: hay que voltearlo.
El gobierno de Mesa debilitado por la lucha de clases, pretende ahora combinar el garrote y la zanahoria. Mediante un decreto, el gobierno habilitó la intervención de las Fuerzas Armadas en los conflictos internos, cuando los mecanismos de negociación y la acción preventiva de la Policía Boliviana hayan sido rebasados, y bajo instrucción precisa del Presidente de la República.
Este decreto no hace otra cosa que poner sobre el tapete la debilidad del gobierno y, en esta situación, el inestable dominio de los opresores. Haciendo intervenir a las Fuerzas Armadas y firmar sus reclamos, quiere aparecer como un hombre fuerte y dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, por decirlo de alguna manera, es un aspirante a caricatura de Bonaparte. Según Bolivia.com Los militares, desde los sucesos del 2003, exigieron al Gobierno la aprobación de este decreto, para evitar que el total de la responsabilidad de su accionar en tiempos de conflicto recaiga exclusivamente en sus efectivos.
En está situación explosiva, Mesa llama a la unidad nacional pero deja sentado que la cuestión de las autonomías debe dirimirse en una Asamblea Constituyente, se habla de la supuesta presencia del derrocado Lozada atizando a la reacción cruceña, de los planes de renuncia de Mesa y de convocar a elecciones, y corren los infaltables rumores sobre un golpe de Estado. El problema no es saber qué grado de verdad o mentira existe en lo que se filtra en la prensa burguesa, sino que en la medida en que los trabajadores no entren en la lucha de manera independiente y con sus propios objetivos, el capitalismo buscará cualquier hendija para mantenerse vivo.
Sin ningún tipo de apoyo social, con el odio de obreros y campesinos, ahora con la oposición de Evo Morales, sin poder de despegarse de la patronal imperialista y sin tener la fuerza suficiente para disciplinar los apetitos de la burguesía cruceña, Mesa es un equilibrista a punto de caer.
Pero el destino y las aspiraciones de los trabajadores y campesinos dependen de que lado caiga: el gobierno no puede reconstruir la dominación de la burguesía más que con una dictadura sobre los trabajadores, a partir de una derrota en la lucha por terminar con el hambre y la miseria.
Creer que la situación actual puede mantenerse indefinidamente es una utopía. El problema es qué hacer después de Mesa, porque mantener a los trabajadores y campesinos en un estado de lucha constante, sin ninguna alternativa que plantee la cuestión del poder, de quién manda en la sociedad boliviana, es un peligro constante porque esa unidad que las masas exhiben en la lucha, en las huelgas, movilizaciones y cortes de rutas, ante una coyuntura decisiva como en Octubre, tiende a desgajarse y dispersarse de acuerdo a la política de las organizaciones y direcciones que encabezan cada sector.
Si Mesa no cae, y con él todo el bendito régimen burgués, la razón no está en la debilidad de las masas populares ni en la fortaleza de la burguesía, sino que radica en la situación política actual de los trabajadores. Agrupados en diferentes organizaciones políticas, sindicales, vecinales, cada una con una concepción distinta y que muta en cuestión de días, sin un programa claro y orientándose empíricamente ante cada nueva coyuntura, impiden por el momento que se abra paso una salida colectiva, que plantee el control democrático de la sociedad por obreros y campesinos, la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía capitalista bajo control obrero y popular y todas las medidas sentidas por las masas populares, desde salariales hasta los problemas barriales. Forjar este programa de transición al socialismo es la apremiante tarea de los trabajadores y campesinos que están en la vanguardia de la lucha de clases.
Los problemas políticos que obreros y campesinos bolivianos tienen ante sí, radican en gran parte en la ausencia de una organización política revolucionaria. La lucha de clases está avanzando hacia un punto de no retorno. La gran experiencia de lucha que están acumulando los trabajadores es la materia prima que posibilitará superar la situación actual.
La única alternativa es la revolución socialista
La lucha contra el gasolinazo apunta directamente a la propiedad privada de los hidrocarburos, y a dar solución al saqueo imperialista que sufre el pueblo boliviano. La lucha contra los planes reaccionarios de la patronal cruceña debe encontrar a los obreros y campesinos pobres en la misma trinchera, contra sus patrones y contra el sistema que perpetúa su miseria. La revolución de los explotados, encabezada por la clase obrera unida con los campesinos pobres, para poner todas las palancas productivas que hoy están en las manos de pocos al servicio de la mayoría obrera y campesina, para darle una solución revolucionaria y verdaderamente democrática al cuestión indígena, es el único antídoto para una futura dictadura sangrienta y la desmembración del país. No hay otra salida a la barbarie del capitalismo.
En la nueva fase vertiginosa de la lucha de clases, no se le puede dar respiro a Mesa en vistas de las instituciones o de la preservación de la democracia capitalista. Son estas instituciones y esta democracia meros elementos para garantizar la propiedad de los capitalistas y para mantener en la opresión al pueblo, y han llevado a la miseria a los trabajadores. La diferencia entre Mesa y la burguesia cruceña reside en las diferentes estrategias de la clase dominante para mantener la explotación y sus privilegios. Mesa no representa la democracia sino el intento desesperado de la burguesía por amordazar y derrotar a los trabajadores evitando provocar un estallido revolucionario, tratando de que las cosas se arreglen con el tiempo. La patronal cruceña no representa ni la autonomía ni la autodeterminación de los pueblos indígenas, sino el rostro más feo y reaccionario de una patronal dispuesta a todo para mantener sus privilegios.
La situación está imponiendo un frente único de las organizaciones de masas, sindicatos, Fejuves, estudiantiles y campesinas para desbaratar los planes reaccionarios y avanzar con la derrota del gasolinazo y por la nacionalización bajo control obrero de los hidrocarburos. Un frente único que oponga tanto a los planes de autonomía como a la continuidad del régimen capitalista la unidad de trabajadores y campesinos sobre toda consideración que esconda que al verdadero enemigo: el capitalismo y el imperialismo. Las bases obreras de la COB, las bases populares de las Fejuves y de las organizaciones en lucha deben votar y hacer cumplir los planes de lucha, que propongan desde abajo un programa de salida obrera y popular a la crisis capitalista. Que sirva como un dique para enfrentar a la patronal imperialista y a la patronal cruceña, y retome el camino de Octubre.
Ese seria un enorme paso adelante, aunque no agotaría los problemas del proletariado boliviano. Pero en la lucha y por la lucha, poniendo en práctica los programas y concepciones de las organizaciones de masas, los elementos más avanzados que están en las fabricas, en los campos y en las universidades avanzarán con pasos de gigantes hacia las tareas planteadas por el proceso revolucionario.
Este frente único no puede quedarse solamente en acuerdos de cúpulas de las organizaciones, sino extender asambleas obreras y populares por todo el país que le sirvan de asidero. Es el momento de prepararnos, de sacar las conclusiones de Octubre, de fomentar, organizar y generalizar organismos que sirvan de base para una futura democracia obrera, que voten un plan de lucha para derribar a Mesa y al régimen burgués.
Tanto las Fejuves, la COB, como otras organizaciones de masas, tienen una responsabilidad enorme. La experiencia demuestra que fue, es y será un error darle una tregua al gobierno cuando la correlación de fuerzas es favorable a los explotados, que la única forma de garantizar el triunfo es agrupando a los trabajadores y campesinos independientemente de la burguesía opositora. En sí mismas, las treguas develan no tanto la cobardía personal de los dirigentes sino la falta de un programa revolucionario para hacer avanzar a Bolivia por medio de la lucha de clases.
La consigna de la Asamblea Constituyente -como insistimos desde el inicio del proceso revolucionario- resultó ser totalmente inicua e incluso reaccionaria. Ahora para todos está claro que la burguesía se abraza a ella, no sirve ni sirvió para otra cosa que para oscurecer los verdaderos objetivos de la lucha de clases, dándole una tregua que la burguesía está aprovechando.
Por otra parte las diferencias entre obreros o campesinos cruceños, collas y aymaras son artificialmente impulsadas por el imperialismo, los terratenientes y los empresarios que, ante el temor a la unidad de los explotados, las utilizan para poder seguir manteniendo la explotación y sus ganancias. La diferencia fundamental es entre explotadores y explotados, allí radica la base del sistema capitalista, y de ella se desprenden dos opciones para el futuro de Bolivia: o la revolución obrera y campesina o una despiadada contrarrevolución capitalista.
Todos los trabajadores y campesinos pobres del mundo, conscientes de que la lucha de nuestros hermanos de clase bolivianos es nuestra lucha, confiamos plenamente en su capacidad revolucionaria para transformar la sociedad, como inicio de la revolución socialista andina, latinoamericana e internacional.