La creciente irrupción de la clase obrera argentina en la escena social es el acontecimiento más relevante de los últimos meses. Las últimas estadísticas publicadas indican que el número de huelgas durante el 2004 duplican las habidas el año anterior, 250 frente a 122. Y este movimiento huelguístico está lejos de agotarse, antes bien todo indica que se profundizará y extenderá el próximo año. La creciente irrupción de la clase obrera argentina en la escena social es el acontecimiento más relevante de los últimos meses. Las últimas estadísticas publicadas indican que el número de huelgas durante el 2004 duplican las habidas el año anterior, 250 frente a 122. Y este movimiento huelguístico está lejos de agotarse, antes bien todo indica que se profundizará y extenderá el próximo año.
La confluencia en las pasadas semanas de las huelgas de los telefónicos, de los trabajadores del Subte, de los docentes, estatales, y otros bastaron para revelar, más que un millón de estadísticas y de trabajos de sociología juntos, qué enorme es el poder que descansa en las manos de la clase obrera.
Como un hecho inédito, que demuestra la fuerza de los trabajadores y la unidad de intereses y métodos de lucha comunes independientemente del rubro o sector, el pasado 15 de diciembre los señores diputados y senadores asistieron atónitos e impotentes al irreverente espectáculo de la ocupación de las cámaras del Congreso y el Senado por parte del personal legislativo, impidiéndoles sesionar, en reclamo de un aumento salarial que obtuvieron inmediatamente.
La burguesía, y por intermedio de ella el gobierno de Kirchner, no pueden ocultar su preocupación por esta entrada en escena de las luchas de los trabajadores. Los burócratas sindicales, tan afectos a las alfombras y a los despachos de sus oficinas, tampoco pueden disimular su desasosiego.
Las teorías difundidas por algunos sectores de izquierda y del campo popular que pregonaban la decadencia de la clase obrera, de las luchas económicas, y de las organizaciones sindicales como herramientas elementales de los trabajadores en sus luchas por mejoras inmediatas, y que buscaban por afuera del movimiento obrero al nuevo sujeto revolucionario, están recibiendo un rotundo mentís en el preciso momento que los sectores más combativos y conscientes de los trabajadores comienzan a estirar sus músculos tras años de retrocesos.
Quienes hasta el día de ayer discurseaban enfáticamente sobre el ambiente de reflujo y desmovilización de los trabajadores argentinos para justificar su desorientación política y su falta de comprensión por la forma en que se mueve la clase obrera, hoy tienen que arrojar al tacho de basura todo lo que escribieron en los últimos meses y rehacer apresuradamente todos sus análisis y esquemas.
Desde El Militante, en cambio, podemos republicar con orgullo todo lo que escribimos en los últimos años sobre las perspectivas para el movimiento obrero argentino, sin cambiar ni una sola coma. No en vano, como afirmaba León Trotsky, el marxismo es la supremacía de la previsión sobre la sorpresa.
Aunque mucha gente ahora "descubre" sorprendida este auge en las luchas del movimiento obrero argentino, desde El Militante hemos seguido y registrado este hecho desde sus primeros comienzos, y hemos explicado en numerosos artículos y trabajos las causas de este fenómeno.
Sosteníamos que, después de años de sufrir duras derrotas económicas, de aumento del desempleo, del empeoramiento en las condiciones de vida y de trabajo, un reanimamiento de la actividad económica y un cierto aumento del empleo tienen el efecto de hacer ver a los trabajadores que existen mejores condiciones para los reclamos salariales y laborales. Desde el punto de vista de los trabajadores esta situación juega un papel muy positivo en la recomposición de las fuerzas de la clase y en el aumento de la confianza de los trabajadores en sí mismos después de años de retrocesos.
La burguesía, que es consciente de lo que se avecina, tuvo que tolerar que el gobierno de Kirchner concediera reiteradas veces aumentos salariales por decreto (el último de $100) a los privados "en blanco" para anticiparse y limitar las inevitables luchas de los trabajadores por la recomposición salarial. Pero esta acción "desde arriba", no sólo no ha paralizado a los trabajadores sino que lanzó a la lucha a todos aquellos sectores a quienes les parecía insuficiente, o bien que no se beneficiaron de la misma (caso de estatales y docentes provinciales), o cuyos patrones se negaron a implementarlas.
Las tareas del activismo sindical
Frente a la opinión de otros compañeros y corrientes que insisten en declarar la decadencia de los sindicatos y en orientarse a las "nuevas estructuras" que supuestamente están surgiendo, la realidad es que no vemos "nuevas estructuras", ni dentro de las empresas ni por afuera de ellas, que hayan podido desafiar el papel de los sindicatos ni de las estructuras sindicales en la organización y desarrollo de todas estas luchas.
La experiencia también está demostrando los límites del "movimiento piquetero" para encabezar las luchas obreras. Desde El Militante siempre hemos mostrado el mayor de los respetos y simpatías por la lucha piquetera. Pero también hemos sido honestos y hemos afirmado que los trabajadores desocupados no pueden sustituir a los trabajadores ocupados en el papel dirigente de la lucha por la transformación social. La fuerza y la importancia económica y social de los trabajadores ocupados es un millón de veces mayor que la de aquéllos. El impacto y la simpatía social de una lucha como la de los telefónicos es una muestra elocuente de esto. El dilema no es optar por unos contra otros. Esto sería estúpido e infantil. Ambos sectores pertenecen a la misma clase. La cuestión es cómo tratar de forjar lazos de unidad para hacer coincidir sus reclamos y luchas que permitan reunir conjuntamente a obreros ocupados con desocupados en el combate contra nuestro enemigo común: los patrones y los gobiernos burgueses.
El sindicalismo, la lucha por reivindicaciones económicas, no sólo no está en declive sino que de ahora en más va a jugar un rol protagónico cada vez mayor. Asistiremos a imponentes conflictos sindicales, luchas económicas ofensivas y defensivas que implicarán a una cantidad mayor de trabajadores. En la medida que el actual boom económico alcista se prolongue durante un tiempo esto se verá con mayor nitidez. De hecho, dada la situación actual de la clase obrera argentina esto no sería una mala cosa. La incorporación de nuevos efectivos en las fábricas y empresas fortalecerá numéricamente a la clase trabajadora y la encontrará en una situación infinitamente mejor, psicológica y socialmente, cuando se produzca la inevitable entrada en la próxima recesión económica.
Surgirán nuevos líderes naturales y movimientos de oposición que estarán en condiciones de barrer a la vieja burocracia sindical, en cada cuerpo de delegado y sindicato. La incertidumbre producida por cambios bruscos y rápidos de "boom" a recesión, y viceversa, la conquista y la pérdida repentina de mejoras laborales estimularán el pensamiento crítico de los trabajadores, los ayudará a generalizar sus experiencias, creando las condiciones para abrirse a ideas socialistas y revolucionarias. En esas condiciones, una corriente sindical de izquierda podría encontrar rápidamente un eco poderosísimo en las bases de los sindicatos y las empresas.
Por esta razón es que desde hace meses venimos insistiendo en que la tarea fundamental de los activistas es dedicar una atención preferente al movimiento sindical, organizando una corriente sindical de oposición a nivel nacional en el seno de la CGT y la CTA y en cada sindicato particular, aspecto que se deriva directamente de esta situación que describimos.
En este sentido, creemos que ya se ha perdido un tiempo precioso al retrasarse esta tarea, que está permitiendo a la burocracia sindical recuperar nuevo oxígeno. Aquellos que imaginan que la burocracia sindical no será capaz de dirigir luchas (incluso algunas exitosas) se equivocan completamente. Es más, inevitablemente recuperarán temporalmente un nuevo crédito como se vio en el caso de Moyano cuando fue a visitar a los telefónicos que ocupaban los edificios. La razón es fácil de comprender. Ante la perspectiva de verse rebasados desde abajo, inevitablemente tienen que situarse a la cabeza de muchos conflictos para no perder completamente el control de las bases. Por supuesto, su idea es recuperar cierta autoridad para luego estar en una mejor posición para limitar y desviar de sus objetivos las luchas y las conclusiones de los trabajadores. Pero el hecho de tener que dirigir luchas y lanzar discursos más combativos también va a tener el efecto no deseado por ellos de radicalizar y empujar a la lucha a nuevos sectores, poniéndoles en una situación cada vez más incómoda que terminará por revelar su inconsistencia y limitaciones burocráticas.
De ahí que esta corriente sindical debe tener como fin aglutinar en un frente único a todos los activistas sindicales combativos y luchadores para desarrollar esta tarea (desalojar a los burócratas de las estructuras sindicales de las empresas y los sindicatos), compartiendo experiencias y acelerando este proceso. Las bases para que esta corriente se desarrolle con éxito son enormes: millones de trabajadores organizados y sin organizar en los que reina un malestar profundo por sus condiciones de trabajo, por sus bajos salarios y por los pésimos dirigentes que tienen.
Debemos explicar que una corriente nacional sindical de oposición dentro de la CGT y la CTA, cualquiera que fuese su nombre o denominación, que actúe como un solo puño en los conflictos obreros, que dispute bajo ese solo nombre internamente a la burocracia; que pelee por la unificación de las luchas por rama (docentes, transporte, etc.), que presente listas unificadas de oposición a las comisiones internas y Cuerpos de Delegados, etc. encontraría un eco y una simpatía enorme, no solo en los activistas y militantes, sino en cientos de miles de trabajadores.
Que la izquierda sea capaz de aprovechar esta situación dependerá de su capacidad para practicar una audaz política de "frente único" en el terreno sindical para emerger como un polo de referencia en las luchas de los trabajadores.
Necesitamos nuestra propia herramienta política
Que el capitalismo es incapaz de solucionar nuestros problemas es una realidad que se está abriendo paso en la conciencia de una cantidad creciente de trabajadores. Lo que hoy nos dan con una mano mañana nos lo intentarán quitar con la otra. En los últimos 30 años los trabajadores argentinos perdimos un gran número de conquistas y derechos y el poder adquisitivo de nuestros salarios hoy no alcanza ni a la mitad del que teníamos en 1975. En muchos casos hoy estamos peleándola por derechos que teníamos hace años y que perdimos. La lucha sindical, con ser tan importante, también tiene sus límites.
Es por ello necesario que los sectores más activistas y luchadores del movimiento obrero de nuestro país se abran a una perspectiva socialista, acumulando las fuerzas y organizando una herramienta política para convencer pacientemente a la mayoría de los trabajadores de la necesidad de luchar por un cambio radical de la sociedad, de expropiar a los grandes capitalistas (monopolios, terratenientes y banqueros) y controlar democráticamente esa riqueza producida por nosotros en base a las necesidades de la aplastante mayoría de la sociedad que somos los trabajadores y nuestras familias.