Como era de esperar, esta operación de las fuerzas represivas del Estado egipcio – que es esencialmente la misma maquinaria que existía bajo Mubarak – se llevó a cabo con extrema brutalidad. Las víctimas son varios cientos, el 14 de agosto fueron asesinados 525 (incluyendo 43 de las fuerzas de seguridad), y miles resultaron heridos, según el Ministerio de Salud, pero el recuento final es probable que aumente. El gobierno provisional ha declarado un mes de estado de emergencia, con un toque de queda diario desde las 7 de la tarde hasta las 6 de la mañana en El Cairo y en otras 13 provincias.
Este desarrollo no debería ser una sorpresa, y es el resultado de la tensión entre los antiguos aliados – los generales del ejército y la HM – que alcanzó el punto de ruptura el mes pasado cuando Morsi fue removido de su cargo y detenido el 3 de julio.
Pero ¿qué ha sucedido en Egipto después de la impresionante demostración de fuerza y confianza que representó el movimiento insurreccional masivo que barrió al gobierno de la Hermandad Musulmana? Las masas, que por millones habían determinado la caída de Mubarak primero y luego de Morsi, se han retirado temporalmente del escenario principal, dejando el campo abierto para que las fuerzas reaccionarias se reagruparan, se reorganizaran y tomaran la iniciativa. La frágil alianza de los dos principales alas de la burguesía egipcia, representadas por la HM y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF), ha terminado en un enfrentamiento abierto. Ambas fuerzas son reaccionarias, pero la fuerza bruta del aparato del Estado se encuentra todavía en manos de los generales del ejército.
HM y SCAF – dos fuerzas reaccionarias
Los campamentos organizados por la Hermandad Musulmana han sido retratados por los principales medios de comunicación internacionales como una versión “musulmana” del movimiento de la plaza Tahrir: bien organizado, pacífico y democrático. Esta no es la primera vez que la reacción – como el caso en cuestión del ascenso del fascismo y del nazismo demuestran – adopta algunas de las características de un movimiento revolucionario; pero lo hace con fines reaccionarios – para aplastar a las fuerzas revolucionarias.
Este era precisamente el objetivo de la nueva ofensiva lanzada por los líderes de la HM: defender la “legitimidad” del gobierno de Morsi, para movilizar las filas de la HM y su base social de apoyo (no por casualidad el más grande de los campamentos estaba en el distrito de El Cairo de Ciudad Nasser), para resistir contra lo que se presentó como un “golpe” agitando la bandera de la “democracia”. Pero al mismo tiempo, bandas de matones armados de la HM, han estado llevando a cabo ataques asesinos contra la juventud revolucionaria.
La naturaleza extremadamente reaccionaria de la HM se demuestra por el aumento de los ataques dirigidos contra los cristianos coptos, que estallaron (y aún continúan) después de la disolución de los campamentos. La campaña de asesinatos y la quema de decenas de iglesias, fue desatada y llevada a cabo con el objetivo de desviar la lucha a un terreno más favorable – el de una guerra civil en líneas sectarias. Dicho sea de paso, ni el ejército ni la policía levantaron un dedo para defender a la minoría copta. También es de su interés que el conflicto tenga lugar en líneas sectarias.
Por otro lado, el SCAF y las fuerzas de seguridad del Estado egipcio comparten con la HM el objetivo común de aplastar la revolución. Mientras Morsi era capaz de contener el movimiento de las masas, los generales estaban dispuestos a permanecer en el asiento de atrás, en la medida que su poder, riqueza e impunidad estaban preservados. Pero siempre estuvieron inquietos por compartir el poder con estos “aliados”, y una vez que la HM ya no pudo contener el movimiento de las masas, que amenazaba con derrocar todo el edificio del Estado egipcio, los generales aprovecharon la oportunidad para golpear gravemente a la HM y obtener un cierto grado de apoyo popular.
Los generales del ejército prepararon el terreno para la dispersión forzada de las acampadas de la HM apelando a una manifestación de masas el pasado 26 de julio. El general El-Sisi planteó sus objetivos abiertamente: “Insto a la gente a salir a las calles este viernes para demostrar su voluntad y darme a mí, al ejército y a la policía un mandato para hacer frente a una posible violencia y terrorismo.” Con muy pocas excepciones honorables, la manifestación fue apoyada por la mayoría de los partidos y organizaciones de izquierda, así como por las principales federaciones sindicales.
Durante semanas, la acción decisiva fue retrasada mientras tenían lugar negociaciones. El imperialismo quería evitar un enfrentamiento abierto presionando a ambas partes para alcanzar algún tipo de acuerdo. Después de todo, ambas partes han seguido hasta ahora lealmente los dictados del imperialismo de EE.UU. y han aplicado políticas económicas capitalistas. Finalmente, los generales del ejército anunciaron que iban a usar la fuerza decisiva para limpiar las acampadas y hasta anunciaron el día: al final de la jornada festiva de Eid Fitr, que celebra el fin del Ramadán.
La represión brutal utilizada por las fuerzas de seguridad contra las sentadas de la HM fue de la misma clase que la que afrontaron antes cientos de miles de personas, y en especial la juventud revolucionaria, durante y después de la caída de Mubarak. Esto no se puede olvidar. Sabemos que el mismo e incluso peor tratamiento está reservado para los revolucionarios cuando se le presente la oportunidad al SCAF de recuperar el control firme de la situacíón.
El SCAF sigue siendo el principal bastión de la reacción en Egipto, y también controla grandes sectores de la economía. El ejército y los servicios de seguridad son el pilar sobre el que descansa el sistema capitalista. Incluso desde el derrocamiento de Morsi, el ejército ya ha sido utilizado para reprimir las luchas de los trabajadores, como demuestra el episodio de la detención por la policía militar de dos trabajadores de la Compañía Siderúrgica de Suez por “incitación a la huelga”.
En la resolución de la Corriente Marxista Internacional (CMI) sobre la situación actual elaborada el 11 de julio señalamos:
“Períodos de aguda lucha de clases se alternarán con períodos de cansancio, apatía, sosiego, e incluso de reacción. Pero éstos serán solamente el preludio de acontecimientos nuevos y aún más explosivos. Esto se muestra claramente en la revolución egipcia.
“En Egipto, después de meses de decepción y cansancio, 17 millones salieron a las calles en un levantamiento popular sin precedentes. Sin un partido, organización ni dirección, lograron en tan sólo unos días el derrocamiento del odiado gobierno de Morsi.
“Los medios de comunicación occidentales trataron de caracterizar esto como un golpe de Estado. Pero un golpe de Estado es por definición un movimiento de una pequeña minoría que conspira para hacerse con el poder a espaldas del pueblo. Aquí el pueblo revolucionario estaba en las calles y era la verdadera fuerza motriz de los acontecimientos. Con 17 millones de personas en las calles decididas a derrocar Morsi, la cúpula del ejército, que representa la columna vertebral del Estado egipcio, intervino para remover al presidente y evitar la caída de todo el régimen.
“En cada revolución genuina es el movimiento elemental de las masas quien proporciona la fuerza motriz.Sin embargo, a diferencia de los anarquistas, los marxistas no veneran la espontaneidad, que tiene sus puntos fuertes, pero también sus debilidades. Debemos entender las limitaciones de la espontaneidad “. (Egipto, Brasil, Turquía: Temblores revolucionarios a nivel mundial)
La falta de una dirección revolucionaria
La clave para entender la situación actual radica en que la revolución egipcia carece de una dirección revolucionaria; tal dirección, en palabras de Trotsky, es “la tendencia que está creciendo junto con la revolución, que es capaz de prever su propio mañana y el día después de mañana, que se está fijando metas claras y sabe cómo lograrlas “. (Trotsky, Sobre la política del KAPD, Discurso pronunciado en la sesión del CEIC, 24 de noviembre, 1920)
Incluso si existiera tal dirección en Egipto, sería inevitable que el proceso revolucionario pasara por cambios bruscos de la situación, tales como los que tienen lugar ahora. La Revolución no se desarrolla en línea recta. Es una lucha entre fuerzas vivas donde características revolucionarias y contrarrevolucionarias prevalecen temporalmente.
La revolución española de 1931-37 incluyó el bienio negro (1933-1935) en el que la reacción estuvo al timón, cuando miles de trabajadores fueron masacrados y decenas de miles detenidos.
La revolución rusa de 1917 incluyó julio, el “mes de la gran calumnia”, en el que los bolcheviques fueron objeto de represión y Lenin tuvo que pasar a la clandestinidad. La existencia de una dirección revolucionaria podría acelerar el proceso, que en las actuales circunstancias no puede asumir sino una forma prolongada.
Lo que estamos viendo ahora es el precio a pagar por el hecho de que la revolución egipcia no ha llegado a romper la máquina estatal burguesa: la división del ejército en líneas de clase, la disolución de la policía y de los servicios secretos, la eliminación de la tradicional cadena de mando del Estado burgués y su sustitución por una nueva máquina estatal basada en los consejos de trabajadores y en las milicias obreras.
“En Egipto, las masas podrían haber tomado el poder a finales de junio. De hecho, tenían el poder en sus manos, pero no eran conscientes de ello. Esta situación tiene cierto parecido a febrero de 1917 en Rusia. Lenin señaló que la única razón por la que los trabajadores no tomaron el poder entonces no tenía nada que ver con las condiciones objetivas, sino que fue debido al factor subjetivo: ‘¿Por qué no tomaron el poder? Steklov dice: por esta razón y aquella. Esto es un disparate. El hecho es que el proletariado no está organizado y carece de suficiente conciencia de clase. Esto debe ser admitido: la fuerza material está en manos del proletariado pero la burguesía resultó estar preparada y dotada de conciencia de clase. Este es un hecho monstruoso, y debe ser franca y abiertamente admitido y habría que decirle al pueblo que no tomó el poder por estar desorganizado y no ser suficientemente consciente “. (Lenin,Obras, Vol 36, página 437, las cursivas son nuestras)
“Los trabajadores egipcios y los jóvenes están aprendiendo rápidamente en la escuela de la Revolución. Es por ello que el levantamiento de junio fue mucho más amplio, más profundo, más rápido y más consciente que la primera revolución que se produjo hace dos años y medio. Pero aún no tienen la experiencia necesaria y la teoría revolucionaria que permita a la Revolución lograr una victoria rápida y relativamente indolora.
“La situación está en un punto muerto en el que ninguna de las partes puede reclamar una victoria total. Esto es lo que permite al ejército elevarse por encima de la sociedad y presentarse como el árbitro supremo de la Nación, aunque en realidad el verdadero poder estaba en las calles. La confianza expresada por alguna gente en el papel del ejército demuestra una ingenuidad extrema. El bonapartismo representa un grave peligro para la revolución egipcia. Esta ingenuidad será reducida a cenizas en la conciencia de las masas en la dura escuela de la vida.
“La contrarrevolución abierta representada por la Hermandad Musulmana se ha visto obligada a abandonar el poder, pero a causa de los límites de su naturaleza puramente espontánea (es decir, no organizada), la Revolución ha fracasado en tomar el poder. Por un lado, los reaccionarios islamistas están organizando una rebelión contrarrevolucionaria que amenaza con sumir al país en una guerra civil. Por otro lado, los elementos burgueses, los generales y los imperialistas están maniobrando para robar a las masas la victoria que ganaron con su sangre.
“La revolución fue lo suficientemente fuerte como para lograr el objetivo inmediato: el derrocamiento de Morsi y de la Hermandad Musulmana. Pero no fue lo suficientemente fuerte como para evitar que los frutos de su victoria fueran robados por los generales y la burguesía. Tendrá que pasar por otra dura escuela con el fin de elevarse al nivel que es necesario para cambiar el curso de la historia. (Egipto, Brasil, Turquía: Temblores de la revolución mundial, las cursivas las hemos añadido)”
El movimiento insurreccional de masas del 30 de junio – el más grande de la historia de Egipto – mostró el rechazo masivo provocado por el gobierno reaccionario de la HM, después de sólo un año en el cargo. También mostró claramente la imposibilidad para las masas de soportar las condiciones intolerables impuestas por las políticas de austeridad aplicadas por ese gobierno (y por el actual gobierno, para el caso), bajo los auspicios del imperialismo y del FMI, junto con la crisis económica catastrófica, la inflación y la erosión repentina del nivel de vida de la gran mayoría. Como hemos señalado, este movimiento fue la causa directa de la caída de Morsi, ejerciendo presión sobre el ejército para que interviniera y removiera a Morsi, con el fin de evitar que se desarrollara una situación revolucionaria abierta, lo que habría amenazado con no sólo al gobierno, sino también a la base real del poder y de los privilegios de la élite y del sistema sobre el que se basan: el capitalismo mismo.
El carácter reaccionario de la Hermandad Musulmana fue completamente expuesto por su año en el cargo. Todas las ilusiones de que la Hermandad sería capaz de mejorar las condiciones materiales de la mayoría de los pobres y de los trabajadores han sido destrozadas.
Pero, como hemos advertido, la Hermandad Musulmana todavía conserva cierta base social de apoyo, aunque significativamente más débil que en el pasado, sobre todo entre la pequeña burguesía, las capas más atrasadas e ignorantes de los campesinos y el lumpenproletariado. La brutalidad de la represión estatal está, de hecho, fortaleciendo las garras de la dirección de la HM sobre estas capas, proporcionándoles una forma segura de cerrar filas, reajustar el grupo, reavivar los vínculos con estas capas, y movilizar su base social.
En una situación diferente los dirigentes de la HM mostraron – hace apenas un mes – que eran claramente incapaces de hacer frente a la presión del movimiento revolucionario de masas.
Seamos claros: habría sido muy poco probable que la HM no se hubiera resistido violentamente a cualquier intento de desmantelar sus campamentos reaccionarios. Ellos tenían, y aún tienen, armas y las están utilizando, aparte de resistir a la represión, como arma ofensiva contra las fuerzas revolucionarias, especialmente la juventud. Pero una cosa es que el pueblo revolucionario disuelva el intento contrarrevolucionario – incluso aplastándolo violentamente – tomando una iniciativa directa a través de la acción de masas. Y otra cosa diferente es que esta tarea sea llevada a cabo por el SCAF a través del Estado burgués – que es la otra cara de la contrarrevolución. En el segundo caso, ello sólo sirve para reforzar el poder de los generales del ejército y de las fuerzas de seguridad, un poder que luego será utilizado contra los trabajadores y los jóvenes, mientras que también ayuda a la HM y la presenta como víctima y mártir.
¿Qué pasa con El Baradei, la burguesía liberal, la democracia, etc?
“Se ha hecho evidente que las partes que pugnan por el poder tienen poca preocupación por la vida de los egipcios, y no dudarán en utilizar los cadáveres de los egipcios como una escalera para llegar a sus metas. Los dirigentes de la Hermandad Musulmana sacrifican las vidas de sus seguidores por el bien del poder, y las fuerzas de seguridad no dudaron en atacar a esas vidas con toda su violencia y brutalidad.” (Una respuesta oficial del Movimiento Juvenil 6 de abril a los acontecimientos del miércoles)
Estos acontecimientos están mostrando los verdaderos colores de la llamada “burguesía liberal”. El líder aspirante de este sector de la clase dominante, y niño mimado de la prensa internacional y del imperialismo EE.UU., El Baradei, ha renunciado a su cargo ministerial, después de haberse unido a un gobierno reaccionario en el que fue vicepresidente, junto con el general Abdel Fattah El-Sisi como viceprimer ministro. Este gobierno, por otra parte, había sido nombrado bajo la autoridad de la SCAF. El general El-Sisi había anunciado la represión de la HM con mucha antelación y todo el mundo sabía que iba a tener lugar. Ahora El Baradei parece sorprendido por la pérdida de vidas.
Lo que El Baradei personifica es la impotencia de los liberales pequeñoburgueses en una situación en la que simplemente no existe margen para ningún acuerdo negociado. Bajo estas circunstancias, el apoyo de la base social que representa El Baradei bascula hacia los militares o hacia la HM.
Es un escándalo que los dirigentes de las principales fuerzas de la izquierda a escala mundial sean incapaces de presentar un análisis de clase de estos acontecimientos y estén dudando entre un estado de ánimo de alivio por la represión contra las fuerzas oscurantistas de la HM (por supuesto, teñida por la carnicería desplegada por las fuerzas de seguridad) y los gritos vacíos a favor de la “democracia”, llamamientos a la conciliación, a la unidad nacional, etc.
Estas mentes iluminadas están sólo cediendo a la presión ideológica de sus respectivas clases dominantes, que tienen miedo a la perspectiva de movimientos revolucionarios similares que tendrán lugar en todas partes en el futuro.
Los dirigentes de “izquierda” parecen estar dispuestos a apoyar el derecho de las masas de la población de cualquier país a protestar contra dictadores o gobiernos impopulares “elegidos democráticamente”, pero parecen negarle el derecho a estas mismas personas de derrocar a un gobierno “elegido democráticamente” por medios revolucionarios.
Esta posibilidad es temida y presentada como equivalente a un golpe de Estado.
No olvidemos que la “democrática” HM y Morsi fueron precisamente los que nombraron a El-Sisi como Ministro de Defensa y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas en su propio gobierno. Ese gobierno se basó en un acuerdo contrarrevolucionario entre la HM y el SCAF, con la intención de dejar indemnes en sus puestos a los generales del Ejército y del Ministerio de Interior, que habían encabezado una represión brutal y asesinatos.
El derrocamiento de Morsi ha abierto un período de lucha entre la revolución y la contra-revolución en la que el factor decisivo será la capacidad de las masas para llevar a cabo la revolución hasta el final.
En esta lucha, cualquier confianza en una de las alas de la burguesía – la de los generales del ejército o la de Morsi y la Hermandad Musulmana – sería fatal para la revolución. Ellos representan dos caras de la misma burguesía reaccionaria y contrarrevolucionaria. Los intereses de las masas egipcias tampoco pueden depender de la llamada “burguesía liberal”, que es totalmente impotente. Todas estas fuerzas, en última instancia, comparten un terreno común en la necesidad de suprimir la lucha revolucionaria de los trabajadores y de la juventud egipcia.
Sólo permaneciendo de forma independiente como una fuerza revolucionaria, y apelando a las filas del ejército para apoyar la lucha de sus hermanos de clase contra la élite gobernante, podrán los trabajadores y jóvenes de Egipto completar la tarea de la revolución y tomar su propio destino en sus propias manos.