Este artículo fue escrito en 1938 por Ted Grant y Ralph Lee, como prefacio al folleto de León Trotsky: ¡España: Última advertencia!. Aborda la experiencia del Frente Popular en España (un frente político entre PSOE, PCE e, inicialmente, el POUM con republicanos burgueses “progresistas”), y sus lecciones para los obreros británicos, ante la iniciativa de naturaleza similar que impulsaba en aquellos momentos el PC británico. La política del Frente Popular tuvo consecuencias desastrosas, al tratar de buscar una solución imposible a la crisis del sistema capitalista, sacrificando la lucha por el socialismo de los obreros y campesinos españoles; lo que, a la postre, condujo a la derrota en la guerra civil y al triunfo de la dictadura fascista.
Bajo el disfraz transparente de la agitación de la “Alianza por la Paz ‘, el frente popular (1) de Gran Bretaña da ahora sus primeros pasos para entrar en la arena política. Los liberales inclinan sus orejas con atención, el Partido Laborista se opone enérgicamente al proyecto y el Partido Comunista, el iniciador de la agitación, utiliza todos los recursos a su disposición para hacer realidad el frente popular.
Ahora se hace urgente y necesario que los trabajadores británicos saquen conclusiones de los acontecimientos de España, para examinar la experiencia del frentepopulismo como aparece en la práctica en la guerra civil para afrontar los problemas del mañana.
Leon Trotsky, que en una serie de artículos y folletos sobre la situación española, ha señalado reiteradamente el camino que las masas españolas deben transitar para derrotar al fascismo, ha reclamado con insistencia que la única guía para ese camino, el partido revolucionario de los trabajadores, ocupe su posición a la cabeza del despertar de las masas españolas. Trotsky concluye su folleto La Revolución en España, escrito en 1931, con estas palabras: “Para una exitosa solución de todas estas tareas, se requieren tres condiciones: un partido, una vez más un partido, y de nuevo un partido “.
Las condiciones para la victoria de los trabajadores sobre la reacción, sucintamente resumidas, siguen sin cumplirse: esta es la lección que debe ser llevada a la conciencia de la clase obrera de Gran Bretaña y España.
Mientras los fascistas españoles se prepararon abiertamente, con la ayuda del exterior, para golpear, el gobierno del Frente Popular, llamativamente, no hizo ningún contrapreparativo, que habría destruido al enemigo con rapidez y facilidad. El ejército fue dejado tranquilamente en manos de los reaccionarios; bajo las narices del gobierno del Frente Popular consolidaron una base poderosa entre los Moros (2) que, encontrando las cadenas del nuevo gobierno no menos irritantes que las de la monarquía, cayeron presa fácil de las promesas engañosas de Franco. Por otra parte, los dirigentes reformistas impidieron que los trabajadores tomaran las medidas que habrían frustrado los planes fascistas -la creación de milicias obreras y comités de fábrica. Cuando, a pesar de las peticiones de sus dirigentes que les rogaron que no “provocaran” a la reacción, que no “antagonizaran” con sus socios republicano-capitalistas en el Frente Popular, los trabajadores hicieron huelgas y los campesinos tomaron la tierra, el gobierno respondió arrestando a los huelguistas, rompiendo las reuniones obreras, censurando los periódicos obreros, y disparando contra los campesinos. Tal es la historia relatada por los despachos de prensa y las comunicaciones oficiales en los meses del Frente Popular en el poder previos a la guerra civil. De esta manera el Frente Popular, en los meses que precedieron a la sublevación de Franco, amordazó y ató a las masas y empujó en gran número al campo opuesto a los Moros, que se oponían al gobierno “democrático” perpetuador de su miseria y opresión.
Ni el Frente Popular ni ningún otro gobierno capitalista podían resolver los problemas básicos de la España moderna. Cinco millones de familias campesinas con tierra insuficiente, tres millones de ellas sin tierra alguna, estaban exprimidas por los impuestos y muriéndose de hambre. Sólo la expropiación de los grandes terratenientes y la redistribución de la tierra entre los campesinos pobres podían aliviar su hambre. Pero esta solución era imposible bajo el capitalismo, ya que toda la estructura del sistema bancario español descansa en las hipotecas sobre la tierra, de modo que la ruina de los grandes terratenientes significaría la ruina de los capitalistas y banqueros. Sólo un “Octubre” español (3) podría aliviar, al asestar un golpe mortal a las clases capitalista y terrateniente por igual, el hambre de las masas que perecen en el campo.
Las condiciones de los trabajadores en las ciudades igualmente presentaban un problema insoluble bajo el capitalismo. La industria española nació demasiado tarde para competir con los productos baratos que una industria extranjera bien desarrollada es capaz de verter en los mercados celosamente custodiados, y es incapaz de encontrar incluso un mercado interno debido al empobrecimiento de la población campesina. Marx y Lenin enseñaron que no hay salida para los trabajadores de la prisión de magros salarios y desempleo creciente excepto rompiendo las barreras del capitalismo y colocando el control de la industria en manos de la clase obrera.
En los primeros meses de la guerra civil los trabajadores de España buscaron espontáneamente esta salida como una parte esencial de su lucha contra la reacción, por eso Franco no puede ser derrotado solamente con métodos militares. Medidas necesarias para despertar a las masas, al darles algo por qué luchar, fueron puestas en funcionamiento: se crearon comités de fábrica y de abastos, y en los pueblos, y tribunales obreros; se organizaron milicias y fuerzas policiales obreras. De ahí que llegaron a existir los comienzos de un Estado obrero para llevar a cabo una guerra revolucionaria contra los fascistas, que coexistió junto al Frente Popular, desafiando su autoridad y arrebatándole sus funciones.
Los partidos comunista y socialista acudieron al rescate del gobierno capitalista que estaba amenazado con la extinción. Ellos entraron al gobierno del Frente Popular y Caballero (4), aclamado como “el Lenin español”, se convirtió en el primer ministro. Paso a paso, las conquistas de los trabajadores fueron hurtadas en nombre de la “defensa de la democracia”. Las milicias obreras fueron disueltas en el ejército republicano, los tribunales obreros fueron eliminados, y los cuerpos de policía obrera fueron disueltos.
El mismo proceso continuó en Cataluña donde el POUM entró en el gobierno de coalición, proclamándolo como un gobierno obrero. Pero el POUM también proclamó que la guerra civil era fundamentalmente una cuestión de socialismo contra capitalismo, una verdad que socava los cimientos mismos del Frente Popular. Los republicanos y los estalinistas se unieron en una campaña infame de calumnias contra el POUM acusándolo de estar a sueldo de Franco, expulsándolo del gobierno, suprimiendo su propaganda y periódicos, y arrestando y encarcelando a sus dirigentes.
A principios de mayo de 1937, el gobierno lanzó su ataque provocador contra los trabajadores para recuperar la posesión de las fábricas y de los edificios que estaban bajo el control de los trabajadores. La resistencia de los trabajadores fue superada y la burguesía retomó el pleno control tanto en los campos económico como en el político y militar.
Las alternativas a que se enfrentan las masas españolas hoy en día son, por un lado la victoria de Franco que iniciaría un régimen totalitario o, por otra parte, la victoria problemática de un régimen capitalista “democrático”, que en una España desgastada y devastada sólo puede gobernar con una dictadura apenas disimulada. En cualquiera de los casos las cadenas estarán más seguramente clavadas en las extremidades de los trabajadores, los campesinos y el pueblo colonial de Marruecos, agotados y engañados.
Desde sus inicios, el Frente Popular rechazó en su programa no sólo medidas socialistas, sino incluso medidas semi-socialistas. Fue abierta y reconocidamente el guardián de la propiedad capitalista, colgando grandiosos planes para futuras reformas ante los ojos del pueblo para distraer su atención de sus actuales miserias. El frente popular proyectado en Gran Bretaña se reduce al mismo modelo. “Cualquier idea de auténtico socialismo tiene que ser dejada de lado por el momento “, afirma Sir Stafford Cripps (5) en el Tribune (14 de abril 1938) al abogar por un gobierno de “frente democrático”. El Daily Worker (órgano del PC) apoya al candidato Liberal en una elección parcial, frente al candidato Laborista, y se burlaba del “descubrimiento” asombroso del Laborismo de que los liberales no son socialistas, “como si los Liberales se hubieran reclamado alguna vez como tales” (11 de mayo de 1938).
Para Gran Bretaña como para España, la lucha contra el fascismo es la lucha por el socialismo. Los planes de armamento y de alimentos, el miedo al espionaje y las precauciones ante los ataques aéreos sirven para advertir a los trabajadores de que el período de “paz” se acerca rápidamente a su final. La recesión de la industria norteamericana se extiende a Gran Bretaña, y en los tres primeros meses de 1938 el descenso de las nuevas emisiones de capital, 33 millones, frente a 49,505 millones en relación al año pasado, indica las dimensiones de la llegada de la crisis industrial. El incremento del empleo en la industria de armamentos y el aumento del reclutamiento para el ejército sirve de momento para enmascarar el crecimiento del desempleo industrial, y el desplazamiento del centro de gravedad de la economía nacional no es visible en las estadísticas generales del comercio y de la industria, porque el estímulo artificial de los preparativos de guerra ayuda a ocultar el proceso real de colapso económico. La enfermedad que se apodera de las entrañas del capitalismo en decadencia produce como síntoma una febril actividad en la actividad de ciertas ramas de la industria, acompañada por la falsa sensación de bienestar que debe ser reconocida como la “prosperidad” previa a la guerra, el delirio antes de la crisis.
En tanto continúa el boom previo a la guerra y las masas británicas se mantienen en un estado relativamente pasivo, los burócratas del ala derecha de los sindicatos y del Partido Laborista se oponen al frente popular. Cuando las masas comiencen a moverse, como lo hicieron en España y Francia, hacia una solución socialista militante de sus dificultades, la burocracia laborista no tendrá escrúpulos en seguir el ejemplo de sus homólogos de España y Francia, para poner un freno al movimiento de masas y conducirlo hacia la senda segura del frentepopulsmo. Si hoy se resisten al frente popular, no se debe a que es el abierto y traicionero abandono de incluso la pretensión del socialismo, sino porque están muy satisfechos con su propio status en la sociedad capitalista, porque temen la exposición inevitable a la que la toma del poder político les sometería. Hoy atacan a los Liberales como no socialistas, mañana los justificarán y defenderán, y trabajarán mano a mano con ellos en la “conspiración rompehuelgas” del frente popular, como sus hermanos reformistas del Partido Comunista ya lo están haciendo.
El Partido Comunista de Gran Bretaña aboga por el frente popular y apoya a los Liberales con un programa de “armas para España”, “defensa de las libertades democráticas”, “progreso económico y social del pueblo.” El Frente Popular francés en el poder no suministró armas a España, los esclavos coloniales franceses del Norte de África e Indochina recibieron su cuota de “libertades democráticas”: balas y penas de prisión, el gobierno del Frente Popular francés mordisqueó las concesiones arrancadas a la clase dominante por la acción directa de las huelgas de los trabajadores franceses y frustraron sus aumentos salariales con la manipulación de la moneda. Los Liberales y capitalistas “progresistas” ofrecen, en lugar de reformas, “planes” grandilocuentes de reformas.
Los últimos escritos de los dirigentes del Partido Comunista demuestran que están bien advertidos del papel traidor de los Liberales. Hoy son capaces de explotar la reputación de la militancia que ha sido conquistada con el trabajo de los miembros del partido en la lucha sindical, con el fin de dirigir a los trabajadores combativos a la senda política trazada por sus patrones del Kremlin. Stalin y compañía están dispuestos a sacrificar las aspiraciones socialistas de la clase obrera británica en aras de una alianza militar con la burguesía británica, y para tal fin han ordenado un frente popular en Gran Bretaña. Las cabezas del Partido Comunista saltan y obedecen; completa y descaradamente contradicen sus argumentos de unos meses atrás, consciente y deliberadamente maniobran contra los trabajadores para apoyar un gobierno de coalición con el enemigo de clase, vendan los ojos al obrero mientras que los Liberales preparan la daga que le hundirán en la espalda.
El Partido Comunista lleva a cabo su labor traidora con gritos ruidosos de “¡Unidad! ¡Unidad!”. Pero la clase obrera británica constituye ella misma dos tercios de la población, y arrastraría tras de sí a la mayor parte de la mitad inferior de la clase media si presionara fuertemente con un audaz programa de reivindicaciones socialistas. Los trabajadores no tienen necesidad de una alianza con ningún sector del enemigo de clase, y menos que nadie con los decadentes, y hace tiempo en bancarrota, de los Liberales. Ellos saben instintivamente que la unidad es un arma todopoderosa en su lucha -la unidad de la “clase obrera”. El frente popular es una caricatura de unidad. El frente único genuino sobre una base de clase, que vincule a todos los trabajadores, a sus organizaciones, a sus partidos con un programa de lucha común es la necesidad urgente de hoy, el único medio de defensa de los derechos y privilegios que los trabajadores han conquistado en generaciones de lucha y sacrificio. La defensa exitosa de las concesiones ya conquistadas debe conducir inevitablemente a la campaña por plenos derechos para los trabajadores, a la lucha por el poder obrero.
La experiencia de España es una advertencia y una lección para los trabajadores del mundo, sobre todo para los trabajadores británicos. El drama de ayer en España se está ensayando hoy en Gran Bretaña. Mañana será representado si los trabajadores británicos no han podido darse cuenta de la naturaleza de las tareas que la historia les ha colocado delante de ellos. Y en la preparación para hacer frente a esas tareas, la clase obrera tiene necesidad, por encima de todo, de “un partido, una vez más un partido, y de nuevo un partido”.
Escrito en mayo-junio de 1938
Notas
(1) El frente popular o frente del pueblo fue el nombre dado a las coaliciones entre los partidos obreros y los supuestos partidos capitalistas liberales o radicales. La Internacional Comunista adoptó la política del frente popular en 1935, después de la debacle de la subida de Hitler al poder.
(2) La población árabe del noroeste de África. Luchó durante años en Marruecos por la autonomía de la dominación española. Cuando el gobierno del Frente Popular no hizo nada, Franco les prometió la independencia.
(3) La revolución rusa tuvo lugar en octubre de 1917, según el antiguo calendario ruso.
(4) Largo Caballero, dirigente de una tendencia de izquierda en el Partido Socialista Obrero Español en los años 1930s. Primer Ministro desde septiembre 1936 a Mayo de 1937.
(5) Stafford Cripps, diputado laborista desde 1931, expulsado del partido por un período en el año 1939 por la campaña a favor de un frente popular. Como Ministro de Hacienda desde 1947 hasta 1950, introdujo un programa de austeridad económica. “Tribune” era el periódico de la izquierda reformista en el partido que Cripps ayudó a fundar en 1937.