Han pasado más de 4 meses desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. En el transcurso de este periodo, hemos sido testigos de la implementación de toda una estrategia burguesa para implementar de forma avasalladora un programa de ataques a los trabajadores. Lo que no habían podido hacer en 12 años de régimen panista.
No es que el régimen anterior fuera progresista, todo lo contrario, una y otra vez intentó implementar ataques como el aumento del IVA, la privatización de PEMEX, la reforma laboral, etc. Lo que sucedía era que el grado de división en el seno de la burguesía no le permitía ir a fondo ante las movilizaciones que se desarrollaron y que tuvieron como elemento aglutinador al movimiento en torno a Andrés Manuel López Obrador, el cual atravesó los dos sexenios panistas, constituyéndose como un dique.
No obstante la llegada de Peña Nieto, avalada por lo sectores decisivos del gran capital, implicaba algunos ejes estratégicos que aún hoy en día, aunque agrietados, siguen tratándose de sostener:
1.- Una alianza política desde los partidos de la burguesía en torno al programa de contrarreformas; la idea era formar una especie de sustitución del congreso por un ente cupular, dirigido por el propio presidente, el llamado “pacto por México”. En nuestro punto de vista era crear un presidencialismo con tres palancas políticas.
2.- Un control estatal y al mismo tiempo presidencial de todos los sectores que por diversas razones en el sexenio anterior parecían salirse del control: organismos electorales, juzgados, organismos de trasparencia, de competencia y por supuesto del sector educativo.
3.- Golpes mediáticos al estilo del que se le infringió a Elba Esther Gordillo que tienen como fin principal mandar un mensaje del estilo “El presidente da y quita y al que no le parezca bien que se atenga a las consecuencias”, disciplinar a la banda de delincuentes llamada PRI, es un prerrequisito básico para implementar cualquier acción.
4.- Ofensiva desde todos los frentes contra cualquier movimiento de oposición: en ella se combina la provocación policial, como en la propia toma de protesta el 1 de diciembre del 2012, con la represión abierta. La difamación mediática como mecanismo preparatorio para la represión sigue siendo el pan de cada día de la guerra contra las organizaciones de los trabajadores.
Si el contexto internacional permitiera una fase prolongada de crecimiento sería muy posible la consolidación de dicho programa. En tales circunstancias el movimiento de los trabajadores debería prepararse para una larga fase de luchas defensivas en espera de resistir lo más posible, preparándose para una nueva crisis. No obstante incluso en un contexto como ese, al final nuevas fuerzas podrían enfrentar al estado en circunstancias aún más explosivas.
No obstante, lo más probable es que las cosas no le funcionen a los burgueses y su Estado. Para empezar, el ciclo económico norteamericano comienza una nueva fase de desaceleración. Los EEUU sólo han retardado un poco su inevitable crisis de la deuda pública que ya es la más grande del mundo y que es insostenible a largo plazo. Ello los obligará a apretar las tuercas en contra de países como México de los cuales quieren seguir extrayendo materias primas, mano de obra barata y recursos financieros directos.
El pastel no es tan grande como para repartir y que todos queden satisfechos, en esas circunstancias las fracturas por arriba no tardarán en aparecer (por ej. el conflicto en telecomunicaciones). De hecho hoy ya podemos observar la base de futuras rupturas. El escándalo por la utilización de los programas contra la pobreza para propósitos electorales es sólo el principio. Es poco probable que rompan el “pacto por México”, pero a la larga este se romperá en la medida de que las dificultades del gobierno de Peña Nieto crezcan.
Otro elemento que obstaculizará la realización de los planes del gobierno es la oposición de los trabajadores. Ahora mismo la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, en sus distintas expresiones, mantiene una lucha enérgica en contra de la aplicación de la reforma educativa, que de educativa no tiene nada y que sólo pretende retirarle al SNTE toda capacidad de decisión en el sector y preparar condiciones para un proceso de adecuación del sector público a las necesidades del capital. No se trata de desaparecerlo sino de minarlo cada día más. Ante ello los trabajadores de la educación, particularmente los de Guerrero, están dando un ejemplo; la única manera de responder adecuadamente es vinculando su lucha con los demás sectores en conflicto. La conformación de un Movimiento del Pueblo Guerrerense es un paso adelante importantísimo, cuyo ejemplo debemos estudiar. En dicho movimiento la unidad con las ¨policías comunitarias¨, surgidas de las luchas de los pueblos contra el flagelo del narco, ha sido clave para evitar una represión masiva.
Como en otros movimientos de carácter casi insurreccional, el movimiento magisterial ha obligado al congreso a negociar, pero no hay voluntad real de resolver. Prácticamente desde el principio el gobierno de Ángel Aguirre Rivero ha maniobrado para desgastar al movimiento y al final imponer la repudiada reforma.
No está dicha la última palabra, pero en el caso de que el gobierno se decida por la represión los trabajadores ya tienen un brazo armado que debe estar preparado para proteger y responder en caso de ser necesario. La dinámica de la lucha de clases no es, en la mayoría de los casos, a voluntad de los actores, la violencia nunca es algo por lo que el pueblo trabajador deba propugnar. Dicho esto sería un error no prepararse en contra de los planes del Estado para masacrar un movimiento como el guerrerense.
En esta coyuntura es importantísimo el ejemplo guerrerense y se constituye en una lucha estratégica de todos los oprimidos en contra de las reformas peñistas, no por nada se ha retrasado la reforma energética y la financiera. Quieren impulsarlas cuando el espectro de la lucha en Guerrero se haya desvanecido.
Para los trabajadores, por el contrario, la lucha de Guerrero es una esperanza y debemos fortalecer nuestras organizaciones y la unidad para prepararnos para las siguientes batallas, particularmente la lucha contra el avance en la privatización de PEMEX, la cual puede implicar la unidad de acción de sindicatos, campesinos y, por supuesto, del MORENA.
Ante estas circunstancias ¿Deberíamos lanzar la consiga de la caída de Peña Nieto? Por supuesto todos los sectores organizados quisiéramos ver derrumbarse al régimen presidencial y por supuesto al maniquí que funge como presidente, pero esa consigna depende de la fase de lucha en la que nos encontramos. Ahora mismo los trabajadores en el conjunto del país estamos a la defensiva, con movimientos aislados entre sí y en muchos casos enfrentados, debemos romper con esa dispersión. Unificarnos en torno a consignas de defensa de nuestros intereses, infringir golpes al Estado y acumular la fuerza suficiente para preparar su caída.
Es suma la tarea de hoy es crear un movimiento que sea capaz de luchar por la caída de Peña Nieto, esto se hará unificando luchas y construyendo un frente unido de trabajadores que logre pasar a la ofensiva cuando la crisis del régimen se agudice. No hay duda que eso sucederá y nos debemos preparar para ello.
Bajo el capitalismo no hay alternativa, esa dura lección será aprendida por la mayoría del pueblo trabajador, no sobre la base de la propaganda sino a partir de su experiencia propia, al mismo tiempo que los revolucionarios extraemos conclusiones de las luchas presentes para preparar las futuras.