Homenaje a Hugo Chávez

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chavez flickrHugo Chávez ya no está con nosotros. Siempre un luchador, Chávez pasó sus últimos meses en un combate a vida o muerte contra un enemigo cruel e implacable: el cáncer. Peleó valientemente hasta el último momento, pero al final sus fuerzas fallaron. El martes 5 de marzo, a las 16:25 la causa de la libertad, el socialismo y la humanidad perdió a un gran hombre y el autor de estas líneas perdió a un gran amigo.

Aunque el Gobierno ya había informado de un deterioro de la salud de Chávez, con una nueva y grave infección respiratoria, la noticia de su muerte fue una conmoción. Yo conocía al Presidente como un hombre sano, enérgico y exuberante; tan lleno de vida y del deseo de vivir y luchar, que su muerte parece aún más increíble. A la muy temprana edad de 58 años, el líder de la Revolución Bolivariana nos ha sido arrebatado.

El dolor de los trabajadores y los pobres se puso de manifiesto cuando cientos de miles salieron a las calles y plazas llorando. Según algunos cálculos, dos millones de personas marcharon en Caracas en el día de su funeral.

 

La voz de los desposeídos

No importa lo que se piense de Chávez, rompió el dique y abrió las compuertas. Se atrevió a enfrentarse al poder de la oligarquía y desafiar al poderoso imperialismo norteamericano. Incluso sus enemigos declarados y los críticos no pueden negar que mostró un coraje colosal. Y al dar un ejemplo de coraje, evocó tremendas fuerzas que han estado latentes en las profundidades de la sociedad venezolana durante generaciones.

Hugo Chávez habló en nombre de los pobres, los desposeídos, la “famélica legión”, y le dio voz a los millones que no tienen voz. Ellos nunca lo olvidaron. Ganó otro respaldo arrollador cuando fue triunfalmente reelegido como presidente en octubre pasado.

La Revolución ha llevado a cabo reformas serias en interés de los trabajadores y de los pobres en los ámbitos clave de la educación y la salud. Más recientemente ha puesto en marcha un ambicioso plan para construir viviendas. Se han construido y entregado 250.000 casas a familias necesitadas en los últimos dos años, mientras que en España, por ejemplo, en el mismo período, se han producido 250.000 embargos hipotecarios.

En un momento en que todos los gobiernos han anunciado recortes en el gasto en salud pública y educación, Venezuela ha establecido un sistema de medicina pública gratuita y masiva expansión del acceso a la educación a todos los niveles, incluida la educación universitaria gratuita. En Europa, pero sobre todo en los países capitalistas más débiles del sur de Europa, el desempleo está alcanzando proporciones epidémicas y en España y Grecia, más del 60% de los jóvenes están desempleados. La revolución bolivariana ha reducido significativamente la pobreza y el desempleo. Sin embargo, ¡los medios de comunicación capitalistas hablan de “caos económico” en Venezuela! Esto es poner la verdad patas arriba.

Sin embargo, el logro más importante de la revolución tiene un carácter intangible, se podría decir, moral. Le ha dado a las masas un sentido de su propia dignidad como seres humanos, le ha impartido un agudo sentido de la justicia, un nuevo sentido de su propio poder, lo cual les brinda una nueva confianza. Les ha dado esperanza para el futuro. Desde el punto de vista de la clase dominante y el imperialismo, esto representa un peligro mortal.

La Revolución Bolivariana de Hugo Chávez era una amenaza directa al imperialismo de EE.UU. debido al ejemplo que da a las masas oprimidas en el resto de América Latina. Desde que se anunció la Doctrina Monroe, los gobernantes de los EE.UU. han considerado a América Latina como su propio patio trasero privado. Una ola revolucionaria barría todo el continente latinoamericano, y Hugo Chávez actuó como un poderoso catalizador para el movimiento revolucionario en todo el continente. Esto lo convirtió en enemigo público número uno de Washington.

En un principio, la oligarquía venezolana no sabía qué pensar de Chávez. Creyeron que sería como cualquier otro político venezolano. Es decir, que estaba a la venta. Tan pronto como se dieron cuenta de que no podían comprar a Chávez, pusieron en marcha planes para derrocarlo. El 11 de abril de 2002, organizaron un golpe de Estado. Detrás de esto había fuerzas poderosas: los terratenientes, los banqueros, los capitalistas, los medios de comunicación, la Iglesia, los generales, los jefes de policía, corruptos dirigentes sindicales y la CIA.

Chávez fue arrestado y secuestrado. Los conspiradores se instalaron en el palacio de Miraflores. Pero en 48 horas fueron derrocados por un levantamiento espontáneo de las masas. Unidades del ejército leales a Chávez se pasaron al lado de las masas, y el golpe colapsó ignominiosamente el 13 de abril. Por primera vez en la historia de Venezuela, las masas derrocaron a un golpe de Estado. En realidad, el poder estaba en sus manos, pero trágicamente no lo sabían. Se perdió una gran oportunidad.

 

¿Era Chávez un dictador?

El odio que la clase dominante mostró hacia Chávez era el odio de los ricos a los pobres, de los explotadores a los explotados. Detrás de este odio había miedo –el miedo a la pérdida de su riqueza, poder y privilegios–. Reflejaba la división fundamental de la sociedad en clases. Y nunca fue eliminado. En todo caso, fue creciendo en intensidad hasta su muerte y después de ella.

No recuerdo una campaña de tal ferocidad en los medios de comunicación como la que se desató contra Hugo Chávez durante toda su vida. Nunca ha habido tal flujo de odio, malicia, bilis y veneno. Nunca la llamada prensa libre ha recurrido a tantas distorsiones, falsificaciones y mentiras descaradas. Y la avalancha de basura sigue derramándose.

Los argumentos malintencionados de los enemigos de la Revolución en el sentido de que Chávez es un dictador fueron siempre irónicos. Independientemente de lo que cada uno quiera pensar de Hugo Chávez, éste ciertamente no era un dictador. Ha ganado más elecciones y otros procesos electorales que cualquier otro líder político en el mundo.

De hecho, la revolución bolivariana ha sido extraordinariamente indulgente con sus opositores que, no se olvide, organizaron un golpe de Estado ilegal contra un gobierno democráticamente electo en 2002. Parece que se quejan mucho de supuestos malos tratos, pero no veo ninguna base para estas quejas.

Durante años, a los medios de comunicación favorables a la oposición se les permitió calumniar al Presidente de la manera más escandalosa, pidiendo su derrocamiento y hasta su asesinato. ¿Alguien puede creer que esto estaría permitido en los Estados Unidos? RCTV, Globovisión, Venevisión… todos los canales privados de televisión desempeñaron un papel muy activo en la organización del golpe de Estado de 2002. Si algún canal de televisión británico hubiera hecho una décima parte de las cosas que hicieron, se le hubiera retirado la licencia antes de que pudiera decir “David Cameron” y sus propietarios se encontrarían en juicio en virtud de las leyes antiterroristas. En Venezuela tardaron más de cuatro años en tomar ninguna medida contra alguno de ellos, cuando se le negó la renovación de su licencia de transmisión abierta a RCTV, aunque se le permitió seguir emitiendo por cable.

A pesar de ello, la oposición se ha quejado de que las elecciones presidenciales del 14 de abril se convocaron demasiado pronto. Pero si el gobierno no hubiera convocado a elecciones, como era su deber hacerlo de acuerdo a la Constitución, se quejarían de dictadura. Nadie ha impedido que la oposición se presentase a las elecciones. El problema es que las han perdido. ¡Pero eso es la democracia! La oposición, si quiere ser verdaderamente democrática, debe comenzar por respetar la voluntad de la mayoría de la gente y no usar sus palancas económicas y el control de los medios de comunicación para sabotear la voluntad democrática del pueblo.

 

El papel del individuo en la historia

El marxismo no niega el papel del individuo en la historia. Se limita a afirmar que los individuos, por mucha capacidad que tengan, no son agentes libres. Su papel está siempre limitado y condicionado por circunstancias ajenas a su control. Pero cuando surge una concatenación de circunstancias, se requiere de hombres y mujeres de un cierto tipo que sepan aprovecharse de esas circunstancias para movilizar a millones de personas a la acción.

Sin dos hombres, Lenin y Trotsky, la revolución rusa de 1917 no habría tenido éxito. Sin embargo, estos mismos dos hombres durante la mayor parte de sus vidas se encontraban en una pequeña minoría, aislados de las masas y sin poder influir en los acontecimientos de una manera decisiva. Sin el Caracazo en febrero de 1989, es posible que Hugo Chávez hubiera seguido siendo un oficial del ejército ejerciendo una carrera militar normal y desconocido ante el público.

Pero hay otro aspecto de la cuestión. Sin sus acciones, también es posible que algunos sucesos hubieran pasado a la historia como una mera nota a pie de página. La sociedad y la política venezolanas habrían vuelto a la rutina monótona determinada por la tradición y la inercia de la costumbre. El papel personal de Chávez fue decisivo. Él actuó como un catalizador, el cual, cuando todas las condiciones están presentes, produce un cambio dramático.

Hacia el final de su vida, Federico Engels escribió:

“Los hombres hacen ellos mismos su historia, pero hasta ahora no con una voluntad colectiva y con arreglo a un plan colectivo, ni siquiera dentro de una sociedad dada y circunscrita. Sus aspiraciones se entrecruzan; por eso en todas estas sociedades impera la necesidad, cuyo complemento y forma de manifestarse es la casualidad. La necesidad que aquí se impone a través de la casualidad es también, en última instancia, la económica. Y aquí es donde debemos hablar de los llamados grandes hombres. El hecho de que surja uno de éstos, precisamente éste y en un momento y un país determinados, es, naturalmente, una pura casualidad. Pero si lo suprimimos, se planteará la necesidad de remplazarlo, y aparecerá un sustituto, bueno o malo, pero a la larga aparecerá”. (Engels, Carta a Borgius, 25 de enero de 1894,en Marx y Engels, Correspondencia.)

Las palabras importantes aquí son: “bueno o malo”. La calidad de los líderes individuales es extremadamente importante. Si tengo un buen dentista y cae enfermo, no tengo ninguna duda de que se puede encontrar un sustituto “bueno o malo”. Pero no es indiferente para mí si el sustituto es un dentista competente o no. Las cosas son aún más graves en el caso de la guerra.

Si Napoleón no hubiera estado presente en la batalla de Austerlitz, los franceses hubieran encontrado un sustituto, por supuesto. Pero si ese sustituto hubiera sido capaz de ganar la batalla es otra cosa. Es lo mismo con las revoluciones. Si Lenin y Trotsky no hubieran estado presentes en noviembre de 1917, sabemos quienes les hubieran sustituido: Stalin, Zinoviev y Kamenev. También sabemos que bajo su liderazgo la revolución rusa nunca hubiera tenido éxito. “Bueno o malo” supone toda la diferencia.

La personalidad de un individuo puede tener un efecto sobre los procesos de la historia. Para mí, lo interesante es la relación dialéctica entre sujeto y objeto, o, como Hegel lo hubiera expresado, entre lo Particular y lo Universal. Sería muy instructivo escribir un libro sobre la relación exacta entre Hugo Chávez y la revolución venezolana. Que existe tal relación, no está abierto a ninguna duda. Si es positivo o negativo, dependerá del punto de vista de clase que cada uno defiende.

Desde el punto de vista de las masas, de los pobres y de los oprimidos, Hugo Chávez fue el hombre que los puso de pie y que los inspiró, debido a su indudable coraje personal, a realizar actos de heroísmo sin igual.

 

Chávez y las masas

Hace unos años, cuando yo estaba en una gira de conferencias en Italia, un periodista de izquierda, de Il Manifesto, me preguntó en un tono perplejo: “Pero Alan, ¿qué tiene que ver la situación en Venezuela con el modelo clásico de la revolución proletaria? En respuesta, cité las palabras de Lenin: “El que quiera ver una revolución ‘pura’ nunca va a vivir para verla. Esa persona habla de revolución y no sabe qué es una revolución”.

Una revolución es, en esencia, una situación donde las masas comienzan a participar activamente en la política y tomar su destino en sus propias manos. León Trotsky –que, después de todo, sabía algunas cosas sobre las revoluciones– responde de la siguiente manera:

“El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”. (L. Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Prefacio.)

Este es ciertamente el caso de Venezuela. El despertar de las masas y su participación activa en la política es la característica más decisiva de la revolución venezolana y el secreto de su éxito.

La relación entre Hugo Chávez y las masas fue muy compleja y dialéctica. Tuve la ocasión de verlo muchas veces con mis propios ojos, cuando asistí a reuniones masivas donde se dirigía al pueblo. Despertó entusiasmo y devoción colosales. Vimos las mismas emociones en las calles de Caracas en los días anteriores y posteriores a su funeral.

Cuando Chávez les hablaba a los obreros y campesinos, el efecto siempre fue eléctrico. En tales ocasiones, uno podía sentir una especie de reacción química entre Chávez y las masas. No hay duda de la intensa lealtad que las masas pobres y oprimidas sentían hacia este hombre. Hugo Chávez por primera vez dio a los pobres y oprimidos una voz y esperanza. Ese es el secreto de la extraordinaria devoción y lealtad que siempre le han mostrado. Él los despertó a la vida y se ven a sí mismos reflejados en él.

Los enemigos derechistas de Chávez no podían entender la razón de esto. No podían entenderlo porque son orgánicamente incapaces de comprender la dinámica de la propia revolución. La clase dominante y sus intelectuales prostituidos no pueden aceptar que las masas tengan una mente y personalidad propias, que sean una fuerza tremendamente creativa que no sólo son capaces de cambiar la sociedad, sino también de gobernarla. Nunca pueden admitir tal cosa porque hacerlo sería admitir su propia bancarrota y confesar que no son agentes sociales necesarios e indispensables dotados de un derecho divino para gobernar, sino una clase parasitaria y superflua y un obstáculo reaccionario para el progreso.

Pero no sólo la burguesía fue incapaz de comprender lo que estaba pasando en Venezuela. Muchos en la izquierda son igualmente incapaces de comprender este fenómeno. Incapaces de situarse en el punto de vista de las masas, adoptaron una actitud arrogante, como si las masas cuyo nombre siempre estaban invocando fueran niños ignorantes que necesitan ser educados por ellos. Desafortunadamente para estos “izquierdistas”, las masas no mostraron el menor interés en estos aspirantes a educadores, ni en sus lecciones.

¿Cómo podemos explicar la química peculiar que existía entre Hugo Chávez y las masas? Es cierto que poseía dones únicos como comunicador: una poderosa personalidad, un intelecto penetrante y una comprensión profunda de la psicología y las aspiraciones de las masas. Sin embargo, el verdadero secreto se encuentra, no en el ámbito de la psicología, sino en las relaciones entre las clases.

Las masas se vieron reflejadas en Chávez. Se identificaron con él como el hombre que primero los despertó a la vida política y que ha dado voz a sus aspiraciones. Ellos personifican la Revolución en él. Para ellos, Hugo Chávez y la Revolución eran una y la misma cosa. Escribí sobre mis impresiones cuando vi esto por primera vez esto en abril de 2004:

“Mientras [Chávez] hablaba, tuve la oportunidad de ver la reacción de las masas en la gran pantalla detrás del presidente. Viejos y jóvenes, hombres y mujeres, la abrumadora mayoría de estos pertenecientes a la clase obrera, escucharon atentamente, absorbiendo cada palabra. Aplaudieron, aclamaron, rieron e, incluso, lloraron. Este era el rostro de un pueblo que despierta, un pueblo que ha tomado conciencia de sí mismo como un participante activo en el proceso histórico: la cara de una revolución”.

El proceso tiene un carácter recíproco. Chávez sacaba su fuerza del apoyo de las masas, con las que se identificaba plenamente. En su manera de hablar –espontánea y totalmente carente de la rígida formalidad del político profesional– conectaba con ellas. Si a veces había una falta de claridad, incluso esto reflejaba la etapa en la que se encontraba el movimiento de las masas. La identidad era completa.

 

Mis relaciones con Chávez

Conocí a Hugo Chávez hace casi una década, y tenía excelentes relaciones con él desde nuestro primer encuentro en abril de 2004. Me causó una impresión muy profunda, y él siempre se refería cálidamente a mí como su amigo. Leyó mis libros y fue lo suficientemente amable para alabarlos y recomendarlos públicamente en varias ocasiones.

Nuestra relación era, por tanto, de carácter político e ideológico. Sin embargo, los intentos de la oposición para describirme como asesor e incluso su “gurú” político eran totalmente falsos. Eran un intento mal disimulado de inventar algún tipo de influencia externa maligna en el Presidente. De hecho, no era fácil influir al presidente Chávez, que era un hombre muy inteligente e independiente, con una voluntad muy fuerte.

Hugo Chávez poseía una energía ilimitada. Siempre parecía estar rebosante de energía y hablando sin parar sobre todo tipo de cosas. Esto no lo volvió un hombre fácil para trabajar con él, como su secretario personal me dijo: “Yo haría cualquier cosa por él, pero nunca hay un momento de paz. A veces no puedo ni siquiera ir al baño. Empiezo a caminar en esa dirección y alguien grita: ‘¡el Presidente te requiere!’ No era un hombre que se cansara fácilmente. Tenía inmensas reservas de energía, empezando a trabajar todos los días antes de las 8 de la mañana y terminando a las tres del día siguiente. Le pregunté si entonces se iba a la cama. Me respondió: ‘No. Luego leo’.

Conocí a Chávez en abril de 2004 cuando asistí al Segundo Encuentro Internacional de Solidaridad con la Revolución Venezolana, que se celebró en el segundo aniversario de la derrota del intento de contrarrevolución de abril de 2002. No he conocido muchas personas en mi vida que me hayan causado una impresión tan profunda y duradera.

Me presenté como el autor de Razón y revolución. Agarrando con firmeza mi mano, me miró con curiosidad:

-¿Qué libro has dicho?

Razón y revolución-.

Una amplia sonrisa iluminó su rostro.

-¡Ese es un libro fantástico! Te felicito-. Luego, mirando a su alrededor, anunció: -¡Todos ustedes deben leer este libro!

Iba a salir, para que otros pudieran conocer al Presidente, cuando me detuvo. Ahora parecía estar ajeno a lo que lo rodeaba y habló con evidente entusiasmo:

-¿Sabes? yo tengo ese libro en mi mesita de noche y estoy leyéndolo todas las noches. He llegado al capítulo sobre “El proceso molecular de la revolución”. Ya sabes, donde escribes acerca de la energía de Gibbs.

Parece que esta sección ha tenido un impacto considerable sobre él, porque lo cita continuamente en sus discursos. El Sr. Gibbs probablemente nunca ha sido tan famoso antes.

Más tarde fui invitado a reunirme con el Presidente en el palacio de Miraflores. Me dijeron que iba a tener un cuarto de hora o veinte minutos como máximo. De hecho, hablamos durante una hora y media. Cuando entré en su despacho, estaba sentado en su escritorio, con un enorme retrato de Simón Bolívar detrás de él. En la mesa noté que tenía una copia de Razón y Revolución y una carta que le había enviado. La carta había sido fuertemente subrayada en azul.

Chávez me saludó muy afectuosamente. Aquí no hubo protocolo, sino sólo receptividad y franqueza. Empezó preguntándome por Gales y mis antecedentes familiares. Le expliqué que yo era de una familia de clase trabajadora, y me contestó que él era de una familia de campesinos. “Bien, Alan, ¿qué tienes que decir?”, me preguntó. En realidad, yo estaba más interesado en lo que él tuviera que decir, que era muy interesante.

Primero le presenté dos libros: mi historia del Partido Bolchevique (Bolchevismo, el camino a la revolución) y Rusia de la revolución a la contrarrevolución de Ted Grant. Parecía estar muy satisfecho. “Me encantan los libros”, me dijo. Si son buenos libros, me gustan aún más. Pero incluso si son malos libros, siguen gustándome”.

 

Fermento en las fuerzas armadas

Abriendo el libro sobre el Bolchevismo leyó la dedicatoria que había escrito, que dice: “Para el presidente Hugo Chávez con mis mejores deseos. El camino a la revolución pasa por las ideas, el programa y las tradiciones del marxismo. ¡Adelante hacia la victoria!” Me dijo: “Esa es una dedicatoria maravillosa. Gracias, Alan”. Empezó a pasar las páginas y se detuvo.

-Veo que escribes sobre Plejánov.

-Así es.

-Leí un libro de Plejánov hace mucho tiempo, y me causó una gran impresión. Se llamaba El papel del individuo en la historia. ¿Lo conoces?

-Por supuesto.

-El papel del individuo en la historia-, reflexionó. -Bueno, yo sé que ninguno de nosotros es realmente indispensable-, dijo.

-Eso no es del todo correcto-, le contesté. -Hay momentos en la historia en que un individuo puede suponer una diferencia fundamental.

-Sí, estaba contento de ver que en Razón y Revolución dices que el marxismo no se puede reducir a factores económicos-.

-Eso es correcto. Eso es una caricatura vulgar del marxismo.

-¿Sabes cuando leí el libro de Plejánov El papel del individuo en la historia?- me preguntó.

-No tengo idea.

-Lo leí cuando era un oficial en servicio en una unidad de lucha contra la guerrilla en las montañas. Nos dieron material a leer para que pudiéramos comprender a la subversión. Leí que los subversivos trabajan entre el pueblo, defienden sus intereses y ganan sus corazones y mentes. ¡Me pareció una idea bastante buena!

-Entonces empecé a leer el libro de Plejánov y me causó una profunda impresión. Recuerdo que era una hermosa noche estrellada en las montañas y yo estaba en mi tienda de campaña leyendo con la luz de una linterna. Las cosas que leí me hicieron pensar y empecé a cuestionarme lo que estaba haciendo en el ejército. Me volví muy infeliz. Para nosotros no había problemas, marchando en las montañas con fusiles en la mano. Las guerrillas tampoco tenían problemas –estaban haciendo lo mismo que nosotros–. Pero quienes sufrían eran los campesinos. Estaban indefensos y tenían una vida dura. Recuerdo un día que fuimos a un pueblo y vi a algunos soldados torturando a dos campesinos. Les eché el alto inmediatamente, y les dije que no consentiría nada de eso mientras yo estuviese al mando. Bueno, eso realmente me metió en problemas. Intentaron incluso llevarme a juicio por ¨insubordinación militar¨. [Puso especial énfasis en las dos últimas palabras]. Después de eso decidí que el ejército no había lugar para mí. Yo quería renunciar, pero me lo impidió un viejo comunista que me dijo: ‘Tú eres más útil a la Revolución en el ejército que diez sindicalistas’. Así que me quedé. Ahora pienso que fue una decisión correcta. ¿Sabías que establecí un ejército en las montañas? Era un ejército de cinco hombres. Pero teníamos un nombre muy largo. Nos llamábamos el ¨Ejército de Liberación Nacional Popular Simón Bolívar”. Se rió con ganas.

-¿Cuándo fue eso?-, le pregunté.

-En 1974. Ya ves, me dije a mí mismo: esta es la tierra de Simón Bolívar. Tiene que haber algo de su espíritu todavía vivo, algo en nuestros genes, supongo. Así que nos propusimos revivirlo.

Chávez continuó, como si pensara en voz alta:

-Hace dos años, en el momento del golpe, cuando fui arrestado y me llevaron preso, pensé que iba a ser fusilado. Me pregunté a mí mismo: ¿he desperdiciado los últimos 25 años de mi vida? ¿Fue todo en vano? Pero no fue en vano, como el levantamiento del regimiento de paracaidistas mostró.

 

Chávez recuerda el golpe

Chávez me habló con cierto detalle sobre el golpe. Relató cómo lo mantuvieron en completo aislamiento. Los rebeldes querían presionarlo para firmar un documento renunciando a su cargo. Entonces lo habrían dejado ir al exilio en Cuba o en algún otro lugar. No había de ser eliminado físicamente, sino moralmente, para ser desacreditado a los ojos de sus seguidores. Pero se negó a firmar.

Los conspiradores utilizaron todo tipo de trucos para conseguir que renunciara. Incluso utilizaron la Iglesia (de la que Chávez habló muy cáusticamente).

-Sí, incluso enviaron al cardenal para persuadirme. Me dijo un montón de mentiras: que no tenía apoyo, que todo el mundo me había abandonado, que el ejército estaba firmemente detrás del golpe. Yo no tenía información, y estaba completamente aislado del mundo exterior. Pero todavía me negué a firmar. Mis captores se estaban poniendo muy nerviosos. Estaban recibiendo un montón de llamadas telefónicas de Washington exigiendo saber dónde estaba la carta firmada de renuncia. Cuando vieron que la carta no llegaba, se desesperaron. El cardenal me presionó para firmar con el fin de evitar la guerra civil y el derramamiento de sangre. Pero a continuación me di cuenta de un cambio repentino en su tono. Se volvió cortés y conciliador. Me dije a mí mismo: si él está hablando así, debe haber pasado algo. En ese momento sonó el teléfono. Uno de mis captores dijo: ‘Es el ministro de defensa. Quiere hablar con usted’. Le dije que no hablaría con ningún golpista. Luego dijo: ‘Pero es su ministro de defensa’. Le arranqué el teléfono de la mano y entonces oí una voz que sonaba como el sol. No sé si se puede decir eso, pero de todos modos, eso es justo como me sonaba a mí.

De esta conversación me pude formar una impresión de Chávez como hombre. Lo primero que llama la atención es que era transparentemente honesto. Su sinceridad era absolutamente clara, como lo era su dedicación a la causa de la revolución y su odio a la injusticia y la opresión. Por supuesto, estas cualidades en sí mismas no son suficientes para garantizar la victoria de la revolución, pero sin duda explican su tremenda popularidad entre las masas.

Después de la derrota del golpe habría sido posible llevar a cabo una revolución socialista de manera rápida y sin dolor. Por desgracia, la oportunidad se perdió y esto permitió a los reaccionarios reagruparse y organizar un nuevo intento golpista en la llamada huelga (en realidad un cierre patronal) que produjo un grave daño a la economía. El nuevo intento fue derrotado por los trabajadores, que tomaron el control de las fábricas y las instalaciones petroleras y echaron a los reaccionarios. Una vez más, existía la posibilidad de una transformación radical sin una guerra civil. Y una vez más se perdió la oportunidad.

 

La lucha por el socialismo

En nuestra primera reunión me preguntó qué pensaba del movimiento en Venezuela. Yo le respondí que era muy impresionante, que las masas eran claramente la principal fuerza motriz y que todos los ingredientes estaban presentes para llevar la revolución hasta el final, pero que le faltaba algo. Me preguntó qué era eso. Le respondí que la debilidad del movimiento era la ausencia de una ideología claramente definida y la ausencia de cuadros. Él estaba de acuerdo.

-Sabes, yo no me considero un marxista porque no he leído suficiente libros marxistas-, dijo.

De esta conversación saqué la impresión de que Hugo Chávez estaba buscando ideas, y que estaba genuinamente interesado en las ideas del marxismo y deseoso de aprender. Yo escribí en ese momento: “Esto se relaciona con la etapa a la que la revolución venezolana ha llegado. Más pronto de lo que muchos esperan, se enfrentará a una dura elección: o liquidar el poder económico de la oligarquía, o dirigirse pronto hacia una derrota”. Los acontecimientos posteriores demostraron que mis primeras impresiones estaban bien fundadas.

Hugo Chávez jugó un papel muy importante en la reapertura del debate sobre el socialismo en un momento en que muchos lo habían descartado. El presidente recomendaba con frecuencia la lectura de las obras de Marx, Lenin y Trotsky. Esto fue enormemente positivo.

El desarrollo de las ideas políticas de Hugo Chávez representa una evolución en la que participaron muchos factores. Se desarrolló y creció en estatura junto con la Revolución. La Revolución en sí es una poderosa escuela en la que millones de hombres y mujeres aprenden a través de su experiencia. Lenin, que era uno de los más grandes teóricos marxistas, dijo una vez que para las masas una onza de práctica vale una tonelada de teoría.

Esta curva de aprendizaje de la Revolución no es una línea recta. Hay momentos en que la revolución presiona hacia adelante, barriendo todo a su paso. Pero también hay momentos de cansancio, desilusión, incluso de desesperación. Puede haber todo tipo de contratiempos, confusión, retrocesos y errores. Pero después de cada revés, las masas aprenden de sus errores, sacan las conclusiones y pasan a un plano superior. El propósito de una dirección y un partido revolucionarios es ayudar a mantener el número de errores al mínimo.

Sería posible señalar toda una serie de contradicciones, dudas e inconsistencias en la evolución política de Chávez en los últimos catorce años. Pero la línea general fue siempre hacia la izquierda. La razón de estas contradicciones hay que buscarla en las presiones que las fuerzas de clase opuestas ejercieron sobre el Movimiento Bolivariano.

La presión de la burguesía y el imperialismo fue reflejada por el ala derecha del movimiento bolivariano y la burocracia contrarrevolucionaria. Por otra parte, la presión de los obreros y campesinos encontró su expresión en las bases del PSUV. Estas presiones a veces empujaron al Movimiento a la derecha, pero esto fue contrarrestado por la presión de las bases.

En enero de 2005, el presidente Chávez dio un discurso en el Estadio Gigantinho en la sesión de clausura del Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil. En este discurso, dijo: “Cada día estoy más convencido, sin ninguna duda en mi mente y como han dicho muchos intelectuales, de que es necesario superar el capitalismo. Pero el capitalismo no se puede superar desde dentro del propio capitalismo, sino a través del socialismo, el verdadero socialismo, con igualdad y justicia. Pero también estoy convencido de que es posible hacerlo bajo la democracia, pero no el tipo de democracia impuesta desde Washington […] Es imposible dentro del marco del sistema capitalista, resolver los graves problemas de pobreza de la mayoría de la población mundial. Debemos superar el capitalismo. Pero no podemos recurrir al capitalismo de estado, que sería la misma perversión de la Unión Soviética”.

Yo estuve presente en una reunión en Caracas, cuando por primera vez Chávez hizo su dramática declaración de que él era socialista. Si no recuerdo mal fue en diciembre de 2004. Hizo estas declaraciones en el Teatro Teresa Carreño de Caracas, el cual estaba lleno de trabajadores y jóvenes vestidos de camisetas rojas. Después de haber hablado durante bastante tiempo, de repente tiró los papeles a un lado y dijo:

“Ahora quiero decir algo de mí mismo. En los últimos años he estado pensando mucho. He tenido un montón de experiencia. He leído mucho. He tenido muchas discusiones y he llegado a la siguiente conclusión: ¡YO SOY SOCIALISTA!”

En ese momento, la sala estalló en aplausos y vítores. Estas eran las palabras que la gente quería oír. Pero me di cuenta de algo bastante extraño. Yo estaba sentado en la parte delantera de la sala con el hermano del presidente, Adán Chávez, rodeado de ministros del gobierno. Me di cuenta de que no todos los ministros estaban aplaudiendo.

Chávez dijo: “Fuí aprendiendo en la realidad… sobre todo después del golpe del abril del año 2002, después de la arremetida imperialista con esa salvaje acción del sabotaje económico, terrorista, me di cuenta de que el único camino para nosotros ser libres, para que Venezuela sea libre, independiente, el único estado en el cual el pueblo pueda gozar del beneficio de la igualdad y la justicia social, es el socialismo”.

A la pregunta: ¿qué papel jugaron mis escritos en esta evolución?, no puedo contestar con certeza. Pero hubo un incidente que puede arrojar algo de luz sobre esta cuestión. Durante el Festival Mundial de la Juventud en 2005, fui invitado a participar en una mesa redonda en Caracas, donde el Presidente habló y dio un discurso muy radical, citando a Marx, a Trotsky y a Rosa Luxemburgo. Al final me di la mano y le felicité por su discurso. Él siguió agarrando mi mano y dijo, mirándome fijamente a los ojos: “No, son sólo algunas reflexiones sobre las ideas que he aprendido de ti”.

Más tarde, en Aló Presidente (domingo, 27 de julio de 2008) se refirió a mi libro Reformismo o Revolución, Marxismo y Socialismo del Siglo XXI de la siguiente manera: “Miren, Alan Woods, Reformismo o Revolución; reformismo, ¿hasta cuándo? Lo estoy leyendo a fondo, estoy tomando nota de este libro”. En otra ocasión, dijo: “La Revolución tiene aliados en todo el mundo. Uno de estos aliados es la Corriente Marxista Internacional. Marx ha vuelto, y con él, sus ideas, que son un elemento irremplazable de las ideas de la revolución”.

 

El cáncer de la burocracia

Una revolución exitosa siempre tiene muchos “amigos”. Esos elementos de clase media que se sienten atraídos por el poder como moscas a un tarro de miel, que están dispuestos a cantar las alabanzas de la Revolución, siempre y cuando se mantenga en el poder, que no hacen nada útil para salvarla de sus enemigos, que lloran algunas lágrimas de cocodrilo cuando es derrocada, y al siguiente día pasan al siguiente punto del orden del día de la vida: tales “amigos” se consiguen en pares por un centavo. Un verdadero amigo no es alguien que siempre te dice que tienes razón. Un verdadero amigo es alguien que no tiene miedo de mirarte a los ojos y decirte que te equivocas.

Los mejores amigos de la Revolución Venezolana –de hecho, sus únicos amigos verdaderos son la clase trabajadora del mundo y sus representantes más conscientes– son los marxistas revolucionarios. Son las personas que van a mover cielo y tierra para defender la revolución venezolana contra sus enemigos. Al mismo tiempo, los verdaderos amigos de la Revolución –amigos honestos y leales– siempre van a decir lo que piensan sin miedo. Cuando consideramos que se está tomando el camino correcto, vamos a alabarlo. Cuando pensamos que se están cometiendo errores, de forma amistosa pero firme, vamos a criticarlo. ¿Qué otro tipo de conducta se debe esperar de los revolucionarios e internacionalistas reales?

La revolución se enfrenta a muchos peligros, no sólo externamente, sino internamente. Hace unos años, el presidente Chávez me dijo: “Hay demasiados gobernadores y alcaldes que, después de ser elegidos, se rodean de hombres ricos y mujeres hermosas y se olvidan del pueblo”. Se refirió en más de una ocasión a la burocracia contrarrevolucionaria. Esta existe y constituye una especie de quintacolumna dentro de la Revolución.

Las masas estaban aprendiendo rápidamente en la escuela de la revolución y sacando sus conclusiones. La principal conclusión fue que el proceso revolucionario debe ser empujado hacia adelante, debe enfrentarse a sus enemigos y barrer todos los obstáculos a un lado. Este deseo ardiente de las masas, sin embargo, constantemente chocaba con la resistencia de los elementos conservadores y reformistas que están urgiendo constantemente precaución y que, en la práctica, quieren poner freno a la revolución. El destino de la revolución depende de la solución de esta contradicción.

El instinto de Chávez fue siempre el de ir con los obreros y campesinos. Sin embargo, se enfrentó a una burocracia hostil, que continuamente frustraba sus planes, derogaba sus estatutos y saboteaba la Revolución. Si ha de ser criticado, es por haber sido demasiado tolerante con estos elementos durante demasiado tiempo. Creo que lo hizo porque temía que las divisiones en el movimiento podrían socavar la Revolución. Eso fue un error. Lo que socava la revolución es la corrupción y el arribismo. La burocracia es un cáncer que corroe las entrañas de la Revolución y la destruye desde dentro.

Por desgracia, dentro del PSUV y del movimiento bolivariano hay gente en cargos públicos, gobernadores, alcaldes, etc. que juran por Chávez en cada frase, que usan camisetas rojas, pero en realidad son oportunistas, arribistas y burgueses corruptos, que no tienen nada que ver con la revolución. Estos elementos han estado bloqueando la iniciativa revolucionaria de las masas e incluso socavando los decretos del presidente Chávez.

Los obreros y campesinos deberían tomar una gran escoba y barrer toda esta basura fuera del Movimiento y tomar el control. Hasta que no se haga esto, no se puede hablar de verdadero socialismo en Venezuela.

 

El internacionalismo de Chávez

Chávez siempre habló en los términos más inequívocos sobre su compromiso con el socialismo, no sólo en Venezuela y América Latina, sino a una escala mundial. Por ejemplo, cuando en 2009 lanzó la idea de formar una Quinta Internacional, que más tarde fue saboteada por la burocracia y los estalinistas, dijo: “Retomemos el canto de la gran Rosa Luxemburgo, socialismo o barbarie, salvemos el mundo, hagamos el socialismo, salvemos el mundo, derrotemos el imperialismo, salvemos el mundo, derrotemos al capitalismo”.

Denunció los crímenes del imperialismo de EE.UU. en los términos más fuertes. En el discurso ante las Naciones Unidas que todo el mundo recuerda, se refirió al entonces presidente de EE.UU., George W Bush, como “el diablo”.

“El diablo está en casa. Ayer vino el diablo aquí, en este lugar. Huele a azufre todavía… Ayer señoras, señores, desde esta misma tribuna el Señor Presidente de los Estados Unidos, a quien yo llamo “El Diablo”, vino aquí hablando como dueño del mundo”.

Como marxista yo no creo en el Diablo, pero lo que es cierto es que las acciones de ese tan cristiano presidente George W. Bush y su igualmente piadoso compinche Tony Blair volvieron a Irak y Afganistán un infierno para millones de personas. Ya era hora de que alguien hablara con valentía para denunciar sus crímenes y hacerlo, no en el lenguaje hipócrita de la diplomacia, sino en un adecuado lenguaje enfático. Los hipócritas fingieron estar sorprendidos, pero el resto del mundo aplaudió.

Acerca de George W. Bush, Chávez se expresó con el más profundo desprecio. Él me dijo:

“Personalmente, Bush es un cobarde. Atacó a Fidel Castro en una reunión de la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuando Fidel no estaba presente. Si él hubiera estado allí, no se hubiera atrevido a hacerlo. Dicen que tiene miedo de cruzarse conmigo y me lo creo. Trata de evitarme. Pero una vez coincidimos en una cumbre de la OEA y él estaba sentado muy cerca de mí”.

Chávez se rió para sus adentros. “Yo tenía una de esas sillas giratorias y estaba sentado de espaldas a él. Entonces, después de un rato, le di la vuelta a la silla, y repentinamente estaba cara a cara con él. -‘¡Hola, señor Presidente!’ Le dije. Su rostro cambió de color: de rojo a morado, de morado a azul. Se puede ver que el hombre tiene multitud de complejos. Eso lo vuelve peligroso debido al poder que tiene en sus manos”.

Había, por supuesto, algunos elementos de la política de la República Bolivariana con los que los marxistas no estarían de acuerdo. Sus puntos débiles más grandes estaban en el campo de la política exterior. En un intento de superar el aislamiento diplomático que estaba siendo organizado por el imperialismo de EE.UU., el gobierno buscó aliados en algunos lugares muy inusuales. Trataron de formar un bloque, sobre todo de los países productores de petróleo, contra el imperialismo estadounidense.

En principio, eso no era incorrecto. Con el fin de romper su aislamiento, la joven República Soviética construyó relaciones con países como la Turquía de Kemal Ataturk. Pero esta política fue complementada con las actividades de la Internacional Comunista. Sin embargo, el cultivo de relaciones con líderes como los de Irán, fue un grave error, que dañó la reputación de la Revolución Bolivariana en Irán y el Medio Oriente.

Pero Chávez fue un verdadero internacionalista. Cuando denunció los crímenes del imperialismo de EE.UU., siempre hizo una cuidadosa distinción entre la clase dominante y la gente común de los Estados Unidos, con la cual no albergaba sentimientos de hostilidad, sino todo lo contrario. En el momento de su famoso discurso en la ONU, tomó la medida sin precedentes de visitar el Bronx del Sur, un barrio de pobres y de clase trabajadora de Nueva York. La gente sigue recordando esa visita. ¿Qué otro líder mundial haría una cosa así?

Cuando hablaba de socialismo, siempre hablaba de la necesidad de socialismo mundial. Esta idea la compartía con la tendencia que yo represento. En muchas ocasiones, Hugo Chávez expresó su firme apoyo a la campaña Manos Fuera de Venezuela.

 

Tareas sin terminar

Chávez murió antes de completar la gran tarea que se había propuesto a sí mismo: la realización de la revolución socialista en Venezuela. Corresponde ahora a los obreros y campesinos –la auténtica fuerza motor de la Revolución Bolivariana– llevar esta tarea a cabo hasta el final. Si no se hace, será una traición a su memoria.

El presidente Nicolás Maduro prometió mantener el legado revolucionario, antiimperialista y socialista de Chávez. El Movimiento Bolivariano debe defender el legado revolucionario de Chávez y llevar a cabo la revolución hasta el final. De lo contrario, se enfrentará al fracaso. Pero dentro del movimiento bolivariano hay diferentes corrientes y tendencias.

El ala izquierda, reflejando las aspiraciones revolucionarias de las masas, desea seguir adelante con la Revolución, vencer la resistencia de la oligarquía y armar al pueblo. La derecha (los reformistas y socialdemócratas), en la práctica, quiere poner fin a la revolución, o al menos volverla más lenta y llegar a un acuerdo con la oligarquía y el imperialismo.

En realidad, esta última opción no existe. No hay compromiso posible con los enemigos de la Revolución, de la misma manera que no es posible mezclar el aceite con el agua. Toda la lógica de la situación se está moviendo en la dirección de un enfrentamiento abierto entre las clases. El destino de la revolución depende de cómo se resuelva este conflicto.

Las conquistas de la Revolución sólo se pueden garantizar si se toma un paso audaz adelante, para volverlo verdaderamente irreversible. Estoy seguro de que esto era lo que el Presidente Chávez pretendía hacer, pero su muerte prematura le impidió llevar a cabo este plan. Acepto que hay muchos problemas, pero estoy seguro de que la razón principal es que una verdadera economía planificada no es posible mientras que los puntos clave de la economía permanezcan en manos privadas. Se puede tener una economía capitalista de mercado o una economía socialista planificada, pero no se puede tener ambas cosas. No se puede planificar lo que no controlas, y no se puede controlar lo que no posees.

Con el fin de avanzar hacia el socialismo, primero hay que romper el poder económico de la oligarquía que lo utiliza para sabotear el proceso revolucionario. Esto significa ponerse duro con el sabotaje económico, el acaparamiento, la fuga de capitales y la especulación. La única manera de resolver los problemas económicos es mediante la nacionalización de la tierra, los bancos y las principales industrias bajo control obrero.

Tan pronto como la noticia de la enfermedad del Presidente se hizo pública, se alzaron voces a favor de una “transición”, que para ellos significa el abandono de los objetivos socialistas de la Revolución y el compromiso con la burguesía y la oposición. Chávez respondió a esto diciendo que “la única transición que se plantea y se debe acelerar es la transición del capitalismo al socialismo”. Eso es cien por ciento correcto. La revolución debe avanzar para sustituir al viejo Estado burgués por las nuevas instituciones democráticas basadas en los consejos obreros revolucionarios socialistas, consejos comunales, etc.

Hay muchos retos, tanto externos como internos. La revolución se enfrenta a una campaña constante de sabotaje por parte de la oligarquía y del imperialismo, que se niega a reconocer la voluntad de la mayoría expresada democráticamente en numerosas ocasiones. Para hacer frente a estos desafíos será necesario adoptar medidas serias.

Las mismas fuerzas que organizaron el golpe de Estado de 2002, el sabotaje patronal de 2002-03, las guarimbas en 2004, que introdujeron a los paramilitares colombianos… son las mismas fuerzas que en los últimos dos meses han organizado una campaña de rumores, insinuaciones y especulación y acaparamiento despreciables. Nada ha cambiado.

 

¡Llevemos a cabo el legado de Chávez!

El 12 de agosto de 2009, el diario Público reprodujo una entrevista con Chávez, donde leemos lo siguiente:

Pregunta: “¿Es imprescindible Hugo Chávez para consolidar la revolución bolivariana?

Respuesta: “Bertolt Brecht dijo aquello de que los que luchan toda la vida son los imprescindibles. Desde ese punto de vista yo soy un luchador de toda la vida. Y sería uno de los imprescindibles. Pero no lo soy. Ahora, más allá de lo individual, cuando se habla de imprescindible podríamos buscar una palabra más aplicable a la política. Prefiero hablar de las condiciones necesarias y de las condiciones suficientes. Carlos Marx hablaba de condiciones objetivas y subjetivas. Yo lo he dicho. Yo no tengo nada de especial que tú no tengas. Lo que soy es producto de unas circunstancias históricas. Un conjunto de condiciones objetivas y subjetivas que fueron creándose en Venezuela.

“Atribuir a Hugo Chávez, aquel niño que nació hace 55 años en una choza, a un campesino que se hizo soldado, todo el viento del mal, como dijo un día Bolívar, es imposible. Eso sería darme una importancia que no merezco. He sido arrastrado por las circunstancias y juego mi papel, mi rol. La existencia de Chávez es necesaria pero no suficiente. Para que haya una revolución hace falta un pueblo consciente y unido, un proyecto y una conciencia. En Venezuela se han presentado estas condiciones”.

El Presidente, sin duda, era demasiado modesto aquí cuando describía su propio papel. Que él era el producto de su tiempo y de las condiciones particulares que existían en su país, nadie puede dudarlo. Pero hubo muchos otros que eran producto de las mismas condiciones, incluyendo a los que se describen a sí mismos como revolucionarios y comunistas, y, sin embargo, no fueron capaces de jugar el papel que él jugó.

No había nadie como Chávez cuando estaba vivo, y no hay una sola persona que lo pueda reemplazar ahora que está muerto. Ni que decir tiene que apoyamos la elección de Nicolás Maduro a la presidencia. Pero debemos cuestionar seriamente la idea de que un hombre solo pueda llevar la revolución a la victoria. Esta era una debilidad de la que el presidente Chávez era muy consciente, y lo hablamos en más de una ocasión.

Yo admiraba y respetaba al Presidente, al que vi como un hombre muy honesto y valiente y un líder excepcional. Sin embargo, una revolución no puede depender de un solo hombre. Chávez lo sabía muy bien. El 3 de julio de 2008 me invitó a acompañarlo en su coche durante una campaña electoral en la isla Margarita. Señaló a la multitud de gente entusiasta con camisetas rojas vitoreando desde el borde de la carretera. Se volvió hacia mí y dijo: “Esta es la gente que debe tomar el control de esta revolución”.

En el día de su muerte, estas palabras estuvieron resonando de nuevo en mi mente. Ahora que Hugo Chávez ya no está con nosotros, el futuro de la revolución bolivariana y su avance hacia el socialismo dependerá de los trabajadores, los pobres, los campesinos y la juventud revolucionaria que han sido la fuerza motriz de la revolución y que la han defendido en todos los momentos claves. Todo depende de esto.

Después de la muerte de Chávez, la revolución venezolana se encuentra en una encrucijada. Las masas han derrotado a la reacción en muchas ocasiones. Han demostrado en repetidas ocasiones su voluntad de cambiar la sociedad. Pero las fuerzas de la reacción no han sido derrotadas. La oligarquía continúa controlando las palancas clave de la economía y está constantemente intrigando contra la Revolución. Washington está participando en intrigas contrarrevolucionarias.

Hugo Chávez ya no está con nosotros. Pero la historia de la Revolución venezolana no ha terminado. Hay varios posibles finales y no todos ellos agradables de contemplar. Las masas todavía están aprendiendo, el Movimiento Bolivariano todavía está desarrollándose. La tremenda polarización entre las clases terminará en un enfrentamiento en el que todos los partidos, tendencias, programas e individuos serán puestos a prueba.

Repito lo que escribí poco después de mi primer encuentro con el presidente Chávez:

“¿Qué se necesita? Ideas claras, una comprensión científica y un programa, política y perspectivas consecuentemente revolucionarias.

“La única garantía para el futuro de la Revolución Bolivariana consiste en el movimiento desde abajo: el movimiento de masas que, encabezado por la clase obrera, debe tomar el poder en sus propias manos. Eso exige la rápida construcción de la Corriente Marxista del PSUV, la sección más consecuentemente revolucionaria del movimiento.

“Creo que un creciente número de gente en el Movimiento Bolivariano está buscando las ideas del marxismo. Estoy seguro de que esto se aplica a muchos de sus dirigentes. ¿Y Hugo Chávez? Me dijo que él no era marxista porque no había leído suficientes libros marxistas. Pero él los está leyendo ahora. Y en una revolución la gente aprende más en 24 horas que en 20 años de existencia normal. Al final, el marxismo atraerá hacia sí mismo a todos los mejores elementos de la sociedad venezolana y los fusionará en una fuerza de combate invencible. Es en ese camino donde se encuentra la posibilidad de la victoria”.

Estas líneas fueron escritas hace nueve años. No veo ninguna razón para cambiar una sola palabra hoy.

Londres, 11 de abril de 2013