Libros: El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura

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El hombre que amaba a los perros, la novela del cubano Leonardo Padura, es el primer intento logrado de relatar, desde la ficción, la tragedia que supuso para el movimiento obrero mundial el asesinato de León Trotsky por el esbirro de Stalin, Ramón Mercader.

La novela está estructurada a partir de tres historias, en principio independientes, que se cruzan en algún momento del relato: la historia de Trotsky, desde que es exiliado del centro del poder en Moscú y confinado en Alma Ata, Kazajstán, luego es expulsado y llega a Turquía, después a Noruega y por último a México; la del agente estalinista catalán Ramón Mercader, a partir de su reclutamiento por los servicios secretos soviéticos al principio de la Guerra Civil Española; y la de un escritor cubano, Iván, que sufre las penalidades de un sistema burocrático que regimenta la vida cultural de la isla.

Padura cuenta en la Nota muy agradecida, que funciona como postfacio, que la idea de escribir este libro le vino en 1989 junto con el cimbronazo que significó la caída del Muro de Berlín, a modo de balance de la experiencia del supuesto comunismo realmente existente, el llamado socialismo real.

A partir de ahí, se dedicó a investigar sobre las vidas de los dos protagonistas históricamente existentes, Trotsky y Mercader. Del primero hay abundantes testimonios y bibliografía, en la que descolla su autobiografía, Mi vida, base para reconstruir en la ficción la vida fascinante y trágica del revolucionario nacido en Iánovka, Ucrania, en 1879.

Es la vida del segundo la que significó el desafío mayor para Padura ya que, como conspicuo miembro del aparato terrorista del estalinismo, su vida permaneció en las sombras desde que fue reclutado por Kotov. Este era, en realidad, Leónid Eitingon, uno de los más destacados y siniestros agentes secretos de la URSS estalinista, quien, como tantos otros, luego de cometer las peores vilezas para servir al amo Stalin, sufrió la represión en carne propia cuando el juego de poder de la burocracia le fue desfavorable.

De Mercader apenas hay datos sueltos, por lo tanto Padura tuvo que llevar adelante un trabajo artístico más fino para construir un personaje con profundidad humana, en el que se mostrara cómo su idealismo juvenil a prueba de todo, su fe ciega en Moscú, lo llevaron a convertirse en un asesino deleznable, engañándose a sí mismo acerca de los verdaderos fines de la maquinaria de poder estalinista.

El hombre que amaba a los perros tiene sus méritos en el uso de la gradación, es decir, en el desarrollo de las historias, primero paralelas y sin conectarse, hasta llegar al clímax, el momento en que el supuesto Jacques Mornard (Mercader) entra con Trostky a la oficina para que éste lea un supuesto texto sobre política y le clava el piolet que lo hiere mortalmente.

Al mismo tiempo, la historia de Iván funciona como contrapunto y como testimonio del fracaso del modelo de socialismo burocrático que los cubanos importaron de la Rusia estalinista.

En definitiva, El hombre que amaba a los perros es una novela notable y muestra la capacidad de la ficción para dar cuenta de la imagen histórica que las personas construyen del pasado.