Resultados de las elecciones municipales en Chile: derrota de Piñera y victoria de la abstención

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En unas elecciones municipales marcadas por una histórica abstención superior al 60%, la coalición de los partidos de derecha que sostienen la presidencia de Piñera recibe una rotunda derrota electoral. Si estos comicios representaban una prueba general para las elecciones generales del próximo año, su resultado es claro: hay un enorme margen para revertir el modelo social, económico y político implementado con la dictadura. Pero este espacio no está en la Concertación, en los “pactos de omisión” o en una Concertación de “nuevo tipo”.

La abstención y los estudiantes

El primer dato que destaca de los comicios es seguramente la histórica abstención. El domingo se estrenaba en Chile el nuevo padrón electoral con inscripción automática de todos los habilitados y voto voluntario, es decir sin sanciones para los que no voten. De tal manera el padrón electoral había pasado de 8.285.186 a 13.404.708, un incremento de 5,1 millones de votantes. Sin embargo, en comparación a las elecciones municipales de 2008, el número de votos validos emitidos se ha reducido en 1,6 millones para la elección de alcaldes y en 2,2 millones para la elección de concejales. Solo 4 millones de electores, apenas el 31% del padrón, han expresado una preferencia a uno de los casi 10 mil candidatos a una concejalía.

Si se toma en cuenta que, antes de la habilitación automática al voto, la juventud de 18 a 29 años aun constituyendo aproximadamente un 25% de la población chilena representaba poco más del 8% del padrón electoral, se deduce que el grueso de la abstención ha sido juvenil. Organizaciones estudiantiles como la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) llamaron públicamente a la abstención: un castigo a toda la clase política después de dos años de movilizaciones estudiantiles que han obligado al país a interrogarse sobre la política económica y educativa de la transición y el gobierno, han contribuido a los altos niveles de desaprobación a Piñera y a generar el ambiente social para la primera huelga general desde hace décadas. Si Piñera y su gobierno han atacado de frente a los estudiantes, la Concertación no se diferenció en nada sustancial, como demuestran las reformas implementadas por Bachelet o el voto a favor por parte de varios diputados –particularmente democratacristianos– al presupuesto educativo de Piñera.

Donde no se expresa en la abstención, la desaprobación ciudadana hacia el gobierno y la Concertación, es capitalizada por listas independientes, como la que llevó la socióloga Josefa Errázuriz –vinculada a movimientos sociales y barriales– para ganar la comuna de Providencia tras cuatros gestiones ininterrumpidas de la derecha, o por el Partido Progresista de Chile. Este partido, que surgió tras la ruptura de Marco Enríquez Ominami con el Partido Socialista en 2009, obtuvo 1,4 millones de votos en las últimas presidenciales y ahora que recién empieza a estructurarse a nivel nacional con un mensaje contra el binominalismo y la Concertación, conquista 7 alcaldes y 49 concejales en las regiones donde se presentó.

La derrota de Piñera

El segundo dato político es la derrota del gobierno que, por cualquier lado que se mire, es tan evidente cuanto “solitaria”. El gobierno y los partidos de derecha que conforman su mayoría parlamentaria son los verdaderos derrotados. La Coalición (antes Alianza por Chile) pierde 23 de las 144 comunas que gobernaba desde el 2008. Entre estas hay algunas de las más grandes de Chile, con una población superior a los 150 mil habitantes, como la misma Santiago, Concepción, Ñuñoa, Maipú, además de otras con más de 70 mil habitantes como Iquique, La Serena etc.

En términos de votos absolutos con relación a las municipales de 2008, la Coalición pierde más de 600 mil votos en la elección de alcaldes y más de 800 mil en la elección de concejales. La comparación con las presidenciales de 2009 es aún más vergonzosa, ya que en estas elecciones la derecha no va más allá de 1,9 millones de votos para sus candidatos a alcalde, lo que representa una pérdida de 1,1 millones de los votos que recibió Piñera.

Aunque en el panorama político actual y con estos números la derecha tendría todavía una mayoría electoral relativa de cara a las próximas elecciones generales de 2013, es evidente que hoy la Coalición ya no depende solo de sí misma. Se anuncian cambios en el gabinete, posiblemente alejando algunos de los ministros “presidenciables” o que manifestaron posiciones críticas tras esta derrota. Pero lo único que cambiará realmente será la acentuación populista y nacionalista del accionar del gobierno y una siempre mayor presión hacia el ala derecha de la Concertación, el Partido Demócrata Cristiano.

La agonía de la Concertación

Parafraseando un antiguo adagio griego: se puede decir que si la Conciliación llora, la Concertación tiene muy poco de que reírse. Aunque la Concertación gane 5 comunas más de las 101 que gobernaba desde 2008, esto se debe más que todo al colapso electoral de la derecha. De hecho, si miramos los datos absolutos, la Concertación pierde hasta medio millón de votos en comparación al 2008, además del gobierno de algunas ciudades capitales como Arica que pasa al Partido Progresista. Estos comicios certifican la agonía de la Concertación, que ya se hacía evidente con las escisiones que vinieron de la izquierda del PS desde 2009, es decir la del mismo Partido Progresista de Enríquez Ominami y la del Movimiento Amplio Social de Alejandro Navarro.

El punto de equilibrio de la Concertación siempre ha sido que el Partido Demócrata Cristiano no tuviese a su derecha partidos que pudiesen seriamente minarlo entre su base social burguesa y pequeño burguesa y que el Partido Socialista cargase el peso de esta alianza ante los trabajadores y los sectores populares. La victoria electoral de Piñera y las escisiones en el PS han ido socavando estas condiciones condenando la Concertación a un impasse sin perspectivas.

Los pactos por omisión estipulados con el Partido Comunista, en base a los cuales el PC se abstenía de presentar candidaturas a cambio del apoyo de la Concertación en 7 comunas, han suscitado muchas polémicas en el PDC y reacciones adversas de su base. La disponibilidad del PDC a una ampliación de la Concertación a las fuerzas de izquierda como el PC y a abanderar una Asamblea Constituyente, han sido estigmatizadas por la derecha como una capitulación al “chavismo”. En este contexto no puede excluirse la eventualidad de escisiones en el PDC y que su crisis pueda profundizar la crisis del PS, se vaya o no a una Concertación ampliada.

Socorriendo a un moribundo

El Partido Comunista ha demostrado también en estos comicios de ser la fuerza política que a nivel nacional está más orgánicamente vinculada a las luchas obreras y estudiantiles de los últimos años. En Estación Central, región metropolitana de Santiago, presentaba a Camilo Ballesteros, ex dirigente de la FECH. En Calama, zona de importantes huelgas mineras en los últimos años, volvió al Concejo Municipal tras 20 años de ausencia eligiendo a dos candidatos entre los cuales está el presidente de la CUT provincial. Además arrebata Recoleta (Santiago) a la derecha, que será una de las 4 comunas gobernadas por el PC, la misma cantidad que en 2008 y 2004.

A partir de las municipales de 2008 la dirección del PC decidió proponer “pactos de omisión” a una Concertación ya en crisis (la escisión del MAS se produce en 2008) acorralada por movimientos estudiantiles y la desaprobación popular hacia Bachelet. Hasta 2008 el PC gobernaba ya en 4 comunas y había elegido 38 concejales. La política de pactos de omisión justificada por la dirección del partido con la avanzada de la derecha, trae resultados ambivalentes. El PC sufre un declino electoral que lo lleva a reducir del 50% su votación en las elecciones de 2009, alcanzando el punto más bajo (2%) de votos de los últimos 20 años pero, en virtud de estos acuerdos técnicos, elige por primera vez a 3 diputados y 102 concejales en todo el país junto a Izquierda Cristiana.

Con estos resultados las tendencias institucionalistas del partido que empujan hacia una alianza de gobierno con la Concertación se ven objetivamente fortalecidas. Inmediatamente después del voto, los dirigentes del PC se apresuraban a pedir una discusión programática a la Concertación para enfrentar con un plan de gobierno a la derecha en las próximas elecciones nacionales.

El fracaso de los pactos de omisión

Al neto de las abstenciones los verdaderos vencedores de estas elecciones han sido aquellos partidos –Progresista, MAS e incluso en cierta medida el Partido Radical Social Demócrata (PRSD)– que han hecho de la ruptura con y de la Concertación un programa político y que por lo tanto son percibidos como alternativas de izquierda más coherentes. Al proponerse como bisagra entre la Concertación y estos partidos –en su mayoría indisponibles al momento a pactar con la Concertación– el PC se deja aplastar entre estas fuerzas sacrificando su enraizamiento social. Cuando este enraizamiento social es la única arma para derrotar a la derecha y las políticas de derecha que vienen desde la Concertación, cuyo único interés es debilitar a la izquierda.

Desde el punto de vista exclusivamente electoral los pactos de omisión obtienen el único efecto de desorientar a las bases y alejarla del partido. Estos pactos sin ninguna visión de clase, solo electoralista, no logran sumar los votos de la Concertación al voto comunista, dispersando a los dos y, donde la situación es más avanzada, son resistidos por las bases. En las 7 comunas donde el PC presentaba candidatos apoyados por la Concertación, el voto sumado de las dos fuerzas fue de 108 mil votantes en las municipales de 2008. Sin embargo en estas elecciones se consiguen solo 71 mil votos. 

En Estación Central, cómplice la debacle electoral de la derecha y una campaña que veía en primera fila a todos los principales ex dirigentes de la FECH como Camilo Ballesteros (candidato a alcalde) y Camila Vallejo, el PC llega a pocos miles de votos de una histórica elección. Sin embargo los 20 mil votos de Ballesteros son solo 2 mil más de los que obtuvo el PC en 2008, y estos 2 mil están muy lejos de los 12 mil votos que obtuvo la Concertación en 2008. En Calama, el otro caso citado, el electorado comunista no vota para el candidato democratacristiano de la Concertación, sino para el candidato del Partido Progresista que gana la comuna. Hechos similares ocurren en todas las demás comunas en cuestión, excepto Recoleta.

¡Por un frente de izquierdas y un programa socialista!

Si el PC elige ser muleta de la Concertación en nombre de una “alternativa democrática” se condena a la misma crisis y posibilita una recuperación de la derecha. Los pactos de omisión podían hacerse pero con una perspectiva leninista y de clase: renunciar a candidaturas solo donde, como en Coihaique, se presentaban candidatos socialistas que eran expresión de movimientos sociales y de la clase trabajadora. En ningún caso frente a candidatos del PDC, a los cuales se debía oponer candidaturas comunistas. La perspectiva no puede ser de ampliar a la Concertación sino de acelerar su descomposición, ofreciendo a la base socialista una alternativa.

Las concesiones que hace el PDC a una alianza de gobierno con el PC sirven solo a debilitarlo y debilitar las luchas sociales, encauzándolas en un marco en que puedan ser puesta bajo control y dando a un posible gobierno de la Concertación la necesaria cobertura a la izquierda. Un PC que más se aproxima a la Concertación, más pierde votos. No es un partido que pueda mover a la izquierda el eje de la Concertación, admitiendo que esto sea posible.

El espacio para derrotar a la derecha y las políticas de derecha está fuera del esquema binominal como demuestran de alguna manera los resultados del Partido Progresista, de varias listas independientes y del MAS. Está en el amplio abstencionismo activo que viene de luchas sociales y hoy no se reconoce en los partidos. Este espacio solo puede ser conquistado planteando un frente de izquierdas basado en una amplia participación de las bases y un programa de gobierno para la re-nacionalización de toda la minería, una educación, salud, vivienda realmente públicas y gratuitas, un código laboral que fortalezca la organización sindical, la abrogación de todas las leyes resabio de la dictadura etc.

Desde el punto de vista de la juventud, si bien el elevado abstencionismo puede ser motivo de satisfacción ahora, no resuelve ningún problema, más bien los complica educando a la anti política y al sectorialismo. La derecha es todavía mayoría relativa en el país y la hipótesis de un gobierno de Concertación ampliada al PC generaría muchos obstáculos al movimiento. Solo abanderando la propuesta de un frente de izquierdas basado en un programa socialista y, con la autoridad ganada en las luchas de estos años, desafiando a los partidos en este terreno, los jóvenes encontrarán el camino hacia las amplias masas trabajadoras y serán realmente un factor determinante de la revolución chilena.