Segunda parte de la contribución de los marxistas de SYRIZA a la discusión sobre qué programa necesita adoptar el partido para poner fin a las draconianas medidas de austeridad impuestas a los trabajadores griegos y a los jóvenes, en la perspectiva de una próxima llegada al gobierno de Grecia.
[Leer parte I: Grecia: Diez puntos programáticos para un gobierno de izquierda. Nuestra propuesta (Primera parte)]
El punto muerto del capitalismo griego ha asumido proporciones terroríficas para las masas trabajadoras. La recesión es cada vez más profunda, los ingresos fiscales están colapsando, el ejército de pobres y desempleados está aumentando y los fondos de pensiones dentro de poco ya no serán capaces de proporcionar las pensiones. En estas circunstancias dramáticas, la clase obrera y los pobres, que han librado duras batallas en los dos últimos años y radicalizado su conciencia política, colocan ahora sus esperanzas en SYRIZA y en un Gobierno de izquierda para su supervivencia.
E) ¡Un Gobierno de izquierda tiene que ser un gobierno revolucionario!
Al Gobierno de izquierda no le espera una vía reformista, tranquila y pacífica, como pueden imaginar los reformistas. Desde su primer día en el gobierno, se enfrentarán con la perspectiva inmediata de una guerra despiadada por parte de capitalistas extranjeros y locales.
La Troika no va a tolerar grandes cambios. Tal vez ofrezcan un plazo muy corto al Gobierno, junto con algunos cambios en los términos del Memorándum, pero sólo con la idea de persuadir al Gobierno para que ceda y traicione sus lemas de campaña.
No hay el menor margen para una renegociación sustancial del Memorándum. La razón de esto es que si la Troika decidiera suspender la aplicación del Memorándum, entonces estarían enviando un mensaje a todo el mundo de que la elección de un Gobierno de izquierda puede poner freno a los planes de austeridad salvaje aplicados en toda Europa y en el mundo en nombre de la enorme deuda de los Estados. Esto llevaría directamente a un tumultuoso giro a la izquierda por parte de las masas en un país tras otro.
Desde su punto de vista, la clase dirigente griega no aceptará dar marcha atrás a todo lo obtenido con los Memorándum en los dos últimos años, concretamente, la abolición de los convenios colectivos, las reducciones salariales, la inmunidad total en las relaciones laborales, las exenciones fiscales, etc.
Cualquier intento inicial por parte del Gobierno de izquierda de ser fiel a su compromiso electoral para derogar las medidas de los Memorándum provocaría una ofensiva por parte de la Troika y de los capitalistas griegos, ejerciendo una presión asfixiante económica, política y diplomática.
Esta ofensiva conduciría inevitablemente a la suspensión de nuevos pagos de los préstamos de la Troika a Grecia y, por supuesto, “congelaría” cualquier flujo de dinero de la UE a Grecia (tales como el Marco de Referencia Estratégico Nacional –MENR–, las promesas de financiación de “grandes proyectos de desarrollo”, etc.), ya que los capitalistas europeos no financiarán un Gobierno que legisla contra sus intereses.
Tal reacción incentivaría al nuevo Gobierno a dejar de pagar la “deuda” y plantear la cuestión, tarde o temprano, de una nueva moneda nacional. Por tanto, la profundización de la recesión y la crisis capitalista internacional y europea empujarán a Grecia fuera del Euro y se acelerará por consideraciones políticas. Esto se impondrá por la necesidad de atacar a la Izquierda en Grecia e internacionalmente y culparla de ser la responsable de un retorno a la moneda local y de la catástrofe económica que se avecina.
La clase gobernante griega y las grandes empresas extranjeras presentes en Grecia se aliarán e intensificarán un sabotaje económico si el líder de SYRIZA insiste en sus compromisos electorales. Las grandes compañías extranjeras y griegas suspenderán sus operaciones. Intentarán evadir grandes cantidades de capital fuera del país. Cualquier intento del Gobierno de izquierda, como se anunció, por controlar el sistema bancario se combatirá probablemente con una gran y repentina retirada de capital. La recesión se profundizaría bruscamente y se derrumbarían los ingresos del Gobierno. Una capa corrupta de los altos funcionarios sabotearía los intentos de aplicar la ‘reforma de la administración pública’, demostrando que el aparato del Estado burgués, esto es, la policía, el ejército, los tribunales, la burocracia, no se puede convertir en su opuesto.
Sin embargo, la clase dirigente griega no se detendría aquí. Mientras los medios de comunicación sean dejados por el Gobierno de la izquierda en manos del sector privado, se creará un clima de histeria y terror contra la izquierda y contra SYRIZA. Mientras tanto, el ejército y la policía –los brazos armados del Estado– prepararán el terreno para conspiraciones y provocaciones contra el gobierno de toda clase. En estas condiciones y circunstancias, Amanecer Dorado y otros grupos fascistas paramilitares juegan un papel particularmente útil para la clase dirigente. Estas bandas paraestatales desencadenarán una poderosa ola de violencia contra los inmigrantes a fin de crear una atmósfera de odio racial y participar en actos de terror contra los activistas de la izquierda y del movimiento obrero.
Todo esto revela en efecto que la entrada de un Gobierno de izquierda será percibida por la clase dirigente como un acto revolucionario de alto riesgo, incluso si las intenciones declaradas públicamente por el líder de SYRIZA no son realmente revolucionarias ¿Cómo debería enfrentarse un Gobierno de izquierda a este esperado y furioso contraataque de la reacción burguesa?
Sería desastroso responder con pasividad política y sumisión o tener cualquier tipo de ilusiones en la capacidad de los depredadores capitalistas, y sus defensores armados, para respetar la legitimidad democrática. Sólo podría conducir a cansar y frustrar a las masas que se han unido alrededor de SYRIZA y allanar el camino para una ofensiva política de la clase dominante para aplastar al movimiento obrero y a la izquierda.
La clase gobernante griega ha demostrado, históricamente, que puede convertirse en extremadamente violenta si su poder se ve amenazado. Si el Gobierno de izquierda no logra tomar el poder en sus manos, poniendo el control en manos de la clase obrera organizada, entonces, en el siguiente período, el país se verá empujado inevitablemente hacia una dirección autoritaria y hacia regímenes abiertamente bonapartistas. [1]
¡En lugar de tomar este camino peligroso y condenado a fracasar de ‘reforma gradual’ del capitalismo, un Gobierno de izquierda tendría la obligación de convertirse en un gobierno revolucionario!
En las circunstancias actuales, esto significa que el Gobierno tendría que hacer un llamamiento al pueblo para movilizarse y organizarse en cada barrio y lugar de trabajo, para luchar contra el sabotaje inevitable y de todo tipo de la clase dirigente. Tendrían que organizar asambleas en cada barrio y lugar de trabajo para elegir comités de lucha coordinados en las ciudades y a escala nacional y también crear grupos de auto-defensa contra la violencia del aparato del Estado y de las bandas paraestatales fascistas, coordinadas de la misma manera en las ciudades y a nivel nacional.
Al mismo tiempo, SYRIZA debería organizarse inmediatamente como un partido de masas que unifique a las secciones más avanzadas y militantes de la clase trabajadora y la juventud. A través de un sistema de democracia interna y que permita el derecho a expresión de las diferentes tendencias, el nuevo partido debería debatir y decidir sobre el adecuado programa político del Gobierno y sobre las acciones a seguir, con la participación del conjunto de los trabajadores, alentando con ello a participar activamente en el ejercicio del poder y ejercer el control permanente de un gobierno democrático.
Este Gobierno de izquierda y SYRIZA estarán sometidos a una tremenda presión para capitular ante la voluntad de la Troika. El mejor aliado contra estas presiones es la solidaridad de la clase trabajadora europea e internacional. A través de un llamamiento conjunto y constante por parte del Gobierno de izquierda, SYRIZA debería buscar la movilización activa de los trabajadores y los jóvenes en toda Europa, con el objetivo de derrotar la guerra de múltiples caras del capital internacional contra la clase trabajadora griega.
Sobre todo, el Gobierno de izquierda debería dotarse de un programa político y económico adecuado. No necesitamos ningún “plan B” secreto, que sea aplicado si falla el intento, supuestamente –y ya condenado al fracaso– de renegociación de las condiciones de préstamo. Esto sería una estrategia desastrosa para el movimiento que, desprevenido, sería arrastrado a la arena de la reacción burguesa. Ahora necesitamos un programa abierto y público que convenza a los trabajadores de que vale la pena luchar activamente para que sea aplicado.
El antiguo programa mínimo de reformas está muerto. En la profunda e histórica crisis actual del capitalismo, especialmente en las condiciones del capitalismo griego, el “eslabón débil” del capital europeo, cualquier intento de aplicar incluso la más modesta de las reformas, como una moratoria de los Memorándums, provocará, como ya se ha explicado, una guerra implacable por parte del capital local y extranjero.
La respuesta a esta guerra, claramente, sólo puede ser una: la aplicación de un plan para establecer lo antes posible una economía planificada y centralizada democráticamente, nacionalizar las grandes palancas de la economía para reemplazar al capitalismo griego ya obsoleto ¡Esta es la única manera de recuperar unas condiciones de vida decentes para los trabajadores y de encontrar trabajo y dignidad para los cientos de miles de desempleados!
F) Un único camino hacia una economía planificada y nacionalizada democráticamente
El propósito de una economía planificada y nacionalizada democráticamente, es garantizar el trabajo decente y las condiciones de vida para todos los trabajadores. El “sacrosanto libre mercado”, es decir, la irresponsabilidad de las grandes empresas frente al conjunto de la clase obrera y de las capas pobres de la pequeña burguesía urbana, tiene que ser derrocado con el fin de defender a los millones de trabajadores que están siendo empujados diariamente por el capitalismo a los límites de la pobreza extrema.
La economía griega funcionaría, de este modo, sobre las bases de un plan económico coherente, con la participación activa y el continuo control democrático de las masas trabajadoras, tanto en cuestiones económicas locales como a nivel nacional. Los bancos privados serían nacionalizados e integrados en un único banco central del Estado –una fuente de financiación de desarrollo económico. Las grandes industrias en todos los sectores serían expropiadas y transformadas en propiedad social. También podrían ser expropiadas las grandes explotaciones agrícolas y ganaderas, conforme a un plan agrícola y ganadero y basado en satisfacer las necesidades de alimentos de la sociedad griega.
El transporte, las infraestructuras, las telecomunicaciones, la energía, el agua y las riquezas minerales se nacionalizarían y centralizarían. El comercio exterior se convertiría en monopolio del Estado y se utilizaría en armonía con las necesidades sociales, mediante el cual, las importaciones y exportaciones se basarían en las necesidades sociales reales de la sociedad y servirían para desarrollar la capacidad productiva de la economía.
Las grandes distribuidoras serían expropiadas y reemplazadas por una red de distribución nacionalizada, controlada democráticamente por las organizaciones de consumidores de los trabajadores. La educación, la sanidad, la Seguridad Social y el Bienestar Social podrían ser nacionalizados y se prohibiría cualquier actividad especulativa en estas áreas. Se incentivaría a las pequeñas empresas y a los trabajadores autónomos para que se unieran en grandes entidades económicas, basadas en un plan para su gradual asimilación en el sector nacionalizado constantemente en desarrollo de la economía.
Una economía planificada y nacionalizada pondría en práctica lo que es ahora socialmente necesario y vital pero no realizado hasta ahora porque carece de rentabilidad para los capitalistas que controlan la economía. Ello incluiría a todos los trabajadores desempleados, se reduciría la semana laboral para todo el mundo, según fuese necesario para generar el número necesario de nuevos puestos de trabajo. Se utilizaría el potencial creativo y productivo de cientos de miles de trabajadores condenados permanentemente a la inactividad por el capitalismo y se daría lugar a un crecimiento sin precedentes de la economía en unos años.
Sólo el establecimiento de una economía planificada y nacionalizada puede eliminar los factores que conducen a las crisis capitalistas, a saber, la anarquía de la producción y la producción basada en la obtención de beneficios privados. Con una planificación centralizada sería posible realizar las inversiones necesarias en la producción social. Por primera vez, no sólo sería posible configurar un plan coordinado para resolver los graves problemas ambientales creados por el lucro anárquico y despiadado del capitalismo, sino también establecer un desarrollo económico que respete el medio ambiente.
Con la planificación centralizada de la economía, se pueden crear las condiciones para una utilización mejor y un desarrollo más rápido de la tecnología, aumentando enormemente la productividad laboral. El aumento de la productividad permitiría reducir aún más las horas de trabajo, lo que dejaría más tiempo a los trabajadores para participar activamente en la planificación y ejecución de la economía, educarse y también tener más tiempo para descansar y disfrutar de los frutos de su trabajo.
Una economía planificada no es un invento marxista utópico. La experiencia histórica del siglo XX ha demostrado su superioridad en comparación con el capitalismo. Fue una economía centralizada y planificada la que sacó del atraso semi-colonial o colonial a la URSS, China, Europa del Este y Cuba, asegurando un fuerte crecimiento económico y un nivel de vida para su pueblo imposible bajo el capitalismo. El caso más característico es el de la antigua Unión Soviética, donde durante el largo período que va desde la Revolución de Octubre hasta mediados de 1960, la producción industrial se multiplicó por 52 mientras que en el mismo período en los Estados Unidos el aumento fue de sólo 6 veces y el de Gran Bretaña sólo de dos (Ted Grant, Rusia: de la revolución a contrarrevolución).
Sin embargo, también debemos tener en cuenta al mismo tiempo el lado negativo de la experiencia histórica de lo que fueron los Estados obreros burocráticamente deformados. La experiencia ha demostrado que una economía planificada no puede funcionar eficazmente sin el oxígeno de la democracia de los trabajadores. Con el fin de construir una economía basada en el tipo y la cantidad de bienes y servicios que la sociedad necesita y puede absorber, la única manera es que la clase trabajadora, que es la que tiene el contacto directo con la producción, y también con el consumo, mantenga el control.
Una economía de tal rapidez en su crecimiento y gran número de unidades productivas, hace las tareas cada vez más complicadas y complejas y, por lo tanto, no puede llevarse a cabo por parte de una pequeña élite de gestores al margen de todo control. El resultado inevitable es la mala gestión, la corrupción y la baja calidad de las mercancías, como ya se vio en el caso de la URSS burocráticamente deformada y en otros regímenes estalinistas de este tipo en el siglo XX.
La inigualable y auténtica tradición política revolucionaria de los primeros años de la Revolución de Octubre nos dio una visión muy clara de cómo funciona una economía planificada democráticamente, mucho antes del desarrollo de la burocracia soviética y del estalinismo. La decisión de la Conferencia de los Soviets de fábricas rusas de 1917, retomando la recomendación formulada por la delegación del partido bolchevique, declaró sobre este tema:
“… La vida económica del país –en agricultura, industria, comercio y transporte– debe estar subordinada a un plan que será determinado con el fin de satisfacer las necesidades personales y económicas de las masas, que será ratificado por los representantes elegidos y estará bajo la dirección de estos agentes a través de sus representantes estatales e instituciones locales gubernamentales responsables de aplicar el plan.
“Parte del plan para poner la economía agrícola bajo el control de las organizaciones de los campesinos y trabajadores agrícolas y la parte relacionada con las empresas que utilizan trabajo asalariado –en la industria, el comercio y el transporte– se realizará bajo el control de los trabajadores, cuyos miembros reales están dentro de la empresa, la fábrica y los sindicatos.
“La unificación de los comités de fábrica de varias compañías deberá establecerse por sectores para facilitar el control de cada rama de la industria en su conjunto y para la coordinación del trabajo con el plan económico general y la distribución lógica de pedidos de materiales, combustible, especialistas y mano de obra, así como para facilitar la acción conjunta con los sindicatos profesionales que se organizan en áreas de producción. Los consejos generales de los sindicatos profesionales y comités de fábrica, que representan al proletariado en el Estado y las instituciones locales en la formulación y ejecución del plan económico y la organización de intercambios entre las ciudades y los pueblos, tienen su más alta dirección en los comités de fábrica y sindicatos profesionales para el control de los trabajadores de cualquier lugar en la cuestión de las normas de disciplina vigentes en el trabajo en el proceso de producción, aprobado por la Asamblea General de los trabajadores…”. [De la colección de ensayos: Temas clave del movimiento laboral, Xekinima , 1983]
Una economía planificada nacionalizada es la base para la construcción de una sociedad socialista desarrollada, que según el marxismo conducirá a una sociedad de sobreabundancia, donde desaparecerán los antagonismos de clase y, con ellos, el Estado abandonará también su etapa histórica. Pero la experiencia histórica ha demostrado que es poco realista creer que se puede construir esta sociedad sin la combinación de las fuerzas productivas de muchos países económicamente desarrollados. Una economía planificada nacionalizada no puede garantizar el alto crecimiento sostenido y la prosperidad si queda confinada dentro de las fronteras de un solo país.
Especialmente en un país capitalista productivo pequeño y débil como Grecia, lo mejor que podría alcanzar una economía nacionalizada planificada, confinada dentro de sus fronteras nacionales, sería garantizar una vida cómoda y digna para las masas trabajadoras, sin la explotación y los niveles de desigualdad del capitalismo. Sin embargo, estos progresos sociales, particularmente en las primeras etapas de establecimiento del nuevo modelo económico, inevitablemente se combinarían con el surgimiento de la escasez, no sólo de bienes tecnológicos, maquinaria y accesorios, sino también de materias primas, combustibles e, incluso, algunos bienes básicos, tales como medicamentos y material médico, incluyendo alimentos específicos. Sería así debido a las grandes distorsiones que heredaría la economía griega del capitalismo y también debido a la guerra furiosa que el capital local y extranjero podría desatar contra el país.
Por lo tanto, una Grecia revolucionaria necesitaría, desde el primer día, la asistencia financiera y técnica de los países más adelantados. Esto significa que los trabajadores griegos deben comprometerse a luchar con una perspectiva internacionalista. La Revolución Socialista tendría que extenderse tan pronto como fuera posible a la arena internacional y conducir a la creación de economías planificadas, nacionalizadas en toda Europa. Esta es la única manera en que los trabajadores de Europa serían capaces de ofrecer una asistencia internacional sincera y múltiple para que Grecia cubra las principales fallas productivas de la economía.
Se trata de un desarrollo histórico perfectamente posible más que la utopía de “exportar” algún tipo de paradigma revolucionario. La lucha por el derrocamiento del capitalismo en una época de profunda crisis histórica no puede limitarse a las fronteras de un país. Puesto que la austeridad draconiana y el ataque a los derechos laborales son la regla hoy en día, la solidaridad internacional con el potencial revolucionario de Grecia avivaría la lucha contra el capitalismo en un país tras otro.
En Europa la clase obrera representa la gran mayoría de la población y cuenta con poderosas organizaciones. La Grecia revolucionaria no quedaría por mucho tiempo aislada. Los Estados Unidos Socialistas de Europa, a través de la lucha revolucionaria de la clase trabajadora europea, puede y debe convertirse en la nueva realidad que reemplace a la actual y bárbara UE capitalista.
G) ¿Qué pasará con la Unión Europea y el euro?
La camarilla burguesa que dirige la UE conforme a los intereses de los grandes bancos y empresas multinacionales europeas no puede permitirse ver un Gobierno de izquierda que cancela los Memorándum. Además, no puede tolerar ni siquiera la sugerencia de un proyecto de establecimiento de una economía nacionalizada, planificada en Grecia. Un programa de esas características entra en conflicto con la estructura de la UE, que está construida de acuerdo a los intereses de las grandes empresas europeas. Está en marcado contraste con el espíritu y letra de los actos fundadores, tratados, normas y acuerdos formales de la UE, que defienden el capitalismo y el “libre mercado”. La expulsión de Grecia del euro y de la UE debe considerarse tan inevitable como parte del intento del capital internacional por castigar al pueblo griego y al Gobierno de izquierda.
Para ganar esta guerra con la coalición reaccionaria del capital europeo, la lucha obrera de Grecia debe tener una perspectiva internacionalista. Debe inscribir en la bandera de su lucha el lema de los Estados Unidos Socialistas de Europa. Desde el primer momento en el Gobierno, la izquierda debe gritar este lema a toda Europa, organizar una activa campaña internacional con todos los medios a su disposición.
Inevitablemente, la adopción de una nueva moneda por el nuevo Gobierno, que podría entrar en circulación una vez derrocado el capitalismo griego después de la expulsión de Grecia de la Eurozona y de la UE, estaría acompañada por una campaña de descrédito en los mercados internacionales y sometería al país a altas presiones inflacionistas. Sin embargo, una economía centralizada y planificada democráticamente –especialmente si se vencen las maniobras contrarrevolucionarias y, al mismo tiempo, el proletariado de Europa y los Balcanes solidarizándose en la práctica con la Grecia revolucionaria, embarcándose en sus propias luchas revolucionarias– es la garantía, como ya se mencionó, para proporcionar un mínimo de condiciones de vida humana y tolerables a todos los trabajadores. Con la adopción de una nueva moneda, sin embargo, sería necesario disipar cualquier ilusión de perseguir un camino de “aislacionismo nacional”. Tendría que ser acompañado de un claro llamamiento a la creación de una nueva integración económica, socialista, verdaderamente incluyente y equitativa, alrededor de un nuevo euro, que representaría el poder de una economía nacionalizada a escala europea.
El camino hacia la prosperidad y la justicia social, el camino socialista, inevitablemente implica sacrificios. Nunca hubo en la historia de la humanidad ningún cambio progresista, revolucionario, político y social que hubiera tenido lugar sin sacrificios ¿Pero cuál es la otra “elección” frente a los trabajadores? Aceptar pasivamente la creciente barbarie capitalista, el interminable sacrificio de millones de desempleados y pobres, en pos de los beneficios de un puñado de parásitos capitalistas.
Hoy todas las condiciones objetivas existen para una revolución socialista, tanto, que los sacrificios de una posible victoria pueden resultar mínimos. La clase trabajadora es la mayoría social en la mayoría de los países del mundo. Tiene poderosas organizaciones de masas y está mucho más educada que nunca. Las comunicaciones modernas están tan altamente desarrolladas que los movimientos revolucionarios –como se vio, sobre todo, en el reciente estallido de la Revolución Árabe y la propagación del movimiento de los “indignados”– pueden extenderse desde una esquina del planeta a otra, en cuestión de horas. Una revolución victoriosa en un país sería suficiente para romper un eslabón en la “cadena” capitalista internacional, y convertir la chispa revolucionaria en un incendio que se extendería rápidamente en todo el mundo.
Trabajadores y jóvenes de Grecia, de toda raza y nacionalidad, nativos o inmigrantes, ¡Permitidnos unirnos en una lucha revolucionaria conjunta! Comenzando con la victoria de SYRIZA y la elección de un Gobierno de izquierda, en esta tierra donde la civilización humana dio algunos de sus primeros grandes saltos, ¡Concedednos el honor de encender la primera chispa de la revolución en Europa y convertirla en una llama de progreso que eliminará la oscuridad del capitalismo salvaje, la llama inextinguible del socialismo!