La crisis griega ha alcanzado el grado de situación pre-revolucionaria. El domingo 12 vimos la mayor manifestación en la historia de Grecia. Cientos de miles de personas se reunieron ante el Parlamento de Atenas para protestar contra el acuerdo reaccionario. Aquí estaba la verdadera cara del pueblo griego: trabajadores y estudiantes, jubilados y comerciantes, jóvenes y viejos. Todos salieron a las calles para expresar su rabia.
La represión estatal
Las protestas callejeras comenzaron en Atenas, pero de inmediato se extendieron a otras ciudades griegas, incluyendo Salónica, Patras, Rodas, Corfú y Creta. En Creta diez mil personas marcharon hacia el centro de Heraclion, donde ocuparon los estudios de televisión, coreando consignas.
El gobierno y las fuerzas del Estado reaccionaron con una violencia sin precedentes, atacando a los manifestantes con cargas policiales, granadas detonadoras y asfixiantes gases lacrimógenos. Los manifestantes se defendieron con bravura, lanzando los botes de gas lacrimógeno de vuelta a la policía y tirando piedras y cócteles molotov improvisados. No todos eran anarquistas, como los medios de comunicación afirmaron. Muchos de ellos eran jóvenes normales y corrientes, enfurecidos por la conducta provocadora de la policía, que incluso condujeron sus motos contra la multitud.
El ambiente era de furia. Las manifestaciones y las protestas se llevaron a cabo en diferentes ciudades y pueblos, acompañadas por la ocupación de ayuntamientos y edificios de los gobiernos regionales. La situación en las calles era insurreccional. En la noche del lunes 13, el día después de las grandes manifestaciones, la gente atacó las oficinas de un viceministro del PASOK en Patras, y una oficina de LAOS (el partido de derecha) en Agrinio.
Los 4.000 policías antidisturbios asaltaron brutalmente a los manifestantes en Atenas el domingo. Al final del día, el centro era como una zona de guerra. Las calles estaban cubiertas de vidrio y piedras. Alrededor de 45 personas resultaron heridas y algunos edificios en el centro de Atenas, incluyendo cafés y cines, fueron incendiados por las bombas de gasolina lanzadas por manifestantes enmascarados. Esto ha sido aprovechado por el Gobierno, que está tratando de justificar su apoyo al plan de austeridad, alegando que la alternativa es el “caos”.
Lucas Papademos, el no electo Primer Ministro, dijo al Parlamento: “El vandalismo y la destrucción no tienen cabida en una democracia y no serán tolerados. Hago un llamamiento al público para mostrar calma. En estos momentos cruciales, no podemos permitirnos el lujo de este tipo de protesta. Creo que todo el mundo es consciente de la gravedad de la situación”.
Estas declaraciones apestan a hipocresía. Es evidente que la violencia en las calles ha sido deliberadamente provocada por las fuerzas represivas del Estado, precisamente con el fin de crear un clima de miedo e inestabilidad. El propio Gobierno es responsable de esto.
El ministro de Finanzas, Evangelos Vénizelos, emitió un desesperado llamamiento de ayuda antes de la votación de la medianoche: “Tenemos que demostrar que los griegos, cuando son llamados a elegir entre lo malo y lo peor, eligen lo malo para evitar lo peor”.
Pero ninguna de las llamadas soluciones de la burguesía puede detener la caída. Grecia no puede pagar sus deudas. Ahora está pagando un 33% de interés sobre los préstamos extranjeros. Esto significa que ha entrado en una espiral descendente, un proceso imparable en el que la causa se convierte en efecto y el efecto en causa: más recortes se traducirán en una crisis más profunda, más desempleo y niveles de vida más bajos.
Esto, a su vez, significa menos impuestos y un mayor déficit público, que sólo puede ser cubierto por nuevos rescates, lo que conducirá a nuevas exigencias de recortes, y así sucesivamente. Es como caer en un Agujero Negro del cual nada puede escapar –ni siquiera los rayos de luz–.
La crisis política
En un discurso televisado a la nación la noche del sábado, el Primer Ministro Papademos precisó el costo de rechazar el paquete. Dijo que sería “lanzar al país a una desastrosa aventura” y “crear condiciones de caos económico y explosión social descontrolada”.
Y agregó: “El país se vería arrastrado a una vorágine de recesión, inestabilidad, desempleo y miseria prolongada y esto tarde o temprano, sacaría al país del euro”.
Todo esto es probablemente cierto, pero no sirvió para convencer al pueblo griego de que se corte su propia garganta con el fin de que no sean otros los que lleven a cabo dicha operación dolorosa.
Hay una oposición masiva al plan de austeridad. Según las encuestas de opinión, el 90% de la gente se opone a él. A pesar de ello, el gabinete griego aprobó el paquete el viernes 10, pero sólo después de que seis miembros hubieran renunciado.
LAOS, el pequeño partido nacionalista de derechas encabezado por Giorgios Karatzaferis, retiró su apoyo, pero con los dos principales partidos continuando su respaldo a las draconianas medidas, el primer ministro, Lucas Papademos, preveía ganar la aprobación parlamentaria.
Al final, todos los partidos de la coalición se han escindido y se encuentran en crisis. Veintidós diputados fueron expulsados del PASOK por votar en contra del plan, y otros nueve que se abstuvieron han sido sancionados. Veintiún diputados fueron expulsados del partido conservador Nueva Democracia, ND. El segundo grupo más numeroso en el Parlamento lo componen ahora los 64 miembros expulsados “independientes”.
¿Qué demuestra todo esto? Solamente que este Parlamento desacreditado no representa al pueblo. Las encuestas muestran fuertes caídas en el apoyo tanto para el PASOK como para Nueva Democracia. El apoyo al PASOK, incluso antes de la votación del domingo, era sólo del 8 al 9%. Ahora habrá caído aún más.
- Papadimos, primer ministro, pide apoyo legislativo a los recortes
Nada ha sido resuelto por esta votación. El Gobierno todavía tiene que cumplir con las duras condiciones vinculadas al préstamo y debe cumplir con la fecha límite de este viernes 17 para llegar a un acuerdo con los tenedores de bonos y devolver un bono pendiente de 14.400 millones de euros para la fecha límite del 20 de marzo.
Todo comentarista serio da por hecho que al final Grecia se verá obligada a abandonar la zona del euro –y, probablemente, la Unión Europea–. Los planes de contingencia para el retorno al dracma ya se han elaborado en Atenas, Berlín y Bruselas. Es sólo una cuestión de tiempo.
Las cifras revisadas para el año 2011 muestran que la economía se contrajo un 6,8%, más de lo que se pensaba al principio, un 7% en el último trimestre de 2011 en términos anualizados.
Incluso si todas las disposiciones del último plan de austeridad se aplicaran, no van a resolver el déficit. Las previsiones iniciales eran que estas medidas reducirían el déficit, del 160% del PIB (el nivel actual) a (un todavía muy alto) 120%. Sin embargo, los cálculos más recientes indican que incluso si el plan se lleva a cabo (lo cual es improbable), el déficit aún se situaría en el 136% en el año 2020.
A pesar de ello, los jefes de la UE, liderados por Angela Merkel, siguen siendo implacables. Incluso los profundos recortes acordados por el gobierno de Atenas no les satisface. El Ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, declaró en una entrevista al periódico Welt am Sonntag: “Las promesas de Grecia ya no son suficientes para nosotros”.
Y agregó: “Grecia necesita hacer sus propios deberes para volverse competitiva, sea en conjunción con un nuevo programa de rescate o por otro camino que en realidad no deseamos tomar”.
Los líderes de Alemania no aceptan las últimas medidas como buena moneda. Ellos quieren un acuerdo firmado por los partidos del gobierno de que estas medidas se llevarán a cabo independientemente de los resultados de las elecciones que se han convocado para abril. Ellos también quieren que parte del dinero del rescate se deposite en un fondo especial fuera del control de Grecia, de manera que los acreedores sean pagados primero y, sólo si después queda dinero, el Estado pueda gastarlo.
También exigen que los griegos realicen unos recortes adicionales de 325 millones de euros. Berlín también está exigiendo una mayor clarificación sobre cómo Grecia reducirá sus costos laborales en un 15%. En otras palabras, quieren exprimir sangre de una piedra.
Estas amistosas intervenciones alemanas no hicieron nada para ayudar al Sr. Papademos, cuyo gobierno es ahora como un buque zozobrando contra rocas en alta mar. La infame Troika quería que su Gobierno durara hasta el final de este año.Pero ya está haciendo aguas por todos los lados.
Al igual que todos los planes de los líderes de la UE, la coalición de “unidad nacional” está llegando a un desenlace rápido. La burguesía ya no controla los acontecimientos. Más bien, los eventos los controlan a ellos.
Las nuevas elecciones tendrán que ser convocadas en abril. No sabemos quién va a ganar, pero sí podemos decir quién va a perder. Hay un estado de ánimo airado dirigido contra todos los partidos de la coalición actual. Todos los partidos están en crisis. Las elecciones, en el mejor de los casos, producirán otro gobierno de coalición débil a favor de la austeridad, probablemente encabezado por el conservador ND. Esto no va a resolver nada y va a dar lugar a más agitación. Una coalición inestable tras otra caerá.
Una situación prerrevolucionaria
Lenin señaló hace mucho tiempo que hay cuatro condiciones para una situación revolucionaria: 1) la clase dominante debe estar dividida y en crisis, 2) la clase media debería estar vacilando entre la burguesía y la clase obrera, 3) las masas deberían estar dispuestas a luchar y hacer los mayores sacrificios para tomar el poder y 4) un partido y una dirección revolucionaria que esté dispuesta a dirigir a la clase obrera a la conquista del poder.
En Grecia, en la actualidad, todos estos factores están presentes, excepto el último. La clase dominante griega está en crisis. No tiene soluciones al actual callejón sin salida. Sus principales figuras son una imagen de la impotencia y la indecisión. Están siendo molidos entre dos piedras de molino gigantescas: por un lado, la presión despiadada del capital internacional, por el otro, la feroz resistencia de las masas.
La crisis de la clase dominante se refleja en las crisis y escisiones en cada uno de los partidos gubernamentales. Ya han sido expulsados más de cuarenta parlamentarios por no votar por el plan de austeridad. Sin embargo, las medidas disciplinarias no van a resolver nada. Es como tapar con papel de empapelar las grietas de una pared causadas por un masivo movimiento sísmico de las placas tectónicas. El actual gobierno carece de toda legitimidad ante los ojos de las masas. Se trata de un gobierno de los banqueros que nunca fue elegido por nadie.
El odio hacia los banqueros y los ricos en general es universal. El estado de ánimo general de rebelión se ha extendido a las clases medias que han visto su nivel de vida reducido: las pequeñas empresas que han sido empujadas a la bancarrota; los funcionarios públicos que han perdido sus puestos de trabajo; los taxistas que se enfrentan a la ruina… No es cierto que la clase media esté vacilante entre la burguesía y el proletariado. La clase media griega se ha visto obligada por cruel necesidad a tomar el camino de la revolución.
¿Qué pasa con la clase obrera? Durante los últimos dos años, el proletariado de Grecia ha mostrado una enorme combatividad y determinación. Ha habido 17 huelgas generales y numerosas manifestaciones y protestas masivas de todo tipo. Hay que preguntarse: ¿Qué más podemos exigir de la clase obrera? ¿Qué más podemos esperar?
Es cierto que la huelga general de 48 horas convocada por los dirigentes sindicales la semana pasada no fue un gran éxito. ¿Acaso esto indica que el estado de ánimo de la clase obrera se está enfriando? ¿Significa que las masas se han reconciliado con lo inevitable, y que la burguesía ha logrado restablecer el equilibrio necesario? Por el contrario, el viejo equilibrio político y social ha sido completamente destruido en Grecia. No va a ser restablecido fácilmente o rápidamente.
¿Cómo se puede explicar la disminución de la respuesta a la convocatoria de una huelga general de 48 horas? La contestación es muy simple: los trabajadores griegos han entendido que las huelgas de uno o dos días no resuelven nada. Hay ciertas situaciones en que las huelgas y manifestaciones masivas pueden obligar a un gobierno a cambiar sus políticas. Pero esta no es una de ellas.
La crisis es demasiado profunda para que le permita a la burguesía cualquier margen de maniobra. No van a abandonar el curso tomado que, en cualquier caso, está siendo dictado desde Berlín y Bruselas.
Los dirigentes sindicales en Grecia –al igual que sus homólogos de otros países– no entienden la gravedad de la situación. A pesar de que se consideran a sí mismos como realistas supremos, en realidad son los más ciegos de los ciegos. Están viviendo en un pasado que ya ha retrocedido a las brumas de la historia.
Los dirigentes sindicales se imaginaron que, con una pequeña muestra de oposición, podrían persuadir a la burguesía para llegar a algunos compromisos con ellos. “Después de todo, nosotros somos moderados, no revolucionarios”. Pero en lugar de compromisos, todo lo que reciben es una patada en los dientes.
La verdad es que los dirigentes sindicales utilizaron la táctica de un día de huelga general como una manera conveniente de permitir desahogarse a las masas. Una huelga general de un día en realidad es sólo una manifestación. Puede ser útil en la movilización de la clase, atrayendo incluso a las capas más atrasadas e inertes. En las calles, los trabajadores sienten su poder colectivo y crece su confianza.
Ese es el lado positivo de una huelga general de un día. Pero si lo mismo se repite sin cesar, sin mostrar ningún resultado concreto, los trabajadores se cansan de ella. Pueden ver que todas estas huelgas les han supuesto perder mucho dinero, pero no han logrado su objetivo. Llegan a la conclusión de que se requiere alguna forma de acción más fuerte. Pero, ¿Qué tipo de acción es esa?
Aquí la cuestión de la dirección adquiere una importancia candente. Puros métodos sindicales no pueden resolver el problema, porque la naturaleza del problema no es sindical sino política. Se trata de una cuestión de clase contra clase, de trabajadores contra jefes, ricos contra pobres: en última instancia, se trata del poder del Estado.
La táctica de las huelgas generales de uno o dos días se ha agotado por completo. La única posibilidad ahora es la de una Huelga General Indefinida para derrocar al Gobierno. Pero una Huelga General Indefinida ya no es una manifestación. Plantea a quemarropa la cuestión de ¿Quién es el dueño de la casa? ¿Quién gobierna: usted o nosotros? En otras palabras, se plantea la cuestión del poder.
Ninguno de los actuales dirigentes de la izquierda está dispuesto a plantearse esta cuestión. Tienen miedo de explicar a la gente de Grecia lo que necesita saber: que no hay solución a los problemas de Grecia siempre y cuando el poder esté en manos de un puñado de ricos parásitos: los banqueros, los capitalistas, los terratenientes y los magnates navieros.
No es posible curar el cáncer con una aspirina. Lo que se necesita es un genuino gobierno de izquierda, un gobierno obrero que esté dispuesto a expropiar a los banqueros y a los grandes capitalistas –tanto griegos como extranjeros– e introducir una economía nacionalizada y planificada, bajo el control democrático y la administración de la clase obrera.
Con el fin de liberar a la economía griega del dominio del capital extranjero, todas las deudas deben ser repudiadas y debería haber un monopolio estatal del comercio exterior. Se deben tomar medidas drásticas revolucionarias contra los especuladores y las personas que envían su riqueza al extranjero.
Estas son las condiciones previas, sin las cuales no hay solución posible. Sin embargo, incluso estas medidas no serán suficientes. Bajo condiciones modernas, ningún país puede salvarse en base a líneas puramente nacionales. El socialismo en un solo país es una utopía reaccionaria, como la experiencia de la URSS y China muestran claramente. Una Grecia socialista debería hacer un llamamiento a los trabajadores de Europa a seguir su ejemplo: sacudirse el yugo del capital y unirse en una Federación Socialista Europea, construida sobre los cimientos sólidos de la igualdad y la solidaridad.
Lo único que se interpone entre la clase obrera y el poder es la falta de dirección. Las encuestas de opinión indican que los partidos de izquierda (Synaspismos, el KKE y la Izquierda Democrática) tienen más del 40%. Esto demuestra que la clase obrera está mirando a la izquierda para resolver sus problemas. Pero las tácticas sectarias les impiden unirse en la acción. El KKE se niega a colaborar con otros partidos de izquierda. Incluso convocaron una manifestación el domingo por separado.
Eso es un error fatal ¡La clase obrera exige una acción conjunta contra la clase capitalista y una política genuinamente socialista! Lo que se requiere es la aplicación de la política leninista del Frente Unido. Tales políticas y programa serían suficientes para barrer a los partidos burgueses al basurero de la historia al que pertenecen.
Que nuestra bandera sea la del socialismo y del internacionalismo proletario. Esta es la única salida para los trabajadores de Grecia, Europa y el mundo entero.
Londres, 14 de febrero de 2012