Israel testigo de la marcha más grande de su historia

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Tel Aviv, September 3. Photo: Lior ShapiraEl sábado 3 de septiembre, las masas de Israel anunciaron de forma inequívoca que no se dejarían desviar ni fragmentar por el viejo truco de la clase dominante de “divide y vencerás”, ni que tampoco permitirían que su movimiento perdiera fuelle en el calor del verano, como lo demostró el medio millón de personas que salieron a las calles para exigir justicia social y revolución. Tel Aviv, September 3. Photo: Lior Shapira El sábado 3 de septiembre, las masas de Israel anunciaron de forma inequívoca que no se dejarían desviar ni fragmentar por el viejo truco de la clase dominante de “divide y vencerás”, ni que tampoco permitirían que su movimiento perdiera fuelle en el calor del verano, como lo demostró el medio millón de personas que salieron a las calles para exigir justicia social y revolución.

Hubo más de 300.000 sólo en Tel Aviv. 50.000 participaron en Jerusalén, que duplicó el número visto en las manifestaciones anteriores de este verano. Los manifestantes en la más antigua de las ciudades cantaban: “La respuesta a la privatización / es la revolución”. También hubo 40.000 marchando en Haifa, que desplegaron un mar de banderas rojas. Un sinnúmero de otras ciudades tuvieron sus propias manifestaciones, que en todos los casos rompieron todos los registros anteriores y superaron las expectativas de los organizadores locales.

En todos los sentidos, este acontecimiento masivo rompió la corteza rancia de la política israelí y obligó a la clase dominante a prestar atención, temblando, a los problemas reales de las masas israelíes (árabes y judías). Los corresponsales de prensa allí presentes estaban atónitos de que hubiera tantísima gente en una manifestación que no estaba relacionada con cuestiones de “seguridad”. En verdad, la sociedad israelí ha estado cambiando bajo la superficie durante décadas, y la incertidumbre económica extrema y la desigualdad (la más alta del mundo desarrollado después de los EE.UU.) que esto ha producido han encontrado ahora su expresión, con implicaciones que están cambiando la época.
 
Este nuevo movimiento es parte de la respuesta global al desarrollo de más de treinta años de contrarreformas capitalistas desnudas que han llevado a la disminución de los niveles de vida de la clase obrera de todo el mundo, desde Israel a Nueva Zelanda. Durante décadas, este proceso estuvo oculto parcialmente por el aumento de las horas de trabajo, y particularmente por las deudas privadas, que mantuvieron la ilusión en los trabajadores de gozar de “estilos de vida de clase media”. La crisis histórica del capitalismo, de la que no hay final a la vista, representa el fin de esta ficción, y es por esta razón que los comentaristas están confundidos con la naturaleza aparente de “clase media” de este movimiento en Israel. El capitalismo no puede mantener el nivel de vida medio de la clase obrera, como John Gray ha señalado para la BBC (The Revolution of Capitalism).

Es por eso que este movimiento en Israel no consiguió ser desviado por el reciente pico de violencia en el sur del país. Millones de israelíes (el movimiento tiene un 90% el apoyo de la opinión pública, de acuerdo con las encuestas) ya no pueden permitirse el ¨lujo¨ de pagar el alquiler o las cuentas, y por lo tanto deben movilizarse para defender sus condiciones de vida.

El diario británico The Guardian entrevistó a uno de esas típicas israelíes de  “clase media”, una chica mantenida por sus padres. “Bajo una bandera hecha en casa que decía: ’Marcha como un egipcio’, Ruti Hertz, de 34 años, periodista, dijo que hasta este verano, la gente sentía vergüenza en privado por no poder ganarse la vida. ‘Cada persona estaba sola en su situación, pensando que el problema era suyo’. Eso ha cambiado con las protestas”.

Dijo que ella y su marido que es profesor, Roi, estaban viviendo con los mismos ingresos que cuando se conocieron hace 10 años. “No pido mucho, sólo poder terminar el mes, sin que tengamos que depender de nuestros padres.”

De acuerdo con un informe del Centro Taub para Estudios de Política Social de Israel, la vivienda en Israel es más cara en términos de trabajo que en 174 de las 175 grandes ciudades estadounidenses. Se necesitan 7,7 años de trabajo para comprar un apartamento en Israel, en comparación con los 6,8 años de Australia, los 5,7 años de Nueva Zelanda, los 5,1 años en el Reino Unido, 3,7 años en Irlanda, 3,7 años en Canadá y 3 años en los EE.UU..Los precios de la leche, el queso y el huevo en Israel eran un 6% superiores a la media de la OCDE (los 24 países más desarrollados del mundo) en 2005, y un 44% superiores tres años después (2008). En el mercado del automóvil, los números son aún más dramáticos: los precios de los automóviles eran un 46% superiores a la media de la OCDE en 2005 y un 70% en 2008.
 
La Oficina Central de Estadística reveló que el gasto de los hogares en el año 2010 mostraba que los conceptos de vivienda y alimentos representaron la mitad del gasto de los hogares para el 20% más pobre, el 43% del gasto de los tres quintos inmediatamente superiores, y de un tercio para el restante 20% de los hogares más ricos. (Fuente: Globes.co.il)

¿Dónde está ahora el movimiento?


Los movimientos de masas necesitan seguir avanzando, ir de una conquista tras otra. No hay duda de que la mayor conquista para el movimiento hasta ahora ha sido la elevación de la conciencia de millones de trabajadores y de jóvenes israelíes. Ahora han podido ver su propio poder, y muchos no pueden dejar de sacar conclusiones que cortan completamente la perspectiva racista promovida por la clase dominante.
 
Algunos se han quejado de que el movimiento no se haya fijado también de inmediato  la tarea de poner fin a la política sionista de ocupación de los territorios palestinos. Pero los movimientos que involucran a millones de personas no se ajustan a los ideales de tal o cual grupo de activistas, sino a las necesidades materiales más profundas y más urgentes, y a las contradicciones de las masas. Lo que debemos entender es que la base de la política sionista de la ocupación de Palestina descansa en la aquiescencia de las masas israelíes y su confianza en el Estado sionista, y el sistema capitalista imperialista que representa, para ‘defender’ las condiciones de vida de la clase obrera israelí. De ahí que la movilización masiva de millones de personas en contra de este gobierno, que está atacando precisamente estas condiciones de vida, sea el primer paso para la liberación de ambas clases obreras, judía y árabe.

En cuanto a la interrelación de los costos de la vivienda y del aumento de la privatización de los servicios sociales con el gasto violento y despilfarrador de los militares y de los asentamientos de colonos, el movimiento está empezando a sacar las conclusiones correctas. El sábado hubo pancartas en Tel Aviv que proclamaban: “justicia social = abandonar los asentamientos”. Los asentamientos cuestan $ 1.000 millones al año.

La columnista política israelí Nahum Barnea, citada por Reuters, decía: “Ellos [los trabajadores israelíes] vieron… el flujo de dinero hacia los sectores parasitarios, las prioridades distorsionadas de preferir la construcción de asentamientos a resolver lo que está mal en la sociedad, y el rápido enriquecimiento de quienes están cerca de la sede del poder “.

El manifestante Shahin Nasser le dijo al diario Haaretz, “Hoy estamos cambiando las reglas del juego. No hay más convivencia basada en el humus y las habas. Lo qué está sucediendo aquí es verdadera convivencia, cuando los árabes y los judíos marchamos juntos, hombro con hombro, para exigir justicia social y la paz. Lo hemos tenido”. Marwan Barghouti, un dirigente  encarcelado de Tanzim-Fatah, ha convocado a los palestinos a una fuerte protesta masiva pacífica de un millón de personas el 21 de septiembre, cuando la ONU discuta la “solución” de la proclamación de dos Estados (uno israelí y otro palestino).

A pesar de que no apoyamos la solución de dos Estados, ya que nunca podrá haber un Estado palestino independiente bajo el capitalismo, una marcha pacífica y amplia amenazaría con ir más allá de este objetivo estrecho e inviable si se fusionara con el movimiento de masas en Israel. Las condiciones para una lucha unida de los judíos y los árabes en contra de la ciénaga del sionismo y del capitalismo están siendo establecidas por este movimiento. Esta nueva conciencia de las masas de Israel es, de hecho, una gran conquista.

El gobierno de Netanyahu ha tratado de confundir y desviar al movimiento con la creación de una comisión para “investigar” el tema, que ya cumple un mes. Mientras que los cientos de miles de personas continúan exigiendo que sus problemas se resuelvan, Netanyahu ya ha declarado que la mayor parte de estas demandas no se cumplirán, por lo que nadie espera nada serio de este comité.

Sin embargo, no nos engañemos, el gobierno de Netanyahu se tambalea, con porcentajes de apoyo al movimiento del 90% y con una participación cada vez mayor en las manifestaciones, podría ser derribado. Pero ¿con qué sustituirlo?

El dirigente moderado del movimiento de protesta, el presiente de la Unión Nacional de Estudiantes, Iztik Shmuli, defiende abiertamente que sólo hay que remendar el sistema (él es pro-empresarial) con el fin de lograr el “equilibrio entre la economía destructiva de Israel y una economía humana.” Pero da detalles muy vagos sobre cómo podría conseguirse esto, lo que es una muestra peligrosa de falta de dirección ya que no tiene un programa claro para llevar el movimiento hacia adelante.

Por otro lado, Daphni Leef, reconocida como la que dio impulso inicial al movimiento, plantea abiertamente que los problemas están asociados con el sistema capitalista y exige un cambio de todo el sistema social. Ella encuentra un gran eco en la multitud cuando plantea estos puntos, lo que demuestra el deseo ardiente, y la comprensión, de la necesidad de un tipo diferente de sociedad.

Sin embargo, es necesario entender cómo llegar allí. ¿Pueden bajarse los precios de las viviendas e invertir mucho más en los servicios sociales reduciendo los gastos del ejército y de los asentamientos? A lo sumo, esto sólo podría lograr un pequeño respiro temporal a los grandes problemas del capitalismo global que envuelven al pequeño Israel.

Además, ¿qué es políticamente necesario para ganar esta lucha contra el gobierno? ¿Por qué, después de todo, los precios de la vivienda continúan subiendo?, ¿por qué Netanyahu, igual que los demás líderes mundiales, insisten con las privatizaciones y la austeridad fiscal? ¿Por qué, justamente la semana pasada, Netanyahu armó a los que viven en los asentamientos, que son su base de apoyo?

La respuesta a estas preguntas se encuentra en la comprensión de la crisis del sistema capitalista y de la crisis política que esto genera. Netanyahu no puede inyectar, sin más, dinero en la vivienda pública y en los servicios sociales porque es un representante de la burguesía, que en estos momentos sólo puede obtener beneficios parasitariamente, con la especulación de la vivienda y con las privatizaciones de los activos del Estado. Él no puede retirar las subvenciones de los asentamientos porque él se basa en esta estrecha capa de la población para mantener su apoyo político, esa es la razón de que los haya armado.

Daphni Leef y los otros líderes de este magnífico movimiento necesitan  mostrar una dirección clara y llevar el movimiento hacia adelante. Hay un límite en lo que pueden lograr marchas interminables y campamentos de carpas -frente a un régimen burgués intransigente-. Lo que se necesita es utilizar el estado de ánimo que ha llevado a la movilización a cientos de miles de personas, para convocar una huelga general, que transformaría la situación de la clase obrera israelí. Si, incluso así, sus demandas no fueran satisfechas, se debería convocar una huelga general indefinida. No hay nada de qué temer con tal base de apoyo de masas. Los palestinos y los árabes israelíes deben ser movilizados para que participen ya que esto también va en interés suyo. Eso sería un golpe mortal para el régimen.

Tal determinación y combatividad existe, y será necesario se profundicen, porque en última instancia, no hay una solución a los problemas de los judíos y de los árabes bajo el capitalismo, que sólo ha ofrecido 64 años de guerra.

 

5 de septiembre de 2011