Las elecciones presidenciales estadounidenses han terminado y ganó George Bush. El resultado ha provocado mucho desencanto, e incluso desesperación, tanto en EEUU como a escala mundial. Frente a eso, la situación parece justificar la interpretación más pesimista. El presidente consiguió una clara mayoría de los votos. Los demócratas consiguieron buenos resultados pero los republicanos los consiguieron aún mejores. Además de garantizar su reelección, Bush ha conseguido una mayoría firme en el Congresogreso. Las elecciones presidenciales estadounidenses han terminado y ganó George Bush. El resultado ha provocado mucho desencanto, e incluso desesperación, tanto en EEUU como a escala mundial. Frente a eso, la situación parece justificar la interpretación más pesimista. El presidente consiguió una clara mayoría de los votos. Los demócratas consiguieron buenos resultados pero los republicanos los consiguieron aún mejores. Además de garantizar su reelección, Bush ha conseguido una mayoría firme en el Congreso.
Los republicanos han conseguido cuatro escaños más para su mayoría en el Senado. Eso significa una ganancia neta de cuatro senadores, dándoles en la práctica una ventaja de 55-45 en la cámara superior. Si añadimos el apoyo ocasional de algunos demócratas conservadores, entonces George Bush está cerca de los 60 votos necesarios para sobrevivir a un procedimiento filibustero aplazado: una ventaja considerable. La escala de la victoria republicana parece completa.
Pero ésta es sólo una visión superficial de los acontecimientos. Las elecciones no son más que un fotograma del ambiente de la opinión pública en un momento determinado. Este resultado ahora es presentado como el poder de la América conservadora. En realidad, las bases de este voto son muy frágiles e inestables. Se evaporará como el agua caliente en una cocina a vapor al calor de los acontecimientos que se están preparando nacional e internacionalmente.
La realidad es que la población de EEUU no tenía una alternativa real. Había poco que elegir entre Bush y Kerry, y si este último hubiera salido elegido habría habido poca diferencia en la política aplicada por EEUU tanto en el frente interno como en el internacional.
La victoria de Bush, en realidad, fue estrecha. Las votaciones demostraron que EEUU está dividido por la mitad. Al final, el resultado se decidió por una riña técnica en Ohio, un estado profundamente dividido, en la que ganó por 136.000 votos (aproximadamente el 2 por ciento). Todo esto revela que EEUU está mas dividido y fracturado que en cualquier otro momento desde la Guerra Civil. La victoria de Bush no conseguirá cicatrizar esta división. Sólo servirá para ampliarla y hacerla más insalvable.
El presidente más impopular de la historia
En realidad, será mucho peor de lo que podría haber sido con Kerry porque éste podría haber disfrutado de un período de luna de miel, un período de esperar y ver. Después de todo era un hombre nuevo. Pero Bush ya es conocido y sus promesas son aún más conocidas. Prometió hacer de EEUU y el mundo un lugar más seguro contra el terrorismo, un lugar mejor, más seguro y próspero para vivir.
Esta propaganda electoral parece pagarés que tarde o temprano deben ser requeridos y abonados. Pero en el banco no hay nada para pagar estas facturas. Bush se enfrenta ahora a las consecuencias de una guerra costosa y una economía desequilibrada e inestable. El ambiente de fe ciega que le ha llevado al poder por segunda vez finalmente se convertirá en su contrario. Pronosticamos que George W. Bush se convertirá en el presidente más impopular de la historia reciente estadounidense.
Después de todo, en los meses posteriores al 11 de septiembre, Bush tenía un apoyo del 90 por ciento de un país que parecía sólidamente unido, mientras que ahora sólo tiene el 51 por ciento de un país profundamente polarizado. EEUU en aquel momento tenía el apoyo de la mayor parte del mundo. Eso fue antes de la guerra de Iraq, antes de Abu Gharib, de la Bahía de Guantánamo y de Faluya. Ahora el resto del mundo desconfía hoscamente de EEUU o es abiertamente hostil.
Es un secreto a voces que prácticamente todos los aliados occidentales de EEUU rezaban para que se produjera una victoria de Kerry. EEUU ahora se encuentra más aislado en el mundo que en cualquier otro momento desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Bush habla de construir puentes y podría perfectamente intentarlo. Pero como señala un corresponsal de Londres, nadie se dará prisa por andar sobre ellos.
La importancia de los acontecimientos en EEUU para el resto del mundo son evidentes. Pero en realidad hubiera ganado Bush o Kerry las elecciones no habría supuesto una diferencia fundamental. Kerry habría intentado reblandecer a los alemanes y franceses con la idea de que ayudaran a EEUU en Iraq. Pero los europeos no están ansiosos por ayudar a EEUU a salir del caos que han creado allí. Los estadounidenses tendrán que sudar tinta para salir por sí mismos.
La ocupación criminal de Iraq no sólo es costosa en vidas, también lo es en dinero. Un cálculo muy conservador sitúa el costo en mil millones de dólares a la semana. Esta suma es ruinosa incluso para la nación más rica del planeta. La nueva administración Bush no sólo está moral y políticamente en bancarrota. También está cerca de la bancarrota económica. En esto se parece a la situación de la Francia absolutista en vísperas de la Revolución Francesa.
La bandeja de entrada del presidente está llena de problemas, desde Irán a Sudán, desde Corea del Norte a Israel. Puede que se deshaga de Donald Rumsfeld (que debería haber dimitido después del escándalo de Abu Gharib), pero estos cambios tendrán simplemente un carácter cosmético.
Bush se ha agarrado obstinadamente a su desastrosa política en Iraq. Todavía tiene la agenda derechista de imponer la democracia en Oriente Medio (es decir, la creación de regímenes democráticos débiles bajo el control de EEUU). Pero en la práctica ésta no es una política viable. Iraq se ha convertido en una pesadilla que amenaza con durar años. La ocupación necesita más soldados norteamericanos y no menos. Se están preparando nuevas catástrofes y aventuras militares que sacudirán el corazón de EEUU.
El intento de EEUU de presentarse como el guardián de los valores occidentales se ha visto socavado por la Bahía de Guantánamo, y el mundo árabe nunca aceptará sus pretensiones en la medida que continúe con su parcialidad en el conflicto entre Israel y Palestina, y así continuará. Bush puede tener poca influencia sobre Ariel Sharon en la medida que éste último es consciente de que él es el único aliado fiable de EEUU en toda la región.
Bush quiere que sus aliados lo ayuden tanto como lo hizo Kerry. Ahora intentará conseguir el apoyo de los europeos. Pero no está claro qué pueden ganar éstos últimos trabajando con EEUU. Les gustaría pacificar Iraq y desnuclearizar Oriente Medio, y un estado palestino viable y sin violencia. Quieren la paz, pero los términos los dicta Washington. Y la política de Bush no puede llevar a la paz y estabilidad sino a la guerra e inestabilidad permanentes.
El argumento de Bush sobre la necesidad de firmeza frente a la guerra contra el terrorismo ha hecho que muchas personas lo votaran. Pero con su comportamiento los imperialistas estadounidenses están provocando mayor inestabilidad, derramamiento de sangre, terrorismo y caos. Cuando la guerra de Iraq se prolongue y la lista de bajas crezca, el ambiente dentro de EEUU cambiará de forma dramática. En determinado momento se producirá una reacción contra Bush y los republicanos.
Reacción inevitable
Bush habla ahora de su buena voluntad para re-unir a su país. Pero eso será imposible en la medida que insista en aplicar su política criminal sobre la población iraquí. Tendrá que pasar la factura a la población de EEUU y ésta tendrá que pagarla con intereses. Durante su primer mandato el presidente adoptó una política irresponsable (desde un punto de vista capitalista) de aumento del déficit presupuestario. Ahora eso debe llegar a su fin. Tendrá que adoptar la impopular política de controlar de nuevo el presupuesto.
Una gran parte del éxito de Bush se debió al aparente éxito de su política económica. Pero esto nos recuerda a uno de los conjuros de los juegos de manos: Ahora lo ves, ahora no lo ves. Todos los remedios dolorosos al problema del enorme déficit presupuestario de EEUU que fueron pospuestos para después de las elecciones tendrán que ser ahora puestos en práctica: altas tasas de interés junto con el colapso del mercado inmobiliario, el final del boom del consumo y aumento del desempleo, la culpa de todo esto recaerá de lleno en la puerta del gobierno que prometió mucho y cumplió muy poco.
El déficit presupuestario ya está fuera de control. Esto supondrá recortes dolorosos en terrenos tan sensibles como la salud y las pensiones. El ruinoso costo de la guerra en Iraq se añadirá al desagüe. La belicosa propaganda de Bush y compañía recuerda a la célebre frase de Goering: las armas nos harán grandes y la mantequilla sólo nos volverá obesos. Pero la población de EEUU se cansará pronto de la propaganda, especialmente cuando la guerra en Iraq continúe y no haya solución a la vista.
Los seguidores bienintencionados del imperialismo norteamericano en Europa aconsejan a Bush que ponga a algún demócrata en su gabinete. Pero no hay muchas posibilidades de que esto ocurra, a menos que sea un gesto vacío. Los conservadores compasivos, como el equipo de Bush originalmente los catalogó, han girado a la derecha. Han abrazado la política reaccionaria en cosas como la investigación con células madre y el matrimonio de homosexuales.
Todo esto está provocando una reacción masiva, como ya hemos visto en las manifestaciones sobre la cuestión del aborto. Otro tema complicado es el Tribunal Supremo. El responsable de la justicia, William Rehnquist, está gravemente enfermo. Si como parece probable Bush permite a la derecha cristiana vetar sus nombramientos, eso dividirá a la sociedad norteamericana por la mitad.
Muchos comentaristas han dicho que este resultado demuestra que EEUU es una sociedad profundamente religiosa y conservadora. Es verdad que por razones históricas el grillete de la región sobre la sociedad estadounidenses es más fuerte que en Europa. Pero las razones básicas que llevaron a la población a votar por Bush fueron el temor al terrorismo y porque la economía parece que marcha bastante bien. Pero todo esto pronto comenzará a desenmarañarse y con eso también el dominio de la derecha religiosa.
Bush ha hablado vagamente sobre la creación de una sociedad de propietarios en parte privatizando el sistema de seguridad social (pensiones) y la creación de cuentas sanitarias. Traducido al castellano, esto significa una política violenta de recortes que afectarán a millones de norteamericanos de una forma muy dolorosa, incluidos los conservadores del Cinturón Bíblico. El camino estará preparado para explosiones que transformarán la perspectiva de millones de personas.
La época actual está caracterizada por giros bruscos y repentinos a todos los niveles, incluida la conciencia de las masas. Los acontecimientos en España hace sólo unos meses son un recordatorio serio de esta realidad. Y lo que ocurrió en España se puede repetir en EEUU, a incluso una escala mayor, en el futuro. No debemos olvidar que antes de los dramáticos acontecimientos del pasado mes de abril Aznar y la derecha parecían tenerlo todo a su favor, igual que Bush y los republicanos lo tienen ahora. Podemos predecir con confianza que la actual mayoría de la que disfruta Bush y los republicanos se evaporará antes de las próximas elecciones.
Desgraciadamente, dada la extrema debilidad de la izquierda y la ausencia de un partido obrero de masas, en esta etapa los beneficiarios serán los demócratas. Sin embargo, las cosas están cambiando muy rápidamente. En condiciones de crisis económica y guerra, los demócratas estarán obligados a llevar una política similar a la de los republicanos. La crisis del capitalismo en general significa que en EEUU, como en todos los demás países, la política aplicada por los principales partidos prácticamente es indistinguible. Tarde o temprano esto se reflejará en un movimiento para crear un partido obrero en EEUU.
Un partido obrero estadounidense basado en los sindicatos no será simplemente una réplica de los partidos socialdemócratas europeos. Este partido atraería inmediatamente a sus bases a la masa de desposeídos, desempleados, negros, hispanos, jóvenes radicalizados y mujeres. Se desarrollaría a un ritmo trasatlántico, no europeo, e incluso si empezara con un programa reformista (algo que es inevitable) rápidamente estaría abierto a las ideas más radicales y revolucionarias.
La realidad es que en la sociedad estadounidense existe un fermento de descontento. La población es cada vez más escéptica con los viejos políticos burgueses y los viejos partidos capitalistas. Los resultados actuales no cambian esto y, paradójicamente, acelerarán el proceso incluso más que si Kerry hubiera ganado. Aquellos que han sacado conclusiones pesimistas de estas elecciones verán que están equivocados. EEUU sólo acaba de despertarse. Allí podemos esperar acontecimientos muy dramáticos que sacudirán todo el planeta.
Londres, 7 de noviembre de 2004