Se celebró el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba: ¿A dónde va Cuba? ¿Hacia el capitalismo o el socialismo?

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En el mes de abril se celebró el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba que sancionó las propuestas económicas promercado que aprobó el gobierno hace unos meses. A la espera de un análisis más detallado, proveemos a nuestros lectores con el extracto de un artículo de Jorge Martín (¿A dónde va Cuba? ¿Hacia el capitalismo o el socialismo?)  que analiza en detalle estas medidas económicas, y que pueden leer completo en esta página web.

En el mes de abril se celebró el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba que sancionó las propuestas económicas promercado que aprobó el gobierno hace unos meses. A la espera de un análisis más detallado, proveemos a nuestros lectores con el extracto de un artículo de Jorge Martín (¿A dónde va Cuba? ¿Hacia el capitalismo o el socialismo?)  que analiza en detalle estas medidas económicas, y que pueden leer completo en esta página web.

Estas medidas son el resultado de la crisis económica que está afectando a Cuba, que ha sido golpeada fuertemente por la recesión del capitalismo mundial. Esto subraya la dependencia de Cuba del mercado mundial y la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país.

La más llamativa de las medidas anunciadas fueron el recorte un millón de empleos, el 20% de los trabajadores estatales. Estos trabajadores tendrían que cambiar al sector no estatal, hacia negocios por cuenta propia y familiares, mediante la conversión de algunos pequeños negocios y unidades empresariales en cooperativas, la cesión de locales y negocios estatales a los trabajadores para que las gestionen como negocios privados, etc.

Además, aquellos que permanezcan en el sector estatal, tendrán su paga ligada a la productividad.

También se plantea la necesidad de "reducir los abultados gastos sociales" y que las "gratuidades indebidas" y "subsidios excesivos" tienen que ser eliminados. Esto parece anunciar una completa revisión de la asistencia social del sistema estatal, pasando de prestaciones universales a prestaciones según las necesidades de las personas.

Por primera vez, los pequeños negocios privados tendrán permitido contratar trabajadores asalariados, y tendrán que pagar contribuciones a la seguridad social por los trabajadores que empleen.

Cuba a merced del mercado internacional

Estas medidas, así como otras que ya han sido anunciadas amenazan con incrementar la desigualdad, desarrollar la acumulación de capital privado, minando seriamente la economía planificada, e inician un proceso muy fuerte hacia la restauración del capitalismo.

¿Qué actitud deberíamos de tomar ante estas propuestas? En sí misma, la apertura de pequeños negocios no debería plantear ningún riesgo al socialismo, siempre y cuando las palancas claves de la economía permanezcan en manos del Estado, y el Estado y la industria en manos de la clase trabajadora.

El primer problema es que Cuba tiene una base económica extremadamente débil. El segundo es que se encuentra a unas cuantas millas de la más poderosa economía capitalista del mundo. El tercero es que, como resultado de la administración burocrática, las empresas estatales están en muy malas condiciones. Por último, pero no menos importante, los trabajadores no sienten que ellos controlen las industrias en las que trabajan y, por lo tanto, no están interesados en cuestiones como la productividad, eficacia, etc. Hay un sentimiento generalizado de malestar y descontento que puede llevar a un ambiente de alienación que puede plantear el peligro más serio para el futuro de la revolución.

¿Funcionarán estas medidas?

A diferencia de las reformas en la década de los 90, en esta ocasión a los negocios privados se les permitirá contratar trabajadores asalariados. Esto creará una capa legal de pequeños capitalistas privados. Es inevitable que esta capa desarrolle sus propios intereses y puntos de vista.

Se abrirá un abismo entre el sector privado y el público. En una situación donde el Estado no es capaz de producir bienes manufacturados de calidad, el sector privado tenderá a crecer a expensas del sector estatal, ayudado por las inversiones extranjeras.

Hablemos francamente: hay una fuerte corriente entre economistas cubanos a favor de abandonar la economía planificada, y de introducir mecanismos de mercado para abrir el país a la inversión privada en todos los sectores. Es decir, a favor del capitalismo.

Una Cuba capitalista no se asemejaría a China, sino a El Salvador o Nicaragua después de la victoria de la contrarrevolución. Pronto se revertiría a una situación similar a la existente antes de 1959 -una de miseria, degradación y dependencia semicolonial – que destruiría todas las conquistas de la revolución.

¿Cuál es la alternativa?

Las condiciones objetivas para la victoria de la revolución socialista en América Latina son hoy mil veces más avanzadas que en 1959. La revolución venezolana, junto con la cubana, se han convertido en un punto de referencia para la revolución en Bolivia, Ecuador y otros países. La iniciativa tomada por el Presidente Chávez de lanzar la Quinta Internacional, con el objetivo de derrocar el imperialismo y el capitalismo, debería recibir el apoyo más entusiasta de los revolucionarios cubanos. ¡Ésta es la esperanza para el futuro!

En nuestra opinión, las medidas propuestas no proveerán una solución duradera. Éstas pueden conseguir, temporalmente, aliviar la escasez y el bloqueo, pero sólo a costa de generar contradicciones nuevas e insolubles en el mediano y largo plazo.

Debemos regresar a las reglas simples de la democracia soviética que Lenin propuso en El Estado y la Revolución:  que todos los funcionarios sean electos y sujetos a revocabilidad, que ningún funcionario tenga un salario más alto que el de un obrero calificado, que haya rotación de todos los puestos después de un tiempo determinado (si todos somos burócratas, nadie es burócrata), ningún ejército permanente, sino el pueblo armado.

En Cuba hay muchos que, correctamente, están preocupados por la situación actual, pero que no quieren una solución en dirección al mercado. Si se presenta una alternativa clara basada en el internacionalismo revolucionario y la democracia obrera, ésta agruparía a miles de comunistas, veteranos, intelectuales, jóvenes y trabajadores honestos que no están dispuestos a dejar que la revolución sea destruida, ya sea por el imperialismo o por fuerzas interiores. Para avanzar, ¡primero necesitamos regresar al programa de Lenin!