Tras 12 días de movilizaciones, el conflicto laboral llega a conclusión sobre la base de un acuerdo que flexibiliza las posiciones tanto de los trabajadores como del gobierno. Lo primero que debe remarcarse es la enésima demostración de que solo con la movilización los trabajadores pueden influenciar y orientar las decisiones del gobierno. Es una lección que se debe asumir con toda su trascendencia, porque el acuerdo es solo un avance parcial y no soluciona temas de fondo, económicos y políticos, que quedan postergados.
Tras 12 días de movilizaciones, el conflicto laboral llega a conclusión sobre la base de un acuerdo que flexibiliza las posiciones tanto de los trabajadores como del gobierno. Lo primero que debe remarcarse es la enésima demostración de que solo con la movilización los trabajadores pueden influenciar y orientar las decisiones del gobierno. Es una lección que se debe asumir con toda su trascendencia, porque el acuerdo es solo un avance parcial y no soluciona temas de fondo, económicos y políticos, que quedan postergados.
Contenidos del acuerdo
En el tema salarial se ha acordado un aumento del 11% al que podría adicionarse otro punto porcentual sobre la base de un análisis del Presupuesto del Estado. El incremento será vigente a partir de agosto y retroactivo a todo el presente año. Además se modificarán todas las leyes que descienden del 21060 para abrogar este decreto, se recuperarán empresas privatizadas, algunas concesiones mineras improductivas, las concesiones de dos multinacionales mineras que operan en el departamento de Potosí principalmente, la suiza Glencore y la norteamericana Pan American Silver. Una comisión conformada a la cabeza de la COB debatirá la restructuración de la Caja Nacional de Salud.
El ampliado de la COB –aun en medio de críticas– ha aceptado el acuerdo instruyendo que se levanten todas las medidas de presión, decisión que es acatada por todos los sectores laborales. El magisterio exige al gobierno que no se descuente el sueldo a los profesores por los días de huelga y atención a sus demandas sectoriales, un reclamo que ha sido sostenido por el propio ejecutivo de la COB Pedro Montes. Es otro elemento cualitativo que denota la unidad del movimiento obrero en esta ocasión. La huelga por el salario del año pasado concluyó con un acuerdo (suscrito en la localidad de Panduro) que trajo divisiones en las filas del sindicalismo, permitiendo al gobierno atacar a los sectores que permanecieron en pié de lucha, particularmente al magisterio, con descuentos salariales.
La necesidad de un programa revolucionario
Esta renovada unidad es para los trabajadores motivo de satisfacción más importante que el propio aumento salarial conquistado. El reclamo salarial de la COB ha chocado con un muro de objeciones “técnicas” del gobierno e invitaciones a que los trabajadores presenten propuestas para recuperar los recursos económicos para mayores aumentos. En ningún lugar del mundo son los trabajadores en lucha los que deben decir de donde tenga que salir el dinero para aumentos salariales más consistentes y generalizados. Sin embargo, una vez aceptado este terreno de diálogo con el gobierno, a la COB le ha faltado una capacidad propositiva que vaya más allá de la demagogia y la fácil polémica (el avión presidencial, el satélite de telecomunicaciones, las reservas internacionales) y sea incisiva en plantear problemas de carácter general.
El 11 o 12 por ciento que se ha logrado ahora es apenas suficiente para una recuperación parcial del poder adquisitivo de los salarios frente a la inflación acumulada entre marzo de 2010 y marzo de 2011 (11,1%) e insuficiente frente al aumento de los precios de alimentos en el mismo periodo (18,5%). El dinero para aumentos salariales mayores y generalizados estaba y sigue estando en los 430 millones de dólares de ganancia de los bancos privados que especulan sobre la inflación y la emisión de valores con el apoyo de la política monetarista y pro-capitalista del Ministro Arce Catacora, el cual emblemáticamente desertaba las reuniones con los trabajadores para reunirse con el FMI y el Banco Mundial. En las millonadas de dólares que ganan las multinacionales mineras con escuálidos tributos del 4% al Estado. En el espectacular incremento de las ganancias de las multinacionales de hidrocarburos que, aun tributando más al Estado ganan más por efecto del aumento del precio internacional de gas y petróleo y sabotean la producción nacional. En las subvenciones al gas y a la gasolina adquiridos por Petrobras, que cuesta a Bolivia algo como 700 millones de dólares por año (fuente: Hora25).
Son estas las cosas que hacen políticamente legitimo el reclamo salarial de los trabajadores e infundadas las objeciones “técnicas” del gobierno. Es necesario que las vanguardias políticas del movimiento obrero partan del tema salarial para vincularlo a un programa más amplio, que asuma como terreno de negociación con el gobierno las contradicciones del proceso, es decir lo que supuestamente hacía “técnicamente” imposible un mayor incremento salarial, y la naturaleza de la crisis actual. Un programa revolucionario que incorpore los reclamos de campesinos y de la pequeña burguesía al reclamo de los trabajadores.
Los mineros y el acuerdo
Los mineros han sido los primeros en aceptar el acuerdo. Como los dirigentes de la FSTMB han declarado una y otra vez y la disposición de los mismos trabajadores ha demostrado, la atención de los mineros estaba dirigida a cuestiones de fondo –reactivación del aparato productivo y decreto 21060 sobre todo– y su movilización no era contra el gobierno sino por reconducir su accionar, en fin influir sobre sus decisiones en beneficio del proceso y el pueblo. Una vez obtenido que Evo Morales encabezara el diálogo se han replegado esperando ver resultados y al mismo tiempo preparándose a volver a las calles si la negociación no hubiese prosperado.
Según Guido Mitma, dirigente de la FSTMB, se ha logrado “perforar el aumento salarial del 10%” obteniendo sobre todo una reactivación del aparato productivo en que las inversiones estén “a cargo del Estado” lo cual beneficiaría “a nuestros compañeros desocupados y al pueblo”. Sin embargo toda la cuestión de la “reactivación del aparato productivo” permanece muy genérica si no se va al corazón del problema, es decir a la cuestión de un Estado siempre más endeudado interna y externamente y con recursos reducidos, lo cual opone a los bolivianos entre sí en beneficio del capital imperialista y de sus agentes nativos. Y a la dificultad de poder planificar realmente la economía porque no se puede planificar lo que no se controla ni controlar lo que no te pertenece. Un ejemplo de aquello es la escasez de azúcar. 1500 familias de productores de caña en Bermejo producen lo suficiente para abastecer de azúcar a toda Bolivia, pero según su dirigente S. Arroyo hacen falta ingenios. Los que están en Bolivia son privados y distraen la producción del azúcar al bioetanol.
Los mineros llegaban a la lucha tras haber roto su pacto con el gobierno. La conclusión a la que han llegado, que es necesario movilizarse para ser realmente parte de las decisiones está preñada de consecuencias que podremos apreciar con mayor claridad en el próximo periodo, con el prolongarse de la crisis y el saboteo económico. Y avivarán seguramente un debate en las mismas filas del proletariado minero de Bolivia.
La presencia y la perspectiva de los trabajadores mineros ha sido tremendamente importante para fortalecer la huelga con la amenaza de un paro productivo en el sector que es el principal sustento de la economía boliviana, la minería, asimismo para neutralizar los intentos de promover confrontaciones sociales y de aislar socialmente a la COB tachando su movilización de derechista, porque los mineros intentaban levantar consignas que echasen un puente con clase media empobrecida, desocupados y el pueblo. Esta es la razón por la cual compartimos desde un principio el punto de vista general de la FSTMB.
Por esta misma importancia y visión son justamente los trabajadores mineros de Bolivia los que deben comenzar a plantearse concretamente la necesidad de un programa más amplio y definido, capaz de conectar las reivindicaciones inmediatas, inclusive el salario, a la perspectiva de la lucha por la radicalización del proceso y porque multinacionales y empresariado nacional saboteadores paguen por los efectos de la crisis. La importancia de los mineros para el conjunto de la clase trabajadora boliviana y su declarada finalidad de reconducir al proceso coloca a los mineros en la mejor posición para convertirse en punto de referencia social de todo el malestar en las filas del pueblo. Sin embargo para concretar esta posibilidad es indispensable dotarse no solo de un programa sino también de una organización que intervenga en todos los sectores laborales y sociales para dar cuerpo a este programa.
Límites de la movilización
Como escribimos anteriormente el gobierno ha buscado desde un principio separar a los mineros de la movilización, obteniendo de ellos solo una diferente escala de prioridades en las reivindicaciones que postergase el tema salarial. Sin embargo en el actual contexto la cuestión salarial es una cuestión política. Los reducidos recursos para salarios son nada comparados a lo que el gobierno le da a los sectores especulativos e improductivos de la economía nacional, bancos privados en primer lugar. El tema salarial debía y debe ser utilizado para un cuestionamiento de fondo de la miserable y derechista política monetaria del ministro Arce y exigir su renuncia.
Ha habido intereses para que la lucha no desborde del tema salarial. De los tecnócratas del gobierno para que no se llegue a cuestionar las directrices de política económica camuflando de “egoísmo” la movilización de la COB, de la misma dirigencia de la COB que quería un acuerdo a toda costa para recuperar el control de las bases, de los componentes políticos de la COB en abierta oposición al gobierno que querían algo que mantuviese y mantenga movilizada a las bases hasta el descredito político del gobierno. Todo aquello ha limitado la perspectiva política y el alcance de la huelga y representa otro elemento de un balance necesario.
Lecciones del conflicto
Esta huelga ha acentuado la irreparable crisis de credibilidad política de todo el “entorno palaciego” de ministros y asesores del gobierno. El intento de movilizar a los campesinos originarios contra los trabajadores ha evidenciado el grado de descontento también en las filas de este sector. El ascenso y la radicalidad de las movilizaciones evidencian el estancamiento del proceso y las contradicciones socioeconómicas en que se debate al buscar una imposible conciliación de clase. El gobierno debe aprender de la lección para comenzar a apoyarse en la movilización dirigiéndola contra el capitalismo porque este representa el único camino acertado para avanzar recuperando el respaldo del pueblo.
Los reformistas buscan ahora atribuir esta radicalidad a la acción de “agentes provocadores” y a un supuesto “egoísmo” de los trabajadores. Estos “teóricos” que quieren ver en el “salarialismo” la manifestación de una visión estrecha de los trabajadores demuestran todo su oportunismo cuando quedan callados frente a las ganancias de bancos privados, multinacionales etc., y la política monetaria pro-capitalista del Ministro Arce. Son estos los verdaderos enemigos del proceso, los fieles guardianes de su estancamiento.
A pocos meses del gasolinazo, y en medio de una crisis política y económica, los trabajadores toman consciencia de su fuerza y que solo con la movilización se puede realmente profundizar el proceso, defenderlo y reorientarlo, arrebatándolo de las manos de dirigencias burocratizadas para devolver su destino a sus verdaderos protagonistas: los trabajadores del campo y la ciudad. La clase obrera ha evidenciado el malestar en todos los sectores populares, logrando incluso apoyo de organizaciones gremiales e indígenas. Pero ni el reformismo oportunista ni el sectarismo izquierdista le han permitido ampliar este apoyo, convirtiendo la apatía frente a los llamados a la movilización contra los trabajadores en movilización a lado de los trabajadores.
El reformismo se sirve del sectarismo para llamar a las bases a la defensa del proceso distrayendo la atención de sus contradicciones, lo cual representa un obstáculo a que diferentes sectores, incluso de la clase trabajadora, se incorporen plenamente a la lucha sin temores de ser confundidos con la derecha o de perjudicar al proceso antes de reencauzarlo. Los sectarios solo pueden encontrar apoyo sobre la base de las concesiones al capitalismo y al imperialismo por parte de los reformistas en el gobierno. Solo sobre la base de un programa revolucionario para que el pueblo tome el control de la economía de una vez por todas y de la organización de la batalla política por la profundización del proceso, se puede salir del callejón sin salida de reformismo e izquierdismo. Esta es una lección que la huelga demuestra una vez más.
Fuente: El Militante (Bolivia)