La “profundización del modelo” y el desafío del kirchnerismo

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Editorial de El Militante nro. 59 

El kirchnerismo se ha fortalecido tras la muerte de Kirchner, acelerando una tendencia iniciada a comienzos del 2010. Probablemente, Cristina vencería en una primera vuelta si las elecciones presidenciales se celebraran hoy. Además del aumento de la simpatía hacia el gobierno, hay un incremento en la militancia de las organizaciones y movimientos sociales afines al kirchnerismo, y un debilitamiento de toda la oposición.

El fallecimiento de Néstor Kirchner se ha convertido en un fortísimo dolor de cabeza para la oposición, que pensaba que con la desaparición de su figura principal el oficialismo quedaba seriamente debilitado.
La realidad es que el kirchnerismo se ha fortalecido tras la muerte de Kirchner, acelerando una tendencia iniciada a comienzos del 2010. Probablemente, Cristina vencería en una primera vuelta si las elecciones presidenciales se celebraran hoy. Además del aumento de la simpatía hacia el gobierno, hay un incremento en la militancia de las organizaciones y movimientos sociales afines al kirchnerismo, y un debilitamiento de toda la oposición.
 
La oposición en crisis
 
El Peronismo Federal, la derecha peronista, hace aguas por todos lados, como muestran el aislamiento de Duhalde y la actitud más conciliadora hacia el oficialismo de Felipe Solá y del gobernador de Chubut, Mario Das Neves. Seguramente, tratarán de confluir con el kirchnerismo para “moderar” la política del gobierno. La derecha macrista no levanta cabeza. Carrió, hace el ridículo con sus  poses apocalípticas y genera cada día más desprecio en las masas trabajadoras; el radicalismo está partido por la mitad entre Cobos y Alfonsín, hijo. El GEN de Margarita Stolbizer, circunscrito a la provincia de Buenos Aires, y el Partido “Socialista” de Hermes Binner, que sólo tiene una base significativa en la provincia de Santa Fe, ruegan por todos los santos para que Alfonsín sea el candidato presidencial de los radicales, ya que la candidatura de Cobos, vinculado claramente con la oposición de derecha, los dejaría a estos “progres truchos” muy desnudos ante su base social de votantes. Su drama es que no pueden prescindir de la UCR, sea quien sea el candidato, porque es la vía que les garantiza puestos en el parlamento, en las provincias y en los municipios.
Proyecto Sur, que hace un año partía de una posición inmejorable para ocupar un lugar destacable a la izquierda del kirchnerismo, se ha hundido en el lodo de la política burguesa y del cretinismo parlamentario. El sectarismo antikirchnerista de sus dirigentes, confundido con la derecha, y los patéticos llamamientos de Pino Solanas y de Claudio Lozano al GEN y al PS para que los acompañen en una alianza, expresan su alejamiento de las preferencias populares. Ahora Pino Solanas dice que “estamos en la construcción de un gran frente nacional para un gobierno de unidad nacional argentina” (Canal 26, 25 de noviembre).¿Qué tipo de “unidad nacional” sería esa? ¿Todos juntos: ricos y pobres, empresarios y trabajadores? Parecería entonces que la lucha entre los partidos y entre las clases es un equívoco o un malentendido. Más bien parece una profundización de la línea oportunista de Pino Solanas para engatusar a la clase media y arañar votos a cualquier costo, apelando a una fraseología nacionalista.
 
Expectativas populares
 
El reforzamiento del apoyo popular al kirchnerismo representa un desafío importante para el oficialismo. Toda medida adoptada por el gobierno que ha supuesto un avance en las condiciones de vida de los trabajadores y la juventud ha sido recibida con entusiasmo. Ahora, los trabajadores y demás sectores populares esperan más avances y derechos sociales: una mejora sustancial del poder adquisitivo, un abaratamiento de la vivienda, mayor libertad sindical, un alineamiento más consistente con los gobiernos y países que son vistos más comprometidos con los intereses populares: Venezuela, Bolivia, Ecuador; entre otras.
No existe ninguna duda de que si el gobierno avanzara con medidas tales como la reestatización del ferrocarril para mejorar y modernizar sustancialmente este servicio público esencial; la reversión de las privatizaciones menemistas del petróleo y otras; o si acompañara firmemente a los trabajadores que luchan por que la democracia entre en las empresas; todo eso tendría una acogida extraordinaria.
El apoyo popular al gobierno – no solo entre la clase obrera, sino también entre la clase media – es mayor que nunca para avanzar con éstas y otras medidas, y quienes podrían oponerse son una minoría en la sociedad: los grandes empresarios y quienes lucran con la explotación de los trabajadores.
Sin embargo, los dirigentes kirchneristas dicen que hay que ir “de a poco”, con el argumento de que no se puede pelear contra muchos enemigos a la vez. Incluso, justifican medidas regresivas para las familias trabajadoras, según dicen, para poder avanzar más adelante. Estos fueron los casos del no otorgamiento del 82% móvil a los jubilados porque no se quiere incrementar los aportes patronales que la reforma de Cavallo de 1994 redujo a la mitad; y del pago que se prepara de la injusta deuda externa de 7.000 millones de dólares al llamado Club de París – un puñado de países imperialistas.
Incluso, sectores de la izquierda kirchnerista plantean que hay que avanzar en organización popular antes de acometer medidas de mayor calado. 
También existen sectores dentro del kirchnerismo, sin base popular, que miran hacia la derecha, o mantienen vínculos muy claros con las grandes compañías; son los que quieren impulsar un giro a la derecha en la acción de gobierno: ahí están los Daniel Scioli, los Sergio Massa, los Gioja, los Gildo Insfrán, los caciques del Conurbano, sectores podridos de la burocracia sindical, etc.
Es comprensible que, en esta etapa, los trabajadores mantengan una actitud paciente con el gobierno y que, durante un tiempo, acepten los argumentos de los dirigentes oficialistas, de “no apresurarse”. Los trabajadores harán su experiencia y sacarán sus conclusiones.
 
Los desafíos del kirchnerismo
 
Es claro que el importante auge económico que vive el país, prácticamente ininterrumpido desde el 2003, ha facilitado la acción del gobierno y ha diluido parcialmente los rigores más ásperos de la lucha de clases; si bien el malestar de las familias trabajadoras por la suba de precios es manifiesto.
Pero un empeoramiento significativo en la situación económica por la crisis que sacude a EEUU y Europa, una radicalización de la lucha de clases por el acicate de la suba de precios y la explotación patronal; o un giro a la derecha en la política del gobierno, impuesto por los sectores más moderados del kirchnerismo; todo eso, en conjunto o por separado, daría comienzo a una insatisfacción en las bases kirchneristas y los sectores populares que sienten al gobierno como propio. Llegado ese momento, el gobierno y los dirigentes kirchneristas tendrán que definirse; o acompañan a los trabajadores y sus demandas o ceden a las presiones de los empresarios y del imperialismo, y frustran así las expectativas que crearon en millones. Este es el desafío que el kirchnerismo tiene ante sí.