Vladimir Illych Lenin – La relevancia de sus ideas hoy

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Publicamos un articulo de Rob Sewell escrito en el año 2004 conmemorando la muerte de V. Lenin y que tenia como título original: Vladimir Illych Lenin: 80º aniversario de su muerte.


Hace ochenta años, el 21 de enero de 1924, Vladimir Illych Ulianov, el dirigente del estado soviético ruso y de la Internacional Comunista, murió después de una prolongada enfermedad. Tenía entonces cincuenta y tres años de edad. Su vida cubre años de profunda agitación, crisis y transformación social (la última cuarta parte del siglo XIX y la primera del siglo XX) coronados por la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa de 1917. Conocido simplemente como Lenin, un pseudónimo para su trabajo clandestino, sin duda fue el revolucionario más grande de su época, un gigante cuyos actos cambiaron el curso de la historia del siglo XX.

Este artículo no pretende hacer un relato detallado de la vida de Lenin, esa tarea requeriría más de un volumen. Invitamos a los lectores a leer el libro de Alan Woods, Bolchevismo: el camino a la revolución y el de Ted Grant, Rusia: de la revolución a la contrarrevolución. En el aniversario de su muerte la intención de este artículo es resumir brevemente las ideas y el papel histórico de este gran marxista revolucionario. Lógicamente, es una defensa de Lenin (el revolucionario) frente a todos los ataques y difamaciones que han lanzado sobre su nombre, tanto en vida como después de su muerte. No es simplemente un elogio a un héroe revolucionario, también tiene la pretensión de ayudarnos a comprender al verdadero Lenin, su contribución revolucionaria, así como las tareas que tenemos ante nosotros en esta época actual de revolución y contrarrevolución. Sobre todo, su intención es servir de inspiración y conocimiento para las batallas actuales.

Haciendo referencia a Marx, Lenin advirtió sobre todos aquellos que después de su muerte distorsionarían su mensaje revolucionario: “En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrina con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta, envileciéndola”. (Lenin. El estado y la revolución. Madrid. Fundación Federico Engels. 1997. p. 21)

También ha ocurrido esto con Lenin, sus ideas en manos de la reacción estalinista fueron cínicamente distorsionadas para justificar la política contrarrevolucionaria de la burocracia soviética. Para mayor deleite de la burguesía mundial, los apologistas del estalinismo mutilaron vergonzosamente la esencia revolucionaria de Lenin, convirtiéndola en su contrario, para encubrir sus crímenes contra la clase obrera. Así los historiadores burgueses siempre han intentado equiparar, falsamente, el estalinismo con el leninismo o el comunismo, con la intención de ennegrecer el nombre de Lenin.

Vladimir Illych Ulianov nació el 10 de abril de 1870 en Simbrisk, en la región del Volga. Era el tercero de seis hijos nacidos en el seno de una familia acomodada. En esta época la Rusia zarista estaba atravesando enormes transformaciones. La ley del desarrollo desigual y combinado se reveló de forma clara en una Rusia semifeudal que copiaba los modelos capitalistas más avanzados ya instaurados en Gran Bretaña, Alemania y Francia. En 1861 se abolió la servidumbre y las nuevas influencias occidentales comenzaron a provocar fermento dentro de la intelectualidad rusa que desde hacía mucho sufría la asfixia de la opresión zarista. La familia Ulianov cayó en medio del remolino y fue arrastrada por este despertar. Era el período del Naródnaya Volya o La Voluntad del Pueblo, un movimiento revolucionario idealista que quería derrocar al zarismo a través del terrorismo individual. En 1881 finalmente consiguieron asesinar al zar Alejandro II, este acto también marcó el final de La Voluntad del Pueblo debido a la salvaje represión que desencadenó el atentado.

El hermano mayor de Lenin, Alejandro, se unió a Naródnaya Volya y participó directamente en el intento de asesinato del zar Alejandro III. Fue arrestado y ahorcado junto a otros cuatro miembros de esa organización en mayo de 1887. Esta tragedia personal tuvo un impacto importante en el joven Lenin que entonces tenía diecisiete años. En otoño de ese mismo año entró en la universidad de Kazan para estudiar leyes. Poco tiempo después fue expulsado por unirse a un movimiento de protesta contra las autoridades, este fue el inicio de su vida revolucionaria.

Aunque Lenin simpatizaba con las ideas de su hermano, decidió unirse a un círculo marxista de Kazan, allí estudió El Capital y el Anti Dühring, entre otras cosas.

“Gracias a la emigración provocada por el zarismo, la Rusia revolucionaria de la segunda mitad del siglo XIX contaba con una riqueza de relaciones internacionales y con un conocimiento tan excelente de todas las formas y teorías del movimiento revolucionario mundial como ningún otro país”. (Lenin. La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. Madrid. Fundación Federico Engels. 1998. p. 34)

En aquella época Lenin todavía no era un marxista en todo el sentido de la palabra. Su compromiso con el marxismo no llegó tan fácilmente. No fue hasta 1891, después de un intenso y detallado estudio de la literatura marxista, cuando se convirtió en un marxista convencido, dedicándose a partir de ese momento a la revolución socialista. Adoptó una nueva vocación, la convirtió en el centro de su vida, subordinando todo lo demás a este objetivo. Se alejó de su entorno privilegiado y se pasó con entusiasmo al campo del proletariado. La experiencia en el movimiento revolucionario cambió toda la vida de Lenin.

Las nuevas ideas revolucionarias del marxismo se enfrentaban a toda una serie de tendencias confusas procedentes de los remanentes de los narodnikis (más tarde se convirtieron en social revolucionarios) que idealizaban al campesinado, negando la necesidad de un desarrollo capitalista en Rusia y veían en la comuna rural la base del socialismo. Los narodnikis justificaban el terrorismo individual como un método para erradicar la opresión. Por su parte, el marxismo defendía que el inevitable desarrollo capitalista de Rusia conllevaba el surgimiento de su propio sepulturero, en forma de clase obrera. Frente al terrorismo individual los marxistas defendían la lucha de clases como el único arma revolucionaria capaz de derrocar a la autocracia y de llevar a cabo la revolución socialista. “El capitalismo está siguiendo su camino”, escribía el padre del marxismo ruso Plejánov, “está privando a los productores independientes de sus escasas posesiones y creando en Rusia un ejército de trabajadores siguiendo el mismo método probado que ya se ha puesto en práctica en occidente”. Sin embargo, incluso los marxistas se dividieron con la aparición de un modelo legalista no revolucionario (marxismo legal) encabezado por Struve, que defendía el análisis económico de Marx del capitalismo pero que no sacaba sus conclusiones revolucionarias.

Jorge Plejánov, considerado el fundador del marxismo ruso, originalmente era un militante activo de los narodnikis. Desilusionado con el movimiento entró en contacto con Federico Engels y desde entonces se convirtió en un marxista convencido. Plejánov fundó en 1883 en Ginebra la primera organización marxista rusa (el Grupo Emancipación del Trabajo) y emprendió la lucha no sólo contra los narodnikis, también contra el revisionismo de Bernstein y el conocido como marxismo “legal”, en este proceso escribió muchos clásicos marxistas, fundamentalmente sobre filosofía.

Lenin también se embarcó en esta lucha. Dentro de Rusia en 1895 el consistente trabajo dio sus frutos con la creación de la Liga de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, precursora del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Sin embargo, fue arrestado por las autoridades y después de un año de prisión se exilió en Siberia durante otros tres años. En estas condiciones de clandestinidad terminó su obra clásica: El desarrollo del capitalismo en Rusia. Nadia Krupskaya, que era un cuadro político clave en la organización petersburguesa, se unió a él en el exilio. Desde ese momento, y hasta la muerte de Lenin en 1924, trabajaron estrechamente como compañeros y camaradas. “En conjunto”, recuerda Krupskaya, “nuestro exilio no fue tan malo. Fueron años de estudio riguroso”.

En 1898 se formó el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) y celebró su primer congreso en Minsk, aunque Lenin todavía se encontraba en el exilio. En cualquier caso, el congreso duró bastante poco debido a una redada en la que arrestaron a casi todos los participantes.

En esa época surgió una tendencia revisionista dentro de la Segunda Internacional aglutinada alrededor de la figura del socialdemócrata alemán Eduard Bernstein. Éste intentaba revisar el marxismo diciendo que sus teorías estaban caducas y que necesitaban adaptarse a la nueva situación. Aunque Bernstein cayó derrotado políticamente, esta tendencia revisionista surgió también dentro de Rusia con el disfraz de “economicismo”. Esta tendencia sostenía que la política era algo demasiado elevado para las mentes de los trabajadores y que el movimiento socialdemócrata necesitaba concentrarse en la economía, en las reivindicaciones cotidianas. Esta idea implicaba el abandono del campo político y dejar la lucha contra la autocracia a la naciente burguesía, dejando a la clase obrera detrás con el único papel de seguir su estela.

Lenin empezó a luchar contra el “economicismo” escribiendo una serie de artículos que finalmente fueron publicados como libro en 1902 con el título de ¿Qué hacer? Este libro no sólo era un debate contra los economicistas, también fue utilizado por Lenin para desarrollar sus ideas sobre la organización del partido, especialmente la necesidad de construir un partido basado en revolucionarios profesionales con un periódico central para toda Rusia que debería jugar el papel de “organizador y agitador colectivo”. El POSDR tenía que ser un partido disciplinado basado en el centralismo democrático, en realidad su modelo era el SPD alemán. Aunque el libro contenía el error de que la clase obrera sólo era capaz de conseguir conciencia sindical, en realidad fue un error de Kautsky (más tarde repudiado por Lenin), sirvió para formar a toda una generación de activistas del partido y preparar el terreno para la construcción de la socialdemocracia rusa.

En particular Lenin insistía mucho en la necesidad de la teoría dentro del partido. “Los obreros alemanes tienen dos ventajas esenciales sobre los obreros del resto de Europa. La primera es que pertenecen al pueblo más teórico de Europa y han conservado en sí ese sentido teórico, casi completamente perdido por las clases llamadas ‘cultas’ de Alemania. Sin la filosofía alemana que le ha precedido, sobre todo sin la filosofía de Hegel, jamás se habría creado el socialismo científico alemán, el único socialismo científico que ha existido alguna vez. De haber carecido los obreros de sentido teórico, este socialismo científico nunca hubiera sido, en la medida que lo es hoy, carne de su carne y sangre de su sangre. Y demuestra cuán inmensa es dicha ventaja, de un lado, la indiferencia por toda teoría, que es una de las causas principales de que el movimiento obrero inglés avance con tanta lentitud, a pesar de la excelente organización de algunos oficios individuales…” (Lenin. ¿Qué hacer?)

Desde diciembre de 1900 en adelante, debido a la represión existente en Rusia, el desarrollo del periódico del partido se llevó a cabo en el extranjero y culminó con la publicación de Iskra (La chispa). A los treinta años de edad Lenin se trasladó a Munich para colaborar con Plejánov y otros en la elaboración del periódico. En 1902 se hizo muy difícil publicar Iskra en Alemania y la mayoría del comité de redacción se trasladó a Londres. Lenin y Krupskaya llegaron a Londres en abril para unirse a Martov, Vera Zasulich y Potresov. Plejánov y Axelrod, los otros editores, permanecieron en Suiza, pero viajaban a Londres a las reuniones. Desde el número 22 al 38 fueron editados en Clerkenwell Green, donde Lenin compartía oficina con Henry Quelch, uno de los dirigentes de la Federación Socialdemócrata Británica. El joven León Trotsky, que tenía el apodo de “la pluma” por su elocuente estilo, también llegó en octubre a Londres para unirse a los emigrantes. En la primera edición (1930) de sus memorias (posteriormente eliminado por los estalinistas), Krupskaya recuerda que Lenin dio una bienvenida afectuosa a Trotsky e insistió en que se convirtiera en uno de los colaboradores de Iskra. A los pocos meses, en marzo de 1903, le propuso entrar en el comité de redacción.

En esta época se estaban haciendo los preparativos para el segundo congreso del POSDR que se iba a celebrar en 1903. En realidad iba a ser el congreso fundacional del partido y Lenin se encargó de la redacción de su programa. Este congreso se reunió al principio en Bruselas, pero acosados por la policía tuvieron que celebrarlo finalmente en Londres. De los cuarenta y cuatro delegados que representaban a veintiséis organizaciones, sólo cuatro eran realmente trabajadores. Al final, los seguidores de Iskra superaron en número a los “economicistas” y a los separatistas del Bund judío.

En el primer congreso el Bund se constituyó como una sección autónoma del POSDR. En el segundo querían soltar aún más sus lazos. Como explicaba Krupskaya: “La cuestión en juego era si el país tenía que tener un partido obrero unido y fuerte, que aglutinase sólidamente a los trabajadores de todas las nacionalidades que vivían bajo el territorio ruso, o si debía haber varios partidos obreros constituidos por separado según cada nacionalidad. Era una cuestión de conseguir la solidaridad internacional dentro del país. El comité de redacción de Iskra defendía la consolidación internacional de la clase obrera. El Bund defendía el separatismo nacional y simplemente mantener relaciones contractuales amistosas entre los partidos obreros nacionales de Rusia”. (Krupskaya. Recuerdos de Lenin). En esta cuestión Iskra consiguió una sonora victoria a favor de la unidad de todos los trabajadores en un único partido.

Sin embargo, al final del congreso surgió una división dentro de Iskra. La división entre los bolcheviques (mayoría) encabezados por Lenin y los mencheviques (minoría) encabezados por Martov, ¡la diferencia estaba en una cláusula de los estatutos y la composición de los órganos de dirección! El párrafo propuesto por Lenin proponía que sólo podían ser considerados militantes del partido aquellos que “reconocen el programa y apoyan al partido, no sólo económicamente, también con su participación personal en una de sus organizaciones”. Martov quería sustituir “participación personal” por la idea más “elástica” de “cooperación regular” con el partido, “bajo el control” de una de sus organizaciones. Lenin también quería reducir el comité de redacción de Iskra a tres miembros: Lenin, Martov y Plejánov. A pesar de obtener la mayoría, la división dejó a Lenin aislado dentro de la dirección después de que Plejánov se posicionase junto a Martov. Debido a este intento fallido de profesionalizar el partido Lenin dimitió del comité de redacción de Iskra y debido a la enorme tensión estuvo cerca de sufrir una crisis nerviosa.

Se han creado muchos mitos relacionados con el segundo congreso y la famosa división. En primer lugar, se dice que el bolchevismo surgió formado completamente de este congreso y, en segundo lugar, que desde entonces el monolítico Partido Bolchevique marchó hacia adelante bajo la dirección exitosa de Lenin hasta la conquista victoriosa del poder en octubre de 1917. En realidad, no hay nada más alejado de la realidad. La división de 1903 no estaba motivada por cuestiones de principios o fundamentales, sino por cuestiones organizativas de carácter secundario. Estas últimas diferencias entre las dos tendencias en 1903 todavía no estaban absolutamente claras, su forma final no surgiría hasta algún tiempo después y debido al impacto de los acontecimientos. La diferencia política crucial entre el bolchevismo y el menchevismo (la actitud hacia la burguesía liberal) salió a la luz en 1904, pero no fue hasta la revolución de 1905 cuando quedaron claras estas líneas.

Para los mencheviques la revolución a la que se enfrentaba Rusia era la eliminación de los remanentes del feudalismo y la creación de las condiciones para el desarrollo del capitalismo. Era una revolución democrático burguesa como la que se había desarrollado hacía mucho tiempo en occidente. Las condiciones para la revolución socialista estaban completamente ausentes en Rusia y, por lo tanto, la tarea de la naciente clase obrera era subordinarse a la burguesía que debía dirigir la venidera revolución democrático burguesa.

Lenin, reconociendo la naturaleza democrático burguesa de la revolución en Rusia, sacó conclusiones totalmente diferentes. Para él, la burguesía liberal rusa había llegado demasiado tarde a la escena histórica y estaba atada orgánicamente a la autocracia. Consecuentemente, el único papel que podía jugar tenía un carácter contrarrevolucionario. La única fuerza capaz de dirigir la revolución era una alianza entre el proletariado y el campesinado pobre, dirigiendo la creación de una “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”. Además, el destino de la revolución rusa estaba unido a la revolución socialista en occidente, que a su vez daría un impulso a la revolución en la propia Rusia.

Las diferencias políticas reales surgieron allí donde los mencheviques se convirtieron en promotores de la colaboración de clase apoyándose en la burguesía frente a las masas revolucionarias. En realidad, la división de 1903 fue un anticipo de las futuras diferencias políticas. Finalmente, estas diferencias se convertirían en una división entre el socialismo revolucionario y el reformismo.

Trotsky al final votó con los mencheviques en las cuestiones organizativas. Más tarde admitió honestamente su error. No había comprendido la esencia real de la disputa y lo que Lenin estaba intentando hacer. A pesar de esto, en las cuestiones políticos Trotsky estaba de acuerdo en todo lo fundamental con Lenin frente a los mencheviques. La realidad es que Trotsky tenía incluso aún más clara que Lenin la idea de qué fuerzas sociales estaban implicadas en la revolución. Ambos estaban de acuerdo en que la única clase revolucionaria capaz de dirigir la revolución, a pesar de ser democrático burguesa, era el proletariado aliado con el campesinado pobre. Sin embargo, y aquí está la diferencia con Lenin, después de llegar al poder la clase obrera no se detendría en el cumplimiento de las tareas democrático burguesas, debería seguir adelante con las tareas socialistas como una parte de la revolución socialista mundial.

Antes de 1917 Lenin tenía la perspectiva de que la revolución rusa permanecería dentro de los límites de la revolución burguesa. Vinculaba el destino de la revolución rusa al de la revolución socialista en occidente. Sin embargo, Trotsky creía que el proletariado ruso podría llegar al poder antes que sus hermanos y hermanas de occidente. Que eso sería el inicio de la revolución socialista mundial, y es exactamente lo que ocurrió en 1917. Esta teoría comenzó a ser conocida como la teoría de la revolución permanente de Trotsky. En 1917 Lenin no tuvo ningún problema en aceptar la realidad de la situación y en vista de como se estaban desarrollando las cosas en Rusia comprendió que la única perspectiva era la revolución socialista.

La masacre del 9 de enero en Petersburgo sirvió de detonante para la revolución de 1905 en Rusia. Los acontecimientos revolucionarios de ese año confirmaron el carácter contrarrevolucionario de la burguesía liberal y corroboraron firmemente el papel revolucionario independiente de la joven clase obrera. Durante el curso de la revolución los trabajadores espontáneamente crearon sus propios órganos de lucha en forma de soviets o consejos obreros, el embrión del poder obrero. En el transcurso de doce meses el movimiento abarcó el espectro entero de la lucha: desde la petición de huelga, a la huelga general y la insurrección. Trotsky jugó tal papel en los acontecimientos que fue elegido presidente del soviet de Petrogrado, que dirigió la huelga general de octubre. Sin embargo, después de caer derrotada la insurrección de diciembre de Moscú, el movimiento revolucionario entró en declive y el gobierno impuso brutalmente su autoridad. Lenin calificó la revolución de 1905 de “ensayo general”. Sin esta experiencia con toda probabilidad no habría sido posible la Revolución de Octubre de 1917.

En pocos años se desencadenó una reacción sangrienta. Lenin, que había regresado a Rusia en noviembre de 1905, de nuevo tuvo que exiliarse en 1907. El período de reacción conllevó muchas dificultades, muchos luchadores revolucionarios tuvieron que pasar a la clandestinidad, cayeron en el desánimo y se alejaron del movimiento. “Había muchas dificultades”, decía Krupskaya. “En Rusia las organizaciones quedaron hechas trizas”. Mientras los mencheviques defendían la “liquidación” del partido clandestino y concentrar todos su esfuerzos en el trabajo legal, que debido a la reacción reinante suponía rechazar la actividad revolucionaria, los bolcheviques estaban afectados por tendencias ultraizquierdistas y sectarias que defendían el boicot a cualquier camino legal, esto hubiera significado también el abandono del trabajo revolucionario. Otros cayeron víctimas del idealismo filosófico al que respondió Lenin con una defensa brillante del materialmente dialéctico en su libro Materialismo y empirocriticismo (1908), que sigue siendo un clásico filosófico.

De nuevo Lenin tuvo que basarse en un pequeño grupo de personas en el exilio y se vio obligado a luchar contra el “liquidacionismo”, tanto de derecha como de izquierda. Incluso entonces, el trabajo parecía estar dominado por las pequeñas disputas y peleas de la vida emigrante. Poco después de la derrota de 1905 la organización bolchevique dentro de Rusia quedó reducida a un pequeño núcleo. No tenían alternativa sino colaborar con los mencheviques, publicando conjuntamente un periódico llamado Sotsial Demokrat con Martov como editor, pero no duró mucho.

“En 1910”, recuerda Trotsky, “en todo el país sólo había unas pequeñas docenas de personas. Algunas estaban en Siberia. Pero no estaban organizadas. Las personas a las que podía llegar Lenin con la correspondencia o a través de un agente como mucho eran 30 o 40”.

Durante el período de reacción Lenin intentó mantener a los bolcheviques en el camino correcto combatiendo las distintas tendencias ultraizquierdistas que aparecieron en su seno. Esta firmeza inevitablemente provocó escisiones, especialmente con los oztovistas (defensores del boicot). En un sentido amplio, el método de Lenin siempre fue flexible en las tácticas y las cuestiones organizativas, pero implacable en los principios.

A finales de 1910 comenzó una nueva oleada revolucionaria en Rusia que duraría hasta el estallido de la guerra mundial en agosto de 1914. En 1912 la división entre mencheviques y bolcheviques adquirió el carácter de ruptura abierta con la creación de dos partidos separados. En esta época los bolcheviques lanzaron un nuevo periódico diario llamado Pravda, en dos años, y después de un trabajo consistente, consiguieron ganar a cuatro quintas partes de los trabajadores organizados. En las elecciones amañadas a la Duma consiguieron seis diputados, que cuando estalló la guerra fueron todos detenidos.

La guerra mundial de 1914-18 fue un punto de inflexión. Demostró que el capitalismo se había agotado y que sus contradicciones habían alcanzado niveles explosivos. El desarrollo de las fuerzas productivas estaba estrangulado dentro de la camisa de fuerza de la propiedad privada y el estado nacional. La prueba de la guerra, no puede haber una prueba mayor, encontró a los dirigentes de la Segunda Internacional totalmente desprevenidos. En agosto de 1914 traicionaron a la clase obrera y desacreditaron el socialismo internacional al ponerse al lado de sus propios capitalistas. Cuando los dirigentes socialdemócratas votaron a favor de su propia clase dominante en la cuestión de los créditos de guerra, les pidieron a los trabajadores que fueran a una carnicería en nombre de la “justicia”. A pesar de su primera oposición a la guerra, cuando llegó el momento capitularon. Los trabajadores estaban conmocionados. ¡Incluso Lenin llegó a pensar que la declaración de apoyo a la guerra publicada en el periódico socialdemócrata alemán era una falsificación! En realidad, la Segunda Internacional había sufrido un colapso ignominioso. En palabras de Rosa Luxemburgo, se había convertido en “un cadáver maloliente”.

Sólo los partidos ruso y serbio defendieron el internacionalismo socialista. Los diputados bolcheviques en la Duma votaron en contra de los créditos y fueron deportados a Siberia. En diciembre de 1914 Karl Liebkneckt votó contra los créditos de guerra en Alemania. Sólo quedó un minúsculo grupo de internacionalistas en todo el mundo, perseguidos y aislados, pero se convirtieron en la dirección de la reconstrucción de las fuerzas del socialismo internacional.

Desde su exilio en Suiza, Lenin se dirigió a los trabajadores con conciencia de clase desorientados por la gran traición. Caracterizó la guerra mundial como una guerra imperialista reaccionaria que estaba dirigida por las principales potencias imperialistas y el capital financieros para el saqueo de los mercados, esferas de influencia y beneficios mundiales. En esta explicación Lenin distinguía entre aquellas guerras progresistas de liberación nacional y social protagonizadas por las clases y naciones oprimidas que contaban con el apoyo de los socialistas. Para Lenin esta guerra imperialista tenía un carácter fundamentalmente diferente y requería que la clase obrera “transformara la guerra imperialista en una guerra civil”, en una guerra para derrocar al capitalismo y por la victoria del socialismo. Como decía Marx, los trabajadores no tienen patria. La prueba de una lucha sincera contra el imperialismo era la lucha contra el gobierno imperialista propio. Lenin vinculó este análisis con una llamada valiente para crear una nueva Internacional que mantuviese limpia la bandera del socialismo internacional. Las reuniones internacionales de Zimmerwald (1915) y Kienthal (1916) se convirtieron en un punto de referencia para los internacionalistas de izquierda que finalmente consiguieron fundar la Tercera Internacional (comunista) en marzo de 1919.

Durante los años de guerra Lenin gastó una gran cantidad de tiempo estudiando la teoría marxista. En particular reunió material sobre cuestiones económicas que fue utilizado para escribir su clásica obra, El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916). También realizó un estudio riguroso del materialismo dialéctico y la filosofía, era una continuación de sus estudios de 1908-9. Sobre todo, estudió la Lógica de Hegel que sirvió para elaborar el método dialéctico de Marx. El dominio del materialismo dialéctico y la perspectiva marxista del mundo, eran esenciales para la comprensión del complejo desarrollo de los acontecimientos. “Lo decisivo en el marxismo”, decía Lenin, “es su dialéctica revolucionaria”.

Lenin comprendía que la experiencia de la guerra estaba preparando inevitablemente nuevas oleadas revolucionarias. La crisis finalmente estalló en Rusia en febrero de 1917, el “eslabón más débil” de la cadena del capitalismo mundial. El Día Internacional de la Mujer Trabajadora las obreras de Petrogrado abandonaron el trabajo y se manifestaron en las calles con las consignas: “¡Abajo la guerra! ¡Abajo el zarismo! y ¡Dadnos pan!” Estas protestas y huelgas se convirtieron en una revolución que derrumbó el edificio milenario del zarismo. Como ocurrió en 1905, aparecieron los soviets al lado del gobierno provisional, constituyendo un régimen de “doble poder”, pero al principio estaban dominados por los partidos reformistas, los mencheviques y los social revolucionarios. Estos últimos partidos no tenían la perspectiva de arrebatar el poder a la burguesía. La revolución había puesto el poder en manos de aquellos que habían realizado la revolución, los trabajadores y los soldados, pero éstos no eran conscientes de este poder y lo entregaron a los dirigentes reformistas, éstos a su vez se lo entregaron al gobierno burgués del príncipe Lvov. Esta situación de “doble poder” no podía durar indefinidamente: o los soviets asumían el control completo o se consumaría la contrarrevolución.

Pocos meses después de abandonar su exilio en Zurich, Lenin se había convertido en “el hombre más odiado y amado de la Tierra”. Ocho meses después de la primera revolución, con giros profundos y un desarrollo rápido de la lucha de clases que iba de la revolución a la contrarrevolución, finalmente los trabajadores fueron conscientes de su fuerza, tomaron el poder y organizaron la república soviética bajo la dirección de los bolcheviques.

Por supuesto no era una tarea fácil. Cuando Lenin llegó a la estación Finlandia de Petrogrado el 3 de abril, saludó a la multitud con las palabras: “¡Larga vida a la revolución socialista mundial!” No confiaba en el gobierno provisional, en cambio los editores de Pravda (Kámenev y Stalin) sí le habían otorgado esa confianza. Los reprendió y se dispuso a conquistar su propio partido para la perspectiva inmediata de la revolución socialista. En sus famosas Cartas desde lejos, escritas en aquella época, ya definía las tareas clave:

“(1) Hallar el camino más seguro hacia la siguiente etapa de la revolución, o hacia la segunda revolución, la cual (2) debe transferir el poder del Estado de manos del gobierno de los terratenientes y los capitalistas (los Guchkov, los Lvov, los Miliukov, los Kerensky) a manos de un gobierno de los obreros y los campesinos más pobres. (3) Este último gobierno debe estar organizado conforme el modelo de los soviets de diputados obreros y campesinos”. (Lenin. Cartas desde lejos)

Lenin tuvo que llevar a cabo una amarga lucha para superar la resistencia inicial existente entre los “viejos bolcheviques” y encauzar al Partido Bolchevique para que consiguiera ganar a las masas y se encaminara correctamente hacia la segunda revolución. Mientras que los bolcheviques estaban en minoría, su principal tarea era “explicar pacientemente” su política a las masas de trabajadores. Finalmente, sobre la base de los acontecimientos, consiguieron ganar la mayoría con la consigna: “Pan, tierra y paz”. Los escritos de Lenin de este período constituyen un conjunto de conocimientos para los marxistas sobre la dirección en medio de la revolución y el arte de la insurrección. En medio de estos acontecimientos históricos, completó uno de sus trabajos teóricos más importantes: El estado y la revolución, clarificando la cuestión vital de la diferencia entre reformismo y revolución.

A principios de septiembre los bolcheviques habían ganado la mayoría en los soviets de Petrogrado y Moscú. El 25 de octubre el viejo régimen fue barrido a un lado y se estableció un gobierno soviético, formado por bolcheviques y social revolucionarios de izquierda, Lenin era el presidente y Trotsky el ministro de relaciones exteriores, o por utilizar la nueva terminología, eran comisarios del pueblo. La historia del mundo comenzó a cambiar dramáticamente.

El papel individual de Lenin en 1917 fue crucial y sirve para ilustrar el papel vital, en determinadas circunstancias, del individuo en la historia. En los acontecimientos históricos en el amplio sentido del término, los individuos en general juegan un papel secundario. Sin embargo, hay momentos cruciales, especialmente cuando la situación está en el filo de la navaja, donde los individuos pueden jugar un papel decisivo para bien o para mal. Lenin demostró ser indispensable. Se integró en los acontecimientos, comprendiendo sus leyes subyacentes y las fuerzas sociales que estaban protagonizando la revolución. Trotsky resumió esta experiencia cuando revisó su propio papel en 1917: “En interés de la claridad lo pondría de esta manera. Si yo no hubiera estado presente en 1917 en Petersburgo, la Revolución de Octubre habría tenido lugar, con la condición de que Lenin hubiera estado presente y al mando. Si no hubiéramos estado presentes ni Lenin ni yo en Petersburgo, no habría habido Revolución de Octubre: la dirección del Partido Bolchevique habría impedido que esto ocurriera, ¡de esto no tengo la menor duda!” (Diario en el exilio, 1935).

Sin duda esto era verdad. La resistencia del partido a emprender un nuevo rumbo era demasiado fuerte. Sin Lenin habría sido infinitamente más fuerte. Trotsky creía que él personalmente habría carecido de la autoridad necesaria para cambiar la situación. En estas circunstancias el Partido Bolchevique no habría conseguido adoptar el camino correcto hacia el poder. Esto posiblemente habría permitido a la burguesía entregar Petrogrado a los alemanes, aplastar la insurrección del proletariado e instalar un régimen bonapartista-militar. Todo el curso de la historia habría sido diferente, con ¡futuros historiadores ridiculizando las payasadas utópicas de los bolcheviques!

Trotsky, que había permanecido fuera tanto de los campos menchevique como bolchevique, finalmente reconoció su error cuando intentó unificar a ambas fracciones. En su regreso a Rusia en 1917 se unió a los bolcheviques y fue elegido para la dirección. Después del triunfo de la revolución Lenin escribía lo siguiente cuando remontaba la vista dos años atrás: “En el momento que se tomó el poder y se creó la república soviética, el bolchevismo atrajo a todos los mejores elementos de las corrientes del pensamiento socialista que estaban cerca de él”. Sin duda hacía referencia a Trotsky que, como jefe del soviet de Petrogrado y del Comité Revolucionario Militar, estuvo al mando de los preparativos técnicos y militares de la victoriosa Revolución de Octubre. En realidad en estos años la dependencia de Lenin sobre Trotsky, el codirigente de la revolución, era enorme. En esta época los nombres de Lenin y Trotsky eran inseparables. “¿Si tu y yo fuéramos asesinados”, en una ocasión le preguntó Lenin a Trotsky, “piensas que Bujarin y Sverdlov se las arreglarían?” No se trataba de una preocupación pasajera cuando el destino de la revolución con frecuencia estaba en equilibrio.

Al principio de la guerra civil los social revolucionarios se pasaron al lado de la contrarrevolución e intentaron asesinar a los dirigentes bolcheviques. El 30 de agosto de 1918 Lenin fue herido por la bala de un social revolucionario de izquierda. Aunque consiguió recuperarse y reanudar su trabajo, esta herida en gran medida fue la responsable de su prematura muerte cinco años después. Las bombas también alcanzaron al tren rojo de Trotsky pero éste consiguió escapar ileso.

La victoria de la Revolución de Octubre transformó la situación mundial. Por primera vez en la historia la clase obrera había conquistado el poder y establecido un gobierno proletario. Las tareas a las que se enfrentaban Lenin y el régimen soviético eran conseguir la paz, consolidar el régimen y extender la revolución socialista a todo el mundo. La república soviética se enfrentó sin embargo a peligros aún mayores. La burguesía internacional inmediatamente se dispuso a destruir el régimen bolchevique con la ayuda de la contrarrevolución interna y con el despliegue de veintiún ejércitos imperialistas de intervención. Bajo el mando de Trotsky se construyó el poderoso Ejército Rojo, formado por cinco millones de personas, para repeler la invasión extranjera y derrotar a los Ejércitos Blancos internos.

Durante los transcendentales años de 1917-1923, Lenin se concentró enteramente en la cuestión de la defensa y la revolución mundial. El trabajo de Lenin en esta época supera a cualquier biografía. Abarca el campo de la política mundial, la guerra civil, el nuevo orden económico, la construcción de la Internacional Comunista y la lucha contra la burocracia. Junto a la larga serie de discursos y artículos que escribió, también encontró tiempo para escribir clásicos del marxismo como El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo y La revolución proletaria y el renegado Kautsky.

A finales de 1920, con la derrota del ejército blanco de Wrangel, las fuerzas contrarrevolucionarias e intervencionistas quedaron completamente derrotadas. El estado soviético había conseguido un respiro pero a un costo terrible. Este respiro abrió el camino a un “equilibrio” temporal entre las potencias, que fue utilizado por los bolcheviques para preparar internacionalmente a la clase obrera para la nueva oleada revolucionaria. “Se ha conseguido un equilibrio”, decía Lenin, “muy inestable pero ciertamente un equilibrio. ¿Cuánto durará? No lo sé, ni creo que nadie sea capaz de decirlo. Por lo tanto, debemos mostrar la mayor cautela posible”.

Desgraciadamente, con la economía rusa destrozada y la revolución mundial atrasada, el estado soviético sufrió una degeneración interna caracterizada por el crecimiento de un cáncer burocrático dentro del estado y el partido. Con cada derrota y revés desmoralizador para las exhaustas masas rusas, los burócratas apartaban a un lado a los trabajadores y cada vez conseguían ellos más control. Inevitablemente esta reacción burocrática salió a la superficie dentro del propio Partido Bolchevique y se reflejó en la figura de Stalin. Después de la muerte de Lenin este crecimiento parasitario en las espaldas del estado obrero finalmente llevó a la desposesión política de la clase obrera y a la creación de un régimen totalitario bajo Stalin.

Desde finales de 1922 en adelante, la última lucha a vida o muerte de Lenin fue contra esta degeneración burocrática. Desgraciadamente el primer ataque le llegó a Lenin en la primavera de 1922, provocándole una parálisis en la pierna y el brazo derechos. En diciembre le sobrevino el segundo ataque, esta vez más severo. Desde su lecho de muerte Lenin estaba preparando un golpe contra Stalin y sus aliados, que estaban ocupados intrigando contra Trotsky. “Vladimir Ilyich está preparando una bomba contra Stalin en el congreso”, esto es lo que relataba su secretaria Fotiyeva. Lenin formó un bloque secreto con Trotsky contra Stalin en relación a la cuestión georgiana y otros temas clave. Finalmente, en el Testamento de Lenin escrito el 24/25 de diciembre, añadió una posdata el 4 de enero de 1923, Lenin pedía la destitución de Stalin como secretario general del partido. Dos meses más tarde rompe todas las relaciones personales con Stalin y publica su famoso artículo, Más vale poco pero bueno, que contiene un vitriólico ataque contra el Inspectorado de Trabajadores y Campesinos (Rabkrin) dirigido por Stalin. “Tenemos burocratismo no sólo en las instituciones soviéticas, también en el partido”, estas eran las palabras de Lenin. Mientras esperaban una respuesta a una nota de Stalin, Lenin sufrió su tercer ataque mortal y perdió la capacidad de hablar. A pesar de una pequeña mejoría, finalmente murió de una hemorragia cerebral en enero de 1924.

Stalin ocultó el Testamento de Lenin. Detrás de bambalinas había desarrollado un poderoso aparato del partido. Ayudado por la muerte de Lenin y el aislamiento de la revolución, Stalin se dedicó a concentrar el poder en sus manos. Parte esencial de este proceso fue la expulsión de la Oposición de Izquierda de Trotsky. Bajo el dominio de Stalin en la Unión Soviética se desarrolló, a mediados de los años treinta, una contrarrevolución política basada en los derechos de propiedad nacionalizada. Las Purgas constituyeron un río de sangre que separó los regímenes de Stalin y Lenin.

Como mejor se puede resumir la verdadera relación de Trotsky con Lenin es en una carta enviada por Krupskaya la semana después de la muerte de Lenin:

“Estimado León Davidovich: Le escribo para decirle que aproximadamente un mes antes de la muerte de Vladimir Ilyich, mirando en su libro se detuvo en el lugar donde usted ofrece una caracterización de Marx y Lenin, me pidió que la releyera, escuchó muy atentamente y después se la volví a leer. Y esto es que quiero decir: la relación que se formó entre Vladimir Ilyich y usted, cuando llegamos a Londres desde Siberia, permaneció igual hasta el mismo día de su muerte. Le deseo, León Davidovich, fuerza y salud. Un abrazo. N. Krupskaya”

En 1926 Krupskaya dijo en una reunión de la Oposición de Izquierda: “Si Ilyich estuviera vivo probablemente ya estaría en prisión”. Más tarde la burocracia estalinista conquistaría mucho más que la Oposición, conquistaría el Partido Bolchevique. Derrotaría al programa de Lenin.

Lenin, sin duda, fue un gigante político. Fue el revolucionario más excepcional del siglo XX. Imbuido con la confianza en la victoria final de la clase obrera, era un revolucionario y un marxista hasta la médula. Sin embargo, Lenin no nació con estas cualidades, se convirtió en lo que fue a través de una combinación de aprendizaje y experiencia, de teoría y práctica. A los 23 años de edad, todas las características fundamentales de la personalidad de Lenin, su perspectiva de la vida y su forma de actuar, ya estaban modeladas. Vivía y respiraba por la revolución. A través de estas grandes tareas históricas y la determinación de conseguirlas, se realizó a sí mismo completa y absolutamente. A través de años de estudio de las ideas fundamentales del marxismo, combinados con la dura práctica, se convirtió en Lenin, el gran hombre y maestro que conocemos.

Después de la muerte de Marx y Engels la defensa del verdadero marxismo recayó sobre Vladimir Ilyich Lenin. A través de su ilimitado trabajo y confianza, preparó el camino para la primera revolución socialista triunfante y cambió el curso de la historia mundial.

“Sólo la revolución proletaria socialista puede sacar a la humanidad del callejón sin salida creado por el imperialismo y las guerras imperialistas”, esto es lo que decía Lenin. “Cualesquiera que fueran las dificultades, los reveses temporales posibles y las oleadas contrarrevolucionarias, la revolución triunfará, la victoria final del proletariado está asegurada”.

Los individuos de la altura de Lenin son raros en el movimiento revolucionario. Este artículo no tiene la intención de desafiarnos a convertirnos en un Lenin o un Marx. Debemos ser nosotros mismos. Sin embargo, sí es un desafío para que cambiemos, para desarrollarnos teórica y políticamente, para jugar el papel que nos espera en el futuro. Estamos orgullosos de basarnos en los grandes marxistas que nos precedieron. Debemos imbuirnos, como ellos, con el sentido de la historia y la fe en el futuro de una humanidad sin clases.

Con la muerte de Lenin, la defensa y la continuidad del marxismo cae sobre los hombros de León Trotsky que luchó contra los epígonos estalinistas. Hoy, esa continuidad recae sobre la generación actual de marxistas, en unas condiciones de profundización de la crisis e inestabilidad mundial, nuestra tarea es llevar adelante esta lucha por una nueva era para la humanidad, hasta la victoria final, que fue el triunfo que Lenin inauguró pero que no vivió para completarlo.