Balance y lecciones de la lucha de Kraft-Terrabusi

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El conflicto de Terrabusi terminó con un sentimiento agridulce. Aunque se consiguió la readmisión de 70 trabajadores y de los 5 integrantes de la Comisión Interna ilegalmente despedidos, otros 56 trabajadores quedaron afuera de la fábrica y deberán pelear uno a uno su readmisión en la fábrica. Otros 70 trabajadores despedidos aceptaron la indemnización ofrecida por la empresa, incluyendo 5 integrantes de la Comisión Interna.

El conflicto de Kraft-Terrabusi terminó con un sentimiento agridulce. Aunque se consiguió la readmisión de 70 trabajadores y de los 5 integrantes de la Comisión Interna ilegalmente despedidos, otros 53 trabajadores quedaron afuera de la fábrica y deberán pelear uno a uno su readmisión en la misma. Otros 70 trabajadores despedidos aceptaron la indemnización ofrecida por la empresa, incluyendo 5 integrantes de la anterior Comisión Interna.

Visto de conjunto, el resultado fue un paso atrás para los trabajadores. No obstante, este varapalo estuvo atemperado por la extraordinaria reacción y simpatía popular que se desató en todo el país tras la carga policial del 25 de septiembre, que obligó a la empresa, al gobierno y a la burocracia sindical a tener que recular parcialmente, para revertir la mitad de los despidos.

Pero, más allá de esto, los trabajadores de Kraft-Terrabusi tendrán que sacar conclusiones de lo sucedido. Hay reproches comprensibles a la mayoría de la anteror Comisión Interna por haber firmado un acuerdo que dejó a 53 trabajadores en la calle, e incluía una cláusula de "paz social" de dos meses. Igualmente, hay que reconocer que el conflicto ya estaba agotado, el temor a los despidos cundía entre los obreros y obreras puertas adentro, y la lucha en el exterior de unas decenas de despedidos carecía de la fuerza suficiente para revertir la caída en la moral de lucha. La no firma del acuerdo tenía sentido, entonces, sólo como un elemento de propaganda y para dejar sentado un precedente. Este agotamiento de la lucha se reflejó en la negativa de todos los integrantes de la Comisión Interna, los que firmaron y los que no lo hicieron, a someter el acuerdo a las asambleas de trabajadores, que hubiera sido lo democrático.

Fueron muchos enemigos a enfrentar: la empresa, el gobierno, la burocracia sindical de la CGT, y la policía dentro de la fábrica. La única alternativa pasaba por extender la lucha a todo el rubro de la Alimentación o a otros sectores del movimiento obrero. Esto no pudo hacerse por falta de apoyos externos o por errores de táctica y previsión. La CTA apoyó a los trabajadores y los acompañó en las negociaciones pero su dirección mostró falencias para organizar un apoyo efectivo en el conjunto del movimiento obrero.

Se apostó todo al corte de ruta (en la Panamericana, en la Capital y otros puntos del país) que puede ser una táctica útil si es manejada cuidadosamente y sólo como un arma auxiliar, pero no puede ser el instrumento principal a utilizar, como fue el caso, ya que éste no es el mecanismo más adecuado para ganar la comprensión y el apoyo activo de los trabajadores, que eran quienes mayoritariamente se vieron afectados por los cortes.

Afortunadamente, las elecciones sindicales celebradas a principios de mes mostraron que los trabajadores pudieron mantener su moral, cohesión y organización para reelegir una Comisión Interna antiburocrática. No obstante, la lista de Ramón Bogado, impulsada por el PCR, pagó caro la firma del acuerdo y perdió por apenas 16 votos frente a la lista de Javier Hermosilla, del PTS, que se negó a firmar y agrupó la mayoría del voto del turno de noche que sufrió la mayoría de los despidos. La burocracia de Rodolfo Daer, con el 30%, fracasó en su intento de ganar la Comisión Interna.

 

La lección que nos deja este conflicto es que no es suficiente con luchar empresa a empresa, cuando la patronal, el gobierno y la burocracia sindical forman una entente perfectamente coordinada. Es necesario establecer corrientes sindicales opositoras en cada gremio, que tengan un carácter amplio y democrático. Esto ayudaría a crear las condiciones que permitan una respuesta unificada de la mayor cantidad posible de trabajadores, en cada rama o sector, cada vez que se ataque a los compañeros de una empresa determinada.

Por último, habría que profundizar la campaña nacional de solidaridad, que incluya a los sindicatos y comisiones internas antiburocráticos, la CTA y las organizaciones de izquierda y populares, para presionar al Sindicato de Alimentación de la CGT a  que convoque a un paro nacional activo por la readmisión de los despedidos.