La “vía portuguesa” al socialismo

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El 11 de marzo de 1975 constituye una de las fechas clave del proceso revolucionario en Portugal. Hasta aquel momento el poder económico de la burguesía había sobrevivido a la sacudida revolucionaria del 25 de Abril y al fracaso de las tentativas golpistas del general António de Spínola. Pero como respuesta al tercero y más serio intento de contrarrevolución, cometido en esa fecha, se producen los cambios sociales más importantes desde el inicio de la revolución: se nacionalizan los sectores decisiecisivos de la economía y se da un fuerte impulso a la reforma agraria. Tanto en el fracaso del golpe del 11 de marzo como en el inmediatamente posterior proceso de nacionalizaciones y reforma agraria, el papel de los soldados y las masas trabajadoras vol

III Parte

El 11 de marzo de 1975 constituye una de las fechas clave del proceso revolucionario en Portugal. Hasta aquel momento el poder económico de la burguesía había sobrevivido a la sacudida revolucionaria del 25 de Abril y al fracaso de las tentativas golpistas del general António de Spínola. Pero como respuesta al tercero y más serio intento de contrarrevolución, cometido en esa fecha, se producen los cambios sociales más importantes desde el inicio de la revolución: se nacionalizan los sectores decisivos de la economía y se da un fuerte impulso a la reforma agraria. Tanto en el fracaso del golpe del 11 de marzo como en el inmediatamente posterior proceso de nacionalizaciones y reforma agraria, el papel de los soldados y las masas trabajadoras volvió a ser clave. La revolución entra en su etapa decisiva.

Detrás de la trama golpista del 11 de marzo estaban la burguesía portuguesa y el imperialismo, y, una vez más, Spínola como cabecilla militar. A diferencia de la maniobra palaciega de julio de 1974 y del intento de la reacción de dotarse de una base de apoyo social en septiembre del mismo año, el golpe de marzo de 1975 es un golpe militar en el sentido más clásico.

El primer blanco elegido por los golpistas fue el Regimiento de Artillería de Lisboa (RAL-1). Se trataba de un cuartel situado en un punto estratégico, que concentraba una enorme potencia de fuego, pero que sobre todo era uno de los punto de apoyo más firmes del COPCON (Comando Operacional del Continente, brazo armado del Movimiento de las Fuerzas Armadas o MFA) y del espíritu revolucionario del 25 de Abril.

En la mañana del 11 el cuartel es bombardeado en varias ocasiones, causando un muerto y varios heridos. Más tarde paracaidistas de la base aérea de Tancos son transportados por vía aérea y sitian el cuartel. Los paracaidistas tienen órdenes de atacar el RAL-1 porque allí se están produciendo supuestamente movimientos contrarios al programa y a los intereses del MFA. Al igual que en la convocatoria de la manifestación de la "mayoría silenciosa" en septiembre, la reacción invocaba al MFA para encubrir sus auténticos planes.

Pero durante el cerco al RAL-1 se producen escenas verdaderamente impresionantes. Por un lado se van concentrando trabajadores de las fábricas situadas en las inmediaciones, así como gente del barrio, y empiezan a hablar con los soldados sitiadores. Algunos de los civiles intervienen directamente en la conversación que se produce entre el capitán de los paracaidistas y el de los artilleros, donde éste desmiente enfáticamente que en el RAL-1 se esté haciendo ningún tipo de movimiento contrario a la revolución. Por otro lado los soldados del RAL-1 y los soldados paracaidistas empiezan a hablar entre ellos. En un momento determinado los soldados sitiadores y los sitiados confraternizan y se abrazan, creando una situación en la que se hace imposible cualquier intento de ocupación del RAL-1.

Otro de los puntos calientes del golpe fue el cuartel del Carmo, de la Guardia Nacional Republicana (GNR), en el centro de Lisboa. Militares en activo y retirados, golpistas, detuvieron al comandante general de la GNR. Como ya ocurrió el 25 de Abril, cuando el dictador Marcelo Caetano se refugió en este cuartel, las masas lo rodearon, impidiendo la salida de los golpistas. Sólo algunos lograron escapar, en carros blindados, pidiendo asilo político en la embajada alemana.

Los golpistas tenían previsto hacerse fuertes en el RAL-1 y en el cuartel de la GNR, haciendo una tenaza sobre Lisboa, pero el plan fracasó.

Como en el intento de golpe de septiembre, todas las principales carreteras de Lisboa y cercanías, Oporto, Santarem… vuelven a estar sembradas de piquetes (con bastante participación de militantes del PCP, Partido Comunista Portugués), que registran todos los vehículos en busca de armas. A última hora de la tarde se produce una gran manifestación antigolpista en Lisboa. Tres días después hay una inmensa manifestación de duelo popular por el soldado asesinado en el ataque al RAL-1. La sombra del 25 de Abril era alargada, lo que había sido subestimado por la reacción. Respondiendo a una pregunta acerca de la torpeza del golpe, un militar dice:

"Spínola es un militar chapado a la antigua. Cree que tomando militarmente un cuartel y apresando a los oficiales fieles ya cuenta con los soldados de este cuartel para embarcarlos en cualquier aventura. Cree que el soldado es un mero peón de ajedrez, sin ninguna opinión propia. Y eso ya no es así. Los soldados ahora charlan con nosotros, cuestionan nuestros puntos de vista y dialogamos abiertamente con ellos sobre problemas sociales, económicos y políticos. Nunca seguirían a un hombre con las ideas de Spínola" (La revolución rota, de Manuel Leguineche; el énfasis es nuestro).

En un informe oficial sobre la trama del 11 de marzo se analiza que "de todos los errores de cálculo que cometieron las fuerzas reaccionarias estamos convencidos de que el fundamental fue que no comprendieron que el pueblo es de nuevo sujeto activo de su propia historia, participando en masa en los grandes acontecimientos de la vida nacional, lo que se comprobó por su pronta, decidida y muy importante actuación en la defensa del proceso revolucionario".

Nacionalizaciones y reforma agraria

Desde el 25 de Abril se había producido en las fábricas, los servicios públicos, los medios de comunicación… una depuración de los elementos ligados al régimen salazarista que estaban en los organismos de dirección. También se dan situaciones de control obrero, en las que los trabajadores están atentos a los movimientos de dinero y mercancías que entran y salen de las empresas.

En el caso de los trabajadores de la banca, ese control les permitió seguir paso a paso los movimientos de los grandes grupos financieros, detectar la fuga de capitales, los trucos contables, el papel de la banca en la desestabilización de la economía e incluso el desvío de fondos con fines reaccionarios.

De esa manera se detectó claramente la relación que había entre el golpe del 11 de marzo y el poder económico. No se trataba de una conspiración simplemente militar, sino de una cuestión de clase. El 11 de marzo ayudó a los trabajadores a comprender rápidamente que la manera más consecuente de defender las conquistas de la revolución, incluyendo los más elementales derechos democráticos, era cortando de raíz el poder económico de la burguesía, la verdadera promotora de los intentos golpistas.

Como señala Álvaro Cunhal (dirigente del PCP) en La revolución portuguesa, el pasado y el futuro, uno de los errores de los capitalistas fue "seguir actuando en la vida como siempre" después de la revolución. "Como si nada hubiese ocurrido, como si los trabajadores no tuviesen ahora la posibilidad de conocer sus desfalcos".

La clase obrera juega un papel decisivo en el proceso de nacionalizaciones que se da inmediatamente después del 11 de marzo. Como relata Cunhal, los trabajadores "desenmascararon las exportaciones ilegales de capital, las discriminaciones en la política de créditos, los desvíos de fondos, las ayudas financieras a partidos reaccionarios y fascistas. Después del 28 de septiembre [de 1974, día del golpe de la ‘mayoría silenciosa’] los trabajadores instituyeron un efectivo control de la banca. El 3 de enero de 1975, reunidos en asamblea general, con 5.000 participantes, decidieron pedir al Gobierno Provisional medidas en el sentido de la nacionalización de la banca. El 14 de enero, en la manifestación de 300.000 trabajadores por la unidad sindical, es reclamada nuevamente la nacionalización". Y sigue: "Derrotada la reacción el 11 de marzo, probada la implicación de la banca privada, los trabajadores bancarios, orientados por el sindicato, prohíben a los ejecutivos entrar en las instalaciones. Los delegados sindicales se hacen con las llaves de las cajas fuertes. Los trabajadores forman piquetes de vigilancia en todo el país y cierran los bancos. El día 13 entregan a la Asamblea del MFA pruebas del sabotaje económico de las administraciones. El mismo día 13, el Consejo de la Revolución toma la decisión histórica de la nacionalización de la banca".

La clase obrera no sólo tomó la iniciativa en el frente político, haciendo frente a los diferentes golpes reaccionarios, sino que también lo hizo también en cuanto las nacionalizaciones, en el terreno de las transformaciones sociales.

Debido a la enorme concentración de la economía portuguesa, a través de la nacionalización de los sectores claves el sector público se convertía en la palanca decisiva de la economía. Según el citado libro de Cunhal la nacionalización alcanza el 96% en el sector eléctrico, el 93,5% en el financiero, el 80% en los de cemento, transportes marítimos, radio y televisión, el 60% en los de seguros, transportes aéreos y papel, y más del 30% en el químico y en el de la construcción de material de transportes.

En el campo, la derrota de la reacción da un enorme impulso a las ocupaciones de tierra e intensifica la lucha de los jornaleros, verdaderos motores de la reforma agraria. Cuando, a finales de julio, se publica la Ley de Reforma Agraria, una parte importante de los latifundios ya estaban abolidos por la vía de los hechos.

La ‘vía portuguesa al socialismo’

Es después del 11 de marzo cuando los militares del MFA empiezan hablar de la necesidad del socialismo. Pocas horas después del golpe el mayor Melo Antunes, en sintonía con el pensamiento de buena parte de los dirigentes del MFA, explicó la necesidad de construir "una sociedad socialista, un tipo de socialismo portugués, con características propias y dirigido por el MFA, ya institucionalizado". Precisamente, otra de las medidas importantes tras el 11 de marzo es la institucionalización del MFA, mediante la creación del Consejo Superior de la Revolución y el establecimiento de un pacto entre el MFA y los partidos políticos, mediante el cual se garantiza un papel muy importante de los militares en la futura Constitución y en el poder político del país, así como la irreversibilidad de las transformaciones sociales alcanzadas.

La peculiaridad de la situación política en Portugal se podía ver en el hecho de que, a diferencia de en cualquier otro país capitalista, la derecha insistía hasta la saciedad en que los militares volviesen a sus tareas y no participasen en la vida política. La burguesía no sólo había perdido el control de su ejército, sino que además éste estaba tomando medidas que contrariaban sus intereses fundamentales.

La evolución del MFA no fue premeditada, sino que tenía su explicación en la dinámica de los acontecimientos políticos internos y en el contexto general de crisis capitalista de los años setenta. Si hubiese triunfado el golpe del 11 de marzo la reacción no hubiera dudado en ahogar en sangre al movimiento obrero, pero también se hubiera ensañado con los militares más destacados del MFA. Los intentos de golpe no sólo empujaron a los trabajadores a acciones más decididas hacia la izquierda, sino también a los militares vinculados a la Revolución de Abril. Combatir a la reacción era una cuestión de supervivencia, un modo de salvar su propio pellejo, y su lógica les llevaba a la destitución de mandos reaccionarios, a una mejor organización del MFA, y también a apoyarse en la clase obrera, cuyas iniciativas habían sido claves en los momentos decisivos.

Por otro lado en Portugal no había ninguna burguesía progresista, ni real ni supuesta, en la que basarse para la construcción de una democracia burguesa o un capitalismo civilizado. En el terreno político la burguesía había jugado, unánimemente, a la carta del golpe, y en el terreno económico a la carta del boicot, el cierre de empresas y la fuga de capitales. En un contexto de profunda crisis económica en Portugal, el eslabón más débil del capitalismo mundial también en crisis, la vía del "socialismo a la portuguesa" se apoderaba de las mentes de los militares del MFA.

A los factores apuntados más arriba aún hay que sumar el más importante para explicar el protagonismo del MFA: la política de los dirigentes del PCP y del PS (Partido Socialista). En esencia, la política del PCP fue de un total seguidísimo respecto al MFA. Mientras el MFA se limitaba a pretender establecer la democracia, ése era el programa del PCP; cuando el MFA empieza a hablar de socialismo el PCP habla de socialismo. En todo caso, ni antes ni después el PCP promueve una política de independencia de clase, de organismos tipo soviets en las fábricas, en el campo, en los cuarteles, que fueran los embriones del poder obrero, del futuro Estado socialista. En ningún momento la dirección del PCP educa a los trabajadores en la desconfianza hacia cualquier fuerza que no sea la de ellos mismos. Lejos de eso es la abanderada de la moderación salarial, de las huelgas responsables, de la confianza en el gobierno…

De una forma completamente distorsionada, el vacío dejado por la falta de alternativa revolucionaria, por parte del PCP, y también del Partido Socialista (PS), unido al impasse del capitalismo portugués, puso sobre la mesa la posibilidad de que se instaurara un régimen bonapartista obrero encabezado por los militares, similar al de Cuba. Estas tendencias bonapartistas se reflejaban en la desconfianza de un sector de los militares hacia "los partidos" (el izquierdista Otelo Saraiva de Carvalho era un claro exponente) y hacia el papel independiente de las masas, y en el papel que se atribuían los militares en la futura Constitución, como garantes de la revolución.

La burguesía cambia de orientación

Los intentos de golpe habían fracasado, consiguiendo el objetivo contrario al que perseguían. Los estrategas del imperialismo y de la burguesía tomaron nota de la enorme radicalización social que produjo el 11 de marzo y de los efectos, para ellos muy alarmantes, que tuvo en el aparato del Estado. Un intento más en esta línea y podían perder definitivamente la esperanza de recuperar Portugal a la normalidad capitalista. Optaron entonces por jugar sus cartas con mucho más tacto, apostando por una contrarrevolución en líneas democráticas, y para ello se basaron en la dirección del PS y en la división del MFA.

La debilidad de la burguesía no sólo se reveló en sus fracasos golpistas, sino también en el terreno electoral. El 25 de abril de 1975 es la fecha fijada para las elecciones a la Asamblea Constituyente, y los partidos de izquierdas obtienen una mayoría aplastante, el 58% de los votos. El PS es el más votado, con el 38%, y el PCP obtiene el 12,5%. La participación es del 92%.

Estos resultados expresan unas condiciones más que propicias para la revolución socialista en Portugal, con una correlación de fuerzas extraordinariamente favorable a la clase obrera.

El PS había ganado las elecciones defendiendo de palabra el socialismo, la transformación de la sociedad… ésta era la aspiración de sus votantes. Sin embargo, la dirección del PS empezó a utilizar los sanos sentimientos democráticos de la clase obrera haciendo el juego a la reacción. Para ello se apoyaba en los tics burocráticos de la dirección del PCP, producto de su línea estalinista, y que repelían a muchos trabajadores.

Uno de los enfrentamientos entre el PCP y el PS fue sobre la cuestión de la unidad sindical. Correctamente, el PCP era partidario de la existencia de un solo sindicato, contribuyendo así a la unidad de los trabajadores. Pero si a los métodos estalinistas de trabajo en los sindicatos se sumaba el hecho de que el PCP quería imponer la unidad por arriba, es decir, con una ley aprobada por el gobierno (como de hecho se hizo), era evidente que iba a haber recelos.

Otro conflicto que ayudó a que la dirección del PS apareciera como víctima de una confabulación entre el PCP y Vasco Gonçalves (el primer ministro, destacado izquierdista del MFA) fue la ocupación del periódico República por parte de sus trabajadores, el 19 de mayo de 1975. Este hecho tenía un carácter totalmente diferente a las conocidas depuraciones de fascistas, puesto que todo el mundo sabía que República era el órgano de expresión oficioso más importante del PS. En la práctica se estaba impidiendo que el partido obrero más votado tuviese su propio órgano de expresión, lo que era visto como una maniobra sucia por parte de muchos trabajadores socialistas.

Otro incidente que tuvo cierta importancia fue el mítin final en la manifestación del 1º de Mayo de 1975, en la que a Mário Soares (líder del PS) no le dejaron hablar, cuando sí lo hicieron Cunhal y Gonçalves.

Las críticas de Soares al PCP no estaban acompañadas de la alternativa de una auténtica democracia obrera, en la que los trabajadores pudiesen decidir y participar activamente en todas las esferas de la sociedad; en realidad la alternativa que Soares estaba alimentando era la democracia burguesa. La reacción, mediante sus partidos, el PPD (Partido Popular Democrático, antecesor del actual Partido Social Demócrata) y el CDS (Centro Demócrata Social), en línea con el cambio de táctica, apostaban también por la democracia frente a los comunistas y el MFA.

Dimisión de Vasco Gonçalves

La tensión que se vivía en la izquierda tuvo su reflejo también en el seno del MFA. Sintiéndose desplazados por el sector del MFA agrupado en torno a Gonçalves y apoyado por el PCP, el 7 de agosto algunos militares forman la fracción conocida como los nueve, que pedía la dimisión de Gonçalves. La derecha se suma a la campaña de los nueve contra el primer ministro, estableciéndose una cierta alianza táctica entre la derecha y la dirección del PS. Gonçalves dimite finalmente el 30 de agosto, en un momento en el que el Consejo de la Revolución está paralizado por la división y en el que el sector izquierdista es abandonado por la dirección del PCP.

Tras la caída de Gonçalves se forma un gobierno encabezado por el almirante Pinheiro de Azevedo, y cuya composición predominante es del PS y del PPD.

El gobierno de Azevedo, que representa una giro a la derecha, provoca una reacción de alarma entre los trabajadores. En los meses que transcurren se suceden movilizaciones de masas importantes. Una de las principales fue la huelga de la construcción, el 12 de noviembre. Los trabajadores rodean durante más de 36 horas la sede del gobierno para exigir aumentos saláriales, que consiguen después de que el gobierno fuera incapaz de movilizar ninguna unidad militar para dispersarlos.

En el terreno militar se abre una batalla por el control de los mandos, en la que se intenta contrarrestar la influencia de los sectores militares más izquierdistas y debilitar la operatividad del COPCON. En este contexto surge Soldados Unidos Vencerán, que agrupa a los soldados contra los intentos de giro a la derecha dentro del ejército. Se producen manifestaciones masivas de soldados en Oporto y Lisboa, algunas de ellas con participación de la base del PS.

Es un momento de enorme radicalización de los trabajadores y los soldados, alarmados por los cambios que se están produciendo en el ejército y en el gobierno.

Lo más dramático de la situación fue la ausencia de una orientación correcta, de una dirección revolucionaria, que no se podía improvisar. En vez de basarse en la fuerza y en el instinto revolucionario de la clase obrera y de los soldados, la dirección del PCP ponía el énfasis en la unidad del MFA. ¿Unidad en torno a qué? Lo que estaba en juego era la revolución socialista o la reconstrucción del Estado burgués, y las divisiones en el seno del MFA reflejaban esa polarización. Con una política de independencia de clase, sin duda los sectores más izquierdistas del ejército hubieran abrazado consecuentemente la causa de la revolución socialista.

De forma desesperada, los paracaidistas de Tancos, una unidad de élite que está radicalizada tras sentirse manipulada en varias ocasiones por la reacción, encabezan una rebelión izquierdista el 25 de noviembre, pero obtienen pocos apoyos y cogen por sorpresa a la clase obrera, que salvo algunos casos no les secunda.

El intento de golpe izquierdista de los paracaidistas es utilizado a fondo para una remodelación del ejército, cuyos efectivos se reducen bruscamente y en el que muchos de los nueve también son apartados. Marca también un punto de inflexión en el movimiento obrero, que, tras 20 meses de intensa participación, sufre un inevitable reflujo.

Todo el final de la década del setenta es un período de enormes convulsiones: empeoramiento de la situación económica, crisis continua de los gobiernos, etc. que hace que surja la "opción presidencialista" del General Eanes (elegido Presidente de la república en junio de 1976 gracias al apoyo del PS). Era un nuevo giro bonapartista que se planteó la burguesía para continuar liquidando las conquistas revolucionarias.

Aun así la burguesía anduvo con pies de plomo, temerosa de que una precipitación en la recuperación de sus posiciones pudiese provocar una reacción indeseable de la clase obrera. La burguesía tuvo que conformarse con una contrarrevolución "democrática" y lenta. Tuvieron que pasar muchos años antes de que pudiesen recuperar sus antiguos monopolios.

La pérdida de las "conquistas de abril" recién se concretó con la llegada al poder del gobierno de derecha de Cavaco Silva y su Partido Socialdemócrata (PSD) a mediados de los años 80. En 1989, y nuevamente con el apoyo del PS, se reforma la Constitución portuguesa del 76 -en donde todavía figuraba el objetivo de instaurar el socialismo en el país- y se dan pasos definitivos a las privatizaciones, los ataques a las haciendas colectivizadas, etc. Incluso antes, en 1988, el gobierno de Cavaco impuso el despido libre, a pesar de la masiva huelga general que se convocó para impedirlo.

A pesar de todo, hay una cosa que jamás se borrará de la memoria de la clase obrera portuguesa: fueron capaces de hacer lo más difícil, lo más gigantesco, la más impensable, lo más maravilloso. La Revolución Portuguesa es ya parte del patrimonio de la clase obrera mundial. De nosotros depende sacar todas sus lecciones y ponerlas al servicio de la lucha futura.