Ortega gana las elecciones en Nicaragua

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Con el 91 por ciento de los votos escrutados ya parece claro que se ha confirmado que Daniel Ortega ha ganado las elecciones presidenciales en Nicaragua, con un 38 por ciento de los votos frente al 29 por ciento del candidato de derecha, Eduardo Montealegre

¿Y ahora qué?

Con el 91 por ciento de los votos escrutados ya parece claro que se ha confirmado que Daniel Ortega ha ganado las elecciones presidenciales en Nicaragua, con un 38 por ciento de los votos frente al 29 por ciento del candidato de derecha, Eduardo Montealegre.
La participación fue muy elevada, entre un 75 y un 80 por ciento del censo electoral. Es la participación más alta en América Latina y sobra decir, que también es mucho mayor que la vista habitualmente en EEUU, donde poco más del 50 por ciento se molesta en ir a votar.
Las elecciones confirman el giro a la izquierda que se está produciendo en Nicaragua tras 16 años de gobiernos conservadores. Esto va en la línea de lo que hemos visto en Venezuela, Bolivia, México (a pesar del fraude) y por toda América Latina.
El imperialismo norteamericano ha intentando utilizar su musculatura amenazando con cortar la ayuda si Ortega ganaba las elecciones. Otro mensaje claro fue la presencia en Nicaragua durante la campaña electoral del teniente coronel Oliver North, que se hizo famoso por su papel en ayudar a la contra bajo el mandato de Ronald Reagan. Hizo campaña activa contra Ortega diciendo que: “Si Ortega gana, tendrá como aliados regionales clave… y juntos crearán problemas abundantes para EEUU y sus aliados democráticos en América Latina”. Era una referencia clara a Venezuela y Cuba.
Sin duda, los estrategas estadounidenses están preocupados por la victoria de Ortega, no tanto por el hombre en sí, sino porque esto refleja el ambiente que se está desarrollando entre las masas nicaragüenses. También están preocupados ante la posibilidad de que Nicaragua emprenda el mismo camino que Venezuela. También tuvieron una seria advertencia en su patio trasero, México, donde se ha desarrollado un movimiento de masas en protesta por el descarado fraude electoral en las elecciones de este año. La imagen a la que se enfrentan es la de un movimiento revolucionario tras otro que afecta a cada uno de los países latinoamericanos, planteando un serio desafío al dominio del imperialismo estadounidense en toda la región.
Ahora parece que han cambiado un poco el tono. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Gordon Johndroe, ha declarado que: “EEUU está comprometido con el pueblo nicaragüense (…) Trabajaremos con sus líderes basados en su compromiso y acciones en apoyo del futuro democrático de Nicaragua”. EEUU ha dicho que trabajarán con el nuevo gobierno “si apoyan la democracia”. Esto por supuesto quiere decir que trabajarán con el nuevo gobierno si este respeta la propiedad privada, si no lleva a cabo expropiaciones y si sigue los dictados del imperialismo norteamericano.
Por otro lado, tenemos la reacción de Cuba y Venezuela, que han dado la bienvenida a la victoria de Ortega. Fidel Castro anunció en la televisión cubana que la victoria sandinista “llena a nuestro pueblo de felicidad”. Hugo Chávez fue un poco más allá, diciendo que “América Latina está abandonando para siempre su papel de patio trasero del imperio norteamericano. ¡Yankee go home!”
La nueva dirección nicaragüense ahora se enfrentará a presiones enormes y contradictorias. La revolución latinoamericana y las masas en Nicaragua exigirán un giro radical a la izquierda, que la nueva dirección solucione los serios problemas sociales a los que se enfrentan los trabajadores, campesinos y pobres urbanos. La oligarquía nicaragüense apoyada por el imperialismo norteamericano exigirá la continuación del mismo y viejo sistema corrupto que ha servido a sus intereses perfectamente durante los últimos años.
Esto supone un dilema para la dirección sandinista. Los problemas a los que se enfrentan los trabajadores y campesinos nicaragüenses son muchos. La masiva participación y el gran voto a Ortega subrayan este hecho: los pobres de Nicaragua se enfrentaron a la llamada “política neoliberal” y desean un cambio fundamental.

Condiciones sociales

Para entender por qué Ortega ha ganado hay que ver las verdaderas condiciones sociales que existen en Nicaragua. Es el segundo país más pobre de toda América Latina. Sólo Haití es más pobre. El ochenta por ciento de la población (4,2 millones de un total de 5,7 millones) vive con menos de 2 dólares al día y el 47 por ciento (2,2 millones) sobrevive con menos de 1 dólar al día. A pesar de la campaña para erradicar el analfabetismo cuando los sandinistas estuvieron anteriormente en el poder (1979-1990), ahora hay más de un millón de analfabetos en el país, en la actualidad, centenares de miles de niños no asisten a la escuela. El desempleo y el subempleo están cerca del 50 por ciento y la sociedad nicaragüense está extremadamente polarizada, con una elite super-rica y, del otro lado, la masa de pobres. Nicaragua ahora también tiene la tasa más elevada de deuda interna y externa.
En 2004 el Banco Mundial y el FMI acordaron condonar el 80 por ciento de la deuda externa de Nicaragua. La cancelación de 4.500 millones de dólares de la deuda reduce la carga per cápita de la deuda de 1.573 a 463 dólares. Aún así, la deuda está en 6.500 millones de dólares, tres puntos más que el PIB, y el pago del servicio de la deuda supone un tercio de su ingreso exterior anual. A pesar de la cancelación, todos los expertos creen que Nicaragua, para sobrevivir, necesita pedir prestado más dinero, aumentando aún más la carga de la deuda.
Nicaragua consigue unos 600 millones de dólares al año a través de sus exportaciones, pero depende mucho de la ayuda exterior que supone 500 millones de dólares. También depende en gran medida del dinero enviado a casa por el gran número de nicaragüenses que han tenido que emigrar a EEUU. Esta cifra supone aproximadamente 1.000 millones de dólares al año. Pero no hay que hacerse ilusiones. Esta condonación de la deuda tiene un precio elevado. El país debe continuar con su infame “política de ajuste estructural” (PAE) impuesta por el FMI y el Banco Mundial. Esta política se está aplicando en el antiguo mundo colonial y obliga a estos países a cosas como reducir las ayudas sociales, a las privatizaciones, etc. ¡Lo que les dan con una mano se lo quitan con la otra! Esto significa que a pesar de la cancelación parcial de la deuda no cambiará nada.
El hecho de que la cancelación de la deuda significa muy poco en términos reales se confirmó el año pasado cuando aumentaron los precios del combustible y el costo de la vida se disparó, provocando protestas semanales en las calles que a veces se volvieron violentas.
La deuda se seguirá acumulando y el país tendrá que pagar enormes cantidades en concepto de servicio de la deuda. Mientras tanto, el poco estado de bienestar que quedaba será desmantelado. El reloj dio marcha atrás a partir de que el gobierno de derecha consiguió el control del gobierno en 1990.
La clase dominante nicaragüense nunca ha sido capaz de desarrollar seriamente la economía del país. Se ha contentado con saquear la riqueza del país para su propio beneficio personal mientras servía lealmente a sus amos imperialistas. La economía nicaragüense es una economía típicamente subdesarrollada, en parte se basa en la exportación de cultivos comerciales, como el café y las bananas. Los beneficios de estas exportaciones siempre se han concentrado en manos de un puñado de familias, particularmente la familia Somoza, que gobernó el país, con el apoyo de EEUU, casi como si fuera su coto personal hasta que fue derrocada por la revolución sandinista, en 1979.

La revolución sandinista de 1979

Una de las preguntas claves que se deben hacer es la siguiente: ¿por qué el país se encuentra en esta situación si en 1979 la odiada dictadura de Somoza fue derrocada por la revolución sandinista? El viejo aparato del estado colapsó y las guerrillas sandinistas entraron en Managua y establecieron un nuevo régimen. Ese régimen desafió seriamente el poder de la oligarquía. Las propiedades de la familia Somoza fueron expropiadas, eso supone que una gran parte de la economía cayó en manos del estado. Junto a esto, se puso en práctica un programa serio de reformas destinadas a combatir la pobreza, la falta de vivienda, el analfabetismo, la ausencia de cuidado sanitario, etc.
Representó una ruptura radical con el pasado de Nicaragua. El país siempre ha estado bajo el control firme del imperialismo norteamericano. Es un país de importancia estratégica clave para EEUU, es la puerta a América del Sur. Tan importante es, que hace casi cien años el ejército norteamericano estableció bases en el país. Esto llevó al surgimiento de una guerrilla campesina en 1927-1933 contra la presencia de EEUU, dirigida por Augusto César Sandino, de ahí procede el nombre de sandinista. Sandino fue traicionado y asesinado bajo las órdenes directas del general Somoza en 1934. La derrota de ese movimiento preparó el terreno para más de 40 años de dictadura bajo la familia Somoza.
A principios de los años sesenta se crea el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y comenzó una larga guerra de guerrillas. Esta culminó en 1979 con una huelga general que asestó el golpe mortal final al régimen de Somoza y llevó al poder al FSLN. Al año siguiente Ortega, al frente del gobierno del FSLN nacionalizó las propiedades de la familia Somoza.
En reacción a esto, los rebeldes de la contra comenzaron en 1982 sus operaciones, apoyados por el imperialismo norteamericano y se declaró el estado de emergencia en todo el país. De este modo, mientras llevaban a cabo reformas significativas, los sandinistas se veían obligados a organizar la guerra contra la contra.
La tragedia fue que la revolución no se completó. A pesar de las muchas reformas y las expropiaciones, una parte significativa de la economía se dejó en manos de la oligarquía. Esto demostró ser un error clave. Mediante su control de la economía, los capitalistas nicaragüenses pudieron maniobrar contra el gobierno sandinista. Combinaron esto con la devastación provocada por los insurgentes contrarrevolucionarios de la contra.
Finalmente, todo esto degastó la revolución y a las masas que la apoyaban. Al no romper la columna vertebral del sistema capitalista de una manera decisiva, la vieja clase dominante fue capaz de reponerse. En 1984 Ortega volvió a conseguir una victoria decisiva en las elecciones. Ese era un reflejo del masivo apoyo popular que tenía la revolución de 1979. Pero en 1990 la dirección sandinista estaba debilitada. Las elecciones de 1990 se celebraron como parte de un “acuerdo de paz”. Gracias al sabotaje y la guerra de la contra, el ingreso per cápita de Nicaragua había caído dramáticamente y la mayor parte de su infraestructura había quedado seriamente dañada. La revolución parecía enfrentarse a un callejón sin salida. Esas fueron las condiciones que permitieron el regreso de la derecha. Ganó las elecciones con Violeta Chamorro que se convirtió en presidente y desde entonces la derecha ha gobernado el país, deshaciendo las reformas sandinistas y reimponiendo las bárbaras condiciones que la población sufría en el pasado.
A pesar de esa experiencia, y de la derrota de 1990, muchas personas todavía recuerdan lo que consiguieron los sandinistas mientras estuvieron en el poder. Incluso la BBC tuvo que admitirlo: “Los sandinistas comenzaron a redistribuir la propiedad y consiguieron hacer enormes progresos en las esferas educativa y sanitaria”.

Tradiciones revolucionarias

La actitud de la gente corriente en estas elecciones quedó muy bien expresada por los reporteros de la BBC, que hablaban de esto antes y durante las elecciones. “Él (Ortega) es el único que cuida a los pobres. Todos los demás (candidatos) son de los ricos”. Esto es lo que decía William Medina en las afueras de un colegio electoral de Managua. Nora Ramírez, que vive en uno de los barrios más pobres de la capital, dijo: “Nos dirigieron bien en los años ochenta y lo harán de nuevo. Daniel nos dará leche, escuelas baratas y buenos hospitales… Ahora todo es tan caro que comemos judías y arroz refritos”.
Aquí tenemos la memoria de la revolución nicaragüense todavía arraigada en las mentes de los pobres del país. Algunos de ellos todavía se refieren a Daniel Ortega como “el comandante”, una referencia clara a los días en que dirigía las guerrillas sandinistas contra la oligarquía y sus seguidores.
Es esta cuestión la que hace a Ortega una figura odiada para los ricos. Los ricos de Nicaragua vieron como se destruía la base de su poder en los años ochenta. Pudieron perder todo. Desesperados lucharon contra los sandinistas, organizando la guerra terrible y brutal de la contra, con el apoyo del imperialismo norteamericano. El pueblo nicaragüense luchó valientemente para defender su revolución y pudieron haber erradicado el capitalismo y el latifundismo para siempre.
El voto a Ortega es, por tanto, un voto por un cambio serio. Quieren las reformas del pasado. Vivieron décadas bajo la vieja dictadura de Somoza. Después probaron lo que sería posible si la riqueza del país estuviera controlada por aquellos que la producen, los trabajadores y los campesinos. Esto fue de nuevo arrebatado y la población tuvo que sufrir de nuevo terriblemente. Ahora el viento de la revolución sopla a través de toda América Latina y está reavivando las ascuas revolucionarias que realmente nunca se han apagado totalmente en Nicaragua. Después de tres intentos infructuosos de ganar las presidenciales, ahora Ortega ha regresado.

El giro a la derecha de Ortega

La pregunta de las preguntas es: ¿qué va a hacer Ortega ahora? Sus declaraciones, desafortunadamente, no presagian nada bueno. Dice que es un hombre cambiado, que ya no es aquel revolucionario que tomó la propiedad de los ricos después de la revolución de 1979. Dice que su prioridad principal es garantizar la inversión extranjera. Eso significa que no se plantea la posibilidad de expropiar la propiedad a los ricos.
Eso obviamente explica el siguiente párrafo del manifiesto electoral de Ortega que aparece bajo el subtítulo: “Nuestro compromiso con la propiedad privada”:
“El Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional [el nombre del futuro gobierno sandinista], reconoce el papel de los trabajadores, campesinos, empresa privada, cooperativas y los bancos privados, entre otros sectores clave, en la construcción de una nueva Nicaragua libre de corrupción y saqueo. Por lo tanto, nuestro compromiso es respectar la propiedad privada, pequeña, media y grande, el total. Ni las confiscaciones, ni las expropiaciones, ni las ocupaciones serán permitidas por el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional”.
Esta idea encierra un giro a la derecha por parte de Ortega desde aquellos días como “el comandante”. Ortega en realidad ha sufrido una transformación extrema. Parece que de “el comandante” sólo queda el cascarón externo”. Incluso ha abandonado los colores tradicionales del movimiento sandinista, rojo y negro, ¡ha adoptado el rosa! El color es el adecuado, el color del sumiso reformismo socialdemócrata, el color de aquellos que se arrastraban ante los empresarios pidiendo algunas migajas para aliviar el sufrimiento de los pobres ¡no el color de la revolución!
Y por si esto no fuera suficiente, Ortega elige como su compañero de fórmula, el hombre que se convertirá en vicepresidente, a Jaime Morales, un banquero y antiguo líder de la contra. La guerra de la contra costó la vida a 50.000 nicaragüenses. Obligó al gobierno sandinista a dedicar recursos para la guerra, en lugar de poder utilizarlos para el beneficio de los trabajadores. Y ahora “el comandante” está dispuesto a dirigir el país con los antiguos líderes de la contra. Si nos remontáramos a los años ochenta se hubiese acusado de ciencia ficción a alguien que hubiera planteado esta posibilidad.
Ortega incluso ha pedido que se “olviden” sus “errores” del pasado. Ahora subraya el hecho de que él es un cristiano. Poco antes de las elecciones, los sandinistas votaron a favor de la prohibición total del aborto. Esto es un intento de calmar a la jerarquía de la iglesia católica. Así es como Ortega piensa que puede atraer la inversión extranjera, abrazando todos los valores de la clase dominante.
Este giro brusco a la derecha por parte de la dirección sandinista podría también explicar por qué Ortega sólo recibió el 38 por ciento. En las condiciones de Nicaragua, con un 80 por ciento de la población viviendo en la pobreza, se podría pensar que Ortega tendría que haber ganado con un margen mucho mayor. Esto demuestra que a pesar de los intentos de calmar a la oligarquía dominante, de dar a los ricos garantías sobre su propiedad y otras cosas similares, esto no ganará el apoyo de un sector significativo de aquellos que habrían votado a los sandinistas.
Al no plantear un programa revolucionario convincente, Ortega ha enviado un mensaje de que no desafiará los intereses fundamentales de los ricos que controlan la economía nicaragüense.
Si Ortega realmente quisiera el voto de los pobres entonces podría haberlo conseguido sólo con haber planteado un programa revolucionario. Es verdad que prometió mejores escuelas, hospitales, etc. Pero no ha explicado cómo va a pagar todo esto. A menos que tome la riqueza de los oligarcas y los imperialistas no tendrá a su disposición los medios para conseguir estas reformas. En los años ochenta tenía mucho más control de la economía, y aún así no fue capaz de completar la revolución. Dejó una parte importante de la riqueza en manos de los capitalistas. Hoy tiene un control de los recursos del país incluso menor.

Presiones imperialistas

El imperialismo norteamericano, después de la derrota de la revolución sandinista, ha reafirmado su control de la economía. Está dictando la política económica a través del FMI y el Banco Mundial. Un nuevo movimiento en esta dirección llegó en abril de este año cuando entró en efecto un tratado de libre comercio con EEUU, después de que el Congreso de Nicaragua votara a favor del ALCA en octubre del año pasado.
De todo esto queda bastante claro qué política debe ser aplicada si Nicaragua quiere seguir recibiendo “ayuda” de los imperialistas. Lo que quiere el pueblo de Nicaragua entra en contradicción directa con la política impuesta por el imperialismo. No puede haber ningún acuerdo entre las dos. Ortega está fomentando ilusiones y piensa que puede conseguir reformas duraderas y genuinas, mientras al mismo tiempo mantiene la propiedad de los oligarcas y los imperialistas.
Una capa de las masas claramente tiene ilusiones en que los sandinistas pueden regresar a las reformas de los días de la revolución. Pero si Ortega quiere mantener sus compromisos de respetar la propiedad privada, respetar a los banqueros y capitalistas, entonces no podrá mantener ninguna de sus promesas. Tiene sentado a su lado a un banquero que ¡se asegurará de que cumpla este compromiso!

Contradicciones con su base

La contradicción entre las aspiraciones de las masas que votaron a Ortega y su programa declarado se mostró gráficamente durante la campaña electoral. Ortega se rodeó de un nuevo color, el rosa, pero la población todavía llevaba los colores rojo y negro.
Según la “política de ajuste estructural”, la empresa eléctrica debe ser privatizada. ¿Se opondrá Ortega a las presiones del imperialismo? ¿Aumentará el gasto en sanidad y educación, algo que la PAE no permite?
Todo esto pondrá a prueba a Ortega y su gobierno. Muchos militantes sinceros de la base del movimiento sandinista buscarán un cambio serio, un regreso a las tradiciones revolucionarias del pasado. Aprenderán lecciones importantes en el próximo período. En el pasado intentaron llevar adelante la revolución y fueron detenidos a medio camino. Después de que tuvieran el poder en sus manos se les escapó. Ahora tienen otra oportunidad.
Lo que está a su favor es la situación internacional general. Los movimientos revolucionarios se están desarrollando por toda América Latina. Esto fortalece enormemente a las masas nicaragüenses. No hay una excusa real para los compromisos. Una nueva revolución nicaragüense no estaría aislada. Sería mucho más difícil que interviniera EEUU. Tienen grandes problemas en Venezuela, Bolivia, México, etc. Una revolución real y completa en Nicaragua tendría el efecto de encender el fusible en toda América Latina.
Daniel Ortega no ha dado ninguna prueba de que esté preparado para regresar a su pasado revolucionario. Todo lo contrario, hace todo lo posible para reafirmar a los capitalistas locales que están en manos seguras. Eso no significa en absoluto que desde dentro del movimiento sandinista no se desarrolle una verdadera oposición revolucionaria. En realidad, se desarrollará cuando la base en contacto con la población se mueva para cambiar las cosas y Ortega desde arriba intente controlar el movimiento.