El 8 de julio, Hugo Moyano fue reelegido secretario general de la CGT, con el apoyo de los gremios más poderosos. Por su parte, Barrionuevo se erigió como jefe de la "opositora" CGT Azul y Blanca, no asistió al Congreso oficial y rompió con cuarenta gremios menores.
El 8 de julio, Hugo Moyano fue reelegido secretario general de la CGT, con el apoyo de los gremios más poderosos. Por su parte, Barrionuevo se erigió como jefe de la "opositora" CGT Azul y Blanca, no asistió al Congreso oficial y rompió con cuarenta gremios menores.
La división de la CGT
Cabe destacar que el escenario de ruptura está precedido por el conflicto del campo que duró más de 100 días y que ha puesto blanco sobre negro la discusión de la renta agraria, entre otros problemas nacionales. Barrionuevo se alineó con la derecha y el peronismo anti K en contra del gobierno en este conflicto. Es este el marco político donde se reelige a Moyano y se produce la ruptura de la Central Obrera.
La división de la CGT de todas maneras es relativa ya que lo acordado para que Moyano triunfara fue la formación de un Directivo para las decisiones fundamentales de la Central Obrera, compuesto por los gordos (con vínculos claros con los grandes empresarios) y los "independientes", afines al gobierno (como la UOM). El gobierno necesita tener una CGT adicta que acompañe el "Acuerdo del Bicententario" que, entre otras cosas implicará techos salariales y el mantenimiento de las actuales condiciones de trabajo para que los empresarios sigan obteniendo enormes ganancias a costa de la explotación de los trabajadores.
Este nuevo directivo está tan lejos de los sentimientos de rabia, dolor, orfandad, que anidan en nuestros pechos de obreros, que solamente pueden perpetuarse con una clara política de abandono de la democracia sindical ¡¡No hemos participado de una sola asamblea de bases para definir quién debía ser electo a este directivo, y mucho menos definir qué levantar como reivindicaciones!!
Esta es la democracia de la birome. Es la "democracia sindical" que da la espalda a millones de trabajadores sindicalizados o no, ocupados y desocupados.
Son estos jefes sindicales los que se ubican como los adláteres de la gran burguesía argentina, tenga el color que tenga. Los mismos que fueron saludados por la patronal de Techint (Caló, Secretario General de la UOM Nacional) por la colaboración y el cuestionamiento a la nacionalización que implementó el Gobierno del Presidente Hugo Chávez en Sidor, Venezuela. Los mismos que se enriquecen como dirigentes sindical/empresarios a costa de nuestros sufrimientos. Son estos jefes sindicales que debemos remover.
El desafío de la CTA
Nos parece que la CTA, que convoca y aglutina a valiosas y valiosos compañeros, merece una atención especial ya que desde hace tiempo -y a pesar de las tendencias a su interior- lucha por ser una alternativa válida a la CGT. Creemos que debe asumir una política más osada, ya que tiene todas las posibilidades para que miles de trabajadores escuchen sus planteos.
Pero nos permitimos de manera respetuosa disentir con algunos de los métodos aplicados por los dirigentes de la CTA. En primer lugar, deberían abandonar la política de ningunear a la CGT y convocarla públicamente a la lucha en unidad a sus bases y a su dirección, al mismo tiempo que se critica las políticas que han llevado adelante.
La tarea de la CTA debería ser ayudar a desarrollar los sectores clasistas de la CGT que entran en oposición a la burocracia, en la perspectiva de recuperar la CGT o sus sindicatos principales para un sindicalismo de clase y democrático. Es a partir de ahí que podría abordarse la tarea de la unificación del movimiento sindical, por medio de la fusión del ala clasista y democrática de la CGT con la CTA
Por otro lado, la reconstrucción de Cuerpos de Delegados y Juntas Internas, elegidas democráticamente debe ser, -como es de hace tiempo- un proceso permanente de concientización y lucha reivindicativa, ligado inevitablemente a la unidad y reagrupamiento del activismo combativo, antiburocrático y clasista.
Este reagrupamiento del activismo con una política clara, enemiga a la conciliación de clases, debe ser una de las tareas impostergable para toda y todo activista con conciencia de tal. La fragmentación que padecen miles y miles de trabajadoras y trabajadores no debe, ni puede ser apuntalado por la fragmentación del activismo.
Por el contrario, debemos apartar los sectarismos y los epítetos que tan mal hacen a cualquier movimiento o reagrupamiento que intenta erigirse como una alternativa válida a la crisis que vivimos.