La nueva generación debe estudiar los maravillosos acontecimientos de Francia de 1968 y comprender el enorme poder, la energía creativa de la clase obrera. Ted Grant solía decir: no hay poder sobre la tierra que pueda resistir a la clase obrera, unavez ésta se ha organizado y movilizado para cambiar la sociedad. ¡Esa idea es correcta! Y cuando la clase obrera tiene una dirección digna de ese nombre, demostrará que eso es verdad. Mayo de 1968 regresará de nuevo pero a un nivel muy superior. ¡Aseguremguremos que la próxima vez tenga lo necesario para vencer!
Recientemente escribí un artículo sobre Mayo de 1968 en Francia (ver La revolución francesa de mayo de 1968 (Alan Woods, 1º mayo 2008)). Puedo hablar de mi experiencia personal sobre Mayo de 1968 porque en aquella época yo estaba en París. Cuando estaba escribiendo el artículo me inundaron los recuerdos, tan intensos como si los extraordinarios acontecimientos que presencié hubieran ocurrido ayer. Yo era miembro de la Corriente Militant (antecesora de la corriente marxista británica Socialist Appeal y de la Corriente Marxista Internacional) y en aquella época yo estudiaba en la Universidad de Sussex (Gales). Militant, que fue creada por Ted Grant, aún era un grupo pequeño, aunque destinado a convertirse en la organización trotskista con más éxito e influencia desde la época de la Oposición de Izquierda rusa.
En aquel momento no teníamos a nadie fuera de Gran Bretaña (excepto un compañero en Irlanda del Norte). Éramos firmes internacionalistas y en cada reunión nacional de la corriente siempre comenzábamos con una discusión sobre perspectivas mundiales. Ted siempre insistía en este aspecto y tenía mucha razón en ello. Por tanto, los acontecimientos franceses fueron una fuente de inspiración para nosotros, especialmente porque habíamos defendido la perspectiva de un movimiento de la clase obrera, cuando prácticamente todos los demás grupos habían descartado al proletariado europeo como fuerza revolucionaria.
Teníamos muy pocos recursos en esa época, pero discutimos la situación y se decidió que alguien fuera a Francia para intentar contactar con los jóvenes y trabajadores revolucionarios. Así que agarré mis valijas y salí hacia París con un compañero escocés que era el dueño orgulloso de un viejo auto que había conocido épocas mejores, pero que aún funcionaba.
El primer problema que nos encontramos fue la propia huelga que había provocado cortes severos de combustible. A lo largo de todo el camino hacia París observamos dos cosas: una nos llenó de excitación y la otra nos proporcionó un presentimiento. A lo largo de la ruta, en cada fábrica, había banderas rojas ondeando al viento y fuera de cada estación de servicio abierta (que no eran muchas) había largas colas esperando nafta y gasoil. ¿Conseguiríamos llegar a París? Al compañero escocés no se le había ocurrido llenar el depósito al otro lado del canal, afortunadamente, conseguimos encontrar algo de gasolina y respiramos aliviados.
La atmósfera de París era algo difícil de describir. Me recordaba a las famosas líneas escritas por el joven poeta inglés William Wordsworth cuando visitó Francia después de la revolución de 1.789:
"Bliss was it in that dawn to be alive,
But to be young was very heaven!"
"La dicha en ese amanecer era estar vivo,
¡pero ser joven era el mismo paraíso!"
Ambiente electrizante
Había algo electrizante en el ambiente, algo embriagador. Era el espíritu de la revolución. Estaba en un departamento en el Barrio Latino, con un compañero mexicano, un intelectual que simpatizaba con los mandelistas pero que no militaba. Me mostró las calles de alrededor y en cada esquina había signos de gran agitación social. Trotsky explica en La historia de la Revolución Rusa que la esencia de la revolución es la intervención directa de las masas en la política. Este era un ejemplo de laboratorio.
En cada calle las paredes de las casas, las estaciones de metro y oficinas estaban empapeladas con carteles y pintadas revolucionarias. Pero lo más interesante era que un gran número de personas se arremolinaba alrededor de estos periódicos de pared, luchando por echar una mirada, leer cada línea, casi beber la información. En la calle había discusiones animadas, en las paradas de autobús, en los mercados y en los bares ¡Esto era una revolución! Algunos años más tarde presencié exactamente las mismas cosas en las calles de Lisboa y Oporto después de la revolución portuguesa del 25 de abril de 1974.
El movimiento había arrastrado a todo tipo de personas. Cerca de donde estábamos, los científicos habían ocupado un observatorio astronómico. Nos dimos una vuelta por la Bolsa de trabajo que estaba cerrada. La fachada del edificio estaba empapelada con carteles del sindicato CFDT. Este hecho era algo totalmente típico de aquellos días. La militancia sindical en Francia siempre ha sido baja, particularmente si se comparaba con la de Gran Bretaña en aquella época. Antes de mayo de 1968 menos de una cuarta parte de los trabajadores franceses estaban organizados. Pero ahora, diez millones ocupaban las fábricas y centros de trabajo en toda Francia.
Los sindicatos en Francia, como en la mayoría de países europeos, fueron organizados por los partidos políticos. Gran Bretaña fue la excepción, aquí fueron los sindicatos quienes crearon el Partido Laborista. El sindicato más grande en Francia era la CGT (Confederación General de Trabajadores), que estaba vinculada al Partido Comunista. Tenía aproximadamente 1,5 millones de afiliados y tenía una base fuerte en la industria pesada y en la manufactura tradicional, los batallones pesados de la clase obrera.
Luego estaba la CFDT (Confederación Francesa del Trabajo), que tenía aproximadamente 750.000 afiliados. Era un fenómeno muy interesante. La CFDT originalmente fue creada como un sindicato católico, pero giró a la izquierda y comenzó a adoptar una posición socialista. En 1968 estaba a la izquierda de la CGT, defendiendo una especie de control obrero ("autogestión"). La CFDT tenía su principal base en lo que podemos llamar la "brigada ligera" de la clase obrera francesa, los técnicos y personal de oficina, trabajadores de cuello blanco, en la ingeniería ligera y la electrónica. Después de 1968 creció rápidamente, atrayendo a trabajadores militantes y a las capas más jóvenes repelidas por el comportamiento burocrático de la CGT.
Por último estaba Force Ouvrière (Fuerza Obrera), con aproximadamente 600.000 afiliados, fue creado con el apoyo activo de la CIA para combatir a la "comunista" CGT y se inclinaba hacia el Partido Socialista. El PSF, por cierto, había caído hasta tal punto que muchos ya lo habían dado por muerto, esta posición era defendida particularmente por las sectas. Pero, incluso, aunque sólo había conseguido aproximadamente un 4 por ciento en las elecciones, Ted siempre insistió en que se recuperaría, lo que consiguió finalmente superando al PCF.
Las organizaciones de masas
Mi 1968 era una reivindicación total de la idea que siempre había defendido Ted Grant: que cuando los trabajadores comienzan a moverse, siempre se expresan en primer lugar a través de las organizaciones de masas de la clase que ya existen. Este fue el caso de Francia. Millones de trabajadores no organizados comenzaron a hacerlo. Pero no crearon nuevos sindicatos o buscaron nuevos partidos políticos, mucho menos a los movimientos anarquistas. Inmediatamente miraron hacia las organizaciones de masas existentes.
Los sindicatos crecían rápidamente. La gran fábrica de Citroen, cuya planta estaba formada principalmente por inmigrantes procedentes de España, Portugal, el norte de África y Yugoslavia, estaba especializada en producir automóviles de lujo como el Citroen DS. Tenía un régimen de terror, los sindicatos estaban prohibidos y los trabajadores eran acosados continuamente por los guardias de seguridad, controles, tarjetas de identificación, etc., Pero una vez comenzó el movimiento, prácticamente de la noche a la mañana los trabajadores se organizaron y ocuparon la fábrica.
Pero no sólo los sindicatos experimentaban un crecimiento explosivo. Recuerdo que leí un ejemplar del periódico del PCF, L"Humanité, en él aparecía un artículo en el que decía que el PCF había creado más de 80 agrupaciones nuevas sólo en la región de París. ¡Fue tal la afluencia de nuevos militantes que el partido se quedó sin carnés!
Lo primero que hice al llegar a París fue contactar con Ted Grant que ya estaba allí alojándose en la vivienda de su hermana, que residía en París. Nos habían expulsado del llamado Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional unos años antes cuando nos opusimos a la línea capituladora de Mandel, Frank, Hansen y otros supuestos dirigentes de la Cuarta. Pero aún teníamos alguna esperanza en encontrar un eco en las filas de los trotskistas franceses, e incluso editamos un volante en solidaridad con su organización juvenil, la JCR (Juventud Comunista Revolucionaria).
Sin embargo, los intentos de Ted de localizar a los dirigentes de este grupo fueron infructuosos. Teníamos la dirección de su local y fuimos a ver si podíamos encontrar a alguien con quien hablar. Pero el local estaba cerrado y no había señal de nadie. Parecía que habían pasado a la clandestinidad. Con su habitual sentido del humor Ted dijo: "Los únicos que saben en París donde está Pierre Frank es la policía". Al día siguiente leímos que lo habían detenido.
Pronto descubrimos que era prácticamente imposible establecer contacto directo con los trabajadores. Las fábricas ocupadas estaban cerradas a cal y canto, teóricamente contra la policía y los provocadores. En parte era cierto, pero también fue un consejo "útil" de los dirigentes sindicales para mantener a los trabajadores alejados de las influencias "perjudiciales" de los "agitadores de izquierda". Algunas veces te podías acercar a las fábricas y hablar con los piquetes a través de las vallas, pero era muy difícil.
Los estudiantes
En ausencia de otra dirección decidimos ir a la Universidad de La Sorbona para intentar ponernos en contacto con los estudiantes que habían ocupado la universidad. En el gran patio central rodeado de edificios antiguos vi una escena incongruente. Las columnas que estaban dedicadas al cardenal Richelieu estaban cubiertas con banderas rojas y retratos de Mao, Trotsky, Castro y el Che Guevara, vigilando la plaza. Sin embargo, en ese momento apenas había nadie allí, probablemente, estaban en alguna manifestación.
En todas partes del patio había muchas mesas en las que se podían ver los periódicos de todos los grupos de izquierda. En aquella época todos eran mensuales y no habían tenido tiempo de publicar una nueva edición después del inicio de la huelga. Todos dedicaban las tapas de sus revistas a Vietnam, Bolivia, Cuba, Che Guevara, Mao Zedong, en realidad, ¡a todo menos a la clase obrera francesa! La única excepción era Voix Ouvriere (ahora, Lutte Ouvriere) que tenía una línea semi-sindicalista.
Con estos datos es imposible no llegar a la conclusión de que Mayo de 1968, en realidad, "había caído como una bomba" para cada una de estas tendencias. Las otras tendencias no lo esperaban porque, en realidad, habían descartado a la clase obrera en los países capitalistas desarrollados como "corrupta", "aburguesada" y "norteamericanizada". En otras palabras, habían abandonado las ideas de Trotsky a favor de las ideas de Marcuse.
Muchos de ellos se encontraban cómodos refugiados en discusiones interminables sobre la "lucha armada" en los cafés de París, donde se basaban en las "teorías" idiotas de Régis Debray. Este miserable, cuyo comportamiento irresponsable jugó un papel en la captura y muerte del Che Guevara, escribió un libro titulado: Revolución en la revolución, en él defendía que pequeños focos guerrilleros podrían desencadenar una guerra campesina en América Latina.
Esta supuesta "nueva" idea realmente sólo era una reproducción mecánica de la "propaganda por los hechos" de Bakunin. Era una teoría equivocada y, en la práctica, un desastre. Su único resultado fue la muerte inútil de decenas de miles de jóvenes revolucionarios en América Latina y el establecimiento de dictaduras militares en países como Argentina y Uruguay.
La guerra de guerrillas tiene algún sentido en un país subdesarrollado con un gran campesinado, aunque incluso en este caso, sólo puede jugar un papel como auxiliar del movimiento revolucionario de los trabajadores en las ciudades. Pero en un país industrializado como Francia, donde la clase obrera es la mayoría aplastante de la sociedad, esta teoría es una absoluta locura. Sin embargo, aliviaba a los revolucionarios pequeño-burgueses de cualquier necesidad de buscar contactos con el mundo real y los problemas de los trabajadores franceses que, de haberlo hecho, les habrían proporcionado una información más que suficiente que les habría avisado de la inminente explosión social.
Es interesante observar que se estaba produciendo un proceso similar en las organizaciones estudiantiles tradicionales al que ya mencionamos en relación a los sindicatos obreros. La prensa exageró el papel de anarquistas como Daniel Cohn-Bendit. Pero en realidad eran una minoría. La principal organización estudiantil, la UNEF (Sindicato de Estudiantes Franceses), en su punto álgido durante la guerra de Argelia tenía una militancia de 100.000, de una población estudiantil total de 240.000. Pero desde entonces había caído su militancia y ya no tenían más de 50.000 entre una población estudiantil que superaba los 500.000.
Cohen-Bendit la descartó calificándola como fuerza muerta ("moribunda en todo el país y una farsa absoluta en Nanterre"). En realidad, no había jugado ningún papel en la importante ocupación de la Universidad de Nanterre. Sin embargo, una vez comenzó el movimiento, la UNEF comenzó a crecer contra todos los pronósticos de los anarquistas y sectarios. Incluso antes de Mayo de 1968 comenzó una campaña contra la política educativa reaccionaria del gobierno gaullista y consiguió atraer a un gran número de estudiantes.
Desgraciadamente, no teníamos en Francia un grupo capaz de intervenir eficazmente en estos acontecimientos. La lección principal tanto de 1968 como del más reciente movimiento huelguístico de diciembre de 1995 es que una vez que los trabajadores salen a las calles entonces es demasiado tarde para nosotros. No podemos improvisar una organización revolucionaria, hay que crearla antes. Publicamos un volante y las principales consignas se centraban en la idea de Comités de Lucha elegidos democráticamente que, unidos sobre bases locales, regionales y nacionales, constituyeran la base para un gobierno obrero alternativo.
Inutilidad del anarquismo
Naturalmente, había sed de democracia y participación. Incluso se permitía hablar a los fascistas en las reuniones de masas en nombre de la "¡liberad de expresión!" Si se hubiera dado la vuelta a la tortilla, no creo que los fascistas hubieran hecho lo mismo. Fui a uno de los comités de lucha formado por estudiantes que estaban en contacto con los trabajadores en huelga. Eran principalmente anarquistas o semi-anarquistas, sin duda muy sinceros, pero sin ideas, programa ni perspectivas claras para el movimiento.
En esta etapa, el movimiento había pasado su punto álgido y las autoridades comenzaban ya a organizar la contraofensiva, enviado a la policía antidisturbios (CRS) para atacar a los piquetes. Los estudiantes estaban discutiendo un borrador para un volante sobre este tema. No había una propuesta clara sobre cómo debían hacer los trabajadores frente a este comportamiento agresivo de la policía. El borrador estaba lleno de un lenguaje descuidado y de argot, denunciando a los "polis" (policías), pero sin un contenido concreto. Incluso entonces, después de una discusión acalorada, no fueron capaces en ponerse de acuerdo sobre qué decir.
El compañero escocés y yo estábamos sentados silenciosos en una esquina mientras se producía la reunión, escuchando la argumentación. Después de un rato, uno de los participantes dijo: "¿Qué piensan los compañeros ingleses?" Yo respondí que no éramos delegados elegidos por ninguna organización, pero no les importó este detalle. "¡Mais non! ¡Cualquiera puede hablar aquí!" Así que me acerqué a la mesa y expresé mi punto de vista, es decir, que se debía plantear la organización de la defensa de los trabajadores, empezando por armar a los piquetes, una consigna que se correspondía con las necesidades de la situación donde los piquetes eran reprimidos con violencia en algunas zonas.
Terminé de hablar y todos asintieron con la cabeza.
"¿Están de acuerdo con esta idea?" pregunté.
"¡Sí, estamos de acuerdo!"
"¿Van a ponerlo en el volante?"
"¡No, no podemos!"
"¿Por qué no?"
"¡No podemos decirles a los trabajadores qué deben hacer!"
Les intenté explicar que no era un asunto de decirle a nadie qué hacer, sólo se trataba de expresar una opinión, hacer una sugerencia que los trabajadores podían aceptar o rechazar. Los estudiantes habían hecho un excelente trabajo de solidaridad, apoyando a los huelguistas, recogiendo dinero y otras cosas similares. Los trabajadores los respetaban por esta actividad y seguramente que no les habrían negado el derecho a plantear su punto de vista.
"¡No! ¡No podemos decir a los trabajadores qué deben hacer!" Era como una pista rallada en un viejo disco de vinilo.
Los estudiantes que dominaban el comité no eran malos tipos, eran muy activos y sin duda sinceros, pero totalmente contagiados de los prejuicios anarquistas. De modo muy educado rechazaron nuestras ideas. ¿Qué podíamos hacer? La realidad es que, incluso si un programa es cien por cien correcto, no hay mucho que pueda hacerse si no se tiene una organización realmente capaz de intervenir en el movimiento de los trabajadores. Y esta organización no se puede improvisar al calor de los acontecimientos, debe construirse de manera paciente por anticipado.
La tragedia era que los activistas obreros buscaban desesperadamente aquello que los estudiantes no les podían proporcionar: una dirección revolucionaria. Este hecho lo pude ver con mis propios ojos. En medio de esta discusión entró a la sala un grupo de trabajadores jóvenes (creo que eran electricistas), eran de una fábrica ocupada de la localidad y estaban claramente frustrados, incluso un poco desesperados.
Escuché la conversación entre los trabajadores y uno de los dirigentes anarquistas (sí, ¡los anarquistas también tienen dirigentes!), los primeros dijeron:
"Miren, los trabajadores jóvenes estamos con vosotros, pero el resto en su mayoría son trabajadores más veteranos. Cuando hablamos de revolución no nos comprenden. No podemos hacerles ver qué queremos decir. ¡Necesitamos una dirección!"
Recuerdo la discusión muy bien y las palabras de estos trabajadores. También recuerdo la mirada de absoluto horror en la cara de los estudiantes. "¡No! ¡No queremos ningún líder!" gritó. Los trabajadores permanecieron firmes e insistieron en que eso era lo que ellos precisamente querían. La discusión (que en realidad era un diálogo de sordos ya que ninguna de las dos partes se movía de su punto de vista) comenzó a acalorarse. En determinado momento yo intervine:
"Perdón, pero creo que los compañeros lo que dicen es que necesitan un partido y una dirección revolucionarios capaz de plantear consignas concretas y ganar a la mayoría para el programa de la revolución socialista".
Todos los trabajadores gritaron que sí, que era eso lo que ellos necesitaban. El pobre estudiante se encogió de hombros y renunció, sin duda profundamente desencantado con la incapacidad de los trabajadores de comprender los magníficos puntos de la filosofía anarquista.
Discusiones como ésta debían producirse por toda Francia. Los trabajadores, especialmente las capas más militantes de jóvenes en las fábricas, comenzaban a comprender que el movimiento empezaba a decaer. Después de tener el poder en sus manos veían como a poco se les escapaba de los dedos. Un número cada vez mayor empezaba a ver el papel traidor de los dirigentes sindicales y "comunistas". Si hubiera existido una corriente marxista fuerte en las fábricas, en las agrupaciones sindicales, en el Partido Comunista y en las Juventudes Comunistas, habría conseguido un eco tremendo. Pero no existía.
La tendencia predominante entre los estudiantes en aquel momento era una especie de anarquismo difuso. Trotsky dijo en cierta ocasión que el anarquismo es como un paraguas lleno de agujeros, inútil precisamente cuando llueve. Toda la historia del anarquismo internacionalmente confirma esta idea, y Mayo de 1968 no fue una excepción.
Como teoría, el anarquismo es absolutamente vacío. El argumento de que la clase obrera no necesita una organización revolucionaria, un partido y una dirección, es completamente pueril. Si los zapatos me hacen heridas en el pie ¿llego a la conclusión de que debo ir descalzo? No, saldré y conseguiré otros zapatos que no me hagan daño. Si vivo en una vivienda mala ¿llego a la conclusión de que lo adecuado es no tener una vivienda? No, intento encontrar un alojamiento mejor. Si no estoy satisfecho con mi dentista ¿llego a la conclusión de que es mejor sufrir un dolor de muelas? La respuesta es evidente.
La misma lógica se aplica exactamente al tema de la organización de la clase obrera. Marx explicó hace mucho que la clase obrera sin organización es sólo materia prima para la explotación. El proletariado, instintivamente, comprende la necesidad de los sindicatos para defenderse contra los ataques de los empresarios. Más tarde, también llegan a la conclusión de la necesidad de los partidos políticos y de la lucha por el poder político.
Es verdad que las organizaciones del proletariado (tanto sindicatos como partidos) pueden degenerar bajo las presiones de la sociedad capitalista y transformarse en obstáculos en el camino de la clase obrera. Pero la conclusión de esto no es que los trabajadores deben abandonar la idea de crear una organización, sino que necesitan una organización, un sindicato, y un partido político adecuado para sus objetivos.
Traición estalinista
Las direcciones de los sindicatos y partidos de Francia en mayo de 1968 jugaron un papel negativo. Sí, pero la conclusión de los trabajadores jóvenes era la correcta, es decir, es necesario echar a los dirigentes corruptos y cobardes, y sustituirlos con trabajadores militantes honestos dispuestos a luchar.
Los dirigentes estalinistas del PCF y de la CGT jugaron el papel más despreciable. Desde el principio, hicieron todo lo que estuvo en su poder para convencer a los trabajadores de que dieran marcha atrás y mantener el movimiento dentro de unos límites "seguros". Recuerdo que había algunos militantes del PC repartiendo volantes en la calle , el título era: "¡No a las maniobras!". Un hombre agarró un volante, miró el título y comentó con sarcasmo: "Les manoeuvres?, c"est nous!" ("¿Maniobras? ¡Eso significamos!).
Los dirigentes del PCF decían que el Estado era fuerte, que habría violencia y guerra civil. Estas son las palabras de Waldeck-Rochet, el secretario general del partido:
"En realidad en mayo se debía hacer la siguiente elección:
"O se actuaba de una manera que la huelga permitiera satisfacer las reivindicaciones esenciales de los trabajadores y aplicar al mismo tiempo, en el plano político, una política destinada a realizar los cambios democráticos necesarios por medios constitucionales. Esa era la posición de nuestro partido.
"O simplemente provocar una prueba de fuerza, en otras palabras moverse hacia la insurrección, lo que implicaría recurrir a la lucha armada para derrocar al régimen por la fuerza. Esa era la posición aventurera de ciertos grupos de ultraizquierda". (L"Humanité. 10/7/1968).
Los dirigentes sindicales y del PCF no tenían ninguna intención de tomar el poder. La idea ni siquiera entraba en sus cabezas. El 21 de mayo, George Séguy, líder de la CGT, dijo en una conferencia de prensa que la "autogestión es una fórmula vacía, lo que quieren los trabajadores es la satisfacción inmediata de sus demandas". Añadió que los "militantes de la CGT eran muy responsables" y no tenían la costumbre de confundir sus deseos con la realidad. "No, los diez millones de huelguistas no buscan el poder, lo que quieren es mejorar sus condiciones de vida y trabajo".
El problema de los dirigentes sindicales era que los trabajadores habían desarrollado un sentido de su propia fuerza. Mientras estuve en París, los dirigentes sindicales llegaron a un acuerdo con las asociaciones empresariales y el gobierno, que implicaba grandes concesiones económicas. Incluso así, los dirigentes sindicales tuvieron un trabajo muy duro para vender el acuerdo a los trabajadores. Los trabajadores de la Renault y otras grandes empresas se negaron a regresar al trabajo.
Recuerdo que estaba en un bar de París con muchas personas viendo una asamblea de masas televisada dentro de la gigantesca fábrica de Renault, donde se había congregado un gran número de trabajadores, algunos sentados en las grúas y caballetes, para escuchar a George Séguy, secretario general de la CGT, leer una lista de lo que ofrecían los empresarios: grandes aumentos salariales, pensiones, reducción de horas, etc., Pero en medio de su intervención fue interrumpido por los trabajadores que gritaban: "¡Gouvernement populaire! ¡gouvernement populaire!" (¡Gobierno popular!)
Este incidente está en mi memoria porque resume toda la situación. Los trabajadores eran los dueños de la fábrica, junto con sus hermanos y hermanas del resto de Francia, realmente eran los dueños de Francia. Tenían sentido de su propia fuerza, la fuerza de la clase obrera, y no querían que los comprasen con ofertas de aumentos salariales, no importa lo grandes que fueran. Recuerdo que Séguy ni siquiera pudo terminar su intervención.
Bancarrota de las sectas
La burocracia estalinista explotó hábilmente los temores de las masas. Como los burócratas obreros en todas partes, sabían que muchos trabajadores temían la perspectiva de violencia y derramamiento de sangre. Este dato es un libro sellado con siete cerraduras para las sectas ultra-izquierdistas, que inmediatamente cayeron en la trampa que les habían puesto la burguesía y la burocracia. Esa es una de las razones por las que ni siquiera en mil años ganarán a las masas. La clase de terminología radical que es el sello habitual de los sectarios es simplemente la otra cara de la moneda de su falta de confianza en la clase obrera, su fe supersticiosa en el "Estado fuerte" y, sobre todo, su incapacidad orgánica de penetrar en la clase obrera, o ni siquiera encontrar un leguaje común con los trabajadores.
Podemos decir sin temor a caer en una contradicción que la tendencia encabezada por Ted Grant fue la única capaz de resistir la degeneración pequeño burguesa de los supuestos líderes de la Cuarta Internacional, que abandonaron la política proletaria revolucionaria de Trotsky a favor de la política pequeño burguesa estudiantil. La secta mandelista continuamente machacaba con el presunto "Estado fuerte" en Francia antes de 1968. Estos pequeño burgueses pensaban que los trabajadores son incapaces de hacer nada sin estas damas y caballeros intelectuales, que elegantemente les darían "conciencia socialista" desde fuera.
Yo estaba afuera en una asamblea de trabajadores masiva y había un miembro de la JCR mandelista distribuyendo un volante. Durante años guardé ese volante pero, desgraciadamente, lo perdí junto con todo el resto de material que traje de Francia en 1968 debido a mis frecuentes traslados. Pero lo recuerdo con mucha claridad. No estaba muy bien impreso, una hoja escrita a doble faz con letra pequeña, y casi ilegible. Era muy abstracto, escrito en un lenguaje académico incomprensible para cualquier trabajador.
No puedo recordar muy bien el contenido, excepto que era muy abstracto, con una estúpida pretensión de "teoría" (o lo que se supone que es teoría para las sectas ultraizquierdistas). Pero lo esencial era que: explicaban solemnemente a los trabajadores franceses que los dejasen a ellos, ya que lo único que los trabajadores podrían alcanzar era una "conciencia sindical". Para empeorar las cosas, intentaban citar a Lenin para defender esta postura monstruosa, Y de entre todos los escritos de Lenin que podrían haber elegido (¡y hay para elegir!), habían seleccionado un pasaje del ¿Qué hacer?, este párrafo era un error y además un error que Lenin había copiado de Kautsky.
Este error siempre es citado por las sectas en todo el mundo (probablemente porque es lo poco que han leído de Lenin). Son tan ignorantes que no saben que el propio Lenin admitió con franqueza que esa idea era un error. Lo corrigió y nunca más lo volvió a repetir. Pero eso no importa a los sectarios de todo el mundo que no les importa repetirlo.
"Sólo conciencia sindical" ¡con diez millones de trabajadores ocupando las fábricas! Estas personas no previeron nada, no comprendían nada y, consecuentemente, se quedaron totalmente aislados de la clase. Estaban jugando a la revolución, construyendo barricadas y luchando contra la policía, todas actividades muy necesarias en determinadas condiciones, pero totalmente inútiles a menos que se gane a las masas.
Ausencia de dirección
La tragedia de Mayo de 1968 fue la ausencia de dirección. Si hubiera existido una verdadera tendencia marxista incluso con doscientos cuadros, con raíces en las organizaciones de masas (en este caso el PCF, la CGT y la CFDT), toda la situación habría sido diferente. Incluso el autor burgués del artículo de la Enciclopedia Británica comprendía que los dirigentes estalinistas estaban aterrorizados por perder el control del movimiento hacia la izquierda ("rivales extremistas y anarquistas" en su jerga). Pero los grupos "trotskistas" franceses no comprendían nada.
Los acontecimientos de mayo fueron más que una huelga general. Fue una revolución traicionada por los dirigentes estalinistas y reformistas. Todos los sectores del proletariado participaron en la lucha. El colosal alcance del movimiento, su extensión e ímpetu, seguían las mejores tradiciones de la clase obrera francesa. Y esto se consiguió sin ninguna dirección de las cúpulas del PCF y del PSF.
¿En esas circunstancias cómo habría actuado una verdadera tendencia marxista? ¿Habrían planteado la consigna de la insurrección y la guerra civil? Eso sólo lo hacen las sectas. La realidad es que intentaron ponerlo en práctica (¡sin las masas!). Esa es la esencia destilada del ultraizquierdismo y aventurerismo pequeño burgués, que siempre le hace el juego a la derecha.
Los dirigentes estalinistas repelían a los elementos más militantes, sobre todo a la juventud. Recuerdo un volante con una caricatura de un hombre descolgando un retrato del dirigente del PCF, Waldeck Rochet, y alguien le dice: "Va l"décrocher!" (un juego de palabras que significa: "¡cuélgalo al revés!"). Pero estos dirigentes aún tenían una enorme autoridad entre las masas y controlaban las organizaciones de masas. Como hemos visto, muchos miles de trabajadores en aquel momento habían entrado al Partido Comunista, tenían muchas ilusiones en la dirección que sólo se podrían disipar a través de la experiencia.
En contra de nuestro consejo, los mandelistas se salieron de las Juventudes Comunistas para formar su propia organización juvenil independiente, la JCR. Mostraron un enorme valor en las calles pero, fuera de las organizaciones de masas, se quedaron totalmente aislados de la clase obrera. Además, su perspectiva, su lenguaje, métodos y tácticas los apartaban de los trabajadores organizados y los convertían en objetivo fácil de los burócratas, que los presentaban (no sin cierta razón) como aventureros pequeño burgueses irresponsables.
Lo que hacía falta era una tendencia que defendiera la política, el programa y los métodos de Lenin, que defendiera su causa de una manera paciente y con método dentro del PCF y los sindicatos. Los marxistas franceses habrían realizado un trabajo sistemático en el PCF, en las JC y los sindicatos, construyendo puntos de apoyo durante todo el período anterior. En el transcurso de los acontecimientos de mayo, la consigna principal debería haber sido la creación y elección de comités para coordinar y dirigir la lucha, uniéndose local, regional y, finalmente, a nivel nacional. Al mismo tiempo, habría sido necesario exigir al PC que tomara el poder, expropiara a los capitalistas y transformara la sociedad. Esa era la única manera de ganar a la clase obrera y a la base de la CGT y el PCF.
——————————————————————————–
Posdata
Han pasado cuarenta años de estos acontecimientos que he descrito. El mundo ha cambiado. La Unión Soviética ha desaparecido. Los viejos dirigentes estalinistas han muerto o desaparecido de la escena histórica. Aquellos que los han sustituido ya no miran a Moscú sino a los burgueses y reformistas, y a sus ideas.
Todos los anarquistas y pequeño burgueses ultra-revolucionarios que ocuparon el escenario en aquel momento han olvidado ya todos sus sueños revolucionarios de juventud. Se visten con trajes grises, ganan mucho dinero, viven un retiro confortable y han engordado. Algunos de ellos suspiran cuando recuerdan aquellos maravillosos días cuando eran jóvenes e idealistas. Después examinan su cuenta bancaria y les dicen a sus hijos: "la utopía es un sueño imposible".
Los peores son aquellos cadáveres vivientes que aún pretenden ser socialistas y comunistas, los que aún teorizan sobre el cambio de sociedad pero que ahora son "realistas". Personas como Tony Negri y Heinz Dieterich que gastan todo su tiempo en intentar "reeducar a la juventud", explicar que las viejas ideas del marxismo ya no son válidas, que es necesario que otras ideas originales y totalmente nuevas las sustituyan. Pero cuando examinamos estas "nuevas ideas" encontramos que sólo son las ideas viejas y desacreditadas de los socialistas utópicos que han sacado del cubo de la basura, las han desempolvado y presentado como algo totalmente nuevo y moderno. ¿Y por qué no? ¿Por qué no reciclar las viejas ideas como reciclamos el vidrio y los periódicos?
Shakespeare en su obra Julio César dice: "Hay una marea en los asuntos de los hombres". También está la marea de la lucha de clases, con subas y bajas como el ritmo de los océanos. Cuando la marea baja y caminamos por la playa encontramos todo tipo de animales muertos y agonizantes, que provocan un olor desagradable al descomponerse. Pero cuando la marea sube de nuevo, y lo hace, toda la basura decadente es arrastrada y la vida regresa con el oxígeno de las nuevas olas.
El autor de estas líneas es mucho más viejo que el joven estudiante que fue a visitar una revolución en Mayo de 1968, no como turista, sino como participante activo en la lucha de clases. Nunca he dejado de participar, trabajar, luchar por la misma causa gloriosa. No veo Mayo de 1968 como el pasado sino como el futuro. Cuando pienso en ello no me lleno de nostalgia sino de inmensa esperanza y optimismo.
La nueva generación debe estudiar los maravillosos acontecimientos de Francia de 1968 y comprender el enorme poder, la energía creativa de la clase obrera. Ted Grant solía decir: no hay poder sobre la tierra que pueda resistir a la clase obrera, una vez ésta se ha organizado y movilizado para cambiar la sociedad. ¡Esa idea es correcta! Y cuando la clase obrera tiene una dirección digna de ese nombre, demostrará que eso es verdad. Mayo de 1968 regresará de nuevo pero a un nivel muy superior. ¡Aseguremos que la próxima vez tenga lo necesario para vencer!